21 de septiembre de 2013

¿Quién es Cristo, el Papa y la Iglesia para ti?

Cuál de nosotros no tiene un pariente, amigo o conocido de esos que no importa con cuánto cariño y generosidad hagas las cosas nunca quedas bien con ellos y que, si tienen oportunidad, además, buscan la manera de mortificarte?
Pues bien, así es como me parece que es el mundo de hoy.
Con “mundo” me refiero a todos aquellos que, sumergidos en su egoísmo, no comprenden el lenguaje del amor y que -si tocan el tema- te enteras de que el amor para ellos existe en tanto sea para recibir ya que rara vez consideran que el amor sea de doble vía. Narcisismo, creo que lo llaman.
En fin, uno quisiera vivir rodeado de personas generosas, equilibradas, bondadosas, cariñosas, asertivas, etc. pero no es así sino muy al contrario.
Yo, sinceramente, no creo que nuestro mundo sea más egoísta y hostil hacia los cristianos de lo que fue, por ejemplo, en tiempos de Jesús.
La cuestión es que no hemos cambiado mucho y, por lo que seguimos siendo cristianos inmersos en un mundo egoísta, es que llega tan oportuno este querido Papa que nos deja a todos como pudo haber dejado Jesús tanto a romanos como a escribas y fariseos.
Todo lo anterior únicamente para contextualizar y poder compartir con ustedes mis reflexiones acerca de las diversas reacciones de cristianos a la entrevista del padre Spadaro al Papa Francisco de esta semana.
El Papa, ha quedado claro, conoce bien el mundo egoísta en el que vive pero también las fortalezas y debilidades de los cristianos por lo que asumo cuenta con nuestras reacciones.
Unos, reaccionamos ilusionadísimos de solo pensar que la Iglesia cambie en su fundamento y otros, aterrorizados, por lo que ya no sabemos -después de haber llamado masón al Papa- qué más llamarle después de la entrevista.
Unos más, desconcertados sin saber qué decir, otros, atacando para defenderlo y los demás, enmendándole la plana. Unos cuantos, muy pocos, se la tomaron como debía.
El caso es que, se su-po-ne, que «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros»[1], por lo que pregunto, amable lector: quién es Cristo, el Papa y la Iglesia para ti?
Alguien de quién esperas escuchar lo que te complazca en tu particular forma de comprender y vivir la fe o alguien a quien temes escuchar por lo que pueda sacarte de la seguridad que has hallado entre batas, humos y candelas?
Alguien cuyas acciones te desconciertan al punto que no sabes qué decir?
O alguien a quien se defiende mediante el ataque o, sencillamente, alguien a quien hay que enmendarle la plana ya que, debido a su candidez, no sabe explicarse?
Quién es?
Yo misma, deberé preguntármelo dentro de un ratito.

Solo espero escuchar: - “Oye, tranquila! Solo sumérgete en mi corazón misericordioso. Ya te enterarás Quién soy si estás ahí”.


¿Cuál sería el perfil de una universidad católica costarricense?

