30 de julio de 2010

Ingenuidad

Una ventaja, si es que me permiten llamarla así, de ser ingenua, como -efectivamente- lo soy, es que los astutos piensan que eres tonto o poco sagaz y, por otro lado, los tontos piensan que eres uno de ellos; así que –siendo ingenuo- por todo lado se gana, si es que de ganar se tratara.

Ser ingenuo es algo con lo que se nace, creo yo; eso se podría decir por el lado de la ingenuidad definida como la condición de haber nacido libre. Por el lado en que se la define como sinceridad, sencillez o veracidad, pues no, no nacemos con ella, porque –por lo regular- venimos a la vida sellados con el efecto de sus contrarios. Ustedes saben? Parte de las consecuencias del pecado original.

Pues bien, ser ingenua no fue siempre una cualidad hacia la que guardase fidelidad ya que estaba mal visto (supongo que todavía lo es) ser ingenuo. Había que ser astuto, malicioso y quizá hasta manipulador para conseguir respeto. Claro, no llegué hasta esos extremos pero no porque no quisiera, sino porque no podía. Cuando trataba de –mediante grandes esfuerzos- dar la impresión de ser astuta, tener malicia o lo que fuera, mi espíritu se doblegaba y terminaba capitulando ante la imperiosa necesidad de continuar ingenua: libre.

Rendir armas ante mi condición de haber nacido ingenua, con mucho que parezca contradictorio o absurdo, no fue fácil y no ha sido si no hasta recientemente que voy obteniendo los beneficios, uno de ellos –me parece- es el que mi blog esté alojado en InfoCatólica.

Mi ingenuidad y lo que he prosperado en ella compagina muy bien con lo que en Comunión y Liberación don Gius llama “ser fiel a nuestra circunstancia”, fidelidad que se guarda consigo mismo con el propósito de identificar “qué dice ante ella nuestra humanidad”. Para don Gius, este constituye el ejercicio fundamental para dar con Cristo y se fundamenta para afirmarlo en todas aquellas veces que en la Sagrada Escritura la mirada de uno de nosotros se encontró desnuda ante la mirada del Señor.

La mirada de Zaqueo, la de la samaritana, las miradas de Pedro y Juan, miradas de personas como nosotros que por haberse posado con vehemencia y desesperación en tantas cosas vacías hallaron su plenitud en la profundidad de la mirada del Señor en la cual alcanzaron el culmen de su condición de seres humanos libres: ingenuos.

Un encuentro de miradas transformador, sin lugar a dudas.

Ahora bien, lo que surge de este encuentro podríamos llamarla una nueva ubicación en el cosmos, porque tenemos que admitirlo: después de habernos sumergido en la mirada del Señor nuestra situación ante el Universo es completamente novedosa; y lo es porque el “yo” ante el “Tú” de Dios nos despoja –entre otras cosas- de la certidumbre de poder algo por nosotros mismos, nos arrebata la seguridad que obtenemos de estar excusándonos constantemente de nuestros defectos, de la certeza de poseer algo de valor…

Desde esta novedosa situación es que se nos hace posible movernos con libertad entre los hombres haciendo uso de cualidades hasta entonces desconocidas o con las cuales estábamos poco familiarizados: delicadeza, paciencia, sencillez, veracidad, sinceridad, comprensión, esperanza así como tantas otras cosas que solo podrían estar presentes entre aquellos para quienes la contemporaneidad de Cristo es un hecho irreductible.

Caso contrario, cuando Cristo no es contemporáneo nuestro, cuando Su presencia es sustituida por nuestras ideas, nuestros deseos ególatras o nuestros temores, es cuando llega a faltar delicadeza, paciencia, sencillez, veracidad, sinceridad, comprensión, esperanza y tantas otras cosas como de las que a diario vemos que carecemos en nuestras familias, en el trabajo, en la calle, en todo tipo de relaciones y –por cierto- hasta en el portal mencionado donde tan ufanos pregonamos y defendemos la verdad de Cristo y que, sin embargo, faltamos con tanta arrogancia, despreocupación y -hasta indiferencia- con nuestros hermanos en lo fundamental.

La ingenuidad, como pudo haberles quedado claro, ha sido una ventaja para mi pero más que eso, una bendición.

Y lo más divertido de todo es que los astutos seguirán considerándome tonta o poco sagaz y los tontos una de ellos; pero como de ganar no se trata, en realidad -que sea así- no tiene la menor importancia.
-oOo-

Dios, nuestro Señor, que sabe mejor que nosotros
de lo que estamos hechos,
tenga compasión y misericordia de sus criaturas
y nos permita conceder valor
a nuestra condición de haber nacido libres: ingenuos.

27 de julio de 2010

La pulpería del chino

 
A ver, vámonos entendiendo, cuando los costarricenses decimos “pulpería” nos referimos a una tiendita de abarrotes y “chino” es como le decimos a todos los orientales, sin excepción. Aunque tengan nombre y apellido, les llamamos “chino”.

La pulpería en cuestión es un establecimiento ubicado a unos cincuenta metros de mi casa pero además la única tiendita abierta desde la madrugada hasta altas horas de la noche, sábados y domingos.

A ella he acudido por esas tonterías que a veces se terminan en casa y que ir por ellas hasta el supermercado más cercano (unos 11 kilómetros) habría hecho que saliera “más caro el caldo que los huevos”.

La pulpería del chino era un lugar tenebroso, no se si porque los inmigrantes orientales están habituados a vivir en lugares abarrotados, oscuros, desordenados y no muy limpios o porque –simplemente- no desean invertir un cinco en un edificio en el que estarán de paso; porque de paso estuvieron allí a lo largo de tres años, tres diferentes familias de orientales hasta que el dueño del local y de la casa ubicada en la segunda planta los puso a la venta y fueron adquiridos por una familia de la localidad.

Los hijos, nueras y nietos de don Efraín estuvieron cerca de dos meses remodelándolos, ahora no solo la casa sino también la pulpería está recién pintada, limpísima, ordenadísima, fresca, iluminada, una maravilla; da gusto comprar ahí.

Cuando el chino tenía la pulpería lo escuchaba hablar con los distribuidores quienes le ofrecían nueva mercadería pero el pulpero se rehusaba a recibirla argumentando que su clientela es gente pobre que jamás compraría esos artículos.

Escuchar al chino decir eso me hacía sentir bastante decepcionada porque si bien conozco la condición socio-económica de las personas de los alrededores también los conozco personalmente y se que, aunque pobres, necesitan comprar cosas baratas pero también agradecen otras, quizá no tan baratas, pero apetitosas y bonitas.


Cuando el local cambió de dueño y al ver lo hermosa que había quedado la pulpería y sus novedades, temí por los nuevos propietarios, porque si el argumento del chino llegaba a ser cierto, su clientela muy probablemente se sentiría excluida por la imagen y la oferta de productos del nuevo local.

Pero no fue así, el chino no tenía razón: aquella gente siguió comprando en la nueva pulpería que ahora limpia, luminosa y con agradable aroma les ofrece las mismas cosas pero también otras apetitosas y bonitas.

A veces me parece que esto es lo que sucede con muchos de nosotros: ofrecemos a nuestros semejantes aquello que, de acuerdo a nuestro juicio requieren, pero que –sin embargo- no es otra cosa que la oferta de nuestra propia miseria; y –como el chino- encima esperamos que nos paguen el precio que pedimos, que nos lo agradezcan e –incluso- que se nos reconozca.

