20 de octubre de 2011

¡Ay, Diumiu!

Hace días los traigo en ayuno de mis post coloridos y ya que torrenciales aguaceros y amenazadoras nubes nos han tenido por estas tierras sumergidos en once días de oscuridad y calamidades, ahora –que parece volveremos a ver el sol- y nos disponemos a tomarle una foto para no olvidar cómo se ve, qué mejor que reemprender la vida entusiasmados?

Como habrán notado, he titulado el post con una expresión que, ojalá pudieran escuchar ya que -regularmente- dicha por las mujeres suena divertidísima porque la decimos con la intención de que suene a mimo y arrobamiento. 

Las primeras veces que la escuché creo que fue de labios de mi hermana en aquellas ocasiones en que se le desborda el corazón de la ternura al ver a sus hijos pequeños logrando con esmero alguna pequeña torpeza, como sería la de armar un rompecabezas chillando y rabiando porque no lo conseguían o al presenciar la muerte súbita de un plato mientras se arriesgaba a ser lavado por sus pequeñas e inexpertas manos.

Como queda claro, esta expresión nos sale espontáneamente cuando el corazón y el cerebro ya no dan más. Es una expresión llena de compasión, admiración, respeto, amor, ternura con la cual expresamos la conmoción que tanta belleza nos produce. 

El caso es que la recordé un día de estos cuando iba en la carretera y miré a una joven que se destacaba del resto ya que iba caminando con su traje de oficina muy elegante y distinguida, su pelo arreglado primorosamente y extrañamente parecida a Yorleni o Neni, como cariñosamente la llamamos, aquella jovencita que mientras estudiaba vivió en casa de mi hermana ayudándole como niñera de sus hijos. 

En alguna ocasión les he hablado de ella y de lo admirable que ha sido su vida debido a cómo ha sabido conducirla ya que siendo hija de un jardinero y una ayudante doméstica, mediante un descomunal esfuerzo (ya que es madre soltera) ha criado a su hija, estudiado y trabajado pero además ganado en las Olimpiadas de Contabilidad una beca completa con la que pudo ingresar a la Universidad. 

A Neni la veía de seguido pero hace meses que no la veo, este año –por ejemplo- me encontré con ella de casualidad una mañana de su día libre en que salió a trotar. Estuvimos conversando alegremente mientras continuaba trotando para no enfriarse, pero nada más. Ese ha sido nuestro único encuentro en lo que va del año y el único en aproximadamente dos. Con esto, quede claro que casi nunca la veo. 

Pues bien, iba por la carretera y me llamó la atención esa joven linda y elegante, caminando de prisa al lado de la carretera y tan extrañamente parecida a Neni. 

Volví por un instante la mirada al frente y para cuando tuve a la joven a mi lado la miré de nuevo y… ¡oops! ¡pero, si es Neni! ¡Ay, Diumiu!, pensé, mientras con una sonrisa enorme, batía mi mano saludándola mientras ella me correspondía. 

¡Quién sabe ahora dentro de cuánto la volveré a ver!

Bandida muchachita que no deja de sorprenderme.

El Señor, que no deja de regalarnos estas pequeñas alegrías y que, sea como sea, siempre está en nuestra boca y en nuestro corazón.

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