30 de junio de 2012

Mendigo a la puerta

Hace un tiempo, en el programa de televisión de la Madre Angélica en Estados Unidos (EWTN), relataron un episodio poco conocido de la vida Juan Pablo II.
Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.
El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.
Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa al que podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario, y describió brevemente la situación al Papa.
Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que solicitaba llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el mendigo, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.
El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: “una vez sacerdote, sacerdote siempre". “Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero", insistió el mendigo. “Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso", dijo el Papa.
El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.
Fuente:
Solidaridad.net
Lo que yo digo es que, mientras que cada sacerdote (así como cada uno de nosotros), desde la vocación a la que ha sido llamado, no se considere mendigo a la puerta de la casa de Dios, la cosa andará mal, para el y para todos.

Y andará mal también mientras no tengamos el corazón suficientemente vacío de nosotros mismos para ser capaces, como Juan Pablo II y el otro sacerdote, de ver en el prójimo nuestra propia miseria. 

No se cual será el camino para cada uno mediante el cual llegará a tomar conciencia de su mendicidad pero -de que existe ese camino- no nos quepa la menor duda.

Mejor sería que colaborásemos con la Gracia para descubrirlo antes que jugar al tonto. 

Nos iría mejor a todos.

También proclamo el juramento antimodernista

“Yo, Maricruz Tasies Riba, abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.

En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.

En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.

En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.

En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, siempre con el mismo sentido y la misma interpretación. Por esto rechazo absolutamente la suposición herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio. Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.

En quinto lugar: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades del subconsciente, bajo el impulso del corazón y el movimiento de la voluntad moralmente informada, sino que un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Señor. Más aún, con la debida reverencia, me someto y adhiero con todo mi corazón a las condenaciones, declaraciones y todas las prescripciones contenidas en la encíclica Pascendi y en el decreto Lamentabili, especialmente aquellas concernientes a lo que se conoce como la historia de los dogmas.

Rechazo asimismo el error de aquellos que dicen que la fe sostenida por la Iglesia contradice a la historia, y que los dogmas católicos, en el sentido en que ahora se entienden, son irreconciliables con una visión más realista de los orígenes de la religión cristiana.

Condeno y rechazo la opinión de aquellos que dicen que un cristiano bien educado asume una doble personalidad, la de un creyente y al mismo tiempo la de un historiador, como si fuera permisible para una historiador sostener cosas que contradigan la fe del creyente, o establecer premisas las cuales, provisto que no haya una negación directa de los dogmas, llevarían a la conclusión de que los dogmas son o bien falsos, o bien dudosos.

Repruebo también el método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura que, apartándose de la tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y las normas de la Sede Apostólica, abraza los errores de los racionalistas y licenciosamiente y sin prudencia abrazan la crítica textual como la única y suprema norma.

Rechazo también la opinión de aquellos que sostienen que un profesor enseñando o escribiendo acerca de una materia histórico-teológica debiera primero poner a un costado cualquier opinión preconcebida acerca del origen sobrenatural de la tradición católica o acerca de la promesa divina de preservar por siempre toda la verdad revelada; y de que deberían interpretar los escritos de cada uno de los Padres solamente por medio de principios científicos, excluyendo toda autoridad sagrada, y con la misma libertad de juicio que es común en la investigación de todos los documentos históricos ordinarios.

Declaro estar completamente opuesto al error de los modernistas que sostienen que no hay nada divino en la sagrada tradición; o, lo que es mucho peor, decir que la hay, pero en un sentido panteísta, con el resultado de que no quedaría nada más que este simple hecho—uno a ser puesto a la par con los hechos ordinarios de la historia, a saber, el hecho de que un grupo de hombres por su propia labor, capacidad y talento han continuado durante las edades subsecuentes una escuela comenzada por Cristo y sus apóstoles.

Prometo que he de sostener todos estos artículos fiel, entera y sinceramente, y que he de guardarlos inviolados, sin desviarme de ellos en la enseñanza o en ninguna otra manera de escrito o de palabra. Esto prometo, esto juro, así me ayude Dios, y estos santos Evangelios".

