31 de octubre de 2011

Ya el Señor se las arreglará

No se qué me dieron a comer de niña que nunca hago nada como todo el mundo.

Y no es que elegir hacer las cosas a mi manera sea un acto de rebeldía, es que -sencillamente- nunca me he sentido comprometida con las convenciones sociales más allá de lo que son las buenas costumbres, como sería saludar y despedirme, dar las gracias y pedir las cosas por favor. Y a veces ni eso, porque –por ejemplo- la cuestión de besar para saludar o despedirse tampoco es que recuerde seguido que se acostumbra por lo que muchas veces me consideran grosera por no hacerlo.

Si bien elijo mi indumentaria con cuidado nunca he seguido el grito de la moda, tan solo la elijo por lo que considero “el buen gusto” el cual es en realidad “mi buen gusto” en el que confío, pero al lado de eso también por la comodidad y la sencillez.

En cuanto a eventos sociales y religiosos ando por el estilo. A los funerales voy solo si verdaderamente se que los deudos podrían estar necesitando de mi presencia y a las bodas únicamente si no puedo encontrar excusa para no asistir tal como a la boda de mi hermano. Ni que se diga de cumpleaños, aniversarios de boda y graduaciones. 

Lo mismo con el Día de Difuntos. A mi madre nunca le he llevado flores ese día y no creo que llegue a hacerlo porque no soy de andar entre multitudes, pero además, porque para mi ese día no es para celebrar a los muertos sino para celebrar a los vivos, por lo que asistir a misa lo encuentro mucho más acorde con lo que creo y pienso sobre esa celebración.

El caso es que nunca hago las cosas como se espera por lo que provoco no poco desconcierto, por ejemplo, los cibernautas esperan una blogera que en su blog le guste discutir y no me gusta. Otros esperan que amando la misa según la forma extraordinaria tome partido por unos en contra de los otros y eso no lo voy a hacer. Otros, más indiscretos, cuando saben que estoy soltera esperan que piense en el matrimonio, en lo que nunca pienso.

Estoy poco familiarizada con convencionalismos y muchos de los que conozco no me quitan el sueño por lo que probablemente sería una Sor Berzosa que se le echaría a los brazos al Santo Padre. 

Por ser como soy, y eso que muchas veces hago descomunales esfuerzos por tener presente lo que los demás esperan, no lo consigo y por lo mismo también desencajo de tal forma que algunos olvidan invitarme a ciertos eventos o sencillamente omiten saludarme cuando estoy ahí. 

Y no es que me enorgullezca, porque en cierto sentido es falta de atención a la realidad, por lo cual también falto muchas veces a la caridad. 

Pero el caso es que así soy y si Dios tiene compasión de mi, algún día llegaré a mejorar aunque en ciertos aspectos –como dije- no es algo que me desvele.

Esto lo traigo a colación no más porque pasado mañana es Día de Todos los Santos por lo que cuando pienso en ellos también pienso en mí y en cómo es que el Señor se las arreglará para abrirle un campito en el cielo a esta mujer que nunca hace nada como todo el mundo.

Ya el Señor se las arreglará, por el momento tengo suficiente lío atendiendo sus asuntos. Ya se encargará.


(Vaya, ahora que lo pienso, esta es una forma extraña de celebrar el Día de Todos los Santos)

30 de octubre de 2011

"Hoy es un día triste"

Le dije al padre de Diana que me identificaba plenamente con ella. Son, definitivamente, días tristes aquellos en los que se te pierde alguien o algo que aprecias. 

Yo pierdo algo casi todos los días, pierdo el tiempo, pierdo amigos, pierdo enemigos, pierdo soberbia, algo de vanidad, mi paraguas y también mis calcetines… La vida de un cristiano, en definitiva, es una vida de días tristes. 

Qué sería de nosotros sin esos días tristes, sin esas grandes o pequeñas pérdidas? Acaso seríamos capaces de reconocer a Cristo? Advertir cuánto lo necesitamos? 

Pues no. Sin los días tristes eso no sería posible. 

Muchas pérdidas sucesivas he ido recogiendo de mis días en el pasado reciente. Un buen porcentaje de ellas recogidas de mi actividad en torno a la Liturgia y es que bien nos lo decía la semana pasada un buen sacerdote que conocimos: - “El camino de atender al Santo Padre en cuanto a la misa según la forma extraordinaria es un camino de discernimiento, porque si decides tomar partido por la Iglesia y por el Papa, sufrirás grandes pérdidas” 

Lo cual es cierto, las pérdidas las he sufrido, varios días tristes tengo en mi haber.

Y pensar que todo esto no es más que la expresión del problema del mal. 

Diana tiene razón, los días son tristes cuando se te pierde un calcetín de Hello Kitty.