Daniel Kate Vicente colocó hoy en su muro de facebook una cita que dice así: "La religión, hacedora de las grandes almas, no parece hecha más que para ellas; y se precisa ser grande, o llegar a serlo, para ser cristiano" (Massillon)

Las palabras del obispo francés son perfectamente aplicables a la situación del chino en su pulpería e iluminarían también nuestra “pulpería” si tuviéramos el coraje de admitir que si no somos buenos cristianos es porque todavía no creemos ni en el poder de Dios ni en la grandeza de nuestra alma, por lo mismo, cómo podríamos –siquiera- llegar a considerar grandiosa el alma de los demás?

Y cuando digo “la grandeza del alma de los demás” no me refiero solo al alma de los bautizados, de aquellos en quien es evidente la acción de la gracia, no; me refiero a la grandeza del alma de aquellos que incluso no son bautizados o que son insignes pecadores. Es que, nada más me pregunto: acaso sus almas fueron concebidas de menor calidad o en una categoría inferior a la nuestra? Acaso sus almas no fueron creadas con lo necesario para reconocer a Dios que se les aproxima y relacionarse con Él? Es que acaso, solo por ello, no son ya grandiosas?

Una razón por la que nuestro cristianismo a veces es como una luz colocada bajo el celemín, sosa o no mueve montañas, podría ser –deberíamos considerarlo- porque lo que ofrecemos a amigos y enemigos es semejante a lo que ofrecía el chino a los clientes en su pulpería: la imagen de nuestra propia miseria.

Y luego, para colmo de (nuestros) males, esperamos que nos lo agradezcan o al menos que nos lo reconozcan?

Que si fuera así, ¡vaya partida de santos tendría por compañeros allá en el cielo!

25 de julio de 2010

Nuestro propio Compostela


Una simple convergencia de nombres, sucesos y fechas da como resultado una alegre día plagado de maravillosas certezas. Fíjense nada más en esta sencilla anécdota de fin de semana:

En Costa Rica estamos en las vísperas de la gran Peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de los Angeles en la ciudad de Cartago cuya fecha de aparición celebramos cada 2 de agosto. Desde mitad de la semana pasada se sabía de romeros que habían emprendido el camino.

Este domingo 25 de julio, desperté con ganas de salir a pasear e invité a mi padre y a mi sobrino Víctor a almorzar en la Posada de la Luna en un lugar llamado Cervantes en la provincia de Cartago. Comeríamos allí para luego pasar a Orosí, donde se encuentra uno de los mejor conservados templos coloniales; llegaríamos hasta allí bordeando el embalse de la represa de Cachí. Había escuchado de la ruta y deseaba conocerla.

Pues bien, salimos muy dispuestos y contentos, pero antes de salir Ignacio nos había recordado en facebook la festividad de Santiago el Mayor. No más leí el recordatorio suspiré profundamente porque si una cosa quiero hacer antes de morir es hacer el Camino de Santiago.

En Cervantes, almorzábamos en la Posada de la Luna cuando -de repente- mi sobrino me indica que mire hacia la puerta de local, de seguido dice: “Mire, llegó don Quijote”. “¡Qué feliz casualidad!", le dije y miré hacia donde me indicó. Efectivamente, en la puerta había un señor de unos 55 años, vestido de negro con ropas muy holgadas, alto, muy delgado, de cabello largo, barbas y bigotes y un sombrero un poco extraño que buscaba una mesa para almorzar con su Dulcinea. Nos quedamos mirando una fracción de segundo, nos miramos y sonreímos.

Al terminar de comer, pregunté al propietario del establecimiento sobre la ruta al Valle de Orosí y me dio las siguientes señas: tres kilómetros siguiendo el camino me encontraría un puente, antes del mismo un camino hacia el este y un lago a mano derecha. Ese cruce de caminos deberíamos tomar. Fue fácil hallarlo.

Los primeros kilómetros prometían una ruta hermosa e interesante, de tal manera que continuamos hasta que encontramos -luego de varios kilómetros- las primeras casas.

Un poco más adelante había unos jóvenes jugando a la pelota a la orilla del camino. Como papá insistía que habíamos llegado a Tucurrique, paré a preguntar a los “mejengueros” el nombre del lugar: “Se llama Santiago”, respondieron.

Hasta aquí, todavía no me había “caído la peseta".

Continuamos por un trecho más entre chayotales, arroyos, casas de agricultores y olores del campo a granel, dimos con un pequeño poblado con su templo, su salón y ¡vaya sorpresa!, había un pequeña fiesta: “¡Claro!” fue entonces que recordé: “Este es Santiago, hemos seguido nuestro propio Camino de Santiago en el día de Santiago el Mayor. Hemos llegado a nuestro propio Campo de las Estrellas".

Mi sobrino, que tiene 20 años y que desconocía la ruta tanto como yo, dentro de su sorpresa solo acató a decir: “Ni que hubiésemos recorrido en un solo día diez pueblos en Costa Rica habríamos dado en el día de Santiago el Apóstol con uno que llevara su nombre".

Cierto es, muy cierto. No muchos pueblos aquí llevan su nombre, de hecho, Santiago en Cervantes de Cartago es el segundo que conozco lo lleva.

¡Nuestro propio Compostela!

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Les dejo algunas fotografías del recorrido en cuestión.






¿Saben? Estas cosas tan bonitas que suceden le mueven a uno a dar gracias a Dios.

23 de julio de 2010

Un aunténtico don Nadie


Como Bruno Moreno soy fanática del elemento romántico de las causas perdidas y coincido con el padre José Fernando Rey sobre que “…jamás seremos santos mientras nos empeñemos en mantener el control sobre el bien que podemos hacer".

Le decía a Bruno que lo atractivo de las causas perdidas es que dentro del elemento romántico existe la veta de la dignidad con que los actores conducen sus vidas. Lo mismo aplica a la pasión –casi locura- de los santos. Retírenle su dignidad a un activista y obtendrán un activista patético; en cambio, cualquier santo por más apasionado que haya sido, jamás fue ni podría ser patético.

No se cómo será en España, pero aquí en mi tierra he tenido la fortuna de conocer a personas que están verdaderamente locas o -vistas cristianamente- en camino de santidad.

Cuando digo esto, estoy pensando en ese desfile de don Nadies que he llegado a conocer y que han pasado por la vida sin ser reconocidos pero que han dejado tras de si una estela de bondad.

En particular recuerdo al tío Gary, a doña Tilia y a varios más, pero por el momento me ocuparé de mi tío, de los demás les hablaré en otra ocasión.

Tío Gary fue rotulista, un auténtico don Nadie.

Existe una capital de provincia en mi país que por décadas cuando la visitaba me hacía llenar de orgullo: todos los rótulos, ya fuera de tienditas, cines, barberías o hasta Bancos, eran rótulos hechos por mi tío.

Además de rotulista era leal amigo de alcohólicos, prostitutas, adictos, ladrones y vagabundos y aunque en apariencia semejaba uno de ellos (tío era bien feo y desarrapado) lo que lo distinguía era la dignidad con que condujo su vida.