Para quienes deseen enterarse de qué viene la cosa lean la entrada de Bruno Moreno en su blog “El juramento antimodernista”

Dios existe y es el ambiente de mi vida

Me lo dijo un apreciado sacerdote cuando le conté de la fractura de pelvis de papá. Me dijo que el Señor nunca da una cruz sin dar la fortaleza para llevarla. Cuánta razón tiene! 

Hoy, sentada en la computadora y afuera cayendo un fuerte aguacero; siendo la primera tarde en tres semanas que puedo sentarme a invertir un poco del poco tiempo que tengo ahora en una de las cosas que más me gusta sin estar extenuada, he caído en la cuenta de algo muy importante: me han venido preparando para dar la cara con alegría ante esta dura situación de mi papá. 

Para eso, también en parte me sirvió conocer el carisma de don Giussani, para comprender que “Dios es el ambiente de mi vida”, que existo en su presencia.

Me han venido preparando ya que, les confieso, nadie nace preparado física, emocional ni espiritualmente para, de un día al otro, verse con la responsabilidad de cuidar de un padre anciano postrado en cama.

La primera reacción es querer a salir corriendo dejando al viejito a cargo de algún extraño o ponerlo en un ancianato donde personas con vocación (o sin ella) se hicieran cargo. Pero no. Eso no ha sucedido!

No salí corriendo y, al día de hoy, luego de varias veces que -junto a mi hermana- pensamos que estábamos punto de resquebrajarnos, no sucedió. ¡No sucedió!.

Cómo ha sido posible eso? Pues nada, lo ha sido solo por aquello que dije al principio: el Señor es el “ambiente de mi vida”, mi existencia es más Su vida que la mía.

De ahí esa fortaleza de la que mi hermana y yo no sabíamos bien de donde venía. Viene de aceptar la Cruz. Viene de que Dios existe.
“¿Existe Dios?", la respuesta es: “Existe y está con nosotros; esta cercanía de Dios tiene que ver con nuestra vida, este estar en Dios mismo, que no es una estrella lejana, sino que es el ambiente de mi vida". Esta sería la primera consecuencia y, por lo tanto, tendría que decirnos que tenemos que tener en cuenta esta presencia de Dios, vivir realmente en su presencia.
Benedicto XVI

Piedrita en el zapato

Con el paso del tiempo me he convertido en la piedrita en el zapato de fieles y sacerdotes. No ha sido un acto premeditado sino más bien impulsivo (como mucho de lo que hago); sobre lo cual, obviamente, la honradez me obliga a asumir siempre las consecuencias. 

Pero bien, soy esa piedrita incómoda debido a que he sido educada tanto por mis padres como por el Señor para estar abierta a la realidad para lo cual ha sido óptimo tener un entrañable amor por la verdad pero también una despreocupación total por quedar en ridículo y una inmunidad casi alienígena hacia cualquier índole de desprecio. A eso se le añade el que, una vez convencida de algo es muy pero muy difícil hacerme guardar silencio, lo cual me convierte no solo en una pequeña y a la vez, descomunalmente incómoda, piedrita en el zapato.

Todo esto para llegar al punto en el que, como el Papa, debo reconocer que estoy preocupada por el aumento de comunidades religiosas en mi continente dedicadas a capturar católicos desilusionados como yo.
Así es, muchas cosas me desilusionan: en primer lugar me desilusiono de mi misma por causa de mi pecado pero también por la escasísima, llegando a casi nula, disposición de gran cantidad de católicos para adherirse libremente a Cristo en su Iglesia.

Es un hecho, si alguien desilusionado pero sincero como yo se alejara de la Iglesia no sería por cuestiones dogmáticas ni teológicas sino porque, sencillamente, en las comunidades parroquiales no se encuentra satisfacción a lo más profundos anhelos de comunión que yacen en el corazón humano y eso, no es más que la consecuencia de errores metodológicos, tal cual ha mencionado el Papa; dicho de otro modo: esa carambada de “lo pastoral” parece ser un aparatejo sumamente inefectivo e ineficiente cuando carece de un sólido fundamento teológico-doctrinal, cosa que es, regularmente, lo que sucede.