Y es que no existe forma de darle sentido al dolor de esa pérdida como no sea yendo hasta el fondo del problema del mal; hasta ese lugar inhóspito, donde la razón al lado de la fe obligan a reconocer la certeza de que todas esas pérdidas son, en realidad, la mayor de las ganancias. 

Con esta certeza es posible para un cristiano dormir plácidamente, a pesar de llevar un solo calcetín, acurrucado en los brazos del Amor y arropado por la Esperanza tal como Diana en los brazos de su papá.

28 de octubre de 2011

Arrancó el V Congreso Internacional Pro Vida en San José

Anímadisima vengo a participarles que ha arrancado el V Congreso Internacional Pro Vida en la capital de mi país la cual se ha vestido de gala con la presencia de variedad de expertos y una numerosa audiencia quienes nos dimos cita en el auditorio de la Universidad Latina en San Pedro de Montes de Oca. 

Este viernes 28 de octubre ha sido la inauguración y tras las palabras de los organizadores dio inicio el primer bloque temático antropológico-filosófico en el cual intervino el Dr. Thomas Hilgers destacado médico e investigador especializado en la NaProTecnología, la filósofa Dra. Paola del Bosco, Monseñor Ignacio Carrasco de Paula, presidente de la Academia Pontifica para la Vida y el Lic. Alejandro Bermúdez, periodista y Director de ACIPrensa.

El sábado continuaremos por la mañana con el bloque médico-científico y por la tarde con el social-relacional entre cuyos exponentes estarán el Dr. Alejandro Leal, el Lic. Adolfo Castañeda y el Lic. Jorge Scala, entre otros. 

Concluirá el domingo con el bloque legal-testimonial en cual harán sus intervenciones abogados y miembros de C-FAM como es su presidente el Lic. Terrence McKeegan.

Esperamos estar en capacidad de seguir informándoles más tendrán la posibilidad de seguirlo por ustream haciendo click en el siguiente enlace:

V Congreso Internacional Pro Vida San José, Costa Rica

26 de octubre de 2011

78 recuerdos por minuto (o del amor de un nieto por su abuelo)

Mi padre desde joven fue hombre de radio.

Entre otras cosas, realizó labores tanto como locutor, como productor y escritor de guiones para radio-teatro en Chile y para España ganó un premio de la RTVE con un guión sobre la Vida y obra de Gustavo Adolfo Bécquer.

Pasó sus últimos años antes de pensionase como director por más de una década de la Radio Universidad de Costa Rica. 

Uno de los programas que se han podido rescatar han sido los de la serie que tituló 78 RPM (Setenta y ocho recuerdos por minuto) cuyo formato incluye narración y música. 

A sus ochenta y cinco años no son pocos quienes lo recuerdan y extrañan sus programas por lo que su nieto, mi sobrino José Daniel Tasies, mejor conocido como Jota Tasies, le ha diseñado una página para subir a la web esos programas con los cuales tanto hemos disfrutado.

Pensé que podría interesarles, sobre todo a aquellos de ustedes amantes de la música, ya que la recopilación que de ella hace así como lo ameno de su locución y la información que contienen hacen de sus programas pequeñas joyas de la radio difusión de todos los tiempos, pero además, porque me parece que del gran amor del nieto por su abuelo, querrían dar una probadita. 

Mal no nos hace gozar un poco de lo que provoca la longeva y productiva vida de un abuelo en su nieto. Nada mal nos hace, sobre todo si es solo una probadita de un gran amor. 

Les dejo aquí el enlace.

José Tasies con su programa 78 RPM

A Pablo le bastó la fe

De ser “irremediablemente modernista” me ha acusado recientemente un estimado amigo afiliado a la FSSPX y yo, pues, como en verdad le tengo en gran estima, me le reí en la cara y, porque confía en el cariño que le tengo, a la vez rió. 

Por “modernista” asumo que quiso decir “católica"; claro, a menos que sea que me haya venido perdiendo de algo. Más bien creo que, desde su punto de vista, por ahí va la cosa; pero, en fin, que un afiliado a la Fraternidad ría conmigo a la vez que me acusa de modernista, pues que, desde mi punto de vista, es un verdadero halago.

Por qué? Pues porque tengo muchas razones para ser modernista, entre otras, que le veo lo bueno que tiene a nivel teológico el Concilio Vaticano II, tal y como me imagino se lo ve el Papa.

Aparte de esto y como además soy una mujer sencilla, también le veo lo bueno que tiene el encuentro de Asís el cual se me presenta como el espacio obligado y necesario que servirá para corregir malas interpretaciones así como sanar heridas, pero sobre todo, y como lo ha establecido el Santo Padre, para situar a Cristo en el lugar que le corresponde. 

