30 de septiembre de 2011

Territorio extremadamente peligroso

No es que me lo pregunten, pero si, el diablo anda suelto.Yo misma, la otra mañana, debí invocar varias veces la protección de san Miguel arcángel. 

El diablo anda suelto y haciendo estragos tal cual le gusta para que reneguemos de Cristo y nos zambullamos de cabeza en su territorio.

Se agarra de hasta del más mínimo de nuestros defectos y debilidades, del temor sobre todo, dándose el lujo de conducir la libertad del hombre a los más atroces desparpajos.

En su territorio nos movemos inseguros, como exilados, porque en realidad lo estamos por nuestra voluntad.

En su territorio nos regimos por su ley: la desconfianza, por eso –por más católico de misa diaria, por más diestro con la doctrina y la teología que puedas ser- si te reconoces desconfiado, alármate, porque estás pisando territorio extremadamente peligroso.

Últimamente he observado elevadísimos niveles de desconfianza entre nosotros los católicos, tanta que a unos les provoca abrir blogs para desde su soberbia intelectual hacer parodia para ridiculizar aquello que más temen y ante lo que se sienten impotentes, a otros les da por publicar con muchísimo menos talento cuestionamientos y diatribas contra el Papa, otros –desde periodistas, pasando por blogeros y llegando hasta los obispos- más bien se inclinan por arrogarse autoridad que no les corresponde y –entre otras cosas- divulgar contenidos que provocan confusión.

Cielos, pero, es que no nos damos cuenta?

Justo ayer le elaboré a mi padre un booklet para que se preparare para el sacramento de la reconciliación en el cual incluí un examen de conciencia el cual al principio me pareció demencialmente intenso pero que, pensándolo mejor, consideré que sería el examen de conciencia perfecto para realizar –como mi padre- a los 85 años, estando próximo a la muerte o –sencillamente- a diario ya que por lo visto estamos tan abiertamente dispuestos a dejarnos entrar en territorio enemigo.

Sinceramente, no puedo culparnos, porque tampoco me puedo culpar de mis defectos y debilidades, pero ciertamente merecemos todos un buen halón de orejas, tipo apocalíptico. Me doy a entender?

Todavía recuerdo a mi maestra de religión de la cual renegué en algún momento porque no más llegar al aula nos colocaba un afiche del infierno que nos llenaba de espanto. Claro, ahora no nos vendría mal llenarnos de al menos un poquitín de espanto de lo que le hemos permitido al diablo hacer. Nada mal nos vendría.

28 de septiembre de 2011

¡Estar "como las vacas"!

“Desde ayer no dejo de silbarla (refiriéndose a la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart). Todo empezó cuando me topé con unas vacas, que tranquilas iban cruzando y no se ponían de acuerdo” Priscilla Mora
.

Conocí a Priscilla cantando (su voz es de soprano lírica-ligera, según me dice). Más tarde supe que había nacido en San Carlos, un cantón lejano de la capital adonde regresó años después para hacerse cargo de los negocios de su familia al lado de su marido y de sus hijas.

La conocí cantando y llenando el aire de alegría. Yo era una de esas impertinentes que cuando terminaba de cantar le pedía: “Otra, otra, otra” y no importaba si estuviéramos trabajando o sencillamente en nuestra hora del almuerzo ya que ella, sin ningún motivo, muchas veces se ponía a cantar.

Pues hoy me traje a Priscilla al blog porque tan estimada amiga hizo sin saberlo algo espectacular por mí.

Cielos, cuánto tenía yo de no reparar en la relación existente entre las vacas y Mozart? O entre el culantro de nuestros bancales y las pinceladas de Van Gogh? Chorros, chorreros de meses! Pero qué fue lo que me pasó?

Todavía recuerdo que cada despertar y cada cosa que se me aparecía delante me refería a algo extraordinario o maravilloso y ahora no, ahora estoy “como las vacas”.

Ustedes saben? Es un dicho de mi tierra. El “estar como las vacas” significa andar distraído, ido de sí mismo, rumiando plácidamente a la vez que andando pero sin tener claro (y sin que en realidad importe mucho) hacia donde me dirijo, por qué ni para qué. Eso mismo, estoy hecha una vaca.

