25 de noviembre de 2009

Hijos de la Resurrección II

Como hija de la Resurrección, la vida se me asejema al Año Litúrgico, una especie de camino cíclico en ascenso, al igual que la Historia de Salvación.

La Buhardilla de Jerónimo, un blog destacadísimo en la web, nos ha traído recientemente la conferencia que Monseñor Guido Marini, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, acerca de las realidades últimas. Jerónimo nos presentó esta conferencia –gentilmente traducida por su blog al castellano- en tres partes y de la tercera extraigo el siguiente fragmento que contiene la pregunta sobre la que deseo reflexionar hoy.

Monseñor Marini ha dicho:“…para el cristiano, el pensamiento de la muerte es siempre un pensamiento habitado por la resurrección de Cristo, primicia de la resurrección de todos nosotros. ¿Y no debería esto cambiar profundamente los criterios de nuestro vivir?”

Bautismo y Resurrección son los dos extremos de ese camino en espiral siempre en ascenso, cuyo origen y meta coinciden en el mismo punto de manera perfecta.  El origen es Dios y, en Jesús por el Bautismo, el nacimiento a una Vida Nueva que nos lanza directamente a la meta de la Resurrección. La vida, así como el Año Litúrgico es un camino en el cual la vida y la muerte se suceden en ruta de ascenso hacia la Resurrección

Pues bien, las verdades de fe contenidas en el Bautismo nos hablan de nuestra inserción en la vida divina en Cristo, quien realiza el que podamos vivirla en El y que El lo viva en nosotros, el catecismo lo expresa maravillosamente: "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS 22, 2). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con El; nos hace comulgar, en cuanto miembros de su Cuerpo, en lo que El vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro…" (n. 521)

Esta estrechísima unión tiene repercusiones en ésta y la próxima vida porque"en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19) somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (Cf. Pablo VI, SPF 9). (n.265)

Es un evento que nos hace en lo concreto de una Esperanza que posee la cualidad y potencia para esclarecer el porvenir, permitiéndonos cruzar anhelantes el umbral de la muerte hacia una realidad donde“…conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que Su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último” (nn. 1038-1040).

Por eso, "...para el cristiano, el pensamiento de la muerte es siempre un pensamiento habitado por la resurrección de Cristo..."

(continuará)
***
Oración
Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, ni inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio.
Pacifica mi alma.
Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo.
Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora
(Oración de la Beata Isabel de la Trinidad).

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