Admito que se muy poco sobre el tema pero, dadas las circunstancias que vive la Universidad Católica de mi país y que no es diferente de lo que viven muchísimas alrededor del mundo, me pregunto cuál sería el perfil de una universidad católica costarricense?
Para empezar, sería una universidad construida bajo el criterio de un Obispo teólogo y que, de no serlo, tuviese la humildad y sabiduría para asignar la tarea a una comisión teológica de alto nivel que represente la diversidad y complementariedad de la Esposa de Cristo.
De ahí que sería una universidad cuyo rector fuese también teólogo por lo que sabría conformar bajo oración y discernimiento, los diferentes equipos de colaboradores en lo académico tanto como administrativo. Mucho conocimiento teológico-doctrinal para que hubiese comprendido que lo pastoral está supeditado a ello. Inteligencia, apertura de miras, prudencia, serían necesarias en el candidato.
Teniendo un rector de este tipo tanto los docentes como personal administrativo trabajarían para sostener unidos la universidad que, en humilde fidelidad a Cristo y al Magisterio pero con la firmeza que da la razonabilidad de la fe, arrojara al mundo un tipo de profesional con un ardiente celo por su vocación y misión.
Sería una universidad, efectivamente, que cumpliría no solo con los estándares de acreditación estatales sino con los más profundos anhelos del ser humano en el aspecto de su profesionalización.
Se conformaría como una universidad orgullosa de su patrimonio, regida y atendida con celo pastoral por su Obispo y la Conferencia Episcopal. Alimentada con lo mejor del Cuerpo de Cristo como sería un personal docente y administrativo orante cuyo alimento espiritual estuviera centrado en la Eucaristía diaria.
Se les vería por los pasillos entrando en contacto con sus semejantes como si del mismo Cristo se tratase y para cuando arreciaran las dificultades, se les vería guarecidos en la capilla en oración y ayuno.
Una universidad en la cual uno entrara y deseara jamás salir.
Una universidad que vive la alegría de saberse única, querida, necesaria y –antes que fruto del azar- siendo consecuencia del mismísimo pensamiento de Dios.
Sueño y soñar no cuesta nada.
El caso es que, soñando o no, existen tanto sacerdotes teólogos residiendo en el país como en el extranjero que bien podrían ser rectores y docentes de una universidad así.
Solo faltaría que el Arzobispo los aglutinara trayéndolos de donde se encuentran, incluso desde dentro de la universidad y, dándoles el visto bueno, mi sueño echara a andar.

Sea como lo dispongas, Señor. Sea a Ti toda la gloria.

El milagro de la realidad humana

En todo esto de creer en Jesús observo que hay un paso que no damos como es el de creer que, por el Bautismo, la vida en El equivale –con todo lo que implica- a vivir, efectivamente, en su Presencia.
Mayores implicaciones si Le permitimos fortalecer este vínculo extraordinario con la Eucaristía, los sacramentos, la oración y las obras de misericordia. Aún mayores si lo hacemos conscientes del don de su Santo Espíritu, que es la Gracia a la que –si se lo permitimos- irá siempre delante nuestro.
El paso hacia la convicción de vivir en su Presencia no lo damos por lo que hasta la misericordia la creemos mérito nuestro, hasta en la caridad no es el Señor quien va delante sino siguiéndonos y, luego, ponemos cara de babosos cuando vemos el nulo efecto que produce.
Si, la verdad, es que –vistos desde fuera- somos muy chistosos. Es como que nos diga el maestro: Creeme, uno más uno es igual a dos, pero que insistamos en sumar uno más cero para obtener el mismo resultado. Es absurdo.
De lo poco absurdo que he visto es lo que se refiere al testimonio que en mi vida han dejado mi madre y su madre, o sea, mi abuela y, ahora que lo pienso, también de papá ya que, desde sus más pequeños e insignificantes gestos, sumados a otros igualmente pequeños e insignificantes, con mis propios ojos he visto como resultado sumas extraordinarias, de las que transforman la vida de las personas.
De ahí que para mí ha sido usual escuchar de extraños o gente conocida cosas como: “De no ser por su papá no sería la persona que soy!” o, “De su abuelita es que aprendí a ganarme la vida” pero también: “Por su mamá fue que mi esposo y yo pudimos salir adelante”.
Es cosa desconcertante cuando te la sueltan sin rollo tanta gratitud y esos cambios de vida que aseguran haber obtenido ya que papá lo único que hizo fue ayudar con muy poquito dinero para el autobús, abuela enseñó a coser y mamá la recibió como mecanógrafa.
Ayer pensaba en esto ya que uno de mis sobrinos se sentó a cenar conmigo lo que se prestó para despertar su interés en los pormenores de dichas historias. Tras ese bonito rato con el y, antes de dormir, tomé de la mesita de noche los Ejercicios Espirituales de Comunión y Liberación solo para encontrarme el siguiente texto de don Giussani:
“El milagro es la realidad humana vivida cotidianamente, sin énfasis excepcionales, sin necesidad de excepciones, sin una particular fortuna, es la realidad del comer, del beber, del velar y del dormir revestida de la conciencia de una Presencia que tiene sus terminales en manos que se tocan, en rostros que se ven, en perdón que se da, en dinero que se reparte, en una fatiga que se afronta, en un trabajo que se acepta”.
Lo citó el padre Carrón ya que venía hablando de la importancia de la vida sacramental lo que remató al final de ese capítulo con otra magistral cita del mismo autor:
“La presencia de Cristo en la normalidad de la vida implica cada vez más el latir del corazón: la conmoción por Su presencia se hace conmoción en la vida cotidiana e ilumina y vuelve cada vez más tierno, bello y dulce el tenor de la vida diaria. Ya nada te resulta inútil o extraño, porque no hay nada sin relación con tu destino y, por ello, no hay nada a lo que no puedas amar […], con las consecuencias magníficas que todo esto implica: respeto por lo que haces, precisión y lealtad con tu obra concreta, tenacidad en perseguir tu finalidad”
Esto es lo que cambió a los discípulos pero también a mi abuela, a su hija y a mi padre y en sus gestos, la vida de otras personas.
Pero, qué digo, es que acaso la Jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria no tuvo consecuencias en el cabeza hueca de Obama o la carta del Papa movido el corazón de Putin? No es, acaso, espectacular el que One of Us ha llegado al millón de firmas, o, difícil de creer, los miles alrededor de Manif pour tous, o, esa fenomenal carta del Papa a Scalfari? Y, para rematar, acaso no significa nada el que Britan´s got Talent ha premiado un maravilloso espectáculo que promueve la vida?

