15 de enero de 2012

¿Existe razones para odiar a la FSSPX?

- “¿Tienes razones para odiar a los lefebvristas?”
- “No, no tengo razones para odiarlos".
Esta será la descripción de mi caso, pero podría ser el caso de cualquier otro católico sin afiliación al “tradicionalismo”, como de forma tan poco cristiana consiguen algunos sentirse cómodos clasificando a los católicos.


Hace unos meses, en mi habitual crítica a los afiliados a la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, me referí a la alabanza a Mons. Lefebvre que, sin medir las consecuencias, hacía una joven costarricense y de eso se han valido para afirmar que odio a la FSSPX.


La afirmación de mi supuesto odio circuló por la red cual “teléfono chocho” hasta que desembocó en la ruptura de la unidad del grupo que había creado años atrás para la promoción de la misa antigua.

Desde entonces, se han venido alejando de mí viejos conocidos, en cuenta, miembros de las asociaciones Una Voce de algunos países latinoamericanos a quienes, incondicionalmente, serví en varias ocasiones. Ninguno de ellos fue para venir a preguntarme si, efectivamente, los odio, sencillamente, dieron crédito a los rumores.

Al día de hoy, separada de todo grupo que promueve la misa antigua, sigo siendo blanco de burlas y críticas por doquier.

Si yo no fuera yo y solo fuera otra mujer a la que le sucede lo que me ha sucedido en torno a promover la forma extraordinaria de la misa probablemente saldría en su defensa, y lo haría no por ser mujer, sino por hacer honor a la justicia; pero como yo soy yo y, por donde quiera que se lo mire siempre sonará a queja el que uno salga en defensa propia, pues nada, que no me defenderé.

No me defenderé pero tampoco estoy dispuesta, en honor a la verdad, a dejar sin esclarecer ciertas cuestiones.

Para empezar: no odio a a los miembros de la FSSPX.
 
No tengo razones para odiarlos porque en primer lugar no conozco a ninguno en persona, conozco tan solo a un terciario y únicamente he hablado con el por teléfono y, lo demás que conozco es únicamente por lo que leo sobre ellos en la red; de tal manera que, disculpen, quien diga que los odio está rematadamente loco, no solo porque no se puede amar ni odiar lo que no se conoce sino porque es un contra sentido que un seguidor de Cristo conserve odio en su corazón.

Aunque, es cierto, conozco personalmente a personas afiliadas al lefebvrismo, se hayan declarado o no. En nuestro grupo de la misa tuvimos a seis que emigraron al grupo que ha conseguido lo que originalmente nos propusimos.

Se alejaron debido a mi “supuesto odio a los lefebvristas” y lo hicieron sin escatimar en traiciones, burlas y maledicencia; por lo que, si habría que odiar a alguien sería a ellos quienes, tanto en mi país como en otros lugares del mundo no tienen, ahora que “saben de mi odio”, reservas en continuar con las traiciones, la burla y la maledicencia.

Como les dijo, si yo no fuera yo y solo otra mujer a la que le sucede esto, la defendería pero como solo soy yo, me limito a describir los hechos.

Así las cosas, y teniendo suficientes razones para odiar a los afiliados al lefebvrismo, porque espero que haya quedado claro que a la FSSPX no la odio, asumo que no he dejado lugar a dudas acerca de que establecer los hechos tanto en aquella entrada en la que los criticaba como en la presente, no implica odiarlos, implica la expresión de un legítimo anhelo de justicia ante un bien que consideré corría peligro o, como en este caso en que el bien de mi buena reputación ha sido arrebatado; lo cual, como les digo, en otras culturas, en otras religiones, en otro tipo de mujeres, seria suficiente razón para odiar a alguien, pero el caso es que a los afiliados a la FSSPX tampoco los odio.

Aborrezco y desprecio profundamente, eso si, todo el mal del que cada uno de nosotros es capaz y como parte de ello, reconozco el que se me está haciendo difícil perdonarles; pero, como tengo claro que mi miseria es mayor que la de cualquiera, he dejado en manos del Señor su conversión así como Le he dejado, desde hace muchos años, la mía.

Para terminar, y como siempre ha sido la intención, quisiera que los católicos con afiliación a la FSSPX reconocieran que su defensa está provocando mucho más daño a individuos y comunidades que el que sus defendidos continuen rechazando el preámbulo doctrinal.

No es razonable que por defender lo que consideran un bien dejen tras de si una estela de mal.

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