“La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro”.
Lumen fidei

Por supuesto, me caen de perlas ya que las preguntas que lanza, por
ejemplo, el padre Carrón en los Ejercicios son estupendas, miren nada
más:
“¿Qué es lo que resiste cuando somos despojados de cualquier seguridad? ¿Quiénes somos? ¿A quién pertenecemos? ¿Qué es lo que permanece después de que muchos de nuestros proyectos han fracasado? ¿Qué queda cuando nuestras pretensiones han quedado anuladas?”
“¿Qué es lo que resiste cuando somos despojados de cualquier seguridad? ¿Quiénes somos? ¿A quién pertenecemos? ¿Qué es lo que permanece después de que muchos de nuestros proyectos han fracasado? ¿Qué queda cuando nuestras pretensiones han quedado anuladas?”
Qué resiste? Qué es lo que queda?
Queda “el encuentro con el Dios vivo” (LF n.4) quien personalmente me
ofrece lo que no tengo: seguridad, sentido a mi existencia y de
pertenencia, fortaleza ante los fracasos, humildad para reconocerlo y
agradecer.
En fin, este es el resultado: la fe o “locura de cristianos", diría un buen cura que conozco.
Miren, se los he vertido a cuenta gotas ya que no se trata de andar
proclamando a los cuatro vientos lo que me quita el sueño pero al día de
hoy, habiendo fallecido papá, entre las dificultades normales que
surgen a partir del deseso de un miembro de la familia, las dolencias y
enfermedades propias de la edad también conservo pocos ahorros, no tengo
fuente de ingresos y, aunque la busco, no la encuentro; sin embargo, al
día de hoy no me ha faltado nada y ninguna otra cosa me ha llegado a
desesperar; pero, seré capaz de continuar viviendo bajo estas
circunstancias? Obtendré trabajo? Tendré fuerza para trabajar? Se me
acabarán los ahorros? Pasaré necesidad?
Entra con furia la duda al ruedo y se detiene, retándome, en la pregunta del padre Carrón:
“¿Podemos decir, [Maricruz] con más conciencia que nunca,
después de todos los desafíos que hemos afrontado: «¿Quién nos separará
del amor de Cristo?»?”
Podemos decirlo a conciencia? Podemos?
“¿Se trata, [Crucita], de una frase bonita con la que estamos de acuerdo, o bien es una certeza fruto de la experiencia vivida?”, insiste el padre Carrón.
Así como entró sale la duda para dejar lugar a la certeza.
Una certeza fruto de la experiencia vivida por lo que la conciencia me obliga a expresar que nada, “ni
muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni
potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura” ha conseguido separarme “del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8, 38-39)
¡Nada!
¡Nada!
“Si la fe no es un recurso para vencer las dificultades que nos vemos obligados a afrontar, ¿para qué sirve creer?”
Julian Carrón