30 de septiembre de 2011

Territorio extremadamente peligroso

No es que me lo pregunten, pero si, el diablo anda suelto.Yo misma, la otra mañana, debí invocar varias veces la protección de san Miguel arcángel. 

El diablo anda suelto y haciendo estragos tal cual le gusta para que reneguemos de Cristo y nos zambullamos de cabeza en su territorio.

Se agarra de hasta del más mínimo de nuestros defectos y debilidades, del temor sobre todo, dándose el lujo de conducir la libertad del hombre a los más atroces desparpajos.

En su territorio nos movemos inseguros, como exilados, porque en realidad lo estamos por nuestra voluntad.

En su territorio nos regimos por su ley: la desconfianza, por eso –por más católico de misa diaria, por más diestro con la doctrina y la teología que puedas ser- si te reconoces desconfiado, alármate, porque estás pisando territorio extremadamente peligroso.

Últimamente he observado elevadísimos niveles de desconfianza entre nosotros los católicos, tanta que a unos les provoca abrir blogs para desde su soberbia intelectual hacer parodia para ridiculizar aquello que más temen y ante lo que se sienten impotentes, a otros les da por publicar con muchísimo menos talento cuestionamientos y diatribas contra el Papa, otros –desde periodistas, pasando por blogeros y llegando hasta los obispos- más bien se inclinan por arrogarse autoridad que no les corresponde y –entre otras cosas- divulgar contenidos que provocan confusión.

Cielos, pero, es que no nos damos cuenta?

Justo ayer le elaboré a mi padre un booklet para que se preparare para el sacramento de la reconciliación en el cual incluí un examen de conciencia el cual al principio me pareció demencialmente intenso pero que, pensándolo mejor, consideré que sería el examen de conciencia perfecto para realizar –como mi padre- a los 85 años, estando próximo a la muerte o –sencillamente- a diario ya que por lo visto estamos tan abiertamente dispuestos a dejarnos entrar en territorio enemigo.

Sinceramente, no puedo culparnos, porque tampoco me puedo culpar de mis defectos y debilidades, pero ciertamente merecemos todos un buen halón de orejas, tipo apocalíptico. Me doy a entender?

Todavía recuerdo a mi maestra de religión de la cual renegué en algún momento porque no más llegar al aula nos colocaba un afiche del infierno que nos llenaba de espanto. Claro, ahora no nos vendría mal llenarnos de al menos un poquitín de espanto de lo que le hemos permitido al diablo hacer. Nada mal nos vendría.

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