Más que una amenaza a la Iglesia (o la Fraternidad) lo veo como una oferta de paz descomunal. Pero claro, eso soy yo, que soy persona poco ilustrada. 

Y como persona de pocas luces, será por lo que he sonreído con ternura al haber leído una noticia en la cual el distrito italiano de la Fraternidad llama a una jornada de ayuno y oración en reparación por Asís en el que oculto he podido ver no solo las graves heridas que provocó en ellos hace ya ¡veinticinco años!, la corrección que piden al cielo para quienes lo promueven pero, además, rogando por la paz en términos diferentes de Roma ya que muy probablemente Roma con sus Asís es la causa de todos los males. 

Amigos queridos, seré irremediablemente modernista, pero sigo siendo católica por lo que jamás se me hubiese ocurrido llamar a una jornada de oración en estos términos. Claro, a menos que me hubiese hecho a mi misma una zancadilla en el obligado proceso de reconciliación con mi pasado.

Bien, reconozco que soy poco ilustrada y además una mujer sencilla (valga la redundancia), pero si para buscarle sentido a Asís me remitiera únicamente a lo que hizo Pablo en el aerópago no veo yo por qué razón habría que censurar a los Pablos de nuestros días, mucho menos si lo que pretenden es corregir errores, sanar viejas heridas y llamar a conversión estableciendo a Cristo como único origen de una paz posible. Claro, a menos que sea que haya elegido solazarme en pesares que me tuvieran nublado el entendimiento.

Pues bien, como está visto, a Pablo le bastó la fe. Podría ser que a ustedes les bastara la suya para eventualmente llegar a comprender a Asís? 

Y, de pasó, confiar en el Plan de Salvación que tiene sustento en Aquél que se vió obligado a tirar al terco de Pablo del caballo. Lo recuerdan?

(Nótese que con el humor establezco que no busco causar polémica sino llamar la atención sobre cuestiones obvias que parece para algunos pasan desapercibidas)

24 de octubre de 2011

"Por aquí anda Dios..."

Muchos coincidimos en que la infancia fue la mejor época de nuestras vidas. 

Ya de viejos, no importan tanto las carencias afectivas o materiales que debimos superar, sino conservar intactos los recuerdos y recuperar todo aquello que hizo posible que dentro de la adversidad fuéramos felices.

Los que a cierta edad nos hayamos encontrado con la opción de mirar nuestra infancia con los mismos ojos que la mirábamos de niños le estamos agradecidos a Dios y a la vida. 

Me parece muy difícil que alguien que llegue a mirar su vida con esos ojos sea una persona triste, amargada o malagradecida, sencillamente, no lo concibo; por tal motivo, desearía que todos pudieran o quisieran hacerlo porque es de gran provecho.

Yo, por ejemplo, de mirarme así he descubierto potencial que había olvidado tenía: capacidad de amar, voluntad, la paciencia que con el tiempo fui perdiendo, lo mismo que la tolerancia y facilidad para perdonar así como muchas otras cosas que me doy cuenta ahora puedo recuperar con ayuda de Dios y con voluntad. 

Me ha salvado que con los años no he perdido capacidad de asombro y que todo, absolutamente todo, me resulta interesante y esto ha sido desde que -por aquel tiempo- me encontré con el Señor. 

Y qué es encontrarse con El sino dar dentro de uno mismo con su persona y en El con todos nuestros más profundos anhelos de humanidad? Pues eso, justamente.

Porque, de cuándo acá, tendríamos que haber llegado a la vida conmovidos, insaciables, con esta sensación perenne de saberse incompleto para que todo eso no llegara a servirnos más que para entristecernos? Que no, que no tiene sentido. Tiene sentido, eso si, reconocer desde lo profundo de esa tristeza que todavía podemos mirar con esos ojos con los que nos percatamos que  “por aquí anda Dios". 

Pues eso, que de la infancia al mirarla con nuestros ojos de niño, podemos recuperar la pureza de todo a lo que hemos sido llamados, de todo aquello a lo que nuestra naturaleza tiende y a lo que nos impele la impronta divina. 

De ahí que, quizá, me siguen endulzando el alma las canciones de mi infancia. Porque hasta eso, una canción, un viejo libro de poemas, un juguete olvidado, un dibujito, una estampa o vieja fotografía pueden devolvernos la memoria de nuestros días con lo que se nos entrega el don de recuperar esa mirada de niño hacia del don de la vida.

Pues eso, que fue una las canciones preferidas de mi infancia la que me trajo hasta aquí para recodarles que seguimos siendo esas personas con capacidad de mirarlo todo con interés pero también para mirarnos de ese modo.

Para que recordemos juntos que “por aquí anda Dios


20 de octubre de 2011

¡Ay, Diumiu!

