12 Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.
Efesios 6, 12
Desde el miércoles anterior por la noche papá cayó en grave estado de salud.
Me ha tomado por sorpresa pero también la lucha interior que ha sido
muy grande porque concibo íntimamente relacionados el acontecimiento de
la renuncia del Papa y la sede vacante con el agravamiento de la salud
de mi papá y su habitación vacía ya que se encuentra en el hospital.
De Benedicto XVI ni de mi padre puedo saber sino con restricciones lo
que me ha hecho sentir huérfana por todas partes lo que ha provocado
que cayera en una también grave situación emocional y espiritual que
fue, literalmente, abrirle la puerta de mi alma al temor y la
desconfianza sobre todo en relación a la salud de mi padre ya que hasta
el momento, los síntomas que presenta y todavía sin un diagnóstico, son
mortales.
Sentí mucho miedo por mi padre y por verme sepultándolo en poco
tiempo. Muchísimo miedo. Quedé devastada. Tanto que ayer domingo
desperté totalmente derrumbada; sin embargo, no me gustó para nada
sentirme así de tal manera que no me quedó de otra que clamar al Señor
con las palabras del padre Pío: ¡Señor, sálvame!
Lo hice sin mucha convicción, a decir verdad, sin embargo, cuando el
domingo llegué a cuidar de papá en el hospital sucedió que no podía
ingresar a la sala ya que estaban dándole un baño por lo que decidí ir a
tomar un café.
De camino, recordé que deseaba buscar al capellán para pedirle que le
ofreciera el sacramento de la Unción de los Enfermos, por lo que
pregunté por la Capellanía y para cuando llegué estaba fuera el padre
Byron revestido dispuesto a ingresar para celebrar misa. Me quedé en
misa y lo que allí sucedió fue lo que me hizo caer en la cuenta de lo
siguiente:
Dios es el dueño de la historia.
La realidad tiene altibajos y no existe nada que podamos hacer para evitarlo.
Tuvimos un hombre santo como Vicario de Cristo, hoy ya no lo tenemos.
Hoy, mi padre está vivo y mañana podría no estarlo, por lo que no
estoy dispuesta a vivir como si estuviera muriendo o peor aún, como si
estuviera muerto (o como si la sede de Pedro fuera a quedar vacante para
siempre).
Papa está vivo y yo, que lo quiero mucho, iré a verlo para disfrutar
con el todo el tiempo que el Señor nos preste. Iré alegre para poder
mirarlo a los ojos y verlo sonreír. Lo hago hoy porque mañana quizá no
pueda hacerlo y si mañana no puedo, pues también, estaré alegre porque
el Señor me ha concedido la gracia de apreciar el presente el que
significa ahora para mí lo mismo que apreciar el milagro del Señor en mi
vida a cada instante.
Con esta certeza por la que clamé y me fue concedida podré hacer frente a todo lo que venga, ya sea al período de sede vacante o al desenlace en la salud de mi padre.
Con esta certeza por la que clamé y me fue concedida podré hacer frente a todo lo que venga, ya sea al período de sede vacante o al desenlace en la salud de mi padre.
Bien lo dijo SS Benedicto XVI “es tiempo de oración” ya que es tiempo
de lucha contra el demonio quien no ataca más despiadadamente sino a
los que tiene cerca; por lo que aquellos que en período de sede vacante,
a través de sus dudas y temores, se han permitido acosar por el
enemigo, “revístanse de la armadura de Dios” (Ef 6, 8) y oren.
Oren ya que la lucha es contra el demonio quien espera separarnos del amor de Dios.
Díganselo en la cara: “Eso, ¡jamás!”
9 Resístanlo firmes en la fe, sabiendo que sus hermanos dispersos por el mundo padecen los mismos sufrimientos que ustedes. 10 El Dios de toda gracia, que nos ha llamado a su gloria eterna en Cristo, después que hayan padecido un poco, los restablecerá y confirmará, los hará fuertes e inconmovibles. 11 ¡A él sea la gloria y el poder eternamente! Amén.
1 Pe 5, 9-11