28 de enero de 2013

¡Si tan solo hubiesen creído!

 “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno…”
(Gen 1, 31)

Adán y Eva no hallaron sentido a nada en Edén por lo que tomaron las riendas de su vida y miren, no más, adónde paró la cosa. 

Por el mismo camino vamos.

Por ejemplo, un ateo universitario no le haya sentido a la muerte de un niño que pasa hambre, al abuso de menores por parte del clero o a las “riquezas” de la Iglesia. 

Por supuesto, tendríamos que ponernos de su lado ya que -nada de eso- tiene sentido. O lo tiene?

Por otro lado, un sedevacantista, no le haya sentido al Concilio Vaticano II, pero tampoco a la Historia de la Iglesia y mucho menos a la fidelidad y la obediencia. Pero deben de tenerlo ya que todavía habemos quienes le hayamos sentido cada una de estas cosas.

Sentido tampoco le halla a mucha cosa una religiosa que defiende el aborto o un sacerdote que pasa por alto las normas litúrgicas. 

Sentido no le haya una mujer a un embarazo inesperado pero tampoco aquella que, embarazada, sabe de antemano que su hijo morirá por lo que recurre al aborto.

No tiene sentido para una pareja que recurre a la FIV el ser infértil pero es que tampoco lo tiene el que tantos niños vivan sin padre ni madre. 

No debe poder hallarle sentido un Obispo a la dramática situación moral y espiritual de su diócesis cuando elige guardar silencio, ni se lo debe poder hallar un sacerdote que viendo el que su Obispo guarda silencio, lo imita. 

Sentido tampoco tiene que un grupo pro-vida conformado por católicos se haga llamar “grupo cívico sin filiación religiosa” solo para ofrecer apariencia de inclusión ya que tendría tan poco sentido como que el Papa, por no dar visos de ser un católico excluyente, prefiriera llamar a la Iglesia de ese modo.

Muchas cosas que suceden parecen no tener sentido. Muchos, de hecho, afirmarán que casi nada lo tiene. 

El mismo hecho de yo no le va sentido a que muchos no le hallen sentido a nada es prueba de que es muy difícil hallar el sentido a lo que sucede.

Sin embargo, todo tiene sentido, y lo tiene porque muchos le vamos hallando sentido a todo y, cuando no podemos hallárselo, no paramos de clamar al cielo.

La cuestión es ésta: algunos, no sé cuantos, buscamos y se nos concede hallar el sentido a las cosas, hasta a aquello que parece que jamás podría tenerlo, como sería el haber llegado a la vida o dejarla.

Si damos con el sentido de las cosas no es porque en si mismas lo posean sino porque es Dios quien se lo da; por lo que, no es por nuestro esfuerzo sino que por su Gracia, el que alcanzamos comprenderlo.

Gracia tuvieron Adán y su compañera. 

Si tan solo en Edén hubiesen creído el que “todo era muy bueno” habríanse dado la oportunidad de hallar que lo único que a todo le da sentido es reconocerse criaturas queridas y amadas de Dios.

26 de enero de 2013

“Para ayudarnos a descubrir cómo surge esta ternura"

El afecto por uno mismo – dice don Giussani – «es un apego lleno de estima y de compasión, de piedad por uno mismo […]. Es como tener por uno mismo un poco de ese apego que tu madre tenía por ti, sobre todo cuando eras pequeño». [ ] Si no hay en nosotros un poco de esa ternura, de ese afecto por nosotros mismos – continúa don Giussani –, «es como si faltase el terreno sobre el que construir»
Ejercicios de los universitarios de Comunión y Liberación, Rimini, Diciembre 2012 “¿Acaso alguien nos ha prometido algo? y entonces, ¿por qué esperamos?”


Si existe un recuerdo que no me deja es acerca de mi misma cuando llegué a este lugar. Antes vivía en un valle, ahora vivo a 1300mts sobre el nivel del mar y he vivido en estas alturas desde hace más de 30 años. 