Durante el día y casi todas las noches era rotulista, sin embargo, una o dos noches a la semana las dedicaba a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Y es que tío alquiló por décadas una casa de dos plantas para tener a disposición de sus amigos un local en el cual colaborar con ellos a la recuperación de su salud, de su trabajo y de su dignidad.

Recuerdo verlo conversando en las esquinas y en las callejuelas de la ciudad con la gente de la que todos pasan de largo no más que para ofrecerles “un gallito", ropa limpia, un trabajo o simplemente recordarles la reunión de la noche.

Tío murió pobre y enfermo. Antes de morir tuvo a su disposición al menos cariño, comida, un lecho limpio y techo sin goteras en mi casa. Fue siempre y lo será, mi tío preferido, el tío de las causas perdidas, quien me enseñó en primera persona la dignidad con que conducen su vida los románticos así como la pasión con la que viven los santos.

Un auténtico don Nadie, pero con dignidad.

(de esos a quienes decidimos ignorar o elegimos pasar de largo, esos mismos)

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Por cierto, sería mucho pedir hagan una pequeña oración por la salvación de su alma? Ustedes saben, esto de la santidad no depende de nuestros juicios sobre la vida de las personas si no de la Misericordia de Dios.

Gracias por adelantado

22 de julio de 2010

El Dios de los planes pastorales

Con el padre José Antonio, pastoralista de la Universidad de Navarra, aprendí que la Pastoral no es sino un instrumento al servicio de la teología y de la doctrina.

Con el padre Jafet aprendí que los mayores errores pastorales son en su origen errores teológicos-doctrinales.

Si ambas cosas son ciertas, pues entonces ¿por qué el Dios de los planes pastorales se impone al Dios de la Revelación, del Magisterio y de la Tradición?

Quién ha permitido esto? Quién es el responsable?

Por sus frutos lo deduciréis:

Padres y padrinos formados para el Bautismo de sus hijos y ahijados en grupos de sesenta personas durante un mínimo de horas al mes y que reclaman no comprender la necesidad del curso.
Niños bautizados en misas multitudinarias mediante un rito realizado a la carrera y donde nadie sabe ni de dónde vienen ni para dónde van.
Niños en catequesis de Primera Comunión que cuando la concluyen no desean saber más de Dios ni de religión.
Adolescentes que asisten a Confirma obligados por sus padres.
Matrimonios que duran lo que les dura el despatarre hormonal.
Sacerdotes que, entre otras cosas, les da igual una misa en un gimnasio que en una Catedral.

En fin, la lista es larga...

Asumo que han hecho sus deducciones. No digo más.

20 de julio de 2010

Nuestra profunda y dolorosa necesidad de Cristo


La Buhardilla de Jerónimo colocó hace poco en una de sus entradas un texto del padre Leonardo Castellani de una lucidez casi profética de la cual llamó mi atención la frase que dice: “Paraíso en Tierra; Dios es el Hombre; el hombre es Dios”.

Hice esta lectura justo después de haber revisado las noticias que uno de mis contactos, un renombrado activista venezolano, coloca en facebook. Leía en uno de sus post los comentarios de algunos de sus compatriotas y, según dicen, parece ser que Chavez pretende desatar una guerra civil; razón que explicaría, al menos parcialmente, ese afán irracional de desafiar a todo el mundo y de toda forma imaginable. Los venezolanos afirman que Chavez está deseoso de "volar plomo y suspender las elecciones de setiembre".

Asumiendo que los venezolanos en sus apreciaciones no estén alejados de la verdad, quizá esa ha sido una de las razones por las que el Cardenal Urosa desistió de asistir a su comparecencia ante la Asamblea Nacional, previendo que el polvorín que se levantaría sería la excusa perfecta que Chavez con desesperación anda buscando.

No hace falta ser un genio para leer en las palabras del Cardenal las sospechas expresadas en facebook por los venezolanos: [he tomado la decisión debido a] "posibles alteraciones del orden público que se podrían suscitar en las inmediaciones de la sede del Parlamento, como ha sucedido en otras ocasiones, [que] no garantizan en este momento las condiciones de serenidad y respeto necesarias para la realización de un diálogo esclarecedor y provechoso para el país".

Ahora bien, aun cuando el texto de Castellani que los Buhardilleros titularon "Modernismo" no se refiere estrictamente a política, sin embargo, es aplicable este concepto al desafuero que observamos no solo en sacerdotes como el cura de la misa futbolera en Holanda o en el tan recién afamado padre Alessio en Argentina, sino también a políticos como Chavez y tantos otros (pienso en los Zapatero, Kirchner, Evo Morales, etc.)

Todas estas personas tienen como denominador común el haberse instaurado en defensores de un semi-dios hecho a su imagen y semejanza. Y no se, observándolos y observándose, llega uno preguntarse sobre cuál será el verdadero potencial de esos pequeños dioses aparentemente inofensivos que -quizá no defendemos- pero, si que preservamos cuidadosamente en el secreto de nuestra  intimidad.

¿Qué hacer con ellos? ¿Los metemos en cintura, los alejamos de nuestro recuerdo o los ignoramos?

Está visto lo que sucede si no los metemos en cintura, no sirve de nada ignorarlos u olvidarlos porque a la menor distracción entran en desafuero; sin embargo me pregunto: tienen a fuerza que constituir un obstáculo? Por qué no atreverse a mirarlos con mirada cristiana y considerarlos "la" oportunidad para reconocer en ellos nuestra humanidad herida?

Lo se, no muchos nos hemos atrevido a ofrecernos esa mirada, porque una mirada así -indudablemente- dejaría en evidencia nuestra profunda y dolorosa necesidad de Cristo.





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“Las obras del Señor son todas buenas, y a su debido tiempo, él provee a toda necesidad. No hay por qué decir: ‘Esto es peor que aquello’, porque a su tiempo todo será reconocido como bueno. Y ahora, de todo corazón y en alta voz, canten himnos y bendigan el nombre del Señor”.

Himno a la Sabiduría y a la obra de Dios
Eclesiático 39, 33-35

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¡Vaya! Ahora que lo pienso, ¡qué bien le caería a Chavez (y homólogos) mirarse con una auténtica mirada cristiana! (no con ese mamarracho de cristianismo que dice profesar)
Roguemos al cielo para que algún día -todos ellos- así como cada uno de nosotros, nos ofrezcamos esa oportunidad.

19 de julio de 2010

¡Oh!, ¿pues qué les diré?

Sigo aquí.

Hoy como a las 5pm, mientras escribía una nueva entrada a este blog empezó a caer un aguacero de Padre y Señor mío.

Por unos minutos me entretuve con una llamada de un conocido y para cuando colgamos el teléfono estaba lloviendo torrencialmente, al punto que me preocupé.

Salí y me di cuenta que había hecho bien en preocuparme.

El agua entraba a raudales cual torrente por la callecita de la entrada a la propiedad, se dividía en dos cauces: uno hacia mi casa y otro -el más fuerte- hacia el invernadero y las mesas de cultivo recién sembradas.

Me puse mis zapatos, el impermeable y tomé el paraguas para ir a ver y no más pisé la callecita el agua superaba la altura de mis tobillos. Cuando miré hacia el portoncito vi que difícilmente contenía el agua y el nivel de esta superaba al menos 50 centímetros el nivel del piso.

