6 de marzo de 2013

La lucha es contra el demonio

12 Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.
Efesios 6, 12
Desde el miércoles anterior por la noche papá cayó en grave estado de salud. 

Me ha tomado por sorpresa pero también la lucha interior que ha sido muy grande porque concibo íntimamente relacionados el acontecimiento de la renuncia del Papa y la sede vacante con el agravamiento de la salud de mi papá y su habitación vacía ya que se encuentra en el hospital. 

De Benedicto XVI ni de mi padre puedo saber sino con restricciones lo que me ha hecho sentir huérfana por todas partes lo que ha provocado que cayera en una también grave situación emocional y espiritual que fue, literalmente, abrirle la puerta de mi alma al temor y la desconfianza sobre todo en relación a la salud de mi padre ya que hasta el momento, los síntomas que presenta y todavía sin un diagnóstico, son mortales. 

Sentí mucho miedo por mi padre y por verme sepultándolo en poco tiempo. Muchísimo miedo. Quedé devastada. Tanto que ayer domingo desperté totalmente derrumbada; sin embargo, no me gustó para nada sentirme así de tal manera que no me quedó de otra que clamar al Señor con las palabras del padre Pío: ¡Señor, sálvame!

Lo hice sin mucha convicción, a decir verdad, sin embargo, cuando el domingo llegué a cuidar de papá en el hospital sucedió que no podía ingresar a la sala ya que estaban dándole un baño por lo que decidí ir a tomar un café. 

De camino, recordé que deseaba buscar al capellán para pedirle que le ofreciera el sacramento de la Unción de los Enfermos, por lo que pregunté por la Capellanía y para cuando llegué estaba fuera el padre Byron revestido dispuesto a ingresar para celebrar misa. Me quedé en misa y lo que allí sucedió fue lo que me hizo caer en la cuenta de lo siguiente:

Dios es el dueño de la historia. 

La realidad tiene altibajos y no existe nada que podamos hacer para evitarlo. 

Tuvimos un hombre santo como Vicario de Cristo, hoy ya no lo tenemos. 

Hoy, mi padre está vivo y mañana podría no estarlo, por lo que no estoy dispuesta a vivir como si estuviera muriendo o peor aún, como si estuviera muerto (o como si la sede de Pedro fuera a quedar vacante para siempre).

Papa está vivo y yo, que lo quiero mucho, iré a verlo para disfrutar con el todo el tiempo que el Señor nos preste. Iré alegre para poder mirarlo a los ojos y verlo sonreír. Lo hago hoy porque mañana quizá no pueda hacerlo y si mañana no puedo, pues también, estaré alegre porque el Señor me ha concedido la gracia de apreciar el presente el que significa ahora para mí lo mismo que apreciar el milagro del Señor en mi vida a cada instante.

Con esta certeza por la que clamé y me fue concedida podré hacer frente a todo lo que venga, ya sea al período de sede vacante o al desenlace en la salud de mi padre. 

Bien lo dijo SS Benedicto XVI “es tiempo de oración” ya que es tiempo de lucha contra el demonio quien no ataca más despiadadamente sino a los que tiene cerca; por lo que aquellos que en período de sede vacante, a través de sus dudas y temores, se han permitido acosar por el enemigo, “revístanse de la armadura de Dios” (Ef 6, 8) y oren. 

Oren ya que la lucha es contra el demonio quien espera separarnos del amor de Dios. 

Díganselo en la cara: “Eso, ¡jamás!”
9 Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes. 10 El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles. 11 ¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén.
1 Pe 5, 9-11

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