Pues eso, que a pesar de “estar como las vacas”, tan a gusto en esta rumiadera se me han pasado los meses y no se –además- cuantas cosas maravillosas a las que no alcancé a prestar atención.

En fin, que así se nos va la vida a la mayoría cuando andamos distraídos mirándonos el ombligo o rumiando los tantos sin sabores que da la vida o inciertos sobre el futuro tal como si no existiera Dios.

Priscilla me trajo hoy a la memoria a mi misma. Fue grandioso y fue oportuno –además- ya que tuve la mañana más surrealista de mi vida a la cual no hubiera sobrevivido sino hubiera estado presente en mí (y Tú en mi, Señor)

Dijo Priscilla que al pobre Mozart la composición de la Pequeña Serenata Nocturna le quitó el sueño. Yo le comenté (sabiendo cómo a veces puede estar la cosa) que ha de haber sido porque “por andar como las vacas” no conseguía poner a su ato de acuerdo. Eso de seguro fue. ¡Pobre Mozart trasnochado!

¡De aquí nace el amor del prójimo!

No he venido siendo tan prolífica como en otros períodos porque sencillamente he debido dedicar tiempo al conocimiento de mi misma y claro, ha sido tanta la resequedad que hasta he llegado a pensar que había llegado el día en que dejaría de ser blogera lo cual tampoco tenía mucho sentido ya que no recuerdo un día de mi vida en que no haya tenido la necesidad de expresarme.

Pues bien, así las cosas, hoy no diré mucho, diré algo sencillo pero no por eso menos verdadero. Lo he concluido de un post también sencillo y verdadero que publicó el padre Javier.

“Nada más enfermo que el corazón humano. ¿Quién lo entenderá?” decía Jeremías citado por el padre y ahora por mi. Nada más enfermo que nuestro corazón, pocas cosas son más ciertas y más difíciles de decir.

No he venido siendo tan prolífica como en otros períodos porque he venido teniendo el corazón enfermo, esto es cierto; tan enfermo que debí guardar reposo, todavía estoy convaleciente. 

Me llevó allí la soberbia, pero en buena hora, porque como de una intoxicación ya voy de regreso. Y voy de regreso un poco contenta, la verdad, contenta porque en este período de sosiego el Señor, como un pintor, ha venido cuidadosamente pintando lo suyo en mi alma. No ha terminado aún pero ya los colores empiezan a brillar. Y no es que brillen para otra cosa más que para darme un sutil y delicado consuelo con sus cuidados. No para otra cosa. Sabe el Señor cuán enfermo está mi corazón y sabe cuánto necesita la salud. 

Así es como he llegado a esa conclusión sencilla y verdadera y que se refiere a lo que cita el padre Javier de santa Teresa: “Una vez estaba yo considerando por qué razón nuestro Señor era tan amigo de esta virtud de la humildad y me vino a la mente, a mi parecer sin considerarlo, sino de presto, esto: que es que Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira. Quien más lo entiende agrada más a la suma verdad, porque anda en ella”

Si la humildad es andar en la verdad, la humildad es por tanto salud y la soberbia enfermedad y por ende andar en la mentira. 

Ahora comprendo por qué el humilde es persona razonable y el soberbio no; por qué soy frecuentemente tan poco razonable. 

Con el corazón convaleciente mejor como la santa digo: “Quiera Dios, hermanas, nos haga merced de no salir jamás de este propio conocimiento, amén” (VI M 10,8).

Sobre todo porque “de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos…” (Juan de la Cruz)

Sobre todo, hermanos, porque de aquí nace el amor del prójimo.

24 de septiembre de 2011

A misa con niños V

De 1936 data esta edición que les traigo como un tesoro que hallé en la página de Una Vóce Córdoba. Son las páginas escaneadas de un libro de María Montessori titulado “La Santa Misa vivida por los niños”.
 