Hace días los traigo en ayuno de mis post coloridos y ya que torrenciales aguaceros y amenazadoras nubes nos han tenido por estas tierras sumergidos en once días de oscuridad y calamidades, ahora –que parece volveremos a ver el sol- y nos disponemos a tomarle una foto para no olvidar cómo se ve, qué mejor que reemprender la vida entusiasmados?

Como habrán notado, he titulado el post con una expresión que, ojalá pudieran escuchar ya que -regularmente- dicha por las mujeres suena divertidísima porque la decimos con la intención de que suene a mimo y arrobamiento. 

Las primeras veces que la escuché creo que fue de labios de mi hermana en aquellas ocasiones en que se le desborda el corazón de la ternura al ver a sus hijos pequeños logrando con esmero alguna pequeña torpeza, como sería la de armar un rompecabezas chillando y rabiando porque no lo conseguían o al presenciar la muerte súbita de un plato mientras se arriesgaba a ser lavado por sus pequeñas e inexpertas manos.

Como queda claro, esta expresión nos sale espontáneamente cuando el corazón y el cerebro ya no dan más. Es una expresión llena de compasión, admiración, respeto, amor, ternura con la cual expresamos la conmoción que tanta belleza nos produce. 

El caso es que la recordé un día de estos cuando iba en la carretera y miré a una joven que se destacaba del resto ya que iba caminando con su traje de oficina muy elegante y distinguida, su pelo arreglado primorosamente y extrañamente parecida a Yorleni o Neni, como cariñosamente la llamamos, aquella jovencita que mientras estudiaba vivió en casa de mi hermana ayudándole como niñera de sus hijos. 

En alguna ocasión les he hablado de ella y de lo admirable que ha sido su vida debido a cómo ha sabido conducirla ya que siendo hija de un jardinero y una ayudante doméstica, mediante un descomunal esfuerzo (ya que es madre soltera) ha criado a su hija, estudiado y trabajado pero además ganado en las Olimpiadas de Contabilidad una beca completa con la que pudo ingresar a la Universidad. 

A Neni la veía de seguido pero hace meses que no la veo, este año –por ejemplo- me encontré con ella de casualidad una mañana de su día libre en que salió a trotar. Estuvimos conversando alegremente mientras continuaba trotando para no enfriarse, pero nada más. Ese ha sido nuestro único encuentro en lo que va del año y el único en aproximadamente dos. Con esto, quede claro que casi nunca la veo. 

Pues bien, iba por la carretera y me llamó la atención esa joven linda y elegante, caminando de prisa al lado de la carretera y tan extrañamente parecida a Neni. 

Volví por un instante la mirada al frente y para cuando tuve a la joven a mi lado la miré de nuevo y… ¡oops! ¡pero, si es Neni! ¡Ay, Diumiu!, pensé, mientras con una sonrisa enorme, batía mi mano saludándola mientras ella me correspondía. 

¡Quién sabe ahora dentro de cuánto la volveré a ver!

Bandida muchachita que no deja de sorprenderme.

El Señor, que no deja de regalarnos estas pequeñas alegrías y que, sea como sea, siempre está en nuestra boca y en nuestro corazón.

19 de octubre de 2011

“¿Y cuándo supo usted que su vida iba a cambiar fundamentalmente?”

Un poco ya superada la crisis en nuestro grupo de la que hablé en la entrada anterior me he quedado pensando en que ahora entiendo mejor algunas cosas que creía haber entendido, pero no, ya que el resultado de lo acontecido me corrige.

Tal parece que el ser humano no cambia si no es por don de Dios y la disposición del alma hacia lo que en su generosidad nos ofrece.

De tal cosa aporta pruebas nuestra conducta en el grupo ya que nuestras diferencias surgieron a partir del momento en que no obtuvimos lo que deseábamos o pensábamos merecíamos, así como en el día, la hora y con quién deseábamos alcanzarlo. 

Hubo quienes sobrellevamos la situación sin mayor problema más hubo algunos que no lo consiguieron.

Existen otros agravantes que han de considerarse pero el caso es que, aún tomándolos en cuenta, lo dramático de la crisis obliga preguntarse: ¿qué es lo que en el fondo ha sido lo más grave? Varios asuntos pero el principal y también lo más difícil de detectar ha sido la dificultad -ya descrita en el Génesis- para entregarnos sin reservas en confianza a Dios. 

Pero hemos de entender, la disposición del alma hacia el don que se nos ofrece no es lo más natural, no es natural buscar y hallar la correspondencia entre lo que nos ofrece Cristo y lo que nuestra alma reclama; al contrario, lo más natural es desviarnos de atender al don para actuar a nuestro antojo pero también hacer recaer la responsabilidad de los entuertos que provocamos sobre los demás y las circunstancias. 

El Génesis lo describe perfectamente, así como describe las consecuencias; está comprobado, la desconfianza conduce fácilmente a la ruina a las personas pero también a cualquier agrupación. 

