21 de enero de 2014

Los usuarios de la red así es como pretendemos superar estos tiempos tan convulsos para la Iglesia?

Nos lo pasan diciendo: mucha oración, vida sacramental, actos de misericordia, sacrificios, ayuno de alimentos y de todo lo que sea necesario; pero no escuchamos. No lo hacemos.
Los usuarios de la red así es como pretendemos superar estos tiempos tan convulsos para la Iglesia? 
Me deja estupefacta la eficiencia del internet en general y en particular de las redes sociales para “ensimismar” a las personas, es decir, para alejarlas del contacto con sus semejantes pero también para mantenerlas cautivas de sus propios defectos, temores y debilidades. En una frase: su capacidad paraesclavizarnos y alejarnos de la realidad.

Tal como una enorme ciudad virtual, muchos circulamos por este lugar fabuloso pero altamente peligroso, dejándonos capturar por cuestiones que, aparentemente inofensivas, redundan en un mal para nuestra salud emocional y espiritual.
De no ser porque poseo la experiencia de haber estado cautiva no tendría argumentos para hacerles ver el peligro, pero como la tengo y mucha, les ruego que presten atención y que, si están o sospechan que están al límite del peligro, tomen medidas para cortar con vínculos de inmediato.
Recuerden, el internet ofrece los mismos desafíos que una ciudad por lo que no debemos permitirnos ser ingenuos si no es que queremos que nos lleve la trampa, por lo mismo, háganse el cargo de que lo siguiente son las señas para salir de lo he comprobado son algunos de los más peligrosos barrios de esta enorme ciudad virtual:
Primero:

Conózcase a sí mismo

- Haga introspección para detectar cuáles son sus mayores inquietudes, temores, debilidades y dudas sobre la situación de la Iglesia y el mundo actual. Enumérelos de ser posible, por ejemplo:
1. Temo lo que dice el papa y temo lo que dicen de él. 
2. Temo lo que sucede con la liturgia.
3. Temo el ataque que se hace a la vida y a la familia.
4. Etc.
Lo primero que debe hacer es orar y ponerse en manos del Señor pero a la vez, indagar cuál es el origen de su desasosiego para ponerle remedio con la ayuda de Dios. En mi caso, por ejemplo, se origina en la falta de confianza en Dios; pues bien, si ese fuera el caso, póngase de rodillas y pida esa gracia.
Segundo:

Corte de un tajo

Habiendo detectado lo que provoca el desasosiego lo siguiente es cortar de tajo con todo lo que lo detona; por ejemplo:
Corte su relación con blogs, portales y personas desconfiadas y que no saben manejar sus emociones, por ejemplo, personas con delirio de persecución y diversas fobias, pesimistas y como consecuencia amargadas, sarcásticas e irónicas y que encuentran fácil la descalificación ya que por lo regular son soberbias, vanidosas, narcisistas y ególatras lo que las hace quejumbrosas, imprudentes y vengativas, etc.
Corte de un tajo con ellas y no se justifique diciendo que, a pesar de todo, aportan algo valioso a su vida o que usted aportará algo valioso a la de ellas.
No se engañe y, simplemente, aléjese de quienes no encuentran ni un solo punto blanco en la totalidad del mundo mundial o de la iglesia eclesial.
Desde mi experiencia, por estar vinculada al tema de la liturgia, lo que me ha convenido ha sido cortar, por ejemplo y de primero, con quienes no revelan su identidad por lo que utilizan nicks y/o denominan muy “católicamente” sus perfiles, páginas, blogs o portales pero que su contenido, sin ser explícitamente anti-papa o anti-magisterio, lleva oculta la intención de hacer proselitismo alimentando en sus seguidores sus dudas, temores y desconfianzas sobre el Magisterio y el papa.
Deben saber que, tras de un profundo análisis que cualquiera puede realizar, es posible detectar en algunos de los que administran dichas páginas el que suelen pertenecer a grupos de un fanatismo extremo vinculado a la política, al anti-semitismo, la homofobia y a grupos armados.
Corte de un tajo con ellos ya que, para empezar, nada de eso indica fidelidad al Evangelio.
Realice una exhaustiva revisión de los grupos, portales, páginas, blogs, contactos a los que ha dado su adhesión no vaya a ser que esté, sin saberlo, expuesto al peligro que entraña dicha relación.
Han de saber que para algunos conocidos muy cercanos su relación con dichas “personas virtuales” ha traido muy reales y graves consecuencias para su vida familiar y comunitaria.
Recuerde, no permita que nadie le arrebate la preciada paz que el Señor tan generosamente le regala. Ponga toda su confianza en Dios y tome el consejo de hacer oración continua, llevar una intensa vida sacramental, realizar actos de misericordia, sacrificios, ayuno de alimentos, de internet y de todo lo que sea necesario.
Solo el Señor tiene el poder para arrebatarnos del mal que continuamente nos acecha.
Solo el Señor tiene el poder pero también el vehemente deseo de hacerlo.
Fíese de Él.

