29 de mayo de 2013

Al estilo de la Didajé o del RICA

Una vez, tras cinco años de ser la única catequista, me encontraba recibiendo a los adultos que harían el curso de seis semanas de preparación para el bautismo.

Uno de ellos, un señor de aproximadamente cuarenta años, se puso de pie con tono airado reclamándome diciendo que como padrino no le veía sentido asistir al curso aportando sus razones a las que, tras un breve intercambio de preguntas y respuestas, respondí diciendo que, conociendo la forma de vivir su fe, tampoco le veía sentido que lo hubiesen elegido como padrino ya que había dejado claro cuán poco interés en la formación de su ahijado llegaría a demostrar.

Dadas las opciones que ofrecen los recursos catequéticos en muchas ocasiones resultó beneficioso desafiar a los bautizados ya que, habiendo respondido no llevar vida cercana a los sacramentos y no poseyendo la ceremonia del bautismo más que mero significado social, es claro que el profundizar en la fe mediante el conocimiento tampoco posee mucho sentido.

Es por eso que, contando con la evidencia del estado de su vida sacramental, su escasa formación y también la situación en la que se encuentra la celebración de los sacramentos, no sería aquella la primera ni la última vez que les desafiaría en sus convicciones.
“Si solicitas el sacramento es porque crees en lo que Jesús por su medio realiza no por mero convencionalismo. Estamos de acuerdo?”
A lo que voy es a lo siguiente:

Tal como está estructurada la catequesis, muchos párrocos y catequistas se sirven de los libros y subsidios como se sirve de los suyos un profesor de matemática lo cual no facilita a los bautizados un encuentro con el Señor ya que la conversión no consiste en cumplir con contenidos ni con una agenda; sin embargo, así nos la tomamos y claro, luego nos extrañamos de que la fe de los bautizados sea la misma a sus cuarenta que a los siete años. 

Lo que se agrava debido a que a la ceremonia del Bautismo no se da el trato que merece a lo transcendental que la acción divina realiza mediante el Sacramento.

Por estas y otras razones fue que me resultó tan atractiva la vida parroquial de los padres de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro en México ya que, tras dejar claro con acciones concretas el que la vida de fe es vida sacramental en primera instancia, los mismos sacerdotes o laicos magníficamente formados, ofrecen la catequesis a niños y adultos. 

Será que las circunstancias nos están obligando a ofrecer primero la posibilidad de un encuentro con el Señor a través de una prolongada, profunda e intensa vida sacramental y solo hasta entonces pausadamente profundizar en nuestra relación mediante el conocimiento?

Al contrario de lo que hemos venido haciendo y muy al estilo de la Didajé o del Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), cierto?

La respuesta es de sentido común. Me parece.

24 de mayo de 2013

I Congreso Summorum Pontificum, Guadalajara, México

Qué les puedo decir? Hace unos años, realmente pensé que sería quien promovería la misa tridentina en mi país pero las cosas pasaron a estar en manos de Dios y así es como debe ser.

A partir de la actividad que realicé en torno al tema, muchos sacerdotes de mi país me han llamado o escrito para preguntarme que “cuál es el gusto que le encuentro a la misa?” A todos he dicho lo mismo: “la misa es la misa en cualquier forma del rito pero la forma extraordinaria por poseer una riqueza enorme (pero también por la manera en que ha sido desechada) merece ser conocida y celebrada de nuevo”

No todos se alejan de mi convencidos, es más, algunos se han alejado verdaderamente enfadados y lo siguen estando, sin embargo, aún cuando la promoción de la misa ya no está en mis manos la convicción sobre su desconocida riqueza continua viva en mi como el primer día por lo que, cada vez que puedo o lo considero oportuno, colaboro con aquellos que le ayudan al Señor a promoverla. 

En el caso de hoy les traigo el texto de un correo que me llegó en el que Edgar Fernández, presidente de Una Voce México, invita a I Congreso Summorum Pontificum en la ciudad de Guadalajara lugar en el que conocí la misa tridentina celebrada por los padres de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro a quienes aprecio tanto como a cada laico que conocí y colabora con ellos. 

