No tengo buen dormir desde que nos cayó encima la sentencia de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos con la que nos obliga a los
costarricenses a implementar la fertilización in vitro sobre todo
considerando el portillo legal que ha abierto al definir a la persona
humana desde el momento de la implantación.
Aquí, donde me ven, mis manos tiemblan y mi respiración es
entrecortada pero no solo al pensar en la nefastas consecuencias para un
país tradicionalmente católico como el nuestro sino por constatar que
la sensación de estar caminando a tientas por un laberinto buscando
personas, soluciones, ideas, apoyo, alguna voz de liderazgo y de
protesta que no aparece, se debe precisamente a que advierto en líderes,
abogados así como en la gente común una posición que manifiesta el
temor de quien tendría todavía algo que perder.
Y yo, lo que me pregunto: Es que todavía tenemos algo que perder? No lo hemos perdido todo ya?
No hemos sido violentados en nuestra Constitución? No hemos sido
absoluta y totalmente silenciados no solo católicos, sino cristianos y
demás ciudadanos que esperábamos sentido común no solo de parte de la
CIDH sino de nuestra presidente quien en algún momento aseguró ser
católica? No han empezado a agredirnos diferentes personas por los medios de comunicación? No es que ya estamos en guerra con nuestros vecinos, familiares y amigos?
Es que, señores, tenemos todavía algo que perder?
Nada. No nos queda nada. Por lo que continúo angustiada al verme
impotente cómo pudo haberse visto algún buen ciudadano alemán cuando
miraba alejarse a sus vecinos judíos hacia los trenes que los
conducirían hacia un destino incierto.
Nos miro a los ticos de camino hacia un destino cuya convivencia no
será pacífica, que nos traerá división aparte del alto precio que
tendrán que pagar las futuras generaciones por habernos quedado el día
hoy en silencio o lo que me parece más inmoral, haciendo cálculos
políticos.
Lo que –dicho sea de paso- para cualquiera que conozca cómo se
manejan las cosas a ese nivel en este país, sería equivalente a quedar
paralizados ante un agresor.
La cosa es que ya la presidente se pronunció: Acatará la sentencia.
Decidirá el gobierno si implementarla mediante ley o decreto. Mientras,
los pro-FIV corren al colegio de médicos y corren al ministerio de salud
buscando apoyo, saliendo en medios de comunicación a quienes es a ellos
a los únicos que entrevistan y, nosotros -detrás de cámaras y siendo
una inmensa mayoría que tiene algo que decir- nos quedamos aceptando
resignados la fatalidad de nuestro destino.
El mundo, que es el vientre en el que Dios nos ha puesto para crecer
en humanidad, se está tornando un medio hostil para nosotros como
hostiles son los vientres de las madres FIV y de aquellas que abortan.
El mundo, nuestra sociedad costarricense -a quienes compartimos
valores cristianos y que tenemos el mismo derecho que cualquiera a
manifestarnos en defensa de la vida- nos está abortando y, lamento tener
que señalarlo señores, pero nos estamos quedando impávidos
contemplándolo.
Habiéndolo perdido todo, pendiendo nuestra vida de un hilo, tenemos
todavía algo que perder que nos impida exijirle a nuestra presidente que
desacate la sentencia que nos condena a muerte?