No se qué me dieron a comer de niña que nunca hago nada como todo el mundo.
Y no es que elegir hacer las cosas a mi manera sea un acto de rebeldía, es que -sencillamente- nunca me he sentido comprometida con las convenciones sociales más allá de lo que son las buenas costumbres, como sería saludar y despedirme, dar las gracias y pedir las cosas por favor. Y a veces ni eso, porque –por ejemplo- la cuestión de besar para saludar o despedirse tampoco es que recuerde seguido que se acostumbra por lo que muchas veces me consideran grosera por no hacerlo.
Si bien elijo mi indumentaria con cuidado nunca he seguido el grito de la moda, tan solo la elijo por lo que considero “el buen gusto” el cual es en realidad “mi buen gusto” en el que confío, pero al lado de eso también por la comodidad y la sencillez.
En cuanto a eventos sociales y religiosos ando por el estilo. A los funerales voy solo si verdaderamente se que los deudos podrían estar necesitando de mi presencia y a las bodas únicamente si no puedo encontrar excusa para no asistir tal como a la boda de mi hermano. Ni que se diga de cumpleaños, aniversarios de boda y graduaciones.
Lo mismo con el Día de Difuntos. A mi madre nunca le he llevado flores ese día y no creo que llegue a hacerlo porque no soy de andar entre multitudes, pero además, porque para mi ese día no es para celebrar a los muertos sino para celebrar a los vivos, por lo que asistir a misa lo encuentro mucho más acorde con lo que creo y pienso sobre esa celebración.
El caso es que nunca hago las cosas como se espera por lo que provoco no poco desconcierto, por ejemplo, los cibernautas esperan una blogera que en su blog le guste discutir y no me gusta. Otros esperan que amando la misa según la forma extraordinaria tome partido por unos en contra de los otros y eso no lo voy a hacer. Otros, más indiscretos, cuando saben que estoy soltera esperan que piense en el matrimonio, en lo que nunca pienso.
Estoy poco familiarizada con convencionalismos y muchos de los que conozco no me quitan el sueño por lo que probablemente sería una Sor Berzosa que se le echaría a los brazos al Santo Padre.
Por ser como soy, y eso que muchas veces hago descomunales esfuerzos por tener presente lo que los demás esperan, no lo consigo y por lo mismo también desencajo de tal forma que algunos olvidan invitarme a ciertos eventos o sencillamente omiten saludarme cuando estoy ahí.
Y no es que me enorgullezca, porque en cierto sentido es falta de atención a la realidad, por lo cual también falto muchas veces a la caridad.
Pero el caso es que así soy y si Dios tiene compasión de mi, algún día llegaré a mejorar aunque en ciertos aspectos –como dije- no es algo que me desvele.
Esto lo traigo a colación no más porque pasado mañana es Día de Todos los Santos por lo que cuando pienso en ellos también pienso en mí y en cómo es que el Señor se las arreglará para abrirle un campito en el cielo a esta mujer que nunca hace nada como todo el mundo.
Ya el Señor se las arreglará, por el momento tengo suficiente lío atendiendo sus asuntos. Ya se encargará.
(Vaya, ahora que lo pienso, esta es una forma extraña de celebrar el Día de Todos los Santos)
(Vaya, ahora que lo pienso, esta es una forma extraña de celebrar el Día de Todos los Santos)