Los más escépticos dirán que no son más que victorias transitorias, a lo que respondo: acaso, no es ese “el milagro de la realidad humana”?

¿Qué es de lo más preciado que te han dado que no fuera algo material?


Si. Leíste bien:
¿Qué es de lo más preciado que te han dado
que no fuera algo material
y que nunca olvidaste?.
Les daré mi respuesta más adelante.
Gracias por las que aportarán.

¡Tuve con quien rezar!


Dios es bueno. Se ha lucido trayéndonos a este punto de la historia de salvación en que la tecnología es capaz de mantenernos comunicados para que, sintiéndonos como nos sentimos, profundamente necesitados, solos y vulnerables, el internet nos sirva para paliarlo y muchas veces, hasta para subsanar la falta de una comunicación asertiva, veraz y afectuosa de la que muchos carecen en sus propios hogares.
Decía ayer en un programa de EWTN el cardenal Etchegaray, Vice-decano del colegio de cardenales, que la elección de este Papa le ha conmovido hasta las entrañas ya que si de algo estamos necesitados es de el ser reconocidos como personas lo que en el fondo es necesidad de misericordia que es de lo que el Papa desparrama por doquier se le ve pasar. De ahí que Francisco genera tanta confianza.
Tanta que, para la Vigilia de Oración por la Paz, le acompañaron en la Plaza de San Pedro alrededor de 100mil personas de lo más variopinto que he visto en mucho tiempo y no se cuántos miles por televisión estuvimos con el.
Comentábamos en las redes el impacto que ha de haber provocado tanto en los asistentes como lo que, en efecto, nos impactó a la tele-audicencia el ver la diversidad de credos incluso musulmanes arrodillados ante el Santísimo Sacramento.
Ni qué decir de ver a tantos no católicos esperar concentrados y en silencio el rezo del Rosario en el que, por cierto, nos tomamos todo el tiempo del mundo lo cual no tuvo desperdicio ya que con aquella música de arpa y violines intercalados con las meditaciones de Santa Teresita quedó sublime!
Imposible se hacía no degustar cada palabra del Avemaría y del Padrenuestro.
Las degustaron y meditaron los allí presentes, el Papa sobre todos ellos, ya que se le veía cabizbajo con gesto grave muy concentrado lo cual fue señal inequívoca de la importancia del momento. De la seriedad pero también de la paz y la resolución con que se deben afrontar situaciones como la presente; pero, por sobre todo, el que a su lado dimos testimonio de nuestra convicción acerca de la comunión de los santos y el poder de la oración que tuvo mayor realce bajo la tutela de Mons. Guido Marini, oficial de las celebraciones litúrgicas del Santo Padre, quien dejó plasmada no solo su exquisita formación sino el cómo ella se conjuga a la maravilla con el matiz que le imprime el Papa Francisco.
Como “acción litúrgica”, la Vigilia, fue extraordinariamente bella. Bella y deleitosa a tal punto que concluyo que fueron las cuatro horas mejor invertidas “pegada al televisor” de toda mi vida.
Ayer me quejé de que no tendría con quien rezar pero, como mucho de lo que me quejo, hubiese sido mejor que no lo hiciera ya que después de haber estado adorando al Santísimo Sacramento expuesto en Roma junto al Papa, Mons. Marini, decenas de Cardenales, sacerdotes, religiosos, miles de mis hermanos jóvenes y adultos, cientos de no creyentes, musulmanes, otros cristianos, etc. me doy cuenta que, Dios es bueno, ya que tuve con quién rezar.
“Esa Vigilia del sábado 7 de setiembre, quizá detenga la guerra, quizá no, pero dará frutos”. Es lo que ha dicho Alonso Gracián, uno de mis contactos en Facebook.
“Sé que los dará”. Fue lo que respondí. 