Pero bien, antes de continuar debo aclarar que cuando hablo de comunión, no estoy hablando de la auto-complacencia que nace de esa algarabía plagada de idealismo romanticón alrededor de un cura carismático quien cantando el “Tatum ergo” a ritmo de merengue eleva sobre las multitudes danzantes al Santísimo pidiendo aplausos. No. Hablo de almas que, habiendo tenido un encuentro personal con el Resucitado, establecen sólidos y, de paso, muy discretos y silenciosos vínculos que los trascienden.

Esa comunión, que es la verdadera, poco se encuentra en las parroquias pero mucho en esos otros grupos religiosos los que, a pesar de estar plagados de errores teológicos y doctrinales, dan satisfacción a una vivencia de la fe que corresponde al corazón humano.

La pésima experiencia diocesana que he tenido, en resumen, ha sido porque la sed de Belleza, Bondad y Verdad que me consume no ha hallado satisfacción allí; sin embargo, buena parte de ella se ha visto satisfacida en los vínculos forjados a través de las redes sociales los que, felizmente, el Señor ha permitido materializarse por medio del contacto personal (dentro de muy concretas actividades eclesiales, privadas y civiles) con personas como Lorca, Judith, María José, Ana, Christopher, Xyomara, John, Rafael, las hermanas Roldán, Luis y tantísimos otros católicos sinceros provenientes de diferentes diócesis quienes hemos construido una comunidad virtual con raigambre en lo real que nos nutre y trasciende.

Esto no habría sido posible si no tuviésemos un corazón sincero y amante de la verdad, pero tampoco si previo no hubiese habido un encuentro personal con el Resucitado; cosa que, obviamente, no acaeció en una pachanga parroquial, sino muy discretamente en lo más profundo de nuestro corazón.

Ese contacto trascendental que se expresa en una intensa vivencia de fe y, a pesar de que mi desilusión acerca de las personas de Iglesia es enorme, ha sido con lo que el Señor me ha salvaguardado de andar buscando satisfacciones externas en grupos parroquiales o, lo que sería peor, en grupos no católicos de esos que menciona el Papa. 

Cierto, cargo encima una gran desilusión que ha mutado a piedrita en el zapato, sin embargo, dada la crisis, es preferible asumir ese papel ya que la realidad demuestra que católicos como yo somos no solamente útiles sino necesarios, además queridos tanto como entrañablemente amados. 

Bendito Dios.

Me disculpan el estropicio




Dedicado a todos aquellos fieles y sacerdotes que consideran que existen cosas más importantes en la Iglesia que anhelar con vehemencia hacerse sacrificio ante el altar de Dios. 

“Se han sentido en ocasiones como en esta imagen se ve Jesús?
Yo si, quizá con demasiada frecuencia últimamente”

Les dije hace unos días que estoy profundamente convencida del amor entrañable de mi Señor por la barbaridad de situaciones difíciles de sobrellevar con las que me ha regalado en las últimas semanas. En eso estoy clara: el Señor me ama. Ni que darle vuelta.

Ahora bien, del poquísimo tiempo que he tenido recientemente debido al esfuerzo que me viene exigiendo la realidad utilicé una fracción del mismo para colocar en facebook la siguiente imagen y comentario:

 “En Guadalajara estuve en una misa tridentina de la FSSP en la que me sentí justo como se ven los fieles en esta imagen. Claro, el cura no era tan viejito pero con el mismo cariño nos daba la comunión rezando lentamente ante cada uno en latín “El Cuerpo y la Sangre de NS Jesucristo guarde tu alma para vida eterna”. No creo que luego de recibir al Señor de esta forma quiera nadie volver a recibirlo en la mano y de pie”

Esta nota provocó de inmediato comentarios adversos de fieles y sacerdotes que pretendieron reducir a trivialidad mi deseo de recibir al Señor de la forma en que encuentro corresponde a los más profundos anhelos de mi corazón.