Volví la mirada atrás para ver hacia donde se desviaba el torrente y cuando me acerqué vi que la arena del camino se había lavado y con el agua, estaba siendo contenida por una malla que sirve (servía, quedó arruinada) para evitar que los perritos entren al área de los bancales.

El agua estaba subiendo de nivel minuto a minuto poniendo en riesgo los cultivos del primer bancal: 1300 lechugas con dos semanas de crecimiento.

Hice lo único que podía: romper la malla para que el agua y la arena corrieran líbremente. Para este momento había tirado por allá el paraguas y estaba por completo empapada. Así estuve trabajando debajo del aguacero, con el agua a la mitad de la pierna, hasta que me aseguré que los bancales estuvieran seguros. 

Claro, una vez asegurados los bancales, recordé que no había ido a revisar el invernadero.

Cuando llegué, la mitad del invernadero estaba inundándose. No era muy profunda el agua, pero lo suficiente para contaminar al menos las 12 filas de sacos hidropónicos hasta la altura del segundo o tercer saco.

Rompí con la punta de una pala el plástico de la pared para que el agua corriera líbremente. Me aseguré de que saliera y verifiqué que no estuviera roto el plástico del techo. Todo estaba en orden.

Cuando terminé había oscurecido y me fue muy difícil concluir por dónde se había metido el agua. Afortunadamente, una media hora después había amainado la lluvia y pude quedarme tranquila, pero solo por unos minutos, porque un poco después me avisó mi hermana que estábamos incomunicados porque los tres ríos que se deben atravesar para llegar a casa por cualquiera de las tres rutas de acceso a nuestro pueblo se habían salido de su cauce y corrían peligro quienes quisieran pasar sobre cualquiera de los puentes.

En eso, recordé que mi padre anciano andaba fuera con el jovencito que le sirve de chofer.

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Cuando pienso que apenas hace una hora estaba tratando de hilvanar algunas ideas para esa entrada y que en tan corto tiempo estuvo en peligro la inversión y el trabajo de año y medio, y como si fuera poco, la vida de mi padre y de mi hermana que fue tan imprudente de cruzar uno de los puentes con el agua del río pasando sobre él.. Cuando pienso en eso, me parece tan trivial y tan carente de sentido lo que sea que estaba tratando de decir, que hasta siento desprecio por haber gastado de esa manera tiempo tan valioso.

Señor mío y Rey mío, la vida es tan frágil y breve como un suspiro, nuestros afanes pueden irse con la corriente y perderse en el oceáno con rapidez pasmosa. Para qué nos sirve tanto afán si no estás antes, durante y después en todo ello? Solo en Ti, todo esto tiene sentido.


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Por cierto, mi padre está en casa, pero solo gracias a la Providencia, porque fue tan imprudente de también arriesgarse con el chofer a cruzar uno de los puentes.

Díganme ustedes nada más, ¿qué se puede hacer con parientes tan cabeza dura?

Darle gracias a Dios, supongo. Es lo único. No queda más.

16 de julio de 2010

¿Quiénes seguirán aquí?

¿Quienes seguirán aquí dentro de diez y más años, cuando estas leyes abominables sobre el aborto y la desfiguración de la familia (y otras muchas que vendrán) rindan sus frutos desordenados?

Nosotros, los hijos de Dios estaremos aquí, como desde hace dos mil años y con Su ayuda, haciendo lo que nos corresponde: vendando heridas.

Seguiremos aquí y lo haremos, además, con alegría y generosidad. 

Estaremos creando albergues para niños abandonados, generando opciones para madres que desean tener a sus hijos, cuidando de personas con SIDA, es decir, interviniendo en la sociedad de las mil formas que el Evangelio nos ha propuesto desde que el Hijo de Dios se hizo uno de nosotros, murió y resucitó para que descubriéramos el material del que estamos hechos.

No será ningún otro sino nosotros quienes daremos continuidad a Su obra y, seremos los que también -y no sin dificultad- nos abstendremos de decir: "se los dijimos".

¿Seremos nosotros porque si no, quién?

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Para mis contactos argentinos, españoles, uruguayos, ticos y demás para quienes la Esperanza durante esta semana se ha visto un poco decolorada.

Ánimo, ¡Cristo ha vencido al mundo!


15 de julio de 2010

El perfume de la pasta

¿Tiene sentido llegar a la vida para “sufrir” este anhelo que nunca se ve satisfecho?

Esta pregunta me la debí hacer hace muchísimos años. Había llegado el momento de hacer algo respecto.

Reconocía por qué se ha había hecho presente el dolor físico y moral en mi vida, pero… reconocía -verdaderamente- para qué sirve reconocerse perennemente insatisfecho?.

Como quien se dispone a morir (ya nada quedaba en mis manos que tuviera sentido) eché la mirada atrás y empecé a hilvanar cada uno de los momentos luminosos de mi existencia, y ¡vaya sorpresa!, recuperé muchísimos.

Todos y cada uno de ellos tenían que ver con miradas, palabras, gestos, detalles ínfimos de las personas que se habían cruzado en mi camino desde niña.

En la actualidad, y de lo cual me reconozco inmensamente afortunada, cuento con muchísimas personas cercanas y lejanas, de quienes a diario -si, a diario- recibo algo más que respuestas de amistad y cariño convencionales.

No falta quien me critique, ni quien me elogie, ni quien me tome en serio (o en broma), ni quien me acompañe o quien me ignore; porque eso también, que te ignoren o te rechacen, echa luz sobre la existencia; muchísima luz, es oportuno reconocerlo.

Bien, pero en realidad, de qué estoy hablando?

Estoy hablando de que un sencillo gesto para reconocerse amado, como es el de echar mano del flaco recurso de la memoria, transforma la existencia. Y la transforma porque esos casi imperceptibles destellos que recoges por el camino son expresión del amor de Dios en las miradas, los gestos, las palabras de quienes Le aman y que en la medida de su capacidad lo ofrecen.

O es que acaso consideras que es una casualidad o cortesía barata el que un desconocido en la carretera te ceda el paso? O que un “apenas conocido” recuerde tu nombre al pasar de los años, que el tendero tenga listo tu periódico cada mañana, que tu mujer todavía disfrute preparando tu postre preferido o que tus hijos y nietos te sonrían y abracen con ternura a pesar de tus continuas muestras de amargura…?

Pues no, ninguno de esos ínfimos detalles está ahí gratuitamente, existen para que los reconozcas, para que identifiques en ellos con cuánta delicadeza has sido traído a la vida y con cuánto cuidado es atendida tu singular existencia.

Es fácil saber por qué se sufre, pero difícil reconocer por qué no se ha sufrido cuando -perfectamente- pudo haberse sufrido muchísimo más…

Que ha habido dolor físico y moral en tu vida por un pésimo ejercicio de tu libertad, es fácil reconocerlo; pero difícil es reconocer el que, si no has sufrido todo lo que -sin mucho esfuerzo- te habrías ganado, es porque otros han hecho un magnífico ejercicio de su libertad del cual has salido beneficiado.

He ahí el Misterio.

El Misterio insondable de Dios que, bajo el sencillo gesto de haberse hecho uno de nosotros, nos ha ofrecido colocar su corazón en el nuestro para satisfacer nuestro anhelo.

¿Tiene sentido llegar a la vida para “sufrir” este anhelo que nunca se ve satisfecho?

