10 de septiembre de 2011

A misa con niños IV

Hablábamos en la entrada anterior sobre lo que llamé el “ritual familiar de preparación para ir a misa”. 

En cuanto a esto, se me vino a la cabeza la idea de que parte de este ritual podría constituir el que los padres se mantuvieran al tanto de las lecturas del año litúrgico para que luego de haber adquirido una biblia para niños ilustrada y debidamente autorizada escojan en ella la lectura correspondiente al domingo siguiente que leerán a los pequeños algunas noches a lo largo de esa semana. 

Habiéndola leído, por ejemplo el lunes, podrían aprovechar cuando van en el auto a la escuela o donde el dentista para conversar sobre la narración, formular preguntas y responder las de los niños e incluso, llevar a la práctica –si fuera posible- la enseñanza que contiene. O cosa tan sencilla como si, por ejemplo, la lectura tratara de objetos como símbolos destacados y en la ciudad hubiera algunos de ellos, tal como una muralla, una fuente, un pozo, un árbol, etc. llevar a los niños a ese lugar o pasar al frente para recordarles la historia que leyeron. 

Podría ser también que esa lectura los remita a la necesidad de ampliar el conocimiento del arte, de la música, de la geografía, de otros idiomas, etc. por lo que, por qué no incursionar también en estos temas?

O acaso la narración se haya tratado de un guerrero o de una dama y que los chicos cuente con esos disfraces o los puedan improvisar en casa con ropa vieja de papá y mamá, por qué no recrear a manera de juego lo leído?

Recuerdo que de niña mamá me compraba libros ilustrados de vidas de santos o personajes bíblicos, recuerdo especialmente la historia de Noé, pero también aquella de las murallas de Jericó, el caso de los dos hermanos compitiendo por la primogenitura, etc. Recuerdo coloreando esos libros sin autorización de mi madre y recuerdo que algunas historias me inspiraron algunos dibujos y poemas. 

La cuestión es no subestimar nunca la capacidad de aprendizaje de los niños, su disposición a dar la cara ante todo aquello que se les presenta como desafío, su capacidad creativa, su entusiasmo y alegría así como la gratuidad de su amor hacia todos y todo lo que les rodea. Claro, y recuperar hasta donde el tiempo lo permita, nuestra disposición al juego a la que muchos padres y madres renuncian en aras de lo que llaman mantener un estatus pero que tarde o temprano se revierte en contra de su salud o de la madurez emocional de sus hijos.

Tengo entre mis preferidas una frase del padre Julián Carrón que dice “Para uno que está enamorado todo se vuelve interesante: una buena noticia, un encuentro, cualquier cosa que suceda todo se vuelve interesante. A uno que ha encontrado a Cristo, todo se vuelve signo de Él”, pues bien, los niños en la disposición de sus padres ante la misa podrían ver o no unos padres enamorados de Cristo, de los signos de este enamoramiento que consigan ver en su progenitores, dependerá mucho la actitud que los pequeños desarrollen ante Cristo durante la Santa Misa. 

Así que, estimados padres, a demostrar a sus niños cuán enamorados de Cristo en realidad están.

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