Me es imposible ocultar el asombro que me provoca el que, doquier aparece algún católico manifestando convicción en la forma en que desea recibir al Señor Eucaristía, salgan algunos justificando lo contrario y hasta descalificando sus intenciones reduciéndolas a mero sentimentalismo y adicionales bla, bla, bla.
Me indigna tanto como pudieron haber indignado al Señor los mercaderes del templo. Con su enfado me identifico y, como ese día, me veo tirándoles todo por el suelo.

Ahí, me disculpan el estropicio.

Pero, es que, saben? Viéndome en este período de mi vida rotas las carnes y destrozados los sentimientos, nublado el entendimiento de tan angustia, incertidumbre y dolor; identificada con cada latigazo, escupitajo y caída así como con el dolor lacerante de cada una de las espinas.

No encontrando mejor refugio que abrazarme a la Cruz de mi gran amado.

Constatando a cada instante que mi vida ya no es mía y que valdría mucho menos de no ser por cuanto soy amada; teniendo tan claro que mí ser total ha aceptado en obediencia y fidelidad hacerse todo sacrificio…
Que me vengan a decir que existen cosas más importantes en la Iglesia que ponerme de rodillas para hacerme uno con Quien se hizo miseria conmigo…

Es que ¡ay, Madre Santísima! sencillamente ¡me revienta!

Ahí, como dije, me disculpan el estropicio.

13 de junio de 2012

No existe nada en esta vida mejor para la salud que hacer la voluntad de Dios

“Señor, en medio de mi cruz creo que tu Corazón me la envía o permite que me venga, para mi bien y, porque me quieres”
P Urrutia SJ

Uno es tan cándido que le dice al Señor cosas como: “Hágase tu voluntad”, “Pongo mi vida en tus manos”, “Moldéame como al barro lo moldea el alfarero”, etc., y, cuando lo dice, lo hace –básicamente- por dos razones:

a. Uno desea de corazón ver cumplida su voluntad.
b. Uno lo dice porque no sabe lo que está diciendo.

De cualquier forma, uno debe tener una gran fe o estar completamente loco para pedir al Señor que se haga su voluntad ya que -en el fondo- ni idea tiene de lo que está pidiendo. ¡Ni idea!

Yo, muy convencida, por ejemplo, se lo dije hace una semana; muy pero muy segura y confiada en la sinceridad de mis palabras, por lo que debe ser que el Señor, que así tanto me quiere, me lo concedió.

Me ha dado un tan gran regalo, tan pero tan grande, tan difícil en este momento de mi vida de aceptar que no me ha quedado más remedio que aceptarlo y, además, con gratitud.

Con una gratitud tan grande, tan pero tan grande, que pienso que jamás pude haberle pedido nada mejor que hacer su voluntad.

Es como lo que dijo mi anciano padre al médico que le intervendría quirúrgicamente luego de que éste le explicara la gravedad de su fractura de pelvis y el procedimiento quirúrgico al que se sometería dentro de unas horas.

Dijo mi padre: - “¿Quiere decir, doctor, que no pude haber hecho nada mejor por mi salud que haberme fracturado?”

¡Exacto!

No existe nada en esta vida mejor para la salud que hacer la voluntad de Dios.

“Aceptar no es resignarse porque no hay otro remedio; ni sentir gusto natural en sufrir -eso sería un absurdo-, ni dejar de pedir que pase el padecimiento. Aceptar es costoso y, a Cristo, le costó sudar sangre al decir: “Hágase tu voluntad", después de haber pedido, sin resultado, que pasase el cáliz”
P Urrutia SJ

"Anda, si parecen religiosos de verdad. Qué ilusión!"

Así a la carrera, de pasadita llego, pero es que no quería dejar pasar esta hermosura de noticia.

