28 de septiembre de 2011

¡Estar "como las vacas"!

“Desde ayer no dejo de silbarla (refiriéndose a la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart). Todo empezó cuando me topé con unas vacas, que tranquilas iban cruzando y no se ponían de acuerdo” Priscilla Mora
.

Conocí a Priscilla cantando (su voz es de soprano lírica-ligera, según me dice). Más tarde supe que había nacido en San Carlos, un cantón lejano de la capital adonde regresó años después para hacerse cargo de los negocios de su familia al lado de su marido y de sus hijas.

La conocí cantando y llenando el aire de alegría. Yo era una de esas impertinentes que cuando terminaba de cantar le pedía: “Otra, otra, otra” y no importaba si estuviéramos trabajando o sencillamente en nuestra hora del almuerzo ya que ella, sin ningún motivo, muchas veces se ponía a cantar.

Pues hoy me traje a Priscilla al blog porque tan estimada amiga hizo sin saberlo algo espectacular por mí.

Cielos, cuánto tenía yo de no reparar en la relación existente entre las vacas y Mozart? O entre el culantro de nuestros bancales y las pinceladas de Van Gogh? Chorros, chorreros de meses! Pero qué fue lo que me pasó?

Todavía recuerdo que cada despertar y cada cosa que se me aparecía delante me refería a algo extraordinario o maravilloso y ahora no, ahora estoy “como las vacas”.

Ustedes saben? Es un dicho de mi tierra. El “estar como las vacas” significa andar distraído, ido de sí mismo, rumiando plácidamente a la vez que andando pero sin tener claro (y sin que en realidad importe mucho) hacia donde me dirijo, por qué ni para qué. Eso mismo, estoy hecha una vaca.

Pues eso, que a pesar de “estar como las vacas”, tan a gusto en esta rumiadera se me han pasado los meses y no se –además- cuantas cosas maravillosas a las que no alcancé a prestar atención.

En fin, que así se nos va la vida a la mayoría cuando andamos distraídos mirándonos el ombligo o rumiando los tantos sin sabores que da la vida o inciertos sobre el futuro tal como si no existiera Dios.

Priscilla me trajo hoy a la memoria a mi misma. Fue grandioso y fue oportuno –además- ya que tuve la mañana más surrealista de mi vida a la cual no hubiera sobrevivido sino hubiera estado presente en mí (y Tú en mi, Señor)

Dijo Priscilla que al pobre Mozart la composición de la Pequeña Serenata Nocturna le quitó el sueño. Yo le comenté (sabiendo cómo a veces puede estar la cosa) que ha de haber sido porque “por andar como las vacas” no conseguía poner a su ato de acuerdo. Eso de seguro fue. ¡Pobre Mozart trasnochado!

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