Si, tiene sentido y lo tiene porque es la única ruta posible -a través de tu corazón- al mismísimo corazón de Cristo.

Es hora, por lo tanto, de reconocer el Misterio, de encontrarte contigo mismo siendo amado, querido, útil, necesario. Es momento ya -porque si no, cuándo- de regresar a casa y reconocer el perfume de la pasta que tu madre ha preparado.

“El único trabajo es ser sencillos” [1]

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Notas
[1] Cita de una carta leída en los Ejercicios Espirituales de los universitarios de Comunión y Liberación, Rimini, Diciembre 2009

14 de julio de 2010

El cielo tuvo compasión de ellos

Se merecían ese gol y mucho más.


El cielo tuvo compasión de ellos.

Claro, y ahora entiendo por qué mi país ni siquiera clasificó en la CONCACAF.

(Si les digo que detesto la ironía no me creerán, por eso, mejor ni lo menciono)

13 de julio de 2010

Católicos sin rostro

Rara vez emprendo una entrada al blog conociendo el título por anticipado, pero esta vez si que lo sabía: Católicos sin rostro…

Dijo en su entrevista muy certeramente el padre Iraburu: “Si los laicos dieran más la cara, e hicieran suyos plenamente los combates del Reino de Dios en este mundo, quizá el mundo vería la Iglesia de otro modo, más conforme a su Verdad”.

Pues claro, es que el que los laicos no den la cara y no entren en batalla, no es porque no tengan conciencia del combate, sino que no tienen cara para mostrar, según observo, son católicos sin rostro…

Y eso es tan claro, tan clarito como el agua, fíjense en este ejemplo burdo pero directo: cuando un adolescente está en ese proceso tan intenso y perturbador como es el de construir su identidad, de qué es lo que primero que se avergüenza, de lo primero que se retracta? De sus padres, de su familia… se avergüenza de ellos.

Pues así nomacito sucede con los católicos sin rostro… y claro que es así, y es así porque yo misma pasé por mi adolescencia en las cuestiones fe y, vaya sorpresa, ¡parece que he salido!

Naturalmente, existen muchísimas otras razones y más complejas para explicar el fenónemo de los laicos (y permítame añadir padre Iraburu, de sacerdotes y obispos) que no dan la cara, pero en esas no me meto porque se que no es mi campo, mi campo es el de la observación y la experiencia, del hacer un juicio para formarme un criterio que me sirvan para ejercitarme en la fe, no para juzgar o señalar o lo que sea que a este ego imperdible se le ocurra inspirarme.

Por lo mismo, la observación de tanta gente que tengo a mi lado y he conocido en Internet que no dan ese primer paso en escribir su propio blog sino que frecuentan portales o foros y los utilizan para despotricar contra todo lo que no les parece, tengan la razón o no; aquellos que con magnífica formación teológica prefieren quedarse dando catecismo a los niños y asistir regularmente a misa; o aquellos otros que se resguardan en grupos fundamentalistas, o los de más allá que se guarecen en la piedad personal… en fin, que -todos aquellos que no entran en batalla- sino que se quedan viendo los toros desde la barrera, son católicos adolescentes que se avergüenzan y se averguenzan porque la fe (Cristo) no les ha alcanzado para responder a preguntas fundamentales: quién soy, para qué estoy aquí… Son estos católicos sin respuesta los católicos sin identidad, católicos que no podrán dar la cara porque son católicos sin rostro…

¿Remedios? Los mismos que ofrece el padre Iraburu: “Vida de oración: “comunicar a otros lo contemplado". Sin oración falta luz y fuerza para evangelizar. Amor a la cruz: sin “parresía", sin perder la propia vida, sin superar el miedo a la persecución, no hay modo de evangelizar al mundo, y más bien el evangelizador se mundaniza. Fidelidad a Biblia, Tradición y Magisterio apostólico: es Cristo quien por la Iglesia “envía", da la misión (la fuerza espiritual) para evangelizar”.

Pues así es, estimados lectores, ahí está la batalla y faltan guerreros… ¡a por su identidad!, caballeros y caballeras… ¡a por su cara!.

12 de julio de 2010

Nuestras crisis de fidelidad


No fue si no hasta hace poco tiempo que empecé a tomar el gusto de vivir en paz con mi congéneres. Claro, no faltan crisis, pero sin embargo, ahí vamos, cada día un poco más y mejor, deleitándonos en vivir en paz.

No poseo mayor criterio que el de la observación y mi experiencia para buscar explicación y sentido al hecho de que todos, un poco más, un poco menos, parecemos necesitar entrar en pugna constante contra algo o contra alguien.

Observando a las mascotas de la familia; entro a considerar sus diferentes “personalidades”; por ejemplo, Canuto respeta el territorio de Luna, sin embargo Luna no el de Canuto. Canuto le tiene paciencia a Luna pero en el momento llegado defiende lo suyo a como de lugar. A Luna, el resto de la manada le vale lo que un pepinillo. Luna y Canuto son polos opuestos y entran en constante pugna.

Por supuesto, los animalitos simplemente están siendo irracionalmente fieles a lo que son con el propósito de sobrevivir, pero -sin embargo- respondan: no es el suyo un comportamiento asombrosamente semejante al nuestro? Así es, lo que me indica que, dentro de nuestras relaciones nos movemos en gran medida dentro del ámbito del instinto.

Esta lucha irracional entre nosotros, es expresión fidelísima -por sobre todo- del temor la muerte de aquello que valoramos como fortaleza pero que en realidad constituye nuestra debilidad, representada a la perfección en los pecados capitales, que son mero instinto y que, sometidos a ellos, nos hacen olvidar que somos humanos.

Ok, pero aceptémoslo, así somos: somos incapaces de luchar en contra de nuestra naturaleza, más si -voluntariamente- exponerla a ser transformada por la gracia, así que, con esto en miras, asumámonos con tranquilidad y hagámoslo nada más que para colocarnos en posibilidad de recordar quiénes somos y para qué hemos sido creados.

Para ello, ningún lugar mejor que aquél en donde se expresa esa tensión inquietante que es nuestra existencia: la tensión entre lo que ya somos (por el bautismo) y lo que llegaremos a ser (por nuestra glorificación en Cristo).

Ya somos, por el bautismo, posibilidad abierta a la acción operante de Cristo vivo y resucitado en nosotros. Llegaremos a ser todo en Cristo (así como Cristo es todo en Dios) debido a la cimiente de nuestra glorificación que ha sido introducida en la historia por Cristo mediante el bautismo en cada uno de nosotros.

Pero no lo olvidemos, interpuesto en medio de la tensión entre lo que somos y llegaremos a ser, habrá un “juicio” definitivo en el que la verdad de nuestra existencia se verá plenamente expuesta, cuando -por el momento-, esta verdad no es posible apreciarla si no de forma parcial mediante las pruebas, desafíos u oportunidades (según cada uno prefiera llamarlas) que nos presenta la vida.

Una de esas pruebas es el reconocer la reacción instintiva que nos impulsa a entrar en pugna entre nosotros. A esa, o cualquier otra prueba, podemos someternos mediante un acto irracional (instintivo) o mediante un acto racional (un juicio), dicho en otros términos: en fidelidad a nuestro instinto o en fidelidad a lo que somos y llegaremos a ser.