Capuchinos celebran nueva ordenación Cinco Frailes Menores Capuchinos serán ordenados por Monseñor José Francisco Ulloa, obispo de Cartago, Costa Rica, el 16 de junio en el Convento San Francisco de Asís, a las 10 a.m., cuatro de ellos recibirán el orden del diaconado y uno el sacerdocio. Se trata de Fray Esteban Jesús Mora Garita, Fray Ángel Mauricio Mora Gamboa -será ordenado sacerdote-, Fray Gustavo Elizondo Chaves, Fray Mauricio Monge Rivera y Fray Yader José Salmerón Silva. De: Semanario Eco Católico


No ven que, hasta a mi, me ha tomado de sorpresa por eso digo como dijo un apreciado amigo: “Anda, si parecen religiosos de verdad. Qué ilusión, :D”


Con todo el cariño del mundo y agradecida infinitamente con Dios les hago llegar mi enhorabuena.

No, si es que, ¡hasta parece mentira!

Uno, que por estas latitudes leyendo las noticias se siente como mirando los toros desde la barrera; impotente hasta cierto punto, sostenido de la oración y de los sacramentos ante tanta locura que desordena y que desconcierta.

Uno así y, quizá, por ser mujer y con su espíritu maternal ve el mundo y lo que llega a concluir es que en muchos ámbitos de la sociedad lo que hace falta son padres. 
 
Claro, faltan padres, ya que -quienes hemos crecido sin la autoridad de uno- notamos la diferencia cuando llegamos libremente a ponernos bajo la autoridad de Dios como Padre.

Miren nada más el descalabro de ciertas familias en las que una madre o padre soltero, por ejemplo, y -sin trazas de conocer la autoridad- hace con la educación de sus hijos. 

Este mismo ejemplo lo podemos trasladar a diversos ámbitos, como –por ejemplo- cuando toda una diócesis ha carecido de un obispo/padre por lo que la pobre diócesis arroja hijos que no saben poner límites a su conducta ni ante la familia diocesana, ni ante su obispo, ni ante la sociedad, menos podrán ponerlos ante la autoridad del Magisterio de la Iglesia o del mismo Papa. 

Pasa lo mismo en la liturgia, cuando un sacerdote/madre, para “complacer” a sus ovejas pero, además, bajo la justificación de “lo pastoral” les permite organizar celebraciones litúrgicas con niños, por ejemplo, plagadas de improvisaciones provocando gran descalabro no solo en su formación en la fe sino moldeando personajes que a la primera seña de autoridad de otro párroco o, hasta de un obispo, se rebelan como si la autoridad residiera en ellas y no en quien el Señor la ha encomendado.

Sucede igual con los gobiernos cuando un gobernante no es padre; con los maestros, con los jefes cuando no tienen clara su función de autoridad. 

Parece mentira, pero, si es que –hasta en eso- la Trinidad es modelo para nosotros y lo es no solo porque Dios así se nos ha revelado sino porque la dinámica interna de Dios, Uno y Trino, corresponde a lo más profundo de nuestra naturaleza. 

Venimos a la vida necesitados de Dios como Padre, para poder crecer en salud emocional y espiritual como sus hijos. Tal parece que todas nuestras rebeldías es eso por lo que claman: autoridad que nos indique con ternura lo que nos conviene, que -respetando nuestra libertad- sea guía y compañía, que sea Amor.

Uno, aquí, desde tan lejos de donde suceden estas cosas, o quizá no, se siente impotente pero, quizá no tanto, porque sabe que al final está prendido de la mano de Dios Padre; sin embargo, el dolor y la frustración de ver tantos huérfanos de padre como existen hoy en día, los purga uno a solas en el regazo maternal de Nuestra Señora, quien ha sido la primera mujer que ha reconocido la autoridad de Dios. La primera que ha sido verdadera hija, verdadera esposa y verdadera madre. 

No, si es que, ¡hasta parece mentira!

7 de junio de 2012

No todo son babeles !gracias a Dios!