Únicamente en El podremos superar este tiempo tan convulso para la Iglesia.

¿Qué hacemos con nuestra vida?

Bien, reconozco que soy demasiado ingenua respecto a juzgar la mala intención de las personas pero de serlo a ser incapaz de reconocer el material del que está hecho el ser humano existe un abismo.
Siempre me he preguntado cómo es que Ana Frank y el mismo Víctor Frankl bajo sus respectivas circunstancias tuvieron la fortaleza para sobrevivir el tiempo que les fue permitido y observo que en buena medida fue por creer en el ser humano.
Miren esta fotografía y lean el texto que la acompaña.
Me van a decir que el capellán Padilla no tenía en común con ellos dicha convicción? De no tenerla no se habría puesto en el camino de las balas esperando que respetaran su vida y su deseo de socorrer al herido. No lo habría hecho.

Pues bien, en estos días el papa, con el mismo talante del capellán de la fotografía se ha puesto de “a tiro” en el tema del aborto pero también en el de la situación de vida de los sacerdotes; tan de “a tiro” como se ha puesto el Obispo de Michoacán con sus recientes declaraciones.
Claro, y uno, sin tener experiencia de violencia tan cercana, mira desde lejos y se da cuenta de lo que tiene con ellos en común y se pregunta si llegará el día en que perderá la vida por defender al papa, a la familia, a un niño no nacido o a un combatiente herido.
Uno se lo pregunta y creo que hace bien ya que de ahí uno mide hasta dónde existe equilibrio entre su vida activa y su vida de fe.
Jesús debe habérselo preguntado frecuentemente: “Seré capaz de dar la vida por esta partida de ignorantes, falsos, embusteros, mentirosos, violentos, malvados… Lo seré?”
Sinceramente, me parece difícil que se retirara al monte tantas veces a orar para platicar de trivialidades. Indudablemente discutía con su Padre este tipo de cuestiones.
Decenas de situaciones de diverso calibre se dan en la vida cotidiana que reclamarían acciones heroicas a toda persona de fe, sin embargo, personas “de fe” elegimos pasar de largo de todas ellas.
Es una mala elección? No lo es si ha sido una decisión razonada, realizada sin coacciones de ningún tipo y teniendo toda la información necesaria posible, incluidos los datos de fe.
Pero, lamentablemente, lo que con mayor frecuencia sucede es que pasamos de largo porque no creemos lo suficiente en el ser humano, no hacemos buen uso de nuestra libertad pero tampoco la fe nos sirve para realizar un juicio de fondo sobre lo cotidiano.
En eso fallamos pero, eso sí, en lo que no fallamos ni fallaremos nunca, es en reclamar a la vida el que ya no se vean héroes ni santos. 

No pretendo con esto meterme con la conciencia de nadie pero si que reflexionemos sobre lo que hacemos con nuestra vida.


Yo, lo único que hasta el momento vislumbro con cierta claridad es que por cuestiones congénitas moriré de infarto o probablemente a palos por defender al papa o a cualquiera que se haya puesto de “a tiro” antes que yo.

¡De vuelta a la realidad se ha dicho!