Ese recuerdo que no me deja se refiere a la sensación de estar casi tocando el cielo con las manos acompañada por la sensación de que mi juventud abría a una realidad sin límites la que -en más de una ocasión- mientras escuchaba música mirando el paisaje, me provocaba una gran angustia debido a lo limitado que se me hacía mi cuerpo para abarcar toda la belleza y la inmensidad del paisaje con sus sonidos, olores, formas y colores.

Esa angustia, que más que angustia es una especie de infinita insatisfación, nunca me dejó. Todavía me asalta de vez en cuando pero, a diferencia de antes, la recibo con regocijo y gratitud, tal cual se recibe un gesto de ternura, porque a través de los años he reconocido que fue la que me descubrió la medida de mi deseo, el cual es inabarcable, infinito y que es, al final de cuentas, mi deseo y necesidad de Dios. 

Del carisma de don Giussani he recibido la confirmación de que todas estas sensaciones que se despiertan por la belleza que se dona en la naturaleza, en la música, el arte, en una mirada, en un afecto que se recibe, no es cosa de locos, sino –justamente- no solo la forma en que Dios nos hace caer en cuenta de la estatura a la que estamos llamados sino la magnitud de lo que anhelamos y la medida de lo que esperamos. Es como si nos dijera: -“Mira de cerca esta sensación, préstale atención ya que acogiéndola, descubrirás que he venido buscándote toda tu vida” (Y, observa –de paso- qué grandote soy)”

Hoy, habiendo venido este recuerdo a mi mente, me pareció oportuno compartirlo pero además acompañarlo de este texto del padre Carrón a los universitarios en Rimini el año pasado ya que, de las palabras de don Giuss sobre cómo nace nuestra afectividad, podría más de uno reconocer el origen de tanta sensación que, desde nuestra adolescencia, parece desbordarnos y que no es otra cosa que Dios, en su ternura, tras cada uno para ayudarnos a obtener conciencia de nosotros mismos.

