6 de octubre de 2011

¡Mientras tanto el que sufre es Cristo!

Será que yo todavía no me lo creo el estar liderando un grupo pro-misa tradicional en mi país o será quizá que, sencillamente, no lo estoy viviendo en la dimensión de madurez que debería pero es que para mí, todo este bochinche con los lefebvristas me parece una completa niñería de principio a fin.

Fíjense nada más este insignificante ejemplo. Se adhiere al grupo de la misa en facebook una joven haciendo dos cosas: por un lado, colocando un cuestionario astutamente formulado para indagar cómo pensamos y por otro, subiendo aquella fotografía que sigue provocando polémica en la que el padre Pío besa la mano de Mons. Lefebvre con la siguiente leyenda: “Curiosidades: foto de Lefebvre y Padre Pio. El obispo fue a pedirle la bendición y Padre Pio le dijo que no era digno de bendecir a un Obispo, le besó el anillo y le pidió que más bien le diera la bendición a él”.

Claro, afortunadamente, tengo a mi amiga Lorca en ese grupo quien le responde: “Padre Pío, imagen de obediencia a la jerarquía! común en los santos!”

Pues más claro creo que no pudo habérselo dicho pero por si acaso lo rematé diciendo: “La obediencia común en los santos que querríamos ahora ver en los seguidores de Monseñor Lefebvre”.

Porque claro, que padre Pío le bese la mano a Mons. Lefebvre es para estos jóvenes afines al lefebvrismo casi como si por tal cosa merecería elevarlo a los altares. 

Más que tristeza es una severa e intensa decepción la que se sufre cuando arguyen de esta forma, que la sufre uno tanto cuando se escucha estas cosas de parte de sus más fervientes intelectuales como cuando le llegan, como en este caso, de los más jóvenes filo-lefebvristas. 

Yo, la verdad no se si creérmelo o no, me explico: me creo que estoy junto a José Pablo liderando un grupo pro-misa tradicional, lo que no consigo creerme es que desde semejantes niñerías y habiendo pasado tantos años alejados pueda llegarles a ser tan fácil el camino de regreso a casa. 

El caso es que mientras no regresen quienes promovemos la tradición litúrgica de la Iglesia nos mantenemos en una situación incomodísima y por de más absurda e innecesaria: por un lado siendo juzgados como sospechosos de ser lefebvristas y por el otro, siendo por los mismos lefebvristas duramente juzgados por no acceder a ponernos de su lado. 

Y mientras tanto, la que sufre es la misa, el que sufre es Cristo.

¡Mientras tanto el que sufre es Cristo!

¡Caray!

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