«La puerta para entrar en este castillo es la oración. Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios, y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino»
Santa Teresa de Ávila

Me ha venido muy bien el artículo del padre Iraburu sobre “el Consumo cristiano del mundo de la información” y me ha venido mejor el que el Señor me permitiera extraviarme un poco en el sub-mundo de las redes para poder notar que “es muy buen vecino, y es tanta su misericordia y bondad”
Lo confieso abiertamente: la actividad en Facebook me sacó de la realidad. 

Los pongo en antecedentes: un par de días antes de terminar el año un paisano indignado con mi defensa de las propuestas del papa posteó en el muro de cierta página una denuncia con la que me acusaba de hacer lobby en contra del propietario.

Yo, imprudentemente, me dirigí a aquella persona para explicarle la situación con la mayor honradez posible; pero, mentira, lo mío, fue mero orgullo herido y pura vanidad.
Mis acciones desencadenaron el que dicha persona quien, tanto como yo en ese momento, está inmersa en la fantasía en la que el demonio convierte Facebook, reaccionara de forma desproporcionada al punto de que un suceso sin importancia pero fuera de control escaló hasta un importante portal católico.
Cielos! De lo que soy capaz! Cielos!
Ahora bien, fíjense ustedes cuánta razón tiene el padre Iraburu y los diversos santos que cita en su artículo ya que, días antes y por bastante tiempo estuve centrada en la oración continua. La presencia del Señor en mi vida era una realidad. Caminaba por la vida desprendida de todo, muy segura y fuerte. El mundo podría haber estado cayéndose que, la hija de mi madre, como si tal cosa.
Toda esa belleza y deleite se oscurecieron debido al desparrame en el que caí debido a que la actividad en Facebook me lo facilitó.
Fuera del castillo, estuve luchando contra sabandijas y alimañas, hasta que apareció el padre Iraburu con su artículo el que, no exagero, se me dificultó asimilar debido a lo que tan en la periferia me encontraba pero el que, con toda calma he terminado de leer y tomado como guía para regresar a lo interno de la morada; claro, un poco decepcionada todavía de mi misma, nada irreparable ya que con el Señor me he reconciliado por lo que, para cuando me reconcilie conmigo misma, la gracia habrá hecho resplandecer de nuevo la esperanza.
Bendito el Señor que, con la pedagogía de un padre misericordioso, bondadoso y buen vecino, nos permite excentricidades para que así regresemos a la realidad de la oración y de su cercanía.

¡De vuelta a la realidad se ha dicho!

¿Cómo solicitar al párroco que coloque reclinatorios para comulgar?

No pasa semana en que por facebook, tanto paisanos como extranjeros, me pregunten sobre cómo pedir a sus párrocos que coloquen reclinatorios para comulgar.
La respuesta es fácil:
1. Consigues el número de la parroquia
2. Pides una cita
3. El día de la cita llevas un testigo (por si cualquier cosa) luego, con astucia sondeas al sacerdote para, en algún momento, con humildad y mansedumbre, lanzarle directamente la pregunta. Esa es la vía formal porque, de igual manera, un día después de misa, se le puede preguntar.

Lo singular que pocos notan del hecho de realizar esta pregunta, en principio, es lo absurdo que un fiel deba solicitar el reclinatorio cuando es normativa del Magisterio el ofrecer la comunión tanto de rodillas y en la boca como de pie y en la mano. (RS 90 y 92)
Esto también debo hacérselos ver a quienes me consultan porque si es la primera vez que harán la pregunta será 90% probable que reciban, como tortazo en la cara, una negativa rotunda. Claro, en el momento del tortazo, se darán cuenta que ni de lejos es fácil solicitar algo que debería ser normal.
De acuerdo, lo confieso, la respuesta que me piden no es fácil, ni fácil hacer la pregunta al sacerdote, ni fácil recibir una negativa, ni fácil insistir, ni fácil -sabiendo cómo tendrían que ser las cosas- el elegir que sigan como están para dedicarse a orar por el sacerdote.
Cómo proceder entonces?

Cada uno, según el caso, deberá no solo orar y pedir discernimiento sino medir sus fuerzas y las de su párroco porque la batalla por pedir el reclinatorio puede resultar desde que deba de emigrar de su parroquia hasta quedarse humildemente apechugando con la realidad que se le impone. Si, aunque la misma sea contraria al Magisterio.