-oOo-

Para ayudarnos a descubrir cómo surge esta ternura, don Giussani nos
invita a fijarnos en el fenómeno de nuestra evolución, sorprendiendo en
acto cómo sucede: «En la historia psicológica de una persona, la fuente de
su capacidad afectiva es una persona que reconocemos de tal modo que la
acogemos y hospedamos en nosotros mismo»15. Tu afectividad se realiza
al hospedar y reconocer al que tienes delante. Pensemos en el niño. La
fuente del afecto, lo que hace surgir el afecto en el niño, es la presencia de
su madre. Su capacidad afectiva sale a la luz respondiendo a la sonrisa, al
cuidado de su madre, al amor y a la presencia de su madre. Esta presencia
es tan decisiva para el niño que, si falta, se seca la fuente afectiva, porque
no es algo que el niño pueda darse a sí mismo, no se da a sí mismo esta
capacidad de afecto. Por eso, la primera persona a la que se apega un
niño no es a sí mismo, sino a su madre. Su afecto brota ante esa presencia
buena, positiva. Para hacernos comprender las cosas, el Misterio no nos
las explica – no da una lección al niño sobre el afecto por él mismo –, sino
que las hace suceder. El niño vive primero el afecto, siente el afecto de su
madre, se apega a su madre y, poco a poco, a través de esto, empieza a
apegarse a sí mismo, a desarrollar su capacidad afectiva.
Don Giussani nos recuerda que, en un momento dado – todos lo
sabemos por experiencia –, «ese signo natural» que es la madre «ya no
basta»16, y no porque haya cambiado su actitud hacia nosotros o porque ya
no esté; todo es como antes pero, en un determinado momento, es como
si no bastara. ¿Por qué? Porque cada uno de nosotros ha evolucionado
hacia la juventud, se ha dilatado nuestro ser, comienza a emerger nuestro
rostro, la potencia de nuestro destino, la magnitud de nuestro deseo, y esa
presencia se revela pequeña con respecto a todo lo que deseamos, se ve que
ya no basta. ¿Cómo nos damos cuenta de esto? Nuevamente, no porque
alguien nos lo explique. Uno se da cuenta de ello porque – como dice don
Giussani – «se complica», empieza a sentir una ausencia de afecto, como
si ese afecto, que hasta ese momento había bastado, no fuese ya suficiente,
y se siente confuso, inseguro, descompuesto17. Ese afecto era tan decisivo
que, ahora, la falta de un afecto a la altura de su necesidad deja al joven
desorientado, y entonces se pregunta: pero, si todos los factores son como
antes, si mi madre y mi padre están y no ha cambiado su actitud hacia mí,
¿por qué ahora me siento confundido, inseguro y descompuesto? ¿Por
qué ya nada me va bien?
Si no comprendemos lo que sucede aquí, entonces prevalece la
confusión, la inseguridad, y en esta confusión empieza la carrera por
tratar de llenar este vacío de mil formas, tratamos de encontrar refugios,
como me decía una estudiante de bachillerato: «Últimamente me pasa
a menudo que percibo una desproporción con respecto a las cosas que
hago. Cada vez que hago algo que me gusta (el voleibol, quedar con mis
amigos, etc.) siento que no me satisface hasta el fondo, que no me basta, y
me sumerjo en un sinfín de quehaceres que no hacen sino aumentar este
grito. Quería que me ayudaras a juzgar esto que me pasa, a afrontarlo».
Si no entendemos lo que nos ha sucedido en un momento determinado
de nuestra vida, en esta evolución, pensamos que podemos refugiarnos
en el torbellino de nuestros quehaceres. Pero, ¿qué sucede? Que en lugar
de resolver el problema, lo agravamos. Y como siempre nos parece poco
lo que hacemos, entonces hacemos más, hasta llegar al agotamiento. El
único resultado de esto es que, en vez de resolver el problema, hace crecer
el grito, el sentido de vacío. Esta chica se ha dado cuenta de que lanzarse
a un sinfín de quehaceres no responde: es necesario comprender lo que
se ha puesto de manifiesto en un momento dado de nuestra vida, tomar
conciencia de nosotros mismos, comprender hasta el fondo lo que nos
está pasando. Si no es así, no resolvemos el problema; simplemente lo
reproducimos de otras mil formas. Por eso hemos dicho que se trata de
tomar conciencia de nosotros mismos. Es un problema de autoconciencia.
¿Qué es esta autoconciencia? La autoconciencia es «una percepción
de sí clara y amorosa, cargada de la conciencia del propio destino y, por
tanto, capaz de verdadero afecto por uno mismo»18. Sólo si nos damos
cuenta de quiénes somos podremos tener un afecto verdadero por
nosotros mismos. Por tanto, ¿qué ha sucedido? Que en un momento
dado de nuestro desarrollo se ha puesto de manifiesto la estructura
última de nuestro “yo”. El deseo y la espera que nos constituyen se han
vuelto conscientes en todo su alcance. ¿Por qué esa chica se da cuenta de
que nada le basta? Porque se ha dilatado en ella de modo definitivo la
espera del corazón, la capacidad de cumplimiento para el que hemos sido
creados, se ha vuelto evidente la grandeza de nuestro destino. Y entonces
uno comprende que «es el momento del Otro [con O mayúscula], otro
que sea verdadero, permanente, que nos constituye, el momento de la
presencia inexorable y sin rostro, inefable»19. Si no caemos en la cuenta de
esto, terminamos sustituyendo a los padres por otra presencia, porque no
nos damos cuenta de que en ese momento se ha desvelado con claridad
quién soy yo, que yo estoy hecho para ese Otro. Si esto no sucede no
terminamos de salir de la adolescencia, porque nunca damos el paso
verdadero hacia el reconocimiento de este Otro, Otro inefable al que
todavía no conozco, sin rostro, porque no sé identificar los rasgos de ese
Otro al que soy constantemente lanzado, al que tiende todo mi “yo”. Sin
este paso, la adolescencia parece no terminar nunca”

15 L. Giussani, «Ha llegado el tiempo de la persona», a cargo de Laura Cioni, Litterae Communionis
CL n. 1, Milán 1977, p. 12.
16 Ibidem.
17 Cf. Ibidem.
18 Ibidem.
19 Ibidem.