La invitación de Edgar la comparto con mis lectores a quienes invito a compartirla, sobre todo si son mexicanos ya que, de primera mano, estoy enterada de que en su país existen muchos sacerdotes y laicos interesados en el tema.

Gracias,
Con alegría les comunicamos la información completa del próximo congreso “Summorum Pontificum” que se celebrará del 5 al 7 de Julio del presente año en Guadalajara y que estamos organizando Una Voce México, la Fraternidad Sacerdotal San Pedro y la cuasi parroquia personal de San Pedro en Cadenas.
Además de las 10 conferencias tendremos diferentes actividades litúrgicas (Misas y vísperas solemnes) conciertos de música sacra y la participación del Cardenal Don Juan Sandoval Arzobispo emérito de Guadalajara en la misa del domingo 7 de Julio para conmemorar el 6º aniversario del Motu Propio Summorum Pontificum.
Ojalá nos puedan ayudar a difundir esta pequeña iniciativa que estamos realizando en conjunto con los padres de la Fraternidad de San Pedro para que la misa tridentina tenga una mayor difusión en México e Hispanoamérica recuperando y difundiendo el patrimonio litúrgico y musical de la Iglesia para así a superar el desconocimiento que todavía existe sobre el usus antiquor entre los fieles católicos.

 

Para más información pueden consultar nuestra página web
Gracias de antemano
AMDG
Edgar Fernández
Una Voce México

22 de mayo de 2013

Limón & jengibre

Lo de estar viviendo un duelo me ha hecho pensar en muchas cosas pero también sentir otras.

Por ejemplo, cuando anoche quise tomar un te recurrí, obviamente, a los que tengo en casa que resultan ser los de papá. 

Un té de limón con jengibre decidí tomar. Uno de sus preferidos. Al tomar la bolsita entre mis manos me alcanzó su aroma el que inmediatamente me hizo extrañarlo. 

No más coloqué la tacita con agua en el microondas y marqué el minuto y diez segundos que necesita para calentarse recordé que había pasado mucho tiempo sin calentar agua de esa forma lo cual hacía varias veces al día para papá. 

El recuerdo evocado por ese simple gesto me removió hasta las entrañas. Sentí un profundo dolor que hizo que brotaran lágrimas. 

Ese dolor no tiene un origen físico sino emocional pero repercute en el cuerpo. Es parecido al dolor por el pecado que brota del sufrimiento moral y que también tiene repercusiones físicas. 

De tan profundo llega y tan intensamente que durante unos segundos da la sensación de que con la pérdida del bien que representa la vida del ser querido, hemos sido arrancados de la tierra de los vivos quedando solos y desamparados anhelando para siempre su presencia y su compañía. 

Reflexionando sobre dicho dolor pensé que tiene sentido el que lo suframos ya que nos da una pista de cómo podría ser el infierno, es decir, la absoluta soledad vivida en la certeza de la ausencia del Bien que será para siempre inalcanzable. 

La ausencia del bien que es la vida de la persona amada es a la vez ausencia del bien que es Dios mismo lo que deja al descubierto como una llaga nuestra insaciable sed de bondad, verdad y belleza. Nuestra infinita sed y necesidad de Dios.

Lo cual me hace pensar que tiene sentido el sufrimiento de la pérdida de un ser querido ya que nos descubre el mayor bien que es Dios y el que, en su Hijo, no hemos quedado desamparados. 

El té de limón con jengibre estaba delicioso pero haberlo tomado bajo la luz de esta certeza me reconfortó lo indecible.

Todo, es decir, todo lo demás se les dará por añadidura.

La crisis financiera mundial nos hace temer más perder el confort que el perder la vida eterna. “Son los paganos los que van detrás de estas cosas” Mt 6, 32
Durante muchísimos años he venido triste porque pensaba que mamá murió luchando por la sentencia de los jueces en relación a una sesión de derechos que le daría tranquilidad económica al final de sus días. 