Si, a cualquier agrupación, pero el caso es que el nuestro no es cualquier grupo o se presupone no debería de serlo ya que es un grupo conformado por personas que se llaman a sí mismas “personas de fe”; lo cual tendría que habernos hecho dar la cara a la realidad de modo diferente a la que le hubiese plantado un grupo de futbolistas o de costureras aficionadas. 

La cuestión es esta: para qué sirve la fe si no sirve para que, ante la realidad, digamos quién es Cristo para nosotros? Por ejemplo, de qué les sirve la fe a quienes por desconfianza desobedecen al Papa, a sus Obispos, al Magisterio, a sus párrocos, a sus padres? No les sirve de gran cosa ya que sus vidas no cambian ni cambia nada a su alrededor. Lo que les circunda permanece como detenido en el tiempo, frágilmente cohesionado, confuso, sin alegría pero también sin paz. 

En este sentido es que siempre me ha llamado la atención la confianza de, por ejemplo, Juana de Arco quien -a pesar de los innumerables calificativos despreciables con que la han descrito- prefirió la muerte antes que traicionar su voto de obediencia y fidelidad; o -no nos vayamos tan lejos con tanto drama- miremos el día de hoy a Monseñor Georg Gänswein, cuando al encontrarse en la fila de los cardenales que juraban lealtad al Santo Padre, se le aproximó en su turno declarando: “Padre Santo, Te prometo mi obediencia, mi lealtad y mi aplicación en lo que requieras de mi. Estoy disponible para ti con todas mis fuerzas sin reservas”.

Por la confianza se comprende la obediencia y la fidelidad así como sus contrarios, la confianza en Dios y en lo que nos ofrece su Hijo Jesucristo presente en nuestras vidas, cambia la vida de las personas y de los grupos, por ella cambia la vida y su desenlace, ella lo cambia todo; por tal motivo no es de extrañar que el secretario personal de Benedicto XVI hubiese ofrecido esa respuesta cuando alguien recientemente le preguntó: “¿Y cuándo supo usted que su vida iba a cambiar fundamentalmente?”

15 de octubre de 2011

Mirando a un hombre herido


Hablo de la impresión que causó en mi el día de hoy cuando entrábamos al salón donde nos reuniríamos con Julián de la Morena al mirar la obra de Caravaggio en la que Tomás hunde su dedo en la herida abierta del Resucitado.


Le miré a Tomás con su dedo en aquél costado y sentía ese dedo adentrándose en el mío. 

Estupefacto inclinado sobre aquella herida en el rostro del discípulo se dibujaba el gesto de estar “viendo a un hombre herido”. Sentía, no se bien si que Tomás era mi herida la que miraba o si aquella mirada sobre ese rostro incrédulo pero amado era la mía, la verdad no se bien. 

El caso es que fue una gran impresión que de inmediato me trajo a la memoria la herida de la ruptura de la comunión en un grupo de hermanos. La sufrí doblemente porque me responsabilizan de ella y por partida triple ya que tienen razón. 

Debido a la ofuscación que sufrieron por mi causa, huyeron y no quisieron saber más de mí, de nuestro grupo o del motivo que nos reunió.

Ahora bien, pasa esto, me vi obligada a reconocerlo: hace poco también huí del responsable de un grupo que se comportaba conmigo exactamente de la misma forma que lo he venido haciendo con estas personas. 

Ahí fue donde caí en la cuenta de la gravedad de mi herida, ahí fue cuando se hizo dolorosamente palpable la hondura de la lanza en mi costado. 

Cielos! Pensé, cuán fácil sería poner remedio a esta desventurada circunstancia si estas personas metiesen su dedo en la cavidad abierta en mi costado.

Pero el caso es que no se atrevieron, huyeron de ella, tal cual huí de la herida dramáticamente expuesta de aquél hombre.

Todo el tiempo que sufrí bajo su autoridad y sufría porque era incapaz de reconocer su herida por lo que, ahora me doy cuenta, no era el hombre el que me hacía sufrir, me hacía sufrir en mi incredulidad el rehusarme a mirar su herida.

Dentro del desgarrador dolor de la división de nuestro grupo para mis adentros imploraba retiraran su mirada incrédula y posaran sobre mi la mirada de compasión que necesitaba, más me quedé esperando hasta que me dormí ahogada en llanto.

Cuando desperté recordé a aquél de quien huí y fue cuando me dije: Pero, es que soy incapaz de sentir compasión por ese hombre? 

Claro que soy capaz de compadecerle. Y mucho. Muy capaz de reconocer que su herida tiene el mismo origen y es igualmente dolorosa que la mía y muy capaz de reconocer a la vez que ambas reciben la salud de la mirada de Aquél quien nos ha ofrecido una mirada de compasión.

