12 de noviembre de 2009

¡De capital importancia!

A veces le damos demasiadas vueltas a todo para explicarnos acontecimientos o actitudes de los hombres; hombres o mujeres que llamándose a sí mismos cristianos, evidencian enormes carencias de criterio en el aspecto moral que redunda en prejuicio de su vida ética, y esto queda en evidencia, particularmente, cuando estos hombres o mujeres, ostentan cargos públicos.

Nos desconciertan porque debería ser lo contrario, personajes de la vida pública deberían ser modelo de vida cristiana y no porque Cristo haya traído un código moral según el cual vivir y desde cual obtener la autoridad para imponerse a los demás, si no porque en íntima y profunda relación con Cristo, un cristiano –se supone- se ha adherido a una serie de propuestas que, ahora si, incluyen una conjunto de directrices que, iluminando su moral ofrecen orientación sobre cómo desenvolverse en la vida pública.

Tomás de Aquino, desde hace ya muchos siglos, ha dado por zanjado el asunto al enumerar y definir los siete pecados capitales (I-II:84:4).

Por lo mismo, ni qué darle vuelta, la explicación se encuentra allí, en la “capital” importancia de los pecados capitales.

“un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal” [1]
De aquí la magnitud de su importancia por la multitud de agravios que infringen estos vicios a la relación con Dios y entre los hombres.


Ahora bien, resulta desconcertante que un Obispo deba recordar a funcionarios católicos de su gobierno la sección del catecismo básico en materia tan grave como es recibir la comunión en pecado mortal o habiendo sido ex-comulgado...


“El obispo auxiliar de Madrid y secretario de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, dijo hoy que los católicos no pueden apoyar el proyecto de ley del aborto, ni darle su voto, y, si lo hacen, «están objetivamente en pecado público y no pueden ser admitidos en la sagrada comunión»”.

Nos queda claro entonces, de dónde procede que funcionarios públicos responsables de la vida ética de un país adheridos a las propuestas de Cristo, consideren que sus cargos les autorizan a pensar por la Iglesia y más grave aún, a pensar por Cristo.

¡Ay!, es lo que digo, ¡qué hermosa, dulce y buena amiga de los hombres se vuelto la soberbia! ¡qué dramáticos resultados en términos de división infringe entre los hombres! No en vano se la llama la madre de todos los vicios.

Es claro que nuestra naturaleza humana caída se inclina por el pecado, es claro que conservamos una desproporcionada estima de nosotros mismos que exige la atención y el honor de cuantos nos rodean pero que, ¡sorpresa!, nos coloca en franco antagonismo con Dios y con los hombres (CIC 1866), es claro que se rehuye el combate por la virtud de la humildad; es claro por qué no avanzamos en camino de la santidad.

En fin, así está la cosa, ni qué darle más vueltas; por eso es de “capital” importancia que todo aquél que desee comprender el mundo y en el mundo, a sí mismo y a sus semejantes dentro de el; todo aquél que desee avanzar en la santidad tenga en cuenta lo mencionado, pero que además sepa que la batalla por liberarse de la soberbia y sus derivados, se sitúa en el propio corazón, que ha de verse por la adhesión a Cristo y con la ayuda de la gracia, liberado:

DEL deseo de ser lisonjeado,
Del deseo de ser alabado,
Del deseo de ser tratado con honores,
Del deseo de ser aplaudido,
Del deseo de ser preferido a otros,
Del deseo de ser consultado,
Del deseo de ser aceptado,
DEL temor de ser humillado,
Del temor de ser despreciado,
Del temor de ser reprendido,
Del temor de ser calumniado,
Del temor de ser olvidado,
Del temor de ser puesto en ridículo,
Del temor de ser injuriado,
Del temor de ser juzgado con malicia.



Para finalizar, pregunto: ¿Alguno está dispuesto a librarse del encanto seductor de la soberbia en pos de una mejor relación con Cristo, que redunde en un vínculo de mayor calidad entre los hombres o, es que todavía nos es demasiado seductor todo lo opuesto a virtud?

***

Oración
Oh, Dios, que te muestras generoso con todas tus criaturas,
danos un corazón generoso y agradecido,
danos un corazón humilde,
danos el corazón de tu Hijo Amado.
Amén.



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