Como tantas veces he despertado hoy de madrugada y salí -como otras tantas- a la terraza para ver salir el sol.
Mi mirada se sintió atraída hacia las montañas del oeste ya que estaban bañadas por una luz maravillosa color naranja preámbulo del amanecer. Luego de disfrutarlas con gratitud y ternura miré hacia el este y descubrí de dónde salía aquella luz.
Salía de un enorme agujero abierto en el cielo gris que dejaba entrar esa luz potente que tenía a las montañas del oeste bañadas en alegría.
Estuve observando detenidamente el agujero y fue cuando noté que “dentro” se veía el cielo azul y unas ligeras nubes luminosas.
De inmediato pensé en las palabras de bienvenida del Santo Padre a su llegada a Alemania “he venido para encontrar la gente y hablarles de Dios”.
Pensé en esta humanidad que gris como las nubes apenas deja pasar a través suyo la luz del sol y cuan providencialmente puesto estuvo ahí ese agujero en el cielo que iluminó la mañana.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Benedictus o Cántico de Zacarías (Lc 1, 58-79)