14 de marzo de 2010

¡He perdido el control!

¡He perdido el control! Literalmente lo he perdido.

Ayer salí con el auto y regresé y ahí estaba, pero hoy no y por ningún lado lo hallé.

Es el control del portón eléctrico que da acceso a mi casa, casa que queda en una finca, finca que es grande y a la cual no se puede acceder si no es por ese portón cuyo control he perdido.

Bien, pero si quiero ser sincera, para seguir con la onda de sinceridad del estimado blogero Roberto, sea ya literalmente un control perdido o perdido el control emocionalmente, de una u otra forma se ha de recuperar para tener acceso a uno mismo, a su propia casa.

El camino de madurez humana y espiritual ha de ir aparejado, según recuerdo nos dijo el padre Jafet en clase de Espiritualidad Cristiana. Si renqueamos en uno, renquearemos en el otro, no hay por donde.

Todos, querámoslo o no, renqueamos, pero por esa renquera no se termina el mundo, además, que si hay confianza, fe y esperanza, cualquier obstáculo en unión con Cristo, sea material, espiritual o emocional, tiene posibilidades de transformarse en un bien.

Con mi control perdido, sin poder entrar en casa, me encontré hoy con una antigua compañera de clase de teología, me ha confesado lo triste que ha estado, con cáncer, varias operaciones encima de las cuales no se ha recuperado del todo, ha perdido un diente, sus hijos se han ido de casa, no tiene trabajo y con lo inteligente, buena mujer, magnífica católica que es (de misa diaria), no consigue salir de ese bache.

La vi en el restaurante donde almorcé con mi padre y sentí el impulso de ir a saludarla porque tenía años de no verla (con decirles que no recordaba su nombre, qué pena!), y ahí nos sentamos a platicar y me ha dicho agradecida de que a pesar que estaba peleada con Dios, haberme encontrado ha sido para ella como un rayo de luz. Yo no se qué clase de luz puede dar alguien que ha perdido el control, pero bien, me vió como luz y eso lo único que me dice es que Dios es grande, porque si ni yo misma esta semana pude entrar a mi propia casa, que haya servido yo para ella lo hiciera, ya es algo grandioso. No lo creen?

Creo que aquí es donde se aplica aquello de "tu fuerza se realiza en la debilidad", me parece.

Así que, controles perdidos o no, querida amiga, terminamos el día alegre en la certeza de que una vez más, el Señor, nuestro buen Señor, para nuestra santificación nos ha permitido glorificarle.

Gloria que deseo cantarle con esta canción de don Fernando Andrés que queda de a pelo para esta ocasión del día en que celebramos al Padre Misericordioso.

Amén.

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