Conversándolo con papá nos parecía que mamá había fallecido dentro de una situación económica poco confortable por lo que lamentamos siempre de que no vivió para disfrutar de ese bienestar el que –al fin y al cabo- fue pasajero. 

He sido una tonta redomada pensando que eso le habría dado la tranquilidad que nos parecía andaba buscando. Mayor redomada tonta pensando que ese constituía el eje de su lucha.

No es cierto.

Mamá era mujer de misa diaria, rezaba el rosario, se sabía el catecismo al dedillo, leía la Palabra de Dios constantemente así como filosofía y teología, reflexionaba y oraba a solas en su habitación, practicaba obras de misericordia así como la mortificación de sus afectos y sentidos. Llevaba una vida interior muy intensa sin mencionar el que nos amó profunda e incondicionalmente. 

El domingo anterior al viernes que falleció celebraríamos el cumpleaños de papá y mío pero tuvimos una fuerte discusión antes de que se fuera a misa. 

Ese día pidió permiso al sacerdote para, después de la celebración, hablar a la comunidad para agradecerle a Dios por su familia y por el hecho de haberla traído a vivir a este lugar en donde había conocido gente tan hermosa. 

Cuando regresó, contándome muy contenta lo que después de misa había hecho, se me acercó para reconciliarnos con una paz que pocas veces recuerdo habérsela visto.

El día de hoy es que vengo a caer en la cuenta de que, lo único cierto, es que si mamá murió luchando no fue por la sesión de derechos sino en la búsqueda de una comprensión de la realidad a la que solo una estrechísima relación con el Señor puede dar sentido.

Perdón, mamá, por haber reducido el sentido de tu existencia a la lucha por el bienestar. Cuídame e intercede por mí, Tita, para que no haga lo mismo con mi vida.

“¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?” Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
Mateo 6, 31-33

Nos ha visitado el Patriarca de Oriente

Estando en misa con Su Beatitud Mar Bechara Boutros Rahí, Patriarca de Antioquía y de Todo el Oriente, en la Catedral de mi país quien celebró misa según el rito maronita y notando la gran asistencia de la que no fue mayoría la comunidad libanesa sino montones de jóvenes, adultos, hombres y mujeres que deben haberse sentido atraídos por semejante hecho histórico-cultural-litúrgico no me quedó más que concluir que en Costa Rica nos hace mucha falta “rozarnos” con otras culturas para ir dejando atrás tantos prejuicios. 

Eso sería de mucho bien en muchos aspectos.

Para empezar, aquellos que “mandan” en la catedral debieron hacerse a un lado humildemente para que nuestros invitados “tomaran” sus puestos e incluso los dirigieran.

De alguna forma, hasta debieron pasar por la “vergüenza” de meter la pata en varias ocasiones lo cual, desde mi punto de vista, es pedagógico y bueno para el alma.

Por otro lado, la humildad de los invitados fue sobresaliente y creo que en eso ayuda el mismo rito el que se me presentó como sencillo, austero, tan básico en la fórmula de sus gestos, tiempos, estructura y de sus oraciones como son muchas de las que nos pone a rezar el Papa Francisco. Casi como para niños. 

La música y abundantes cantos fue pilar fundamental. Nos trajeron sonidos del desierto, de la alegría y de la esperanza que un cristiano encuentra aún en lo adverso del clima y de la situación geo-política. 

Sonrisas de nuestros invitados, explicaciones delicadas y cuidadosas, instrucciones precisas, nada de complicaciones nos fueron conduciendo a lo largo de tres horas a los asistentes quienes, como en la forma extraordinaria, nos quedamos un 90% en Babia por no entender ni “pa” de lo que se decía -no obstante- igualmente entusiasmados, fuimos identificando cada parte de la misa y viviéndola intensamente.

Esa es nuestra Iglesia universal la que cuenta con 22 diferentes ritos y dos formas diferentes en el rito romano una de las cuales, de manera incomprensible, se ha llegado a celebrar a duras penas en mi país en una capillita olvidada, de un distrito periférico, de un cantón lejano de la capital cuando tendría que haber sido anunciada con bombos y platillos desde la primera vez, tal como el rito maronita del que ayer disfrutamos, aprendimos y con el que glorificamos a Dios junto a hermanos que viven de forma tan diferente su fe.