Salir airosos de esta o de cualquier otra prueba, depende de nuestra fidelidad a la cimiente de lo que ya somos y que llegaremos a ser, depende de nuestra fidelidad a la presencia de Cristo vivo en nosotros.

Fidelidad que es instaurada en nuestro ser por nuestra adhesión libre a la Palabra de Dios, porque “mediante la Palabra de Dios, se vencen las crisis (de fidelidad a lo que somos), se vencen las pruebas (que enfrenta nuestra fragilidad humana) y somos liberados del mal (y así santificados -y a la vez- Dios glorificado)”. [1]

-oOo-

Ahora ya saben cómo es que, poco a poco, se puede ir tomando el gusto a vivir en paz.

-oOo-
 
Notas
[1] L. Giussani, “Para vivir la Liturgia: un testimonio”. Apuntes de meditaciones comunitarias. Editorial Encuentro.

8 de julio de 2010

Ateos de religión

La tortura de la Navidad, los criaderos de animales “de raza”, la tala de árboles, los aumentos desiguales en la canasta básica, la educación autómata y repetitiva, el armamentismo, las armas en el hogar, las drogas, la penalización del aborto, hambre, las farmacéuticas y sus negocios, el Papa, la Iglesia, las iglesias, la guerra, el petróleo, inmigrantes que buscan una mejor vida y los maltratan, robos, crimen, calentamiento global, minería, ventas millonarias de territorio protegido, papás y mamás que le gritan a sus hijos, ancianos abandonados, indígenas de 30 años con 8 hijos, salarios de 44mil por semana para toda una familia, gente robot en las ventanillas de atención a agricultores con hambre y sin semilla, adolescentes con celular, vecinos que no conocemos ni nos conocen, policía corrupta, la fe ciega, el padre Minor, el crimen de Parmenio… ¡Ay de mi corazón herido, qué tristeza!

Esto fue lo que publicó en “Cara-libro” (facebook) una de mis primas segundas, una mujer joven adorable, muy talentosa, sencilla y atea.

Nuestra familia es enorme y tenemos como norma tácita no enfrentarnos en sitios públicos, pero yo -que soy como soy-, al observar esta lista no solo sentí en Alicia la angustia de su corazón sino que mi propio corazón se reconoció en sus heridas y le repliqué:

Maricruz: - En tu lista de asuntos que causan heridas faltan los ateos…

(pausa algo prolongada y desconcertante)

Añadí: - Es que si a vos te hieren todas esas cosas, incluidos el Papa y la Iglesia a los que amo así como los valores que defiendo, pues que a mi me hieren -del resto de tu lista- casi las mismas cosas, pero además los ateos.

Alicia: - ¡Ah, ya! En ese punto tenemos tristezas diferentes, para mi un ateo no solo es de religión, sino de creer y amar. Yo soy atea de religión, pero tengo fe en la gente, la vida, el amor, la tierra…

Maricruz: - Yo se que tenés fe en tu gente y lo demás, porque te conozco desde niña y se del material del que estás hecha, pero es que existen ateos que además de ateos de religión son ateos de sí mismos y de la gente. Estos ateos tienden a considerarse más heridos que todos los demás y responsabilizan a todos los demás de sus heridas…

Claro, todo esto sucede, mientras todos los demás andamos viendo cómo sanar nuestras propias heridas pero también las de los demás, ateos incluidos. Estos egocéntricos aborrecibles son lo peor. Un verdadero obstáculo para si mismos y el resto. A esos me refiero.

Alicia: - Algunos nacemos ateos, por tanto no vemos la religión con tus mismos ojos. Y si lo ves bien, quienes dañan, son quienes ya -con creencias o no-, no son fieles a sí mismos.

Maricruz: - Eso mismo pienso, aquellos que no son leales con su propia su humanidad y su circunstancia, son los que menores oportunidades se ofrecen para ser alguien útil para los demás.
jaja Y no fregués, vos no naciste atea, tus tatas te criaron atea, como a mi los míos católica… A qué si?

Alicia: - Jajaja, pues si, en esa casa, (Dios) ni fu ni fa; pero estamos y salimos sanas y buenas, cierto prima? Casi sanas, jajaja.

Maricruz: - Así es, buenas y casi sanas, pero no importa, todos tienen sus chocheras…
Un besote, muñecota, dígale a su tata que no se le olvide que quería venir a ver a mi papá con el tío Marco, por cierto.

Alicia: - Mañana lo veo y le comento. Que estés bien.

Maricruz: - Igual, un abrazo.

-oOo-

Claro, que ahora que lo pienso, a quienes debería responsabilizar de que esta jovencita sienta llevar el mundo a sus espaldas, es a sus bandidos tatas. Caray, que la próxima vez que vea, se los voy a reclamar.

No hablo en broma, estoy hablando con toda la seriedad del caso: cómo fue que estos hijos de mis tíos dejaron desprovistos a sus retoños de las herramientas de la fe? Digo… adónde, cómo y cuándo fue que ellos mismos las perdieron o decidieron desecharlas? Lo más grave de todo, es que ni siquiera se las ofrecieron como una opción a sus hijos, no es cierto? (Ah, ya se, eso debe ser por aquello que llaman “libertad de conciencia”, eso debe ser)

El resultado es que así como Alicia andan por el mundo nuestros primos y primos de los primos, gente joven cargando –cual elefante- el mundo a sus espaldas, llamándose a si mismos ateos de religión, pero no de creer en la gente y en el amor…

Menos mal.

No, pero aunque no lo crean, a pesar de este panorama mantengo la confianza y la esperanza, porque -por sobre todo, como criaturas queridas por Dios- traemos la impronta divina y venimos provistos de la Ley Natural inscrita en nuestras conciencias, porque si no fuera así, qué posibilidad tendrían estos chicos de continuar sus vidas en procura de la salud de sus heridas, pero más importante aún, de satisfacer los anhelos de trascendencia de su corazón insaciable?

Ninguna.

Y es que, nada más consideren: sin confianza ni esperanza, seríamos semejantes (si es que ya no lo somos) a los ateos de religión y terminaríamos con Alicia diciendo:

¡Ay de mi corazón herido, qué tristeza!

7 de julio de 2010

Anais y su contentera

Me doy cuenta cuán desconcertante ha de ser para muchos de ustedes hallar un blog como el mío en InfoCatólica en el cual la mayor parte del material es presentado en primera persona.

He escuchado decir que tras la primera persona se busca esconder la propia ignorancia y es posible, es más, es así; porque tratándose de este blog que forma parte de mi itinerario de fe faltaría a la verdad si afirmara sabérmelas de todas, todas.

En mi blog voy como por sobre un camino sin preocuparme demasiado hacia donde voy porque, de todas formas, delante de mi va Cristo. En él me permito saltar de experiencia en experiencia, a la manera sencilla de una mujer sencilla que ama la sencillez. Por lo mismo es que me deleito en presentar todo tipo de historias, historias de fe que provean a nuestra flaca memoria del recuerdo acerca de que la vida es un milagro.

-oOo-

Héctor y Anais están casados hace veinte años. Héctor es mecánico automotriz y trabaja reparando hélices de avión en una empresa exitosa y aunque Anais es oficinista buscó trabajo en mi casa para ayudarle a su hijo Daniel con la Universidad.