24 de enero de 2013

Ethel Kennedy

La historia de Ethel Kennedy narrada por ella misma a través de las preguntas de su hija menor, Rory Kennedy, y transmitida por HBO ha puesto al descubierto desde la intimidad de la vida de esta esposa y madre de once hijos no solo la capacidad del ser humano para aferrarse con pasión a la realidad sino aquello que profundas convicciones cristianas promueven en la propia vida, en la familia y en la sociedad. 

Una vez asesinado su esposo Robert, debió hacerse cargo de sus hijos. 

Algunos de ellos, ya entrados en años quienes –además- intervienen en el documental, hacen al espectador sentir como en casa, un miembro más de su familia. 

El amplio archivo gráfico conservado a lo largo de los años nos acerca a su vida diaria: gozando y riendo con los niños, rezando con ellos antes de comer, jugando al futból o esquiando, visitando a los pobres. 

Educándoles pero también instruyéndoles cuidadosa y eficientemente en todo tipo de valores cristianos así como poniendo el ejemplo acerca de cómo desenvolverse ante los afanes de la vida cotidiana pero también ante todo tipo de desafíos.

Ethel Kennedy, católica de origen irlandés, mujer de firmes convicciones -a través de la mirada de sus hijos- nos devuelve la esperanza en la mujer y en la familia. 

No pierdan oportunidad de mirar el documental. 

Les dejará un dulce regocijo por el mero hecho de ser católicos.


 


22 de enero de 2013

Reírse de uno mismo

Me ha mandado un comentarista reírme de mi misma y, la verdad, me parece una recomendación fantástica.

Claro, para gente como yo, que necesita tenerlo todo bajo control, que lo manden a reír de sí mismo, podría resultar chocante y hasta ofensivo, pero no es ese hoy el caso.

No lo es, sencillamente, porque me descubro mucho menos obsesiva por el control que años atrás.
No digo que me he perfeccionado sino solo que he mejorado. Y ahí está la gracia del asunto. 

Qué es lo que ha pasado?

Lo que pasó fue lo que sucedió a mi hermano hace poco. 

Resulta que, por motivos de negocios, depende de una persona infinitamente más obsesiva, controladora y agresiva que el. 

“Dios sabe”. Le decía a mi hermana refiriéndome a la situación de mi hermano. “Dios sabe cuál es el remedio a nuestros males y nos los pone a mano”. 

Para mí, el remedio, fue haber dependido de mi hermano en diferentes aspectos; para él lo será esta persona de la que depende.

Sinceramente, fue muy gracioso dedicarle hace unos días tiempo a mi hermano para escucharlo en sus lamentos y consolarlo. 

Casi que no podía evitar reír en su cara ya que me veía “pintada” en su estupor, indignación, frustración y enfado. Tan así fue que pude ofrecerle varios remedios para su relación con esa persona a los que reaccionaba preguntándome incrédulo: - “En serio es así? Esa debe ser mi reacción?, pero, no es así como reacciona usted conmigo?” 

“¡Claro, así es!”, le dije sonriendo y el me sonrió de vuelta. Luego nos carcajeamos. 

Me parece que comprendió perfectamente. 

Es muy gracioso, en realidad, nos pasamos la vida deseando ser santos sin mayores resultados y es, en primer lugar, porque en la forma habitual que nos hacen reaccionar a diferentes estímulos nuestras heridas afectivas y emocionales, no dejamos espacio a la la Gracia pero, en segundo lugar, porque, ofreciéndosenos el remedio en las personas que nos desagradan, nos enfadan, nos lastiman, nos resultan chocantes o lo que sea que nos provocan, no advertimos en ellas la mano amorosa de Dios.

Qué nos haría falta para advertirla? 