A qué se debe que algo normado por el Magisterio se convierta en una batalla con los curas?

Varias son las razones:
- De parte de los sacerdotes un conjunto de variables que los mantiene ya sea indiferentes a las enseñanzas del Magisterio o con dudas y temores acerca del sentido de la fe de los fieles.
- De parte de los fieles un conjunto de variables que les impide aplicar la combinación exacta de paciencia, humildad, astucia y mansedumbre.

Claro, ante una negativa persistente, existe la opción de recurrir a instancias superiores, sin embargo, ha de tenerse en cuenta que, en el fondo, la actitud de sacerdote se debe a su necesidad de conversión la que no le alcanzarán ni siquiera documentos correctivos que se le enviaran del Vaticano.
Lo sé, da una rabia inmensa enterarse de que nunca los reclinatorios debieron haberse removido pero así como, durante poco más de cuarenta años, esta idea ha hallado terreno fértil y afianzado en la cabeza de laicos y sacerdotes, de la misma forma, quien solicite reclinatorios deberá con realismo considerar que muy probablemente de la batalla que emprenda no llegará a ver los frutos sino quizá sus hijos o sus nietos.
O no, a lo mejor, por pura gracia de Dios, desde el primer momento el párroco coloca el reclinatorio. Nunca se sabe.
Así estamos pero que eso no nos desanime ya que si regresan los reclinatorios es por gracia y voluntad de Dios.
Lo cual es lo único importante.
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Por si no lo han leído del padre Santiago González, sacerdote de la Archidiócesis de Sevilla, España


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Recomendación importante:
No comulguen de rodillas si no hay reclinatorio y sin haber hecho del conocimiento de su párroco su deseo de comulgar de esa forma ya que, lanzarse al suelo, no solo puede ser peligroso sino que, hasta yo, lo interpretaría como una rebeldía a la que, ni de lejos, dedicaría un minuto de mi tiempo. Ténganlo en cuenta.

Tiempo de perder amigos

Los últimos tres años de su vida hasta llegar al Calvario fue tiempo de perder amigos para Jesús. 
No veo por qué debería ser diferente para nosotros.
Se le veía triste o preocupado? Pues no. 
Por qué debería ser diferente para nosotros?

La amistad nace y se desarrolla por la vía de la comunicación. 

Nace cuando en una persona encuentras eco de tus ideas y sentimientos, sobre todo de tus ideas y, se desarrolla, cuidando amorosamente lo que tienes en común con ella.

Si, Jesús ganó muchos seguidores durante su vida pública.
Quienes necesitaban milagros hallaron en el milagros espectaculares, quienes aprobación, quienes perdón, quienes un abrazo fraternal, quienes liberarse de ataduras, quienes salud… Cada uno que andaba en busca de algo lo halló en Jesús y lo siguió como “amigo”.
Sin embargo, al final, como seguidores probaron ser tan amigos de Jesús como podrían ser muchos de nuestros amigos.
La cosa no cambia porque no cambia el ser humano.
Ahora bien, es cosa triste perder amigos y muy doloroso perderlos por tener a Jesús de amigo pero por Él se pierden y de buena gana ya que quien ha hallado a Jesús no necesita mejor amigo.
Cualquiera de nosotros tendrá sus amigos, si, pero jamás como Jesús.
Y, digo yo que es bueno eso de tener amigos pero pocos ya que, por lo regular, son también amigos de Jesús. Y, los que no lo son, no te riñen porque tengas a Jesús de amigo.
Yo, por ejemplo, he perdido muchos amigos últimamente. He ganado muchos más pero cierto es que también los he perdido.
Los pierdo porque se hacen amigos de ideas apocalípticas, amigos de ideas tradicionalistas, de ideas progresistas… Amigos de cuanta engañifa se les pasa por delante y pienso que debe ser porque todavía, a pesar de sus misas, devociones y rosarios, ni de lejos han conocido a Jesús ya que, como dije, quien ha hallado a Jesús tiene clarísimo que no necesita mejor amigo.
Vamos! Animo, amados amigos de Jesús!

Es tiempo de perder amigos! No temamos!

¿El futuro de la Iglesia?