Nota:
Como les digo, cada detalle fue conmovedor pero para mí, conmovedor hasta las lágrimas, lo fue la lectura del Sermón de san León Magno del cual les traigo el enlace.

¿Con quién voy a rezar?

Pues sí, con quién?
Con quién si el nuevo Arzobispo dio aviso ayer viernes que no celebrará la misa que dijo celebraría hoy en la Catedral (a la que pensaba asistir para unirme al Papa en su convocatoria de oración por la paz) sino hasta el domingo por la mañana?
Está bien, algo se le habrá presentado de suma urgencia, pero hoy que es tan importante hacerlo, con quién voy a rezar?
Tarde anoche tuve que indagar cuáles sacerdotes o parroquias se unirían al Papa y hasta el momento únicamente un sacerdote me ha respondido.
Qué es lo que está pasando?
Queda demasiado lejos Oriente como para preocuparse o será que, acaso existe algo más importante que el Arzobispo deba hacer para no unirse en este día al Vicario de Cristo, al mundo creyente y no creyente que se ha dado cita en Roma para ayunar y orar por algo que nos atañe directamente?
Esta era su oportunidad de manifestar unidad y fidelidad con el Vicario de Cristo. Era su primera y gran oportunidad pero ha decidido cambiar la fecha de la celebración sin ofrecer razones. Eso si, Monseñor tuvo tiempo anoche para saludar por su Facebook a los fieles y a la Selección por haber ganado en el futból contra los Estados Unidos.
Si por la víspera se saca el día… Que el Señor nos ampare!
Pues bien, si no tengo pastor con quién rezar tendré que arreglármelas sola.
Me uniré al Santo Padre al menos por televisión, luego, entrada la tarde me iré por ahí a buscar un templo en que regularmente celebren misa, rezar el rosario y confesarme si es que ninguna otra cosa surge que me lo impida.
Pocas veces en mi vida ante algo tan importante me he sentido tan sola: sin pastor, sin misa, sin nadie con quién rezar. 


Nota: Me van a perdonar, Monseñor y todos los demás que se sientan ofendidos pero es que todo esto es desconcertante y escandaloso.

No comprendo en qué cabeza cabe ni siquiera atender al Papa cuando ha hecho lo indecible en estos días por dar una respuesta razonable a tan grave situación que afecta al mundo.

Inconcebible el que despreciemos su esfuerzo y que, por las 24 horas de este día, pasemos con indiferencia ante la urgente necesidad de ayuno y oración que tienen nuestros hermanos.

Mucho tiene que ver la mirada con el Paraíso

Viviendo en este lugar muchas veces me he preguntado por qué razón mi ánimo y disposición hacia la vida es diferente cuando en estos parajes decide salir el sol de cuando se oculta por días y días. Me siento como “bicho raro” ya que el clima no debería determinar quién soy. Me resulta incomprensible.
Dispuesta a comprender y atenta a la realidad tomé ayer estas fotografías de un amanecer glorioso como pocos puedo ver durante esta época del año.

¡Miren nada más la belleza!.