Pues, primero, después de cada traspié: reconocer con humildad nuestras heridas. Segundo, reconocernos de Dios amados de forma absoluta e incondicional. Tercero, abrirnos también con humildad a la realidad en todos sus matices y, cuarto, ante ella darle oportunidad a la Gracia para transformarnos. 

Esto es lo que voy aprendiendo en mi camino de conversión. 

Así es como he aprendido a reír de mi misma.

Espero les sirva.
Feliz día.

18 de enero de 2013

La dureza del corazón humano

Qué les diré? Con la película basada en hechos de la vida real y cuyo personaje principal es Hachi, un perrito japonés que cayó por cuestiones de la Divina Providencia en manos del personaje que protagoniza Richard Gere, no hice más que hacer lo que no hago hace años: llorar y llorar a mares viendo una película.

Y no lloré por lo que han de haber llorado la mayoría de los amantes de los perros, ni me he compadecido porque lo que se compadecieron la gran mayoría de espectadores. No.

Es cierto que la lealtad del perro que esperó a su dueño durante nueve años cada día a las cinco de la tarde en la estación del tren es sobresaliente pero no fue por eso que lloré ya que a lo largo de mi vida he recogido no menos de treinta perros callejeros a los que he incorporado plenamente a mi diario vivir sin importarme su origen, apariencia, olor, enfermedades, manías, temperamento por lo que conozco de sobra cuán leales pueden ser los animales. 

Su lealtad, a quienes podría haber admirado es a quienes no conocen de lealtades perrunas pero tampoco de lealtades humanas porque, para empezar, si la viuda del propietario de Hachi hubiese conocido de lealtad habría hecho lo imposible por conservar al perro, también lo hubiera hecho su hija y también su amigo japonés. 

Pero el caso es que nadie se interesó por el destino del pobre animal, no hubo quien lo incorporara a su vida plenamente, no consiguió quien le ayudara a superar su duelo ni conmover las entrañas de nadie durante los nueve años que duró su espera. 

Después de haber probado el ser incondicionalmente amado, murió como un perro callejero más: sucio, hediondo, enfermo, triste, solo. Así murió un día de invierno en la estación del tren. 

Ahora saben por qué lloré? Pues sí, lloré como pocas veces y fue por advertir lo duro del corazón humano, lo dramáticamente imposible que se le hace colocarse en el lugar de los demás y mucho menos en el corazón de un perro. 

Claro, de ahí que a nadie debería sorprender el aborto, la eutanasia, la FIV y todo lo demás que me tiene el corazón hecho un puño. 

Yo, es que –sobre la lealtad- la aprendí primero de Dios, luego de algunos de mis semejantes pero principalmente de la lealtad de mi madre y padre; de último, la aprendí de mis perritos a los que no lloro cuando fallecen ya que gracias a lo que Dios me ha dado he podido darme cuenta de la gratitud con que todos ellos han vivido bajo mis cuidados por lo que no encuentro razones para llorar a menos que alguien les quite la vida deliberadamente por lo que, indefectiblemente, lloro en cada caso y únicamente por advertir la dureza del corazón humano.

Así, con ese llanto ahogado, debe ser como nos llora Dios; por eso mismo ha de haber sido por lo que su Hijo nos fue enviado y gracias a quien hemos recibido lo único que nos sostiene: la Esperanza.

17 de enero de 2013

El mundo nos está abortando

No tengo buen dormir desde que nos cayó encima la sentencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con la que nos obliga a los costarricenses a implementar la fertilización in vitro sobre todo considerando el portillo legal que ha abierto al definir a la persona humana desde el momento de la implantación.

Aquí, donde me ven, mis manos tiemblan y mi respiración es entrecortada pero no solo al pensar en la nefastas consecuencias para un país tradicionalmente católico como el nuestro sino por constatar que la sensación de estar caminando a tientas por un laberinto buscando personas, soluciones, ideas, apoyo, alguna voz de liderazgo y de protesta que no aparece, se debe precisamente a que advierto en líderes, abogados así como en la gente común una posición que manifiesta el temor de quien tendría todavía algo que perder.