Habrán de imaginarse lo que pudo haber sido para padres devotos llevar a sus niños a una misa en latín? Pues claro que pueden imaginárselo: unos cantos nada “populares”, poca o nula participación para los niños, una mentalidad “educativa” de los padres fundada en el castigo… Cielos! Mejor nos detenemos, debe haber sido un verdadero espanto asistir con niños a tales misas. 

Pero bien, María Montessori ni yo lo consideramos de esa forma y ya podrán comprobarlo en estas páginas que alguien tuvo el cariño y la paciencia de escanear para que pudiéramos disfrutarlas y aprender de ellas.

Tal como entonces tienen plena vigencia en nuestros días indiferentemente del rito que celebremos estas palabras de la educadora “No es necesario que el niño sea un sabio para seguir la misa; pero lo es que sea espiritualmente libre”.

Esa libertad gloriosa de los hijos de Dios que se nos ofrece a degustar en la misa que es al fin y al cabo el acontecimiento del Misterio de Cristo.

22 de septiembre de 2011

Un enorme agujero abierto en el cielo gris

Como tantas veces he despertado hoy de madrugada y salí -como otras tantas- a la terraza para ver salir el sol. 

Mi mirada se sintió atraída hacia las montañas del oeste ya que estaban bañadas por una luz maravillosa color naranja preámbulo del amanecer. Luego de disfrutarlas con gratitud y ternura miré hacia el este y descubrí de dónde salía aquella luz.

Salía de un enorme agujero abierto en el cielo gris que dejaba entrar esa luz potente que tenía a las montañas del oeste bañadas en alegría. 

Estuve observando detenidamente el agujero y fue cuando noté que “dentro” se veía el cielo azul y unas ligeras nubes luminosas. 

De inmediato pensé en las palabras de bienvenida del Santo Padre a su llegada a Alemania “he venido para encontrar la gente y hablarles de Dios”. 

Pensé en esta humanidad que gris como las nubes apenas deja pasar a través suyo la luz del sol y cuan providencialmente puesto estuvo ahí ese agujero en el cielo que iluminó la mañana. 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz. 

Benedictus o Cántico de Zacarías (Lc 1, 58-79)

17 de septiembre de 2011

El Amor nos otorga identidad

El padre Juan José Hernández, contacto en facebook, subió este video llamando nuestra atención diciendo: “POR FAVOR, VED este vídeo, VEDLO POR FAVOR. ¡ES IMPRESIONANTE!!!!” Por lo que, adivinen qué? No tuve más remedio que verlo.

Cierto, es impresionante pero más allá de que Emmanuel sea una persona especial me llama la atención lo que dice porque este joven, teniendo una historia suficientemente dura para contar, expresa con su vida un equilibro tal que, antes que explicar algo, lo deja a uno con montones de interrogantes.

Cielos, por qué la audiencia unánimemente (y nosotros) nos descubrimos conmovidos? Qué es lo que de su historia nos deja sin aliento como si estuviéramos presenciando algo sobrenatural, como turulatos, sin saber explicar lo que nos pasa?

Pues eso, porque estamos presenciando algo sobrenatural, inexplicable.

De dónde saca una mujer la fortaleza y todo lo que se necesita para adoptar y cuidar de dos niños especiales con historias como las de estos jóvenes? De dónde ellos han sacado lo necesario para dejar atrás su pasado y perdonar?

Eso es lo que digo yo, que si existen ateos es porque, aunque son muy listos –sencillamente- no saben hacer las preguntas importantes.


Por otro lado, me gustaría que lo notaran: si nos ponemos a pensar, cada uno de nosotros es tan “especial” como Emmanuel porque si bien nuestros cuerpos no están mutilados nuestra vida afectiva y espiritual lo está.

De tal manera que, es claro, cada uno de nosotros –como Emmanuel lo ha expresado en el video- requiere para construir su identidad de una Moira Kelly que lo adopte.

El caso es que el Amor está aquí, presente en nuestra historia, bastaría que nos decidiéramos a reconocerLo para presenciar el milagro.

10 de septiembre de 2011

A misa con niños IV

Hablábamos en la entrada anterior sobre lo que llamé el “ritual familiar de preparación para ir a misa”. 