“El futuro de la Iglesia puede venir y vendrá también hoy sólo de la fuerza de quienes tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe.
El futuro no vendrá de quienes sólo dan recetas.
No vendrá de quienes sólo se adaptan al instante actual.
No vendrá de quienes sólo critican a los demás y se toman a sí mismos como medida infalible.
Tampoco vendrá de quienes eligen sólo el camino más cómodo, de quienes evitan la pasión de la fe y declaran falso y superado, tiranía y legalismo, todo lo que es exigente para el ser humano, lo que le causa dolor y le obliga a renunciar a sí mismo.
Digámoslo de forma positiva: el futuro de la Iglesia, también en esta ocasión, como siempre, quedará marcado de nuevo con el sello de los santos. Y, por tanto, por seres humanos que perciben más que las frases que son precisamente modernas. Por quienes pueden ver más que los otros, porque su vida abarca espacios más amplios. La gratuidad que libera a las personas se alcanza sólo en la paciencia de las pequeñas renuncias cotidianas a uno mismo. […]
¿Qué significa esto para nuestra pregunta? Significa que las grandes palabras de quienes nos profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe son palabras vanas.
No necesitamos una Iglesia que celebre el culto de la acción en «oraciones» políticas. Es completamente superflua y por eso desaparecerá por sí misma.
Permanecerá la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho ser humano y que nos promete la vida más allá de la muerte.
De la misma manera, el sacerdote que sólo sea un funcionario social puede ser reemplazado por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero seguirá siendo aún necesario el sacerdote que no es especialista, que no se queda al margen cuando aconseja en el ejercicio de su ministerio, sino que en nombre de Dios se pone a disposición de los demás y se entrega a ellos en sus tristezas, sus alegrías, su esperanza y su angustia.
Demos un paso más. También en esta ocasión, de la crisis de hoy surgirá mañana una Iglesia que habrá perdido mucho.
Se hará pequeña, tendrá que empezar todo desde el principio. Ya no podrá llenar muchos de los edificios construidos en una coyuntura más favorable. Perderá adeptos, y con ellos muchos de sus privilegios en la sociedad.
Se presentará, de un modo mucho más intenso que hasta ahora, como la comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión.
Como pequeña comunidad, reclamará con mucha más fuerza la iniciativa de cada uno de sus miembros.
Ciertamente conocerá también nuevas formas ministeriales y ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión: en muchas comunidades más pequeñas y en grupos sociales homogéneos la pastoral se ejercerá normalmente de este modo.
Junto a estas formas seguirá siendo indispensable el sacerdote dedicado por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora.
Pero en estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. La Iglesia reconocerá de nuevo en la fe y en la oración su verdadero centro y experimentará nuevamente los sacramentos como celebración y no como un problema de estructura litúrgica.
Será una Iglesia interiorizada, que no suspira por su mandato político y no flirtea con la izquierda ni con la derecha.
Le resultará muy difícil. En efecto, el proceso de la cristalización y la clarificación le costará también muchas fuerzas preciosas. La hará pobre, la convertirá en una Iglesia de los pequeños.
El proceso resultará aún más difícil porque habrá que eliminar tanto la estrechez de miras sectaria como la voluntariedad envalentonada.
Se puede prever que todo esto requerirá tiempo. El proceso será largo y laborioso, al igual que también fue muy largo el camino que llevó de los falsos progresismos, en vísperas de la revolución francesa –cuando también entre los obispos estaba de moda ridiculizar los dogmas y tal vez incluso dar a entender que ni siquiera la existencia de Dios era en modo alguno segura– hasta la renovación del siglo XIX.
Pero tras la prueba de estas divisiones surgirá, de una Iglesia interiorizada y simplificada, una gran fuerza.
Porque los seres humanos serán indeciblemente solitarios en un mundo plenamente planificado. Experimentarán, cuando Dios haya desaparecido totalmente para ellos, su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo. Como una esperanza importante para ellos, como una respuesta que siempre han buscado a tientas.
A mí me parece seguro que a la Iglesia le aguardan tiempos muy difíciles. Su verdadera crisis apenas ha comenzado todavía. Hay que contar con fuertes sacudidas. Pero yo estoy también totalmente seguro de lo que permanecerá al final: no la Iglesia del culto político, que fracasó ya en Gobel, sino la Iglesia de la fe.
Ciertamente ya no será nunca más la fuerza dominante en la sociedad en la medida en que lo era hasta hace poco tiempo. Pero florecerá de nuevo y se hará visible a los seres humanos como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte".