Y yo, lo que me pregunto: Es que todavía tenemos algo que perder? No lo hemos perdido todo ya?

No hemos sido violentados en nuestra Constitución? No hemos sido absoluta y totalmente silenciados no solo católicos, sino cristianos y demás ciudadanos que esperábamos sentido común no solo de parte de la CIDH sino de nuestra presidente quien en algún momento aseguró ser católica? No han empezado a agredirnos diferentes personas por los medios de comunicación? No es que ya estamos en guerra con nuestros vecinos, familiares y amigos?

Es que, señores, tenemos todavía algo que perder?

Nada. No nos queda nada. Por lo que continúo angustiada al verme impotente cómo pudo haberse visto algún buen ciudadano alemán cuando miraba alejarse a sus vecinos judíos hacia los trenes que los conducirían hacia un destino incierto.

Nos miro a los ticos de camino hacia un destino cuya convivencia no será pacífica, que nos traerá división aparte del alto precio que tendrán que pagar las futuras generaciones por habernos quedado el día hoy en silencio o lo que me parece más inmoral, haciendo cálculos políticos.

Lo que –dicho sea de paso- para cualquiera que conozca cómo se manejan las cosas a ese nivel en este país, sería equivalente a quedar paralizados ante un agresor.

La cosa es que ya la presidente se pronunció: Acatará la sentencia. Decidirá el gobierno si implementarla mediante ley o decreto. Mientras, los pro-FIV corren al colegio de médicos y corren al ministerio de salud buscando apoyo, saliendo en medios de comunicación a quienes es a ellos a los únicos que entrevistan y, nosotros -detrás de cámaras y siendo una inmensa mayoría que tiene algo que decir- nos quedamos aceptando resignados la fatalidad de nuestro destino.

El mundo, que es el vientre en el que Dios nos ha puesto para crecer en humanidad, se está tornando un medio hostil para nosotros como hostiles son los vientres de las madres FIV y de aquellas que abortan.
El mundo, nuestra sociedad costarricense -a quienes compartimos valores cristianos y que tenemos el mismo derecho que cualquiera a manifestarnos en defensa de la vida- nos está abortando y, lamento tener que señalarlo señores, pero nos estamos quedando impávidos contemplándolo.

Habiéndolo perdido todo, pendiendo nuestra vida de un hilo, tenemos todavía algo que perder que nos impida exijirle a nuestra presidente que desacate la sentencia que nos condena a muerte?

12 de enero de 2013

El misterio de la presencia de Dios

Saben? Ha sido muy duro aceptar la resolución de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que pretende obligar a nuestro país a aplicar la fertilización in vitro. Máxime enterándose de lo desacreditada que está esa organización que hasta ha conseguido que demanden a tres de sus jueces ante la ONU.
 
Ha sido difícil no solo porque no muchas personas parecen darse cuenta de las consecuencias pero también por el desconcierto de unos y la pasividad de tantos.

Unos cuantos nos hemos determinado hacer algo de tal forma que la próxima semana tendremos una reunión en la que esperamos echar a andar algunas buenas ideas que han surgido. 

El caso es que el panorama pintaba muy incierto y sombrío hasta la noche de ayer que salí con mi abrigo al jardín y me llevé la sorpresa de que estaba el cielo plagado de estrellas lo que por esta época del año es raro en la región donde vivo.

Solo el Señor sabe lo que me consuela contemplar el cielo estrellado!

Negra. Muy oscura estaba la noche y unas cuantas nubecillas en el horizonte recordaban que hasta hace pocas horas hubiese sido imposible pensar en que el cielo se abriera tan gloriosamente. 

Pero así fue. Anoche estaba abierto hasta el infinito para mí.

Estaba en eso cuando recordé cuánto también me gusta volar por mirar el continente de nubes doradas que se pierde en el horizonte y que traen a la imaginación destellos de la gloria de Dios. 

