9 de octubre de 2011

El camino trazado por el carpintero

Hace un par de días un universitario católico confesó públicamente estar en mi contra por ser yo persona “poco instruida”; para mis adentros dije “Vaya, eso mismo le dijeron hace dos mil años a un joven carpintero”. 

Hoy, luego de leer la entrada de Luis Fernando Pérez sobre la monja Forcades leí las notas biográficas de la beata Anna María Janer a quien nunca había escuchado mencionar y fue cuando recordé la respuesta del joven la cual provocó que notara la tan diferente instrucción que han recibido estas dos mujeres.

La beata Janner sin mayor instrucción fue ordenada como Hermana de la Caridad dedicando su vida a los más necesitados: enfermos, ancianos, los niños con sus familias y todos ellos pobres. Tuvo bajo su responsabilidad un hospital pero luego debió por obediencia pasar a segundo plano lo cual –según cuentan sus biógrafos- llevó con toda sencillez y humildad. Más tarde, cuando a sus ochenta años fue restituida como fundadora lo hizo la mar de bien y tras ver su labor cumplida, sencillamente pasó a servir a sus hermanas del convento. 

La monja Forcades ha recibido una exquisita instrucción: es médico y teólogo. Desde este lado del charco veo que quienes se interesan por su actividad no solo la alaban por su teología “combativa” si no por no guardarse nada de lo que piensa sobre el Magisterio de la Iglesia pero además la califican de “guapa y delgada”, enaltecen sus expresiones y gestos así como la capacidad para seducir a su audiencia. Su editor ha dicho de su libro que es “un placer humano y espiritual”, así las cosas, me llamó la atención que además destacan de su teología “a un Dios que está más allá del sexo y del género".

Ahora bien, con sus vidas estas dos mujeres me presentan dos caminos que no voy a comparar porque sería no solo despreciar la libertad de ambas sino la misteriosa actuación de la Gracia. 

Mas son dos caminos, eso nadie lo puede negar, que con lo único que podrían en justicia ser comparados es con el camino trazado por aquél carpintero de hace dos mil años.

No hace falta que agregue nada más, verdad?

¡Feliz domingo!

PD. Ah, claro, faltaba un último detalle y es que, si hay cosas que las dijeron al carpintero, yo quiero y así espero, que me las digan también.










Se que no faltará quien llegue a decir que estoy haciendo defensa de la poca instrucción que hoy en día recibimos todavía las mujeres, pero ese no es el caso por lo que -si piensan decir algo al respecto- mejor se reservan sus comentarios. Gracias,

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