Las compartí en Facebook y una joven comentó: - “Vivís en un paraíso Maricruz! Y sí, tienes muchas cualidades como fotógrafa”. A lo que respondí: - “Mucho tiene que ver la mirada con el Paraíso”.
Lo que me hizo caer en la cuenta de que esa mirada no la tengo en los días en que no brilla el sol. Y, no la tengo, por la sencilla razón de que no me dispongo a ver belleza en lo que me desagrada como es el cielo nublado, la llovizna y el frío cuando es obvio que aún bajo esas condiciones la belleza existe y el sol brilla aunque yo me resista a apreciar sus beneficios por considerar que “inútilmente” ilumina y calienta “el lado arriba de las nubes” en lugar de a mí.
Será posible que mi ánimo y mi disposición hacia la vida sean los mismos brille o no brille el sol? Debería serlo ya que la naturaleza no determina lo que soy.
Y qué lo determina? En ese sentido me ofreció Rousselot alguna pista: “El amor da ojos para ver: el mismo hecho que se ama hace ver, crea para el sujeto amante un nuevo tipo de evidencia”. La evidencia de mi cuerpo, el que -resistiéndose a lo que le desagrada- me obliga a mirar a lo profundo de mi misma en búsqueda de respuestas.
Es el amor el que da ojos que atraviesan la“opacidad del tiempo”, los días nublados y el ánimo triste. Es el amor el que a despecho de nosotros mismos “logra hacernos entrever la eternidad” en medio de lo que ES y que no podemos cambiar.
Chesterton no se hizo esperar para echar luz sobre el tema: “El punto no es que este mundo (el estado del clima, de mi salud, de la Iglesia, del país, de nuestra familia) es demasiado triste para ser amado o demasiado alegre para no serlo; el punto es que cuando se ama algo, mi alegría es la razón de amarlo y su tristeza la razón de amarlo más”.
Esa es la mirada que obtienen los santos quienes difícilmente han sido “bichos raros” ya que “el santo vive en el mundo, habla de fútbol o de política, se ríe a carcajadas, bebe cerveza con sus amigos y hace deporte con ellos (¡sufre con el clima!) [ ] Pero, además de todo eso, lleva en el pecho una hoguera de Amor que hace que [ ] irradie una paz que transforma el ambiente. Y, cuando llega el momento [ ] sabe pronunciar el nombre de Cristo de tal manera que contagia su pasión por Él. De algún modo, los demás, al tratar al santo, adquieren tres certezas: que es un hombre normal, que es un hombre enamorado y que es una persona digna de confianza. Cuando se dan estas condiciones, Dios hace el resto”.
Dios hará el resto ya que lo Suyo es seguir amando.
Dios hará el resto ya que por Gracia llegaré a apreciar la totalidad y conjunto de Su belleza brille o no brille el sol.
Ya que no es circunstancia alguna la que me determina sino el Amor.


Nota: Este artículo lo he compuesto con lo que el Señor con el amanecer de ayer me hizo apreciar, por lo leído en el blog del padre Javier Sánchez Martínez y en el blog del padre José Fernando Rey-Ballesteros y, por supuesto, con lo que me hicieron reflexionar Chesterton y los otros amigos de Facebook.
Deo omnis gloria!

El orden puro equivale a religión sin amor

Una indicación muy clara realizó el Cardenal Joseph Ratzinger en su libro titulado “Mirar a Cristo” del cual Alonso Gracián (quien como vieron en la anterior entrada, comentaba conmigo sobre el tema en facebook) me hizo llegar escaneada una brillante página.
Casadellibro.com lo resume: 

“en realidad el libro quiere ser una invitación y una iniciación para cambiar las actitudes de fondo de la existencia humana para que abriéndose a Dios, se haga también más humana y más plena.El mirar a Cristo tuvo una importancia extrema en la vida de Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyola, por no citar más que dos ejemplos muy conocidos. El subtítulo del libro:Ejercicios de fe, esperanza y caridad, han sido muchos los autores espirituales que en la tradición de la Iglesia han visto en la base de la vida cristiana el ejercicio de las tres virtudes”
.
El padre Joan Carreras del Rincón ha comentado que “Ese capítulo es genial! Allí estaba ya la Spes Salvi casi enterita".