Es un matrimonio sólido y con todo tipo de detalles hermosos; por ejemplo, Anais me contó hace unos días que Héctor tenía la bellísima costumbre, romántica y generosa, de escribirle detalladísimas cartas, poemas o, simplemente sus pensamientos; sin embargo, de un tiempo acá había dejado de hacerlo y como Anais extrañaba que le escribiera y se lo hizo saber recientemente a su esposo.

Pues bien, resulta que hace unos días llegó Anaís a mi casa con el ceño fruncido. Cuando conseguí hacerla hablar me explicó de qué se trataba: se había llevado tremendo "colerón" porque Héctor había cometido una imprudencia en relación a una transacción financiera. Anais es magnífica administradora y el que Héctor "haya metido las de andar" (aún cuando ella tanto se lo advirtió) la tenía a rabiando.

Anais estuvo tan enfada que durante un par de días apenas cruzó palabra con Héctor. Daniel estuvo atento al desarrollo de los acontecimientos y en uno de aquellos momentos que en familia tocaron el tema tuvo que darle la razón a su madre: -"Papá, mamá tiene razón". Imagínense nada más.

Héctor procuró infructuosamente "contentar" a su esposa, hasta que una noche al llegar del trabajo y luego de cenar se dirigió a Anais y le dijo: -"Ahí tengo algo para usted".

Como yo, ustedes se han de estar imaginando una caja de bombones y un ramo de rosas, verdad? Pues no es así.

Daniel le había sugerido a su padre que, para "contentar" a su madre, le adelantara el regalo que durante el año habia estado preparándole para el Día de la Madre el próximo agosto.

Héctor había continuado escribiéndole a Anais durante todos estos años. Para esta ocasión, había recopilado sus escritos, levantado el texto en la computadora, lo había encargado imprimir y a empastar primorosamente.

Anais recibió por adelantado el regalo del Día de la Madre.

¿Pueden imaginarse a Anais en su contentera?

-oOo-

Nada más añadir que este detalle de Héctor está revestido de un significado superior que es el que, durante este año, Héctor ha reiniciado su camino dentro de la fe de la Iglesia; lo cual tiene a Anais, también, brincando de la contentera.

Ya ven por qué me veo imposibilitada de abandonar la primera persona? Este tipo de acontecimientos se disiparían en la memoria sin que nadie más que los protagonistas los conocieran.

Por la primera persona,
por nuestra humanidad
que favorece nuestro encuentro con Cristo...
¡Deo omnis gloria!

-oOo-

El siguiente es el escrito de Héctor preferido de Anais que ella me ha pedido que comparta con ustedes.

Caminando

Tras días de recorrer junto a ti el camino
que nos ha conducido hasta aquí,
con ansias de descubrir lo que hay en ti,
lo que sientes, lo que piensas...
hoy quiero que tu me mires.

Recuerda lo que juntos
hemos vivido en este ir y venir de la vida,
con alegrías y tristezas, con errores y aciertos,
pero con voluntad de continuar uno al lado del otro.

Con fuerza me has ayudado a levantarme...
en silencio he sufrido tu tristeza...
con deseos
hemos dado pasos para enderezar nuestro caminar.

A todas luces reconozco que no soy perfecto
y que muchas veces
por mis propios errores te hecho sufrir,
pero he intentado ser quien llene tus días de alegría.

Porque a tu lado yo me he sentido completo,
he sentido que la vida tiene una gran significado
estando a tu lado.

Dime, has encontrado la felicidad junto a mi?

6 de julio de 2010

Estupor en primera persona

Mi humanidad… “¿Cómo mantenerla despierta?”
J. Carrón

-oOo-

Me he quedado “pegada” en el primer capítulo del libro de Monseñor Nicola Bux titulado La Reforma de Benedicto XVI. No paso de allí porque me resta concentración el que constantemente escucho en mi mente algunas frases que mencionó Vittorio Messori en la Introducción.

Messori, sumergido en su estupor, transcurre a lo largo de varias páginas, buscando explicarse qué fue lo que sucedió con la Liturgia tras el Concilio Vaticano II y –¡el cielo me ampare!- me sentí completamente identificada, no solo por la calidad de sus preguntas si no porque se expresa en primera persona, muy a mi estilo; tal y como creo que debería ser y como me secunda el propio Messori: explicarse en primera persona, es “la forma más simple de ser directos y claros”.

Sucede que, debido a su edad, Messori tuvo poco contacto con la Misa Tradicional (al igual que yo) pero sucedió que tras su conversión, descubrió, como lo descubrí hace no mucho tiempo, que la Sacrosanctum Concilium (SC) en ninguno de sus párrafos afirma que debía abandonarse el latín, ni pedía que se cambiara de posición el altar, ni solicitaba que se desnudaran los templos, ni que se cantara en lengua vernácula, ni que se cambiaran los ornamentos o vestimentas, es decir, que Messori y yo, caímos en estupor al reconocer y tristemente admitir la desconcertante interpretación que han dado algunos del Concilio en las últimas décadas.

Completamente identificada con él, el acabóse llegó cuando dijo: “no atinaba a comprender [como] los ultras de la democracia eclesial la desmentían (a la SC) imponiendo los propios esquemas teóricos al “pueblo de Dios”, sin preocuparse por lo que éste pensaba, y aislando, ridiculizando a los disidentes; y los ultras de la “fidelidad al Concilio” [ ] hacían lo que el Concilio no había dicho o aquello que directamente recomendaba no hacer”.

Así como Messori, en esto de la Liturgia, pasa uno día a día de estupor en estupor.

• El estupor que provocó mi profesor de Sagrada Escritura que conoce el griego y el latín y ama la Liturgia del Novus Ordo, pero que -sin embargo- cuando le pedí su parecer sobre la Misa Tradicional la llamó “un retroceso”.

• El estupor que causó mi profesor de Sagrada Liturgia cuando dijo “aquella persona que desee ser fiel a la Iglesia y al Papa, debe desistir de la idea de celebrar bajo ese rito en nuestro país”.

• El estupor que provoca la desconfianza que, por el mero hecho de desear esta Misa, demuestran algunos de mis compatriotas.

Y es que digo yo, cuando el estupor -en cuanto experiencia- se hace presente tendría que provocarnos la necesidad de conocer las causas que facilitaran descubrir su finalidad para que toda la experiencia tenga sentido.

Por dar un ejemplo cortito… Recuerdan el estupor de la samaritana en su encuentro con Cristo? Qué habría sido de esta mujer, o del mismo Zaqueo, si su encuentro con Cristo no les hubiese provocado estupor?

Por eso digo, que así como la mirada que le ha de haber ofrecido Cristo a la samaritana, cada suceso, dolor físico o moral, emoción o sentimiento, contiene todo lo necesario para aproximarnos a nuestra humanidad.

El estupor (nuestra humanidad toda) es en primera persona. Primera persona que constituye la forma más simple de ser directo y claro, al inmejorable estilo de Cristo en Quien a todo hallamos sentido.

-oOo-

“…algunos Obispos de nuestra America toda, habrían de hacer un verdadero examen de conciencia y evaluar si están en sintonía con lo que su Santidad el Papa Benedicto XVI, en su carácter amoroso de Vicario de Cristo, desea pero no ordena. No hagáis oídos sordos a la voz del Papa que es un santo varón” José Luis Ventrice

5 de julio de 2010

Dios espera la pregunta y la escucha

Españoles, a partir de hoy que entra en vigencia ley tan abominable la pregunta que tendrían que hacerse -hacernos todos- es "para qué"? Cualquier otra pregunta que nos hiciésemos el único potencial que contiene sería el potencial para deternernos.