Anoche, soñando despierta, me decía: 

“Lo único que falta después de haber recibido al Patriarca de Oriente es que nos llegara anunciado con los mismos bombos y platillos el Cardenal Cañizares Llovera a celebrar junto a Monseñor Hugo la misa tridentina en la Catedral y también en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles”. 

Eso, sinceramente, sería glorioso no solo para quienes apreciamos cada riqueza con la que a lo largo y ancho del mundo ha impregnado el Señor nuestras culturas sino su Cuerpo que es la Iglesia para que el mismo Cristo en la liturgia reciba la gloria que se merece. 

Eso, a decir verdad, no tendría por qué ser solo un sueño sino una realidad.

NOTA:
La segunda fotografía muesta a nuestro Arzobispo Monseñor Hugo Barrantes en procesión de entrada encabezada por el Patriarca de Oriente.
La tercera y última muestra a Ariel, uno de esos jóvenes de los que hablábamos, junto al Patriarca de Oriente de quien pidió su bendición y tomarse una fotografía a su lado.

¿Por qué no usan la misa tridentina habitualmente?

A lo largo de los años los jóvenes y no tan jóvenes me hacen preguntas tanto en público como en privado sobre ciertas cuestiones. A cada uno le respondo en la medida de mi capacidad y cuando desconozco la respuesta los envío a hacer la consulta con alguien autorizado. 

El día de ayer cuando mostré en facebook la fotografía de la hermosa Basílica de los Heraldos del Evangelio en Brasil, un joven, reflexionando, hizo la siguiente pregunta:
“Hermoso el templo. Lo que me extraña es por qué no usan la Misa Tridentina habitualmente. Lo digo de los Heraldos, lo digo del Opus, etc. Con el motu proprio Summorum Pontificum lo pueden hacer libremente, y no sé por qué no lo hacen. Pero no es sólo los Heraldos, muchos grupos similares tampoco adoptaron la misa tradicional pudiéndolo hacer al no ser diocesanos”.
La velocidad de respuesta que exige un medio como facebook obliga a sintetizar por lo que mi respuesta fue:
“…aunque se ha explicado lo suficiente, existen reservas de parte de obispos hacia la misa tridentina. Y, si bien esos movimientos y grupos no son diocesanos, sin embargo están dentro de una diócesis y tienen un Obispo con el cual no deben ni quieren enfrentarse. Es cuestión de continuar hablando a los Obispos con caridad y teniéndoles paciencia.”
Lo cual es cierto, sin embargo, siempre será una respuesta insatisfactoria.

Luego pensé que este tipo de consulta no ha sido la primera ni será la última porque cada vez que un joven descubre que existe el Motu proprio Summorum Pontificum, la Instrucción Universae Ecclesiae y la Carta a los Obispos que acompaña al Motu proprio, le entra un desconcierto enorme que puede durar años y que, si no se atiende, termina aproximándole a grupos fundamentalistas que les ofrecerán respuestas parcializadas. Cosa que más daño que bien hará. 

Ahora bien, ellos manifiestan sus inquietudes a un bloguero como yo, luego –insatisfechos- se van donde sus párrocos y, si tienen suerte, le responderán con caridad pero superficialmente ya que profundizar implicaría entrar en temas que crujen como sería la disponibilidad del Obispo hacia el Magisterio de lo que cualquier joven concluirá que su pastor está en desobediencia (cosa que la razón, en primera instancia, se negará a creer) por lo que no atenderá las razones “pastorales” que por lo regular aduce el clero para no implementar el Summorum Pontificum.

El punto es éste: pocos, demasiado pocos de los jóvenes reciben la atención que merecen por lo que, hasta cierto punto, tienen razón en frustrarse y reclamar ya que para qué están nuestros pastores sino para guiarnos?

El otro día con la carta anónima que le enviaron a Paco Pepe sobre la situación de la Iglesia en mí país conversé con un sacerdote que me expresó sumamente preocupado el que ignoraba que la inconformidad