En cuanto a esto, se me vino a la cabeza la idea de que parte de este ritual podría constituir el que los padres se mantuvieran al tanto de las lecturas del año litúrgico para que luego de haber adquirido una biblia para niños ilustrada y debidamente autorizada escojan en ella la lectura correspondiente al domingo siguiente que leerán a los pequeños algunas noches a lo largo de esa semana. 

Habiéndola leído, por ejemplo el lunes, podrían aprovechar cuando van en el auto a la escuela o donde el dentista para conversar sobre la narración, formular preguntas y responder las de los niños e incluso, llevar a la práctica –si fuera posible- la enseñanza que contiene. O cosa tan sencilla como si, por ejemplo, la lectura tratara de objetos como símbolos destacados y en la ciudad hubiera algunos de ellos, tal como una muralla, una fuente, un pozo, un árbol, etc. llevar a los niños a ese lugar o pasar al frente para recordarles la historia que leyeron. 

Podría ser también que esa lectura los remita a la necesidad de ampliar el conocimiento del arte, de la música, de la geografía, de otros idiomas, etc. por lo que, por qué no incursionar también en estos temas?

O acaso la narración se haya tratado de un guerrero o de una dama y que los chicos cuente con esos disfraces o los puedan improvisar en casa con ropa vieja de papá y mamá, por qué no recrear a manera de juego lo leído?

Recuerdo que de niña mamá me compraba libros ilustrados de vidas de santos o personajes bíblicos, recuerdo especialmente la historia de Noé, pero también aquella de las murallas de Jericó, el caso de los dos hermanos compitiendo por la primogenitura, etc. Recuerdo coloreando esos libros sin autorización de mi madre y recuerdo que algunas historias me inspiraron algunos dibujos y poemas. 

La cuestión es no subestimar nunca la capacidad de aprendizaje de los niños, su disposición a dar la cara ante todo aquello que se les presenta como desafío, su capacidad creativa, su entusiasmo y alegría así como la gratuidad de su amor hacia todos y todo lo que les rodea. Claro, y recuperar hasta donde el tiempo lo permita, nuestra disposición al juego a la que muchos padres y madres renuncian en aras de lo que llaman mantener un estatus pero que tarde o temprano se revierte en contra de su salud o de la madurez emocional de sus hijos.

Tengo entre mis preferidas una frase del padre Julián Carrón que dice “Para uno que está enamorado todo se vuelve interesante: una buena noticia, un encuentro, cualquier cosa que suceda todo se vuelve interesante. A uno que ha encontrado a Cristo, todo se vuelve signo de Él”, pues bien, los niños en la disposición de sus padres ante la misa podrían ver o no unos padres enamorados de Cristo, de los signos de este enamoramiento que consigan ver en su progenitores, dependerá mucho la actitud que los pequeños desarrollen ante Cristo durante la Santa Misa. 

Así que, estimados padres, a demostrar a sus niños cuán enamorados de Cristo en realidad están.

9 de septiembre de 2011

En esta hora trágica, qué nos puede decir con su cruz el Verbo encarnado?

Creo que a este momento de la semana y considerando las noticias que venimos leyendo, en particular sobre el rechazo del Concilio de los lefebvristas y por otro lado la descarnada intervención de algunos excépticos en diferentes blogs, viene bien echarle un vistazo a este texto que traslado de la Revista Huellas en su versión digital sobre lo que ha mencionado el filósofo y ensayista Fabrice Hadjad en el recién pasado Meeting en Rimini.