“Mientras los hombres estaban trabajando juntos para construir la torre, de repente se dieron cuenta que estaban construyendo el uno contra el otro. Mientras trataban de ser como Dios, corrían el peligro de no ser ni tan siquiera hombres, porque habían perdido un elemento fundamental del ser personas humanas: la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos”
Benedicto XVI, Homilia Pentecostés, 2012

Todos hemos tenido la experiencia de Babel ya sea en situaciones concretas en nuestras familias, grupos o asociaciones y si no, pues que siempre están a la orden del día noticias sobre la incapacidad del ser humano para “ponerse de acuerdo, de entenderse y actuar juntos”

Mi Babel particular la tuve en nuestro grupo en Costa Rica que promueve la misa tradicional pero como eso es parte de la historia y me parece que unos y otros hemos aprendido la dura lección, no profundizaré en ello aquí y creo que no lo haré nunca más.

Familia Bañales Becerra
Eso si, por contraste, es necesario mencionar que no toda agrupación humana está destinada a ser Babel y eso, nada más, porque existen en ellas personas que saben que no son Dios por lo que, la gracia, colabora con ellos en construir antes que en destruir.

Tengo varios ejemplos de ello, uno es el más cercano círculo de amigos nacionales y extranjeros que tengo en facebook, otro es el cuerpo editorial de InfoCatólica, otro mi familia y, además, un círculo -de cuyas dimensiones no estoy muy segura- constituido por mis vecinos. Ah, también el partido PASE que preside actualmente la Asamblea Legislativa en mi país.

Como ven, gracias a Dios, no todo son babeles y eso, no solo es necesario destacarlo sino agradecérselo al Señor.

Valeria, Alina, Leo y Susana
Como agradecí haber conocido en Guadalajara a los tres sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, el padre Fryar, el padre Romo y su Superior General, el padre John Berg, cuya labor en ese país ha dado frutos que ni sospechaba como es el apostolado con los taxistas del padre Romo pero sobre todo, porque llamó mucho mi atención, la fraternidad que existe dentro y entre las familias que asisten a misa tradicional en las que hay muchos jóvenes tanto hombres como mujeres, niños y niñas, estudiantes y profesionales y todos involucrados en algún aspecto de las actividades de la Fraternidad Sacerdotal como serían los cursos de formación en la fe pero también el acolitado que realizan muchos de los varones o de las labores que realizan las mujeres en el cuidado de los ornamentos y en la decoración del templo.

Ismael, Salvador, Roberto e Ismael
Luego de la misa solemne en la Catedral del Guadalajara conocí a varios de ellos en un pequeño evento que improvisaron en la casa de los padres pero también a otros los conocí el domingo siguiente tras la misa de mediodía.

Con varios me mantengo en contacto y de otros estoy esperando que tengan un momentito para revisar su correo, pero de todos, absolutamente todos pero -sobre todo- viendo que no han perdido su capacidad para de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos es que he regresado de México con el corazón henchido y más fuerte.

Familia Loreto-Castañeda
Claro, y como aquella noche del viernes, lo natural era que nos tomáramos fotografías es que les he prometido subirlas al blog en una entrada; de tal manera que, vean aquí, a unos que lejos de Babel viven en Guadalajara y asisten a misa en el Templo del Pilar.

Faltó de fotografiar ese día a Issac, al Dr. Francisco, a Javier y Fabiola, a Rossina así como Ailen, el seminarista, a los tres sacerdotes, pero también faltó la encantadora familia de la señora Mariana quien tan gentilmente nos invitó a su casa a comer para probar el famoso mole poblano del que todavía conservo su sabrocito gusto a chocolate; la familia de Edgar Fernández así como la de los Fenke, pero bien, otra vez será.

El caso es que fue para mi una gran alegría poder agradecer a Dios por su existencia.

Los miembros de la familia Bañales Becerra: Vicente, Carmen, María de Jesús y Àngel
Los miembros de la familia Loreto-Castañeda: Pedro, Arantza, Deah madre y Deah hija, María y Pedro chico.

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