Por lo que me ha parecido sería un aporte importante no solo dar a conocer la existencia de este libro sino el que su contenido nos asiste en el tema que hemos venido discutiendo.


2 de septiembre de 2013

Seguridad psicólogica y confianza

Conversación que se desarrolló el Domingo 1 de setiembre a partir de la cita de Lumen fidei en facebook. 


Me parece que, por lo dicho, importante es determinar si lo que hemos conseguido para nuestra vida de fe es “seguridad psicólogica” o “confianza".

Pero, previo a eso, determinar si la palabra de Dios es para nosotros lo más seguro e inquebrantable.

Feliz semana!

Confiar o desconfiar de Dios

Para mi existen cosas tan fáciles de comprender sobre Dios que he llegado a la conclusión de que debe ser Gracia. Si lo es y provoca que en determinados aspectos comprender sus asuntos sea algo natural es probable que implique el que tendría que ser luz para mis hermanos. Esa es mi sospecha. Ya me dirán si me equivoco.

Ahora bien, uno de esos aspectos ha sido comprender y reconocer mi falta de confianza en Dios. Creer podría ser mucho más fácil que confiar ya que la fe, por un lado es un don y por otro, un acto de adhesión al hecho de su existencia.
Como criaturas, estamos ante las mismas opciones que el demonio quien, tal parece, cree en su existencia pero no confía. Nunca lo ha hecho ni lo hará.
Anoche tuve una conversación de este tipo con un católico:
-Estimado hermano: se le ha metido un ladrón en su casa.
-Cómo que un ladrón? Cuándo? Adónde? Alucina usted!.
-Señor, que lo tiene en su casa. Créame. Desde aquí lo veo.
-Deme pruebas. 
-Las tiene ante sus narices, señor. Cómo que me pide pruebas? No me cree? 
-No, no le creo. Es usted una mentirosa. 
-Bien, cumplo con advertirle. El ladrón está en su casa. 
-Usted está mal, señora, mejor lea la vida de los santos para que aprenda a no mentir y a confiar en Dios.

Este señor, claramente, es un necio o un idiota, pero mejor digamos nada más que es una persona desconfiada.
Ayer por la mañana hice una sencilla pregunta en mi muro de Facebook que decía así: “No entiendo la negativa de muchos buenos sacerdotes al modo extraordinario. ¿Me la podrían explicar? Necesito saberlo para comprender”.
La intención era que los sacerdotes respondieran pero en cambio la mayoría de las respuestas fueron de jóvenes tradicionalistas para quienes la pregunta fue abrir la puerta para que dejaran en evidencia su desconfianza. Ni les cuento en lo que terminó aquello.
Ahora bien, desde que descubrí por la doctrina del pecado original que era tan desconfiada como todos ellos, he venido pidiéndole al Señor una confianza que yo misma jamás podría imaginar. Debo haber sido muy insistente porque me la ha venido dando y, ¡de qué manera! Me la da justamente poniéndome en situaciones muy difíciles en las que no me queda más opción que confiar en El.
Por eso pienso que, tanto el hermano con el que tuve esa conversación absurda probablemente, cuando el Señor le enseñe a confiar, no será de la forma más fácil pero también que los jóvenes tradicionalistas deberán de darse cuenta en algún momento que la realidad les están colocando ante dos opciones: confiar o desconfiar.
Confiar en el Señor cuando advierte sobre el peligro o desconfiar pero, eso sí, hacernos cargo de las consecuencias; tal como debieron hacerlo Adán, Eva y el mismísimo demonio quien permanecerá desconfiado y triste por toda la eternidad.
Son tan fáciles de comprender ciertas cosas que no veo cómo es posible que no se comprendan.

Es Gracia, lo olvidé. Gracia que se recibe porque se puede pedir.