Es cierto, pensé, la vida ha venido transcurriendo como si viviéramos día y noche debajo de oscuras y densas nubes lo que ha hecho que perdiéramos de vista tanto el sol que indefectiblemente brilla sobre ellas como las estrellas que titilan alborozadas durante la noche. 

Hemos perdido de vista la belleza y el misterio que guarda la bóveda del cielo tal como de vista perdemos al Señor cuando lo duro de la vida arrecia.

Sin embargo, es un hecho de la vida real que sol y estrellas han continuado brillando y titilando sobre esas nubes turbias, monótonas y frías tal como es un hecho de la vida real el misterio de la Presencia del Señor en nuestra vida. 

Si. Hasta anoche el futuro se presentaba incierto y sombrío. 

Hoy, ya no.

 Y es que, también es un hecho de la vida real, el que las nubes son solo vapor de agua.

7 de enero de 2013

"Mis niños jugando sobre las nubes"

Para la mayoría de los lectores de InfoCatólica la lucha a favor de la vida será una lucha vieja pero para los costarricenses, quienes hasta hace muy poco tiempo no contábamos con la sentencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que obliga al país a ofrecer el procedimiento de la Fertilización in vitro, ha sido más bien una lucha que apenas empieza. 

Así como en España y otros países de tradición cristiana, en nuestro país estas cuestiones también han sacado a la luz la diferencia de opinión incluso entre católicos. 

Ya saben, católicos quienes desconociendo los fundamentos de su fe opinan por mero sentimentalismo que tanto las parejas tienen “derecho a ser felices” procreando mediante la FIV sino que las parejas homosexuales lo tienen para casarse pero también las mujeres para decidir sobre su cuerpo. 

Sinceramente, todavía no se qué es de mayor espanto, si los católicos que colocan sus opiniones sobre las enseñanzas de Cristo en su Iglesia o la opinión de agnósticos o ateos quienes sin Dios pretenden explicarlo todo. 

Tampoco he conseguido determinar quiénes constituyen el grupo de víctimas que requiere atención prioritaria, si los niños que no verán la existencia por causa de estos procedimientos o todas esas personas, particularmente mujeres, que han dado su adhesión a una legislación intrínsecamente maligna. 

El caso es que víctimas las hayamos por todos lados: unos, los indefensos, por ver su vida en peligro o cesada sin contemplaciones; los otros, por haber entregado el mandato de su conciencia a una ideología que los deshumaniza ante la que –incluso- los argumentos científicos son insuficientes ya que han optado por negar su derecho de persona al niño no nacido al que eligen llamar de las mil formas en que se las ingenian para evitar llamarlo “bebé”. 

Sin embargo, eso tendrá que cambiar tarde o temprano, ya que la misma ciencia les arroja la evidencia en la cara, como es el caso del artículo publicado por Scientific American sobre el descubrimiento de Robert Martone acerca del íntimo y profundo vínculo físico y emocional entre el hijo que lleva en su vientre y la madre cuyo organismo almacena sus células. 

Muy poco se habla de las consecuencias físicas y emocionales para la madre y por ende para la pareja de los procedimientos de la FIV y del aborto, pues –ni modo- ahí se las pone delante la ciencia: toda madre llevará por siempre en su organismo células de cada uno de los hijos que alguna vez cargó en su vientre.

Conociendo esta evidencia es posible ofrecer explicación a la tan silenciada dificultad de la mujer para sobreponerse emocional y físicamente al cese de la existencia de sus hijos pero también las razones del apego de una vieja y querida amiga (quien –dicho sea de paso- me ha autorizado a divulgar su confidencia) con un cuadro que pintó en el que había un cielo azul bañado de luz y de preciosas nubes sobre las que jugaban al menos una docena de niños encantadores de diferentes edades, géneros y colores.

Ella, que -al igual que yo- es artista, soltera y no ha tenido hijos, tituló su cuadro “Mis niños jugando sobre las nubes”

NOTA: Felizmente y todo debido a la Gracia recibida por el arrepentimiento y el perdón de Dios mi querida amiga ha conseguido sobreponerse física y emocionalmente al uso prolongado de dispositivos intrauterinos así como a sus abortos. Aunque, como ella misma lo confiesa: no obstante la salud de su herida, la cicatriz pervive.