De quién hablo?

Hablo de la impresión que ha causado en mi ese hombre presente en el Caravaggio, a quien Tomás mete su dedo en la herida de su costado; de ese, al que llaman el Traspasado; de quien, en este momento, no se bien si me mira o lo estoy mirando.


Queridos hermanos, por más que le doy vuelta no puedo dejar de considerar que no es razonable que sean nuestras heridas las que nos dividan cuando ha sido una herida de Amor la que nos ha convocado.

10 de octubre de 2011

¿Estoy haciendo el camino apropiado?

“…don Giussani nos ofrece una triple clave para comprender si estamos haciendo el camino apropiado: que la fe sea una experiencia presente (no el relato de hechos al que luego cada uno añade algo como un pegote), una experiencia juzgada, no una repetición de fórmulas, frases o comentarios; que la fe encuentre la confirmación de su utilidad para la vida en la experiencia presente, en la experiencia misma (si no es así, siempre necesitaremos un suplemento de certeza “que venga de fuera”); que la fe sea capaz de resistir en un mundo en el que todo dice lo contrario”
Julián Carrón, Ejercicios Espirituales 2011

En este sentido habría que preguntar a María sobre lo que el breve anuncio del ángel produjo en ella. Habría que consultar a Juan y a Andrés. Cada uno tendría que preguntarse si está haciendo el camino apropiado.
“Cada uno puede comparar [ ] su experiencia humana y la que nos testimonian estos hombres y mujeres. No para sentirlo como el enésimo reproche por el hecho de no dar la talla –por nuestra tendencia habitual a reducir todo en términos moralistas–, sino para ser conscientes de lo que nos estamos perdiendo. ¡Lo que nos perdemos es esta intensidad, esta vibración!”
Julián Carrón, Ejercicios Espirituales 2011

De esta intensidad, de esa vibración nos habla la vastedad del universo y su belleza por lo que, quién de nosotros, mirando el cielo en una noche estrellada, no se ha preguntado tal como el autor sagrado “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de el, el ser humano para darle poder?”. Quién, tras –incluso- no estar plenamente seguro de la respuesta, no ha entrado al cobijo del hogar renovado?

Habría que prestar atención a lo que verificamos en esa experiencia lo que en mi caso es, mi pequeñez ante el infinito poder de Dios, que confirma y a la vez exalta mi humanidad.

¡Ya quisiera vivir siempre con esta intensidad!, pero, ¿es posible?, pues debería serlo ya que poseeo lo necesario: mi humanidad y a Cristo Resucitado. Y, además, porque tengo infinidad de testigos lo confirman, uno de ellos tan cercano y conocido como el Santo Padre, otro el beato Juan Pablo II pero también don Giussani quien dijo:
«Me había persuadido profundamente de que una fe que no pudiera percibirse y encontrarse en la experiencia presente, que no pudiera verse confirmada por ella, que no pudiera ser útil para responder a sus exigencias, no podía ser una fe en condiciones de resistir en un mundo donde todo, todo, decía y dice lo opuesto a ella»
“Educar es un riesgo”, op. cit., p. 19.

Ahora bien, esta es la pregunta: ¿Es mi fe una experiencia presente, una experiencia que me sirve para juzgarla y que encuentra confirmación en la experiencia misma? 

No estoy segura, tal parece que con frecuencia la fe es algo que me sirve no antes de haber “metido la pata” o haber disfrutado de un momento de alegría o de belleza.

El caso es que si esta fe mia no me sirve para asentir inmediatamente como María o para no salir corriendo ante la Cruz, es que esta fe mia, aunque la llamo fe, más parece un pegote.

Es por esta razón que estoy determinada a comprender qué es lo que Cristo y sus testigos han querido decir cuando -con la intensidad de sus vidas- han demostrado que es posible vivir así.

9 de octubre de 2011

El camino trazado por el carpintero

Hace un par de días un universitario católico confesó públicamente estar en mi contra por ser yo persona “poco instruida”; para mis adentros dije “Vaya, eso mismo le dijeron hace dos mil años a un joven carpintero”. 

Hoy, luego de leer la entrada de Luis Fernando Pérez sobre la monja Forcades leí las notas biográficas de la beata Anna María Janer a quien nunca había escuchado mencionar y fue cuando recordé la respuesta del joven la cual provocó que notara la tan diferente instrucción que han recibido estas dos mujeres.

La beata Janner sin mayor instrucción fue ordenada como Hermana de la Caridad dedicando su vida a los más necesitados: enfermos, ancianos, los niños con sus familias y todos ellos pobres. Tuvo bajo su responsabilidad un hospital pero luego debió por obediencia pasar a segundo plano lo cual –según cuentan sus biógrafos- llevó con toda sencillez y humildad. Más tarde, cuando a sus ochenta años fue restituida como fundadora lo hizo la mar de bien y tras ver su labor cumplida, sencillamente pasó a servir a sus hermanas del convento. 