El cántico de Zacarías

Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joannes:
“Fue un hombre enviado de Dios, cuyo nombre era Juan”


Tengo especial cariño por el cántico de Zacarías ya que lo conocí cuando después de estar muy alejada de Dios empecé a asistir a misa diaria con mi madre en la capilla de los padres terciarios capuchinos (Amigonianos) con quienes, además, rezábamos Laudes. Particular cariño le tengo al versículo 78 que dice así:“gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios nos visita el Sol naciente para iluminar a los que están en tinieblas y sombra de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.”
Tomé por costumbre rezarlo al subir al auto y hoy, en particular, lo recé con especial cariño sin haber caído en la cuenta de que festejamos al Bautista.
Conforme lo iba diciendo en cada frase meditaba simultáneamente en ciertas cuestiones que trataré de recordar aquí. Empieza así: «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel”. Dios de Israel, es decir, el Dios que se dio a conocer a un pueblo al que eligió y fue formando a lo largo de cientos de años para que fuera capaz de recibirlo; quiere decir que Zacarías sabía muy bien las implicaciones de lo que estaba diciendo: “Dios de Israel!”. Nada más ni nada menos que el Dios que “ha visitado”, quiere decir, ha mostrado su rostro pero además el Dios que ha “redimido a su Pueblo”. Quiere decir que la suma de toda la Historia de Salvación al momento en que Zacarías pudo emitir sonido fue para pronunciar estas palabras como quien ha sido testigo de primer orden de las maravillas de Dios con su pueblo y las pronuncia luego de un obligado y prolongado silencio de siglos.
“y nos ha dado [Dios] un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor” Exactamente. Zacarías había comprendido que tal “como [Dios mismo] lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas” la concepción inmaculada de María y la de su propio hijo en la esterilidad de su esposa eran cumplimiento de las promesas de Dios a las que su pueblo se había mantenido fiel por siglos hasta ese día. Zacarías, ante sus propios ojos, veía hacerse acontecimiento la Historia de Salvación en el niño que María llevaba en su vientre y que llegaba “para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian”. Y no era que Dios los salvaría de los enemigos tradicionales, que no eran escasos en su tiempo, sino del poder del Malo y de cuanto de su maldad hubiese inoculado en el mundo por causa de la debilidad de los hombres y de su odio a Dios y sus criaturas.
Los salvaría por su Misericordia la que para Zacarías era la mayor victoria de Dios. El triunfo del Altísimo que validaba la santa Alianza y daba fiel cumplimiento a las antiguas promesas hechas a Abraham.
La amplitud y profundidad con que tuvo Zacarías que haber comprendido muchas cosas en aquél momento - eran mis pensamientos- fue sencillamente espectacular. Y más espectacular aún el que dos mil años después yo, sentada ante al volante, me vea pronunciando sus mismísimas palabras. Y, no solo eso, sino que, una mujer del siglo XXI, haya realizado un acto de adhesión a las promesas hechas a Abrahám cinco o seis mil años atrás las que llegaron, Dios sabe cómo (¡bien que lo sabe!), a través de tiempo hasta Zacarías y ahora a mí.
Con mis anteojos de sol, preparada con mi cartera, tener -durante un ínfimo momento de la historia- la claridad para reconocer que he sido liberada de todo temor por haber sido arrebatada de la mano del Enemigo y que, debido a eso he sido capacitada para vivir en santidad toda mi vida delante de la Presencia de Dios, sencillamente, no tiene precio.
Zacarías reconoció muy bien lo que implicaban aquellos sucesos de tal forma que pudo transmitírselos a su hijo: el Bautista, de quien Quevedo ha dicho en un texto precioso lo siguiente:
“Vestía pieles de camellos, no de vasallos. ¿Por qué de camellos, y no de lobos, osos o leones, que han sido vestidura y blasón de emperadores y varones heroicos? Atrévome a responder: porque estos animales son feroces, crueles y ladrones. No ha de vestir el ministro piel que le acuerde de uñas y garras, de crueldad y robos. Seda y paño y telas hay que rebozan estas pieles. Conviene que vista el ministro piel de camello (que no sólo le acuerde de servir trabajando, sino de trabajar con humildad y respeto, de rodillas), animal que se baja para que le carguen, que humilla su estatura para facilitar el trabajo de quien le carga con el suyo, que tiene desarmadas sus grandes fuerzas para ofender ni con las manos, ni con la cabeza, ni con los dientes. Esta piel no sólo es vestido, sino gala; no sólo gala, sino recuerdo, y consejo y medicina. Esta cubierta defiende como fieltro, abriga y honra al que la trae, y al reino”.
En este día en que he aprendido todo esto de un cántico tan antiguo y en que recordamos con especial cariño al Bautista es también el día en que nuestro pueblo ha celebrado en la Catedral Metropolitana a nuestro nuevo Arzobispo, Monseñor José Rafael Quirós, en la inauguración de su ministerio pastoral por quién hemos pedido al Señor y a María Santísima toda clase de gracias y bendiciones.