La Iglesia del año 2000
por Joseph Ratzinger, 
Glaube und Zukunft, 1970


No me digan que no necesitaban leer algo como esto!

¡Mi vida, al fin te pertenece!

Querido Señor:
He venido viviendo estos días de Navidad y de fin de año tratando de descubrir algo en los acontecimientos que me permita hablar con esperanza de esta hermosa vida que me has dado. No encuentro nada o no he sabido mirar.
Recurro a ti, particularmente, en este último día del año para comentártelo con la confianza de que en este diálogo surgirán razones para recibir el año que empieza con ilusión.
Saber que existen muchas personas que están en la misma situación que yo no me consuela ni tampoco el saber que existen muchos otros que están infinitamente peor. De hecho, me pone más triste. De no ser porque confío plenamente en ti caería en desesperación debido a la impotencia.
Qué será lo que me consuele?
Si miro atrás, este año que termina ha sido durísimo, no solo por la enfermedad y muerte de papá y las consecuencias que ha tenido en mi vida sino por tantos sucesos en la vida de mi madre la Iglesia a quien –por llevarla en el corazón- me han causado hastío o desánimo.
Qué será, pues, lo que me consuele?
Me lo pregunto porque necesito esa respuesta, Señor. La formulo en tu presencia porque me escuchas y ya sea, directamente de ti o de sucesos y personas, seguro que recibiré la respuesta que necesito.
De acuerdo. Haré mi mejor esfuerzo para mirar la realidad de otro modo. Recurriré a mi memoria.
Qué fue de lo que este año tan lleno de trifulcas recibí consuelo? Hubo algo o alguien que me lo hiciera llegar?
Pues si. Recibí un infinito consuelo del cariño y caricias que recibí de mi padre durante sus días en el hospital. Nunca me había abrazado, acariciado y dicho tantas cosas tan bonitas. Qué consuelo enorme saber que me quería tanto. Cielos! Creo que con solo esto bastaría para recuperar la alegría y la esperanza. Bastaría con esto si lo profundizara.
Recuerdo que también recibí gran consuelo de las personas que se hicieron presentes en el funeral sobre de todo de aquellas cuya presencia y cariño no me lo esperaba.
Otro consuelo enorme fue el que mis dos hermanos, viéndome desprotegida, se hayan hecho cargo de mi hasta que mejore el tiempo. No sé cuántos hermanos en el mundo son capaces de echarse encima la carga económica que significa su hermana mayor, enferma, soltera y sin trabajo. No creo que existan tantos. El caso es que yo, de viaje, tengo dos de esos.
He recibido consuelos más pequeños de otras personas los que no he tomado en cuenta pero que, por justicia, debería considerar: mi prima María Mercedes, del algunos sacerdotes con el cariño, consejos y confianza que han depositado en mí, de algunos amigos de Facebook que conozco o no personalmente, de los queridos blogueros de InfoCatólica y su consejo editorial todos los que, a pesar de la distancia, me han hecho sentir que pertenezco a su familia.
Bien, Señor, esta es la lista de los consuelos recibidos o, al menos, los que recuerdo. 
Siento que todavía no basta para consolarme y no encuentro la razón.

No sé, quizá debe ser solo que para estos días el cielo ha estado plagado de nubes que no permiten que llegue hasta mi la luz del sol y el calor que todo mi cuerpo reclama. Debe ser eso, nada más. Dejaré que pase el mal tiempo. De todas formas, el sol y tú, Señor, brillan por sobre las nubes y tú, en especial, por sobre toda oscuridad.
Ya resplandecerás en algún momento!
Bendito seas!
Te amo. Gracias por mi vida y gracias porque al fin te pertenece.




Cielo bendito! Pero, qué tonta soy! Ese es mi gran consuelo: ¡mi vida, al fin te pertenece!

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