 
La certeza inevitable: reflexión sobre la modernidad
26/08/2011 - Encuentro con Fabrice Hadjadj

“Aunque me confirmaran que en diciembre de 2012 llegará el fin del mundo, esto no me impediría tener un hijo en noviembre, escribir poesías y plantar un árbol, porque todas estas cosas no las hago por un futuro terrenal, sino porque son un modo de participar ya de la vida eterna”. Brillante, sabroso y contundente en los ejemplos, el filósofo y ensayista francés Fabrice Hadjadj, en un auditorium rebosante de gente, ha abordado el tema del Meeting en relación con la modernidad. Hadjadj ha indicado tres razones que nos llevan hoy a rechazar la palabra “certeza”: porque parece una palabra superada, pues “vivimos en el tiempo de la incertidumbre”; porque las certezas ideológicas del siglo XX han generado el totalitarismo, destruyendo la libertad y los pueblos; porque resulta mortífera en cuanto la vemos como una “Medusa que hiela el agua, que nos atrae y nos petrifica”. La vida, en cambio, se parece más al agua, inaferrable, reluciente y caprichosa, como la mujer del duque de Mantua de Rigoletto: “mobile qual piuma al vento”.

Escépticos y relativistas, observa Hadjadj, niegan que podamos tener certezas, al máximo admiten que cada cual tiene las suyas. Sin embargo, sin puntos firmes no podríamos ni siquiera dar un paso. Para salir de estas contradicciones es preciso aclararnos acerca en qué sentido hablamos de certeza. “La certeza coincide sin duda con la solidez – ha dicho Hadjadj –, pero no la solidez de la petrificación, sino más bien la que coincide con un camino humano”. Lo que impide vivir, añade el filósofo, no es la certeza alcanzada, sino la duda. Por ejemplo, “si no fuerais seguros de que yo no soy un terrorista noruego dispuesto a disparar contra vosotros no podríamos seguir reflexionando juntos. El mismo Aristóteles asocia la duda a lo que nos encadena y la certeza a lo que nos libera”. Por este motivo, en la práctica, los escépticos acaban siempre siendo conformistas: ya que no existe ninguna certeza, no podemos cambiar nada.

La verdadera certeza nos pone en movimiento, pero ¿qué nos garantiza que esto no desemboca en los carros armados del totalitarismo, come sucedió con el comunismo y el nazismo? La certeza no puede apoyarse en sentimientos interiores o en nuestros pensamientos porque así acabaría siendo mutable como ellos. La verdadera certeza se apoya en una evidencia, en algo que no hemos decidido nosotros, sino que reconocemos, que nos es dada, que como dicen los franceses “hiere los ojos”, es decir, que nos hiere y descoloca nuestros planes. ¿Por qué es inevitable esta certeza? Porque antes o después todos tendremos que mirarla a la cara, aunque intentemos por todos los medios evitarla, y la temamos puesto que se escapa a nuestro poder y a nuestro control. Somos impotentes delante de esta certeza, lo cual “nos hace salir de la lógica de la posesión y nos hace entrar en la lógica de la comunión”.

Según Hadjadj, nuestro tiempo se caracteriza por una específica incertidumbre que es la de la muerte del humanismo. El humanismo, rompiendo con la tradición, ha ido detrás de “la moda” que, por su naturaleza, es el culto de lo efímero, de lo que mañana será ya anticuado, retrò. Un iPhone de última generación es, en breve tiempo, un antiguo fósil. Los mismos elementos positivos de la modernidad (la fe en el hombre y la confianza en el progreso y el porvenir), según Hadjadj, son el fruto de una reducción, de una censura, de un olvido querido de su origen: son valores cristianos privados de sus raíces. Y al igual que una rosa que una vez cortada sigue siendo bella y luminosa durante un tiempo, pero luego se marchita y huele mal, así ciertos valores intramundanos durante un tiempo se admiran, pero luego se marchitan y hay que desecharlos.

Es inútil entonce proponer un nuevo humanismo o un nostálgico retorno a las tradiciones. “En este clima – ha afirmado el filósofo – la mentira nos propone tres opciones contrarias entre sí: el tecnicismo, el ecologismo y el fundamentalismo”. Tres maneras de abandonar al hombre y a la historia, que parten de la perspectiva de la desaparición del hombre mismo. El superhombre piensa que nos salvará el tecnicismo; el ecologista sueña con revivir en las flores y las aves; el fundamentalista se refugia en un espiritualismo desencarnado. Los tres separan el logos divino de la carne, cuando en cambio, según Hadjadj, la revelación de Dios en el logos encarnado, debería ser considerada también por los no creyentes, “como una aliada del hombre y del orden de la realidad”.