«¡Bendito sea el Señor,
el Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su Pueblo!”

Orgullo y prejuicios en tiempo de crisis

Algo de lo que había pensado hablar pero no lo había hecho debido a que todavía no tenía muy claro lo que diría es sobre el papel del orgullo y los prejuicios en tiempo de crisis.
Como saben, hablo desde mi experiencia por lo que, para contextualizar, diré antes que nada que durante la última década a pesar de trabajar para mi padre y en actividades productivas familiares y propias, mis mayores gastos fueron cubiertos durante todo este tiempo por mi padre
El caso es que tras su fallecimiento me encuentro sin ingresos y buscando la forma de generar lo necesario para mi manutención.
Me figuro que muchas personas se encuentran en mi situación por diversas razones y en diferentes lugares del mundo por lo que me parece que podría convenirnos que se dijeran unas palabras al respecto.
Viéndose uno en necesidad de trabajar sucede que el orgullo pone obstáculos no solo en cuanto a buscar un trabajo digno sino que lo que consideramos “digno” se convierte en obstáculo ya que no hay muchas ofertas de empleo por lo que tendría uno que trabajar en cualquier cosa y eso es algo que a muchos les causa problema. No solo porque preocupa “el qué dirán” sino porque, sencillamente, algunos trabajos son definitivamente indignos
Por otro lado, está el que también se pierde la dignidad por lo que algunos terminan pidiendo dineros prestados que no van a poder pagar. Eso implica que tendrían que haber mentido y que tendrán que seguir haciéndolo.
Es fácil meterse en estos problemas debido, principalmente, a la dificultad que experimentamos de creer en las promesa del Señor cuando bien ha dicho infinidad de veces que nos cuida como a la niña de sus ojos.
Luego está, el que por orgullo no se pide ayuda a parientes, amigos y conocidos pero también el que dichos parientes, amigos y conocidos, sabiendo o sospechando que la estás pasando mal no dan el paso necesario para donarse debido a sus prejuicios que son del tipo: - “Como es posible que alguien en su posición no haya sabido administrar bien su dinero?”. Cosas así que nos impiden seguir a Cristo en su ejemplo de donación total.
He estado en ambas posiciones: entre los que han dado ayuda y entre los que la requieren. Entre los que dudan de las promesas del Señor y entre los que confían en ellas por lo que tengo claro que el orgullo en tiempo de crisis para quien requiera auxilio de su prójimo es algo difícil no solo de detectar sino de aprender a desechar sin contemplaciones.
No así la dignidad. Esa debe salir incólume. Preservarla a toda costa. Eso sí, una dignidad bien comprendida.
Los prejuicios en tiempo de crisis, por otro lado, son también algo tremendamente difícil de hacer desaparecer ya que muchas veces construimos criterio a base de ellos por lo que la caridad y el tratar a otros con dignidad se nos hacen cuesta arriba.
Uno quisiera que el mundo fuera perfecto y eso es solo porque en nosotros Dios ha puesto debilidad por Su persona; sin embargo, el mundo no es perfecto y cada día más entra en las profundidades de una crisis que algunos pronostican terminará en desastre.
Mientras, estamos en el medio de oscuridades que se disfrazan de luz y a tientas seguimos por ese camino cuando lo que tendríamos que hacer, de haber elegido la luz de la fe, es haber comprendido que todo esto sirve para mayor gloria de Dios y nuestra santificación.

Tengamos claro esto: el orgullo y los prejuicios son aspectos irracionales del ser humano por lo que siendo razonables con el sustento que da la fe podremos ayudar al prójimo y nosotros mismos sobrellevar más dignamente esta grave situación.

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