"Dentro de cada sufrimiento [físico o moral] experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué? Es una pregunta acerca de la causa, la razón; [pero también] una pregunta acerca de la finalidad (para qué); en definitiva, acerca del sentido. Esta no sólo acompaña el sufrimiento humano, sino que parece determinar incluso el contenido humano, eso por lo que el sufrimiento es propiamente sufrimiento humano.

Ambas preguntas son difíciles cuando las hace el hombre al hombre, los hombres a los hombres, como también cuando el hombre las hace a Dios. En efecto, el hombre no hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que la hace a Dios como Creador y Señor del mundo.

En efecto, si la existencia del mundo abre casi la mirada del alma humana a la existencia de Dios, a su sabiduría, poder y magnificencia, el mal y el sufrimiento parecen ofuscar esta imagen, a veces de modo radical, tanto más en el drama diario de tantos sufrimientos sin culpa y de tantas culpas sin una adecuada pena. Por ello, esta circunstancia —tal vez más aún que cualquier otra— indica cuán importante es la pregunta sobre el sentido del sufrimiento y con qué agudeza es preciso tratar tanto la pregunta misma como las posibles respuestas a dar.

El hombre puede dirigir tal pregunta a Dios con toda la conmoción de su corazón y con la mente llena de asombro y de inquietud; Dios espera la pregunta y la escucha…"
Salvifici Doloris,sobre el sentido del sufrimiento humano
Números 9-10
Juan Pablo II

4 de julio de 2010

¿Y qué tiene que ver mi humanidad con la fe?

De lo más duro que ha tenido para mi haber iniciado la Escuela de Comunidad de Comunión y Liberación es frecuentarme.

Rara vez nos frecuentamos, estamos más pendientes de lo que piensan, hacen y dicen los demás que de lo que pensamos, hacemos o decimos nosotros mismos.

Ustedes saben? Es facilísimo abrir la boca o sentarse ante el teclado a decir: “Pero mira qué incoherencia la que dijo aquél”, “mira cuán ingrato se ha comportado el otro”, “acaso es que el fulano no podía detenerse a pensar antes de hablar”?, “y éste, pero, qué es lo que se ha creído?”.

Es facilísimo hacer esto y es lo que con mayor regularidad hacemos.

Pues bien, la Escuela de Comunidad me pide prescindir de frecuentar las motivaciones o finalidades de los demás para frecuentar las propias.

Caray, pero eso es duro, durísimo.

Claro que lo es, y lo es porque te obliga a mirar tu propia incoherencia, tu ingratitud, tu impulsividad e imprudencia, tu exagerada estima de ti mismo, por citar algunos ejemplos. Y, vaya que eso duele. Es doloroso reconocer que estás tan o más herido que aquellos a los que criticas.

Para qué sirve reconocerse herido?
Para descubrir tu necesidad.

Necesidad de qué?
De humanizarte.

"Y qué tiene que ver mi humanidad con la fe?" [1]
Tiene que ver lo Infinito: “Mi humanidad se me ha dado para reconocer a Cristo”. [2]

Tiene todo que ver para una persona de fe.


(¡A ver cuán frecuentemente consigo "frecuentarme", ese será ahora el desafío!)

-oOo-
Notas
[1]Julián Carrón, Ejercicios Espirituales de los universitarios de CyL, Rimini, Diciembre 2009
[2]Ibidem

2 de julio de 2010

Sanctus Israel, Redemptur tuus

Se nos ha dado esta humanidad para poder reconocerLe”
L. Giussani

Al mirar esta imagen con detenimiento…


...supe cuál es mi necesidad.



Un venturoso fin de semana y bien merecido descanso a todos.

¡Deo omnis gloria!

-oOo-

Notas
Agradezco al usuario Javier por hacerme llegar la imagen de Jesús en Getsemaní

1 de julio de 2010

Deo omnis gloria


Cuando abrí este blog en agosto del año pasado (si, agosto del año pasado, así de joven es este blog), lo hice, principalmente, porque deseaba ejercitarme en la humildad.

Había deambulado durante tantos años en Internet discutiendo tan pero tan infructuosamente que mi humanidad se había endurecido. Me había expuesto a tantas emociones que para protegerme me había construido una coraza de soberbia. Y ¡vaya!, no me reconocía. Estaba, definitivamente, herida.

Por supuesto, no es que haya sido yo toda la vida un dechado de humildad, pero aquella Maricruz de antes de agosto del año pasado, definitivamente, no era yo.

Así que, deseando recuperar la salud, inicié la jornada -pero esta vez-con el objetivo de que fuera ¡A Dios toda la Gloria!

Únicamente con estas dos ideas en mi alforja (y mis sandalias), eché a andar por los caminos del ciberespacio, en silencio y la soledad de Blogger sin anunciar a nadie mi existencia ni mis propósitos, de los cuales únicamente el Señor estaba enterado. Aquél fue el mismo gesto inocente de una adolescente que se compra un bonito cuaderno para decorarlo y hacer de él un diario. Así, exactamente. Y, además, como había recién conocido a don Giussani a través de Internet, elegí como lema para aquél que sería mi itinerario de fe, una de sus frases más preciadas:


"...sólo tomar conciencia atenta y también tierna y apasionada de mí mismo puede abrirme de par en par y disponerme para reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo. Sin esta conciencia incluso Jesucristo se convierte en un mero nombre".


Sin darme cuenta en ese momento, aquél propósito unido a esta toma de conciencia atenta, tierna y apasionada de mi misma sería lo que –a través de mi humanidad- me llevaría a Cristo de vuelta y –como si fuera poco- a recuperar la salud. Así ha sucedido, exactamente.

Alguno echará broma a los “chielinos” por nuestra afición al Cardenal Newman, pero lo que desconocen es que –al menos en mi caso- no fue Comunión y Liberación la que me condujo al Cardenal sino la pasión del Cardenal por el ser humano; y no fue Carrón quien me mostró a Giussani ni siquiera Giussani quien me mostró a Cristo, sino mis heridas y este amor apasionado que tengo desde niña por el ser humano.

Amor que empezó a adquirir madurez y carácter tras una década de conversiones (si, claro, ha habido y habrá más de una conversión en mi vida), década tras la cual empecé a adquirir auténtica simpatía por mi humanidad.

Y a eso, precisamente venía; he venido a preguntarte a “boca de jarro”(como decimos en mi tierra): ¿Qué hace falta para que no tengas miedo de tu humanidad? ¿Cómo es posible el afecto por ti mismo, el afecto por tu humanidad tal como es?[1]

-oOo-

“¡Lo que tienes que hacer esta noche antes de irte a dormir es dar gracias de que exista todavía una herida en tu humanidad!” porque gracias a ella tendrás la posibilidad de “reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo” L. Giussani

Toma esta oportunidad para ser generoso contigo mismo y busca la respuesta, que ella te sirva para ofrecer ¡A Dios toda la Gloria!

-oOo-

[1] Preguntas que lanza J. Carrón en el documento de los ejercicios espirituales de los universitarios de Comunión y Liberación. Rimini, Diciembre 2009.

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