En esta hora trágica, qué nos puede decir con su cruz el Verbo encarnado? “Que no llegaremos nunca a la felicidad plena, pero que cada uno de nosotros vale mucho más que la felicidad”. Hadjadj ha recordado el buen ladrón que hizo de todo para ir al infierno, pero que también acogió la misericordia de Dios y fue el primero en llegar al Paraíso.

“Inmersos en la incertidumbre del postmoderno nuestra única inmensa certeza es la que señaló incansablemente don Giussani: existe la realidad y no la nada. Hay que partir de la certeza que es nuestra vida en el presente”. La vida, el presente dicen “que la recibo de otro y que la recibo para darla a otro”. Esta es la madurez, la tensión a comunicar la vida, una comunicación que el hombre hace de una manera muy distinta a los animales. “Lúcidamente, el hombre exige razones para dar la vida”. En efecto, ¿por qué hacer nacer para sufrir y morir? La falta de razones y el catastrofismo extendido tienen consecuencias sociales: en Europa ya no nacen niños. “Estoy hecho para dar la vida, pero ya no percibo claramente las razones para hacerlo. La perspectiva de nuestra desaparición nos obliga a buscar una razón más alta para dar la vida de manera más consciente, gratuita, divina”.

7 de septiembre de 2011

La belleza que inspira un cura con sotana

He tenido muy mala pata viviendo en este lugar encantador en las faldas de una cordillera en la periferia del Valle Central y saben por qué? Porque es un suburbio que, primero, permaneció hasta hace muy poco siendo una filial olvidada de una parroquia lejana y, segundo, porque desde que es parroquia hace apenas unos años, han pasado como párrocos innumerables sacerdotes y sobre el último, quien es el que por más tiempo ha permanecido, caray, solo puedo decir: ¡Qué el Señor lo ampare!

No es algo bueno para un pueblito de tres mil habitantes y para un alma como la mía que me imagino es como la de muchos, haber no tenido por décadas un pastor con todas las de la ley. Esto se me ha hecho evidentísimo luego de que he pasado algunas horas con el sacerdote del Vaticano con el que me reuní un par de semanas atrás.

En realidad es por gracia de Dios que soy la católica que soy y doy gracias al cielo, porque de cada sacerdote -aunque lejano- que conozco he podido recibir porciones de la belleza de sus almas pero es que no fue hasta que conocí al padre del Vaticano que me di cuenta cuánto extraño tener cerca y reunida en una sola persona toda esa belleza.

Me refiero a belleza que inspira un cura con sotana como expresión de cuán seriamente se toma su vocación; me refiero a la belleza de un cura que interrumpe su vida “profesional” y social para rezar la Liturgia de las Horas, que reza antes de comer, que se cuida tanto de sus impulsos como de las palabras que utiliza coloquialmente, que se alegra con ser despreciado, que es capaz en lo máximo de su tristeza darme ánimos para continuar trabajando para el Señor. La belleza de un cura que celebra a diario la misa según la forma extraordinaria y reza el rosario, que cuando se despide lo hace con un “Dios la bendiga” que se dice con tal sincero acento que se recibe como lo que es, una auténtica bendición. La belleza de un cura quien -desde su escritorio del Vaticano- se toma los minutos necesarios para responderle sus correos a esta loca cuanta tontería y lamento se le ocurre compartir con él. 

Yo no se, lo geográficamente lejana que he estado toda la vida de sacerdotes como éste me ha hecho darme cuenta cuanto bien han de estar haciendo otros muchos a nuestra amada Iglesia y cuánto no, los demás. 

Por otro lado, estoy segura que muchos laicos han tenido más suerte que yo, Angela –por ejemplo- teniendo de párroco por muchos años al padre Carlos Humberto, o aquellos que recibieron al padre Guido cuando se despidió de un solo año como párroco de mi pueblo para ir a Frailes de Desamparados; muchos han tenido más suerte que yo y por eso doy gracia a Dios.