La noticia en español sobre el artículo de R. Martone fue tomada de Religión en Libertad.

1 de enero de 2013

Año Nuevo, lucha nueva, María!

“Con un poco más de tiempo… Ya hace unos dos años mi mama dejó de comprarse sus chones rojos, lentejas para tirar, borregos de la “suerte", tener las maletas y salir corriendo, etc. Este año es el primer año que recuerdo que no pasa eso. Más de 30 años pero ya casi deja esas cosas. Ahora nomás que deje la secta y el yoga y lo del fin del mundo. Ya casi!”
Mal Ina, México, diseñador gráfico

“Tantas cosas pasaron este año… La noticia de la misión, cerrar el Segundo Escrutinio, conocer personas increíbles, comenzar oficialmente a trabajar, recibir mi primer orden patronal, una excelente convivencia de jóvenes a mitad de año, matricular a mi hermana Judit, descubrir que tengo como 6 canas, cumplir 20 y darme cuenta de que quiero volver a tener 16. Perder un celular en un bus y volverlo a encontrar 21 días después. Estar en un grupo de teatro, practicar el portugués. Y ver de verdad que Dios me cuida TODOS los días. Creo que fue un excelente año!
Daniel González Gámez, Costa Rica, estudiante universitario, 20 años

“El 2012 ha sido mi mejor año, el que más he disfrutado, y eso gracias a Dios Omnipotente, sin quien nada soy, y a ustedes mis amigos, los que me dan alegría, los que me hacen difrutar y reirme, los que me dan consuelo y me animan. Gracias por hacer de este año algo inolvidable; que Dios los bendiga y bendiga nuestra amistad, para que en el 2013 también podamos disfrutar juntos!”  
Sebastián Camacho, Costa Rica, estudiante, 15 años

“Al final, creo que esta es la foto que mejor resume nuestro 2012. Con el cristal salpicado de agua por los peques, con Juan Pablo con una conjuntivitis alérgica de caballo en el ojo derecho y a pesar de todo, con una sonrisa de oreja a oreja :). Así es como despedimos un año tan difícil como bello, pese a la adversidad, disfrutando de la cotidianeidad de cada día, que es donde uno, al final, llega a vivir sus mejores momentos.
Hoy, Juan Pablo Emmanuel y Aarón Emmanuel, mis dos hijos, celebran su santo en el día del “Dios con nosotros”, pues eso significa el nombre Emmanuel y esa es la buena noticia que en el gran milagro de la vida que vivimos en cada uno de sus nacimientos nos trajo nuestro Buen Dios.
Afrontamos el nuevo 2013 con esa esperanza y esa confianza; Dios, pase lo que pase, siempre está con nosotros.
Año nuevo, lucha nueva! Feliz y Santo año para todos!”
Iván PC, España, padre de familia, 34 años

Que en est años que inicia, Santa María Madre de Dios, de cuyo seno nos ha nacido el Salvador y quien nos acompaña a diario en este parto que es nuestra conversión, nos alcance de su Hijo el que nos mantengamos firmes en la Esperanza, la Fe y el Amor.

Año Nuevo, lucha nueva, María!.
De tu mano hacia el Señor!


«Salve, oh Cima encumbrada - a la mente del hombre;
Salve, Abismo insondable - a los ojos del ángel.
Salve, Tú eres de veras - el trono del Rey;
Salve, Tú llevas en Ti - al que todo sostiene.
Salve, Lucero que el Sol nos anuncia;
Salve, Regazo del Dios que se encarna.
Salve, por Ti la creación se renueva;
Salve, por Ti el Creador nace Niño.
Salve, ¡Virgen y Esposa!»


NOTA: Las citas son algunas de las tantas reflexiones de mis contactos en facebook que testimonian el amor de Quien está vivo entre nosotros.

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