El otro día mencioné que me resulta incomprensible el que por un lado
unos desprecien a quienes se inclinan por una liturgia elaborada pero
también el que, quienes aprecian este tipo de liturgia, se ofendan
porque existen quienes se inclinan por una liturgia simple.
Deberá de llegar el momento en que nos alegremos ya que de seguir
cada uno defendiendo lo suyo, aquello que es de todos: el Santo
Sacrificio de Cristo, se mantendrá en segundo plano y ya conocemos las
consecuencias del colocarnos en el lugar de Dios.
Por lo poco que he visto, leído y escuchado del Papa Francisco me parece que será quien nos ponga a cada uno en su lugar.
De hecho ya lo hace ya que para su misa de instauración unos
tristemente auguraron el que no utilizaría el latín pero lo hizo y,
otros, esperaron algo totalmente novedoso pero se quedaron esperando.
Benedicto venía insistiendo en cuán dramáticamente lejos está Nuestro
Señor Jesucristo de ser el centro de nuestra vida por lo que la mayoría
concluimos que se refería al mundo; lo que no sospechamos era que
podría también estarse refiriendo a nosotros.
El Papa Francisco, ciertamente, ha puesto mi concepción de la Iglesia
patas arriba pero si lo miro de cerca, de muy cerca, me doy cuenta que
en muchos aspectos es al contrario ya que, simplemente, me descoloca
obligándome a situarme en una perspectiva diferente.
Lo que condujo a preguntarme: es menos Papa un Papa que en lugar de
un trono ocupa un sillón? O un Papa que en lugar de un anillo de oro lo
lleva de plata? O menos Papa porque prefiera sus zapatos negros
ortopédicos en lugar de las zapatillas rojas?
O, al contrario, será el Papa más Papa por prescindir de ciertos
ornamentos, por salirse del protocolo o por tener un estilo
aparentemente liberado de ciertas cuestiones?
Pues no, la razonabilidad de la fe me indica que no, el Papa Francisco no es más o menos Papa cuando me descoloca.
Es probable que -justo en ese momento- es cuando está siendo más perfectamente Vicario de Cristo.
Es innegable, el Papa F me ha puesto el mundo patas arriba pero solo
para que caiga en la cuenta cuán lejos está Cristo de ser el único de
cuyo criterio he de fiarme pero a la vez para que me de cuenta cuán
cerca Suyo debo estar para que el resultado sea lo inevitable: el que me
alegre de que a unos y otros nos guste la misa.
Es casi, casi, verdadero ecumenismo lo que el Papa F está logrando.
(Es broma. Comprendo que el ecumenismo es otra cosa.)
¡Feliz vida, queridos lectores!
Que el Señor tenga compasión de nosotros dándonos de lo que necesitamos en este momento de la historia.
Amén
Amén