Existe un párroco al otro lado del mundo, el padre Javier Sánchez Martinez en Palma del Río, otro de esos sacerdotes que no se por qué tengo tan lejos, que colocó hoy una entrada en su blog titulada “Un Programa de Vida” en el cual habla sobre de qué manera la adoración eucarística y la misa diaria tendrían que ser fundamento para cualquier católico y cuánta razón tiene porque quizá fue ese poco tiempo con el padre Guido en que asistí a misa diaria y me pasaba horas ante el Santísimo de donde obtuve en buena parte lo necesario para ser la católica que soy; de hecho me parece que así fue, porque fue durante ese período que conocí al seminarista Esteban, ahora mi mejor amigo quien, junto con el padre Guido (el cual-dicho sea de paso- también usa sotana), me animaron a estudiar teología de la cual obtuve este amor por la Iglesia, por el Vicario de Cristo, por la Liturgia, por los movimientos eclesiales pero por sobretodo, este amor loco por el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, el cual y no por casualidad me condujo también a Comunión y Liberación.

Pero bien, no todo son lamentos, también he sido excepcionalmente afortunada, porque si bien no tengo sacerdotes -de esos que invitan a ir a Cristo- tan cerca como quisiera, los he conocido de lejos y porque, bueno -pero- cuántos laicos conocen que han podido conversar largo y tendido con un sacerdote con sotana funcionario del Vaticano y además obtener de el su confianza para llamarle amigo? No muchos, me parece.

Muchas cosas inspira la Belleza pero son de una particular exquisitez las que inspira un cura que utiliza la sotana como expresión de lo que implica para el su vocación.

3 de septiembre de 2011

Dominus tecum

Yo no se cómo algunos desprecian (o hemos despreciado) la oración de repetición si es con frecuencia tan evidente la gracia que se recibe siempre a través suyo.

A qué me refiero? Me refiero -por ejemplo- a que el Angelus (oración que me he propuesto decir al levantarme) ha sido en corto tiempo auxilio para profundizar en los misterios de nuestra redención; en particular me refiero al asentimiento de María ante aquella realidad que como un toro se le venía en embestida, hechos ante los cuales ella –sencillamente- se puso de rodillas con los brazos abiertos para abrazarla diciendo “Hágase”; gesto que le valió ser capaz de continuar escuchando a lo largo de su vida el eco certero del “Dominus tecum”.

Es que acaso no nos piden ese gesto de María todos los sucesos en nuestra vida diaria? No es acaso que nos obligan a tirarnos de rodillas tantas veces como parecen venírsenos encima para aplastarnos? 

El caso es que si, pero no lo hacemos por cabezones, vemos el toro venir y nos quedamos de pie listos para resistir su embestida por lo que no es -si no hasta cuando todo ha terminado y nos encontramos magullados y malheridos- que caemos en la cuenta de que si estamos en el suelo vencidos más valdría –ahora sí- al menos ponernos de rodillas y reclamar del cielo el “Dominus tecum” para estas tontas y frágiles criaturas. 

En este sentido es de admirar el amor y la valía que le concede a la oración de repetición el Santo Padre. Sabían ustedes que cuando va en su papamóvil aprovecha para rezar el rosario con el Obispo o Cardenal que lo acompaña y su secretario? Claro, eso es, ahí está la prueba de cuál otra fuente recibe las gracias necesarias para enfrentar el día. En evidencia queda cuán clara y de qué magnitud es la certeza del Santo Padre en el “Dominus tecum”.

Es cosa rara cómo nos funciona esta cabecita nuestra. Cuántas veces no me he encontrado en situación de fracaso admitiendo avergonzada, humillada y compungida que debí haber doblado rodillas primero con un simple Padrenuestro o Avemaría? 

La oración de repetición es algo de valorar, de aprender a amar y a degustar, no creo deba ser menospreciada ya que tantos santos se prendieron de ella y tantos tan poco santos como yo, no solo hemos venido tomándole el gusto, sino reconociendo admirados su riqueza y sus enseñanzas pero –sobre todo- la abundantes gracias que se reciben en ella. 

Pidámosle al Señor nos permita estar un poco mas presentes en nuestro día para que -cuando tantas veces como su Santo Espíritu nos lo inspira (que son muchas)- caigamos de rodillas con los brazos abiertos diciendo “Hágase”; para que con María cada vez mejor podamos escuchar confiados al Ángel que nos dice “Ave, Maria, grátia plena. Dominus tecum”.

1 de septiembre de 2011

¡Bien que lo se!

Continuando con la plática sobre el martirio he pensado desde la última entrada que quizá desde mi juventud he venido escuchando el llamado hacia esa vocación.

Ya se que algunos me dirán que siendo el martirio una cuestión de vida o muerte que no debería tomármelo tan a la ligera, pero no les haré caso. La vida es seria, muy seria pero mentira que si existe claridad acerca de la meta que persigue, la muerte tan seria sea, porque en ese caso morir más bien sería el premio, uno que te llegaría envuelto en un inmensa certeza adornada con sendos lazos y ramilletes de risas y más risas. Bien lo se, que en ese caso, la muerte lejos estaría de ser una cosa seria.

Digo que a lo mejor tengo ese llamado por algunos pequeñitos detalles en mi vida que así me lo indican. Recuerdo cuando en 1972 en vísperas de la Navidad y a los 12 años aproximadamente sucedió el terremoto en Managua, Nicaragua. Recuerdo que ese día no pude parar de llorar y le decía a mis padres que me dejaran ir a socorrer a aquella gente, lo decía sinceramente porque me reconocía capaz de ayudar, enfermar y hasta morir con ellos. 

Yo sabía de qué era capaz porque desde tiempo atrás y sin que nadie me lo pidiera me había propuesto con dos amiguitas de la escuela preparar comida que llevábamos a vender entre los compañeritos para con lo recaudado poder comprar un “diario” a una familia pobre que vivía en el lecho de un río y a la que habíamos adoptado. Bien sabía de qué era yo capaz a los doce años. 

Más tarde a los 19, durante la Revolución Sandinista, me recuerdo diciéndole a mi madre que era afortunada de ser la madre de una hija nacida en un país sin graves injusticias como en Nicaragua, porque de lo contrario quizá sería una madre que habría tenido que pasar por el trance de haber llorado a su hija.

Pues bien, así como me puede la injusticia, me puede la ingratitud, también la infidelidad, la desobediencia. Y, Dios sea bendito, que los años me han hecho madurar porque de tener la edad que tengo y la madurez de mis 19 años quizá ya no estaría aquí contándoles el cuento.

En relación a lo que estamos viviendo en Costa Rica, que pinta ponerse grave con los días, acerca de la misa según la forma extraordinaria y acerca del martirio del que venía hablándoles, me viene bien haber leído lo que dijo el Santo Padre al iniciar el Meeting en Rimini cuando dijo: «El hombre no puede vivir sin la certeza de su propio destino». 

E igual de bien me viene lo que al respecto mencionó Fabrice Hadjadj en una entrevista publicada en Il Sussidiario “La gran certeza es la que destruye todas las pequeñas certezas hechas a mi medida para abrirme a algo que a su vez me lanza a lo desconocido y al mismo tiempo me llena de embriaguez, con una exaltación de la vida, una apertura al encuentro y a la comunión con algo que me supera. (…) La certeza humana es una certeza dramática y como tal es apocalíptica: a través del drama, de la catástrofe, siempre nos es donada una revelación.”

Bien se que mi existencia -desde mi difícil nacimiento- ha sido un drama, bien se que no ha dejado de serlo en toda circunstancia dentro de mi historia personal y que hoy día no deja de serlo por estar involucrada en cuestiones en las que mi sola presencia y fidelidad al Santo Padre se les presenta a algunos como amenaza de muerte; bien lo se, pero también se que moriré abrigada por una certeza dramática, apocalíptica, catastrófica pero también inmensa. Bien que lo se.

De ahí que no tengo miedo y nada más espero ese gran premio envuelto con sendos lazos y ramilletes de risas y más risas.

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