La monja Forcades ha recibido una exquisita instrucción: es médico y teólogo. Desde este lado del charco veo que quienes se interesan por su actividad no solo la alaban por su teología “combativa” si no por no guardarse nada de lo que piensa sobre el Magisterio de la Iglesia pero además la califican de “guapa y delgada”, enaltecen sus expresiones y gestos así como la capacidad para seducir a su audiencia. Su editor ha dicho de su libro que es “un placer humano y espiritual”, así las cosas, me llamó la atención que además destacan de su teología “a un Dios que está más allá del sexo y del género".

Ahora bien, con sus vidas estas dos mujeres me presentan dos caminos que no voy a comparar porque sería no solo despreciar la libertad de ambas sino la misteriosa actuación de la Gracia. 

Mas son dos caminos, eso nadie lo puede negar, que con lo único que podrían en justicia ser comparados es con el camino trazado por aquél carpintero de hace dos mil años.

No hace falta que agregue nada más, verdad?

¡Feliz domingo!

PD. Ah, claro, faltaba un último detalle y es que, si hay cosas que las dijeron al carpintero, yo quiero y así espero, que me las digan también.










Se que no faltará quien llegue a decir que estoy haciendo defensa de la poca instrucción que hoy en día recibimos todavía las mujeres, pero ese no es el caso por lo que -si piensan decir algo al respecto- mejor se reservan sus comentarios. Gracias,

8 de octubre de 2011

Se que moriré

“Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo –todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso –todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para que no sigan a su corazón” Steve Jobs

Recordar que moriré lo vengo haciendo desde el parto.

Algunos, al saber que casi muero al nacer, me han dicho que esta es la razón por la cual soy asmática, lo explican como una reacción psicosomática a la falta de oxígeno y con esta historia es que justifican también casi todos mis defectos. 

Es que no han visto ustedes con cuánta soltura le embejucan a uno sus conclusiones acerca de nuestras personas próximos y extraños?. Vaya que si, lo hacen de manera eficiente y efectiva. Vaya que si!.

Pero bien, no es para quejarme de la debilidad humana a lo que he venido. He venido a recordar que moriré. 

No se si en realidad será éste un tema edificante, pero igual lo traigo, no solo como homenaje a Steve Jobs a quien no conocí sino hasta el día de su muerte, sino que en su vida y en su muerte, en homenaje a la mía. 

Se que moriré y esto lo supe cuando venía en mi auto manejando por la autopista. Lo supe y fue como un guapirolazo, es decir, tal como un golpe fuerte que, por lo regular, se recibe inesperadamente.

Iba conduciendo y súbitamente supe que así sería. Ooops! Fue como si me quitaran el piso de repente. Me sobresalté y me dije: - “Mejor reduzco la velocidad”. Por supuesto, cuando lo pensé de seguido me escuché diciendo: - “Vaya!”, y reí, “como si con hacerlo pudiera evitar o atrasar el momento”. Y reí todavía más.

Claro, moriremos todos, pero supe -por lo que duró un instante- que mi muerte llegaría, no de forma inminente pero supe que es un hecho real e irreversible.

Mentiría si les dijera que no me preocupé al verme teniendo este tipo de pensamientos, también les mentiría si les dijera que no tuve miedo.

Al final, así como abruptamente llegaron estos inauditos pensamientos así se fueron y ahí fue cuando noté la deliciosa caricia del verano sobre mi rostro, el cielo azul, el silencio de la carretera.

Al virar más adelante me quedaron de frente uno al lado del otro dos hermosos y enormes árboles colmados de flores. “Llama del bosque” me parece que les llaman. Uno colmado de flores color rojo/naranja y el otro de flores moradas. 

Pasé a hacer una diligencia al supermercado y regresé a la autopista, luego de algunos minutos en silencio recordé que había tenido la certeza de mi muerte y fue cuando supe que, como los árboles floreados que inesperadamente aparecieron en mi camino, la certeza de mi muerte había sido un don.

Recordar que moriré lo vengo haciendo desde el parto. 

Por eso no se extrañen que viva sin los efectos que sufre quien sabe que tiene algo que perder, como –por ejemplo- de alguien que no se atrevería a poner un chiste al final de un tema tan serio como la muerte. 

Salud!


6 de octubre de 2011

¡Mientras tanto el que sufre es Cristo!

Será que yo todavía no me lo creo el estar liderando un grupo pro-misa tradicional en mi país o será quizá que, sencillamente, no lo estoy viviendo en la dimensión de madurez que debería pero es que para mí, todo este bochinche con los lefebvristas me parece una completa niñería de principio a fin.

Fíjense nada más este insignificante ejemplo. Se adhiere al grupo de la misa en facebook una joven haciendo dos cosas: por un lado, colocando un cuestionario astutamente formulado para indagar cómo pensamos y por otro, subiendo aquella fotografía que sigue provocando polémica en la que el padre Pío besa la mano de Mons. Lefebvre con la siguiente leyenda: “Curiosidades: foto de Lefebvre y Padre Pio. El obispo fue a pedirle la bendición y Padre Pio le dijo que no era digno de bendecir a un Obispo, le besó el anillo y le pidió que más bien le diera la bendición a él”.

Claro, afortunadamente, tengo a mi amiga Lorca en ese grupo quien le responde: “Padre Pío, imagen de obediencia a la jerarquía! común en los santos!”

Pues más claro creo que no pudo habérselo dicho pero por si acaso lo rematé diciendo: “La obediencia común en los santos que querríamos ahora ver en los seguidores de Monseñor Lefebvre”.

Porque claro, que padre Pío le bese la mano a Mons. Lefebvre es para estos jóvenes afines al lefebvrismo casi como si por tal cosa merecería elevarlo a los altares. 

Más que tristeza es una severa e intensa decepción la que se sufre cuando arguyen de esta forma, que la sufre uno tanto cuando se escucha estas cosas de parte de sus más fervientes intelectuales como cuando le llegan, como en este caso, de los más jóvenes filo-lefebvristas. 

Yo, la verdad no se si creérmelo o no, me explico: me creo que estoy junto a José Pablo liderando un grupo pro-misa tradicional, lo que no consigo creerme es que desde semejantes niñerías y habiendo pasado tantos años alejados pueda llegarles a ser tan fácil el camino de regreso a casa. 

El caso es que mientras no regresen quienes promovemos la tradición litúrgica de la Iglesia nos mantenemos en una situación incomodísima y por de más absurda e innecesaria: por un lado siendo juzgados como sospechosos de ser lefebvristas y por el otro, siendo por los mismos lefebvristas duramente juzgados por no acceder a ponernos de su lado. 

Y mientras tanto, la que sufre es la misa, el que sufre es Cristo.

¡Mientras tanto el que sufre es Cristo!

¡Caray!

4 de octubre de 2011

Al igual que yo sin el salbutamol

En una de mis últimas citas con el médico (y conociendo ahí que es asmático como yo) le comenté sobre lo agradecida que estoy porque existan los inhaladores de salbutamol ya que sin ellos probablemente hubiera muerto joven. 

Aparentemente el médico jamás lo había considerado de esa forma ya que me miró con los ojos cuadrados confirmando con su respuesta mi afirmación.

Por lo regular, son cosas muy pequeñas las que nos sostienen, tan chiquitas que las damos por un hecho; tal es el caso del inhalador o como cuando un desconocido advierte que vas caminando por un barrio inseguro y te acompaña hasta que te pone a salvo u otro que se incomoda en la carretera para que puedas salir en reversa sin mayor contratiempo. 

De la vida de cada día podrías recoger cantidad de gestos que provocarían que llegaras a la noche reconociéndote entrañablemente amado, tanto como -si de la nada- un desconocido se hubiese puesto a correr la maratón contigo. 

Debido a que desde niña he venido observando estos detalles es por lo que me interesa que muchos y cada vez más los noten, para que puedan corresponder con la misma o mayor gratitud que ofrezco -por ejemplo- a tantos de mis amigos que me han llegado a querer sin poner reparo a lo insufrible de mi temperamento.

Porque es verdad, ninguno (solo por sentido común) merecería que nadie se fijara en nuestra persona, somos (en términos generales) unos verdaderos adefesios colmados de miserias, sin embargo, otros seres humanos llegan a amarnos hasta sin que nos enteremos. 

Esta es una de las razones por las que muchas veces siento que se me resquebraja el corazón cuando veo a tantos quienes, igual o más distraídos que yo, transcurren por su vida sin advertir los infinitos detalles dejados como evidencia a su alrededor.

Se me parte el corazón cuando descubro que no he llegado a advertirlos en su momento y es que esto (si te sucede seguido o te ha venido sucediendo de toda la vida) esto -por experiencia- se que endurece el corazón, lo pone duro, durísimo, como de piedra.

Y es que, date cuenta, tú no quieres un corazón impenetrable, lo que quieres (y siempre has anhelado) es sencillamente amar y ser amado.

Pues nada, que lo eres. 

Lo eres y bien se que por esa razón (al igual que yo sin el salbutamol) no hubieses sobrevivido hasta el día de hoy. 

Bien que lo se porque desde niña he notado que Alguien me sostiene y llevará hasta la meta ya que viene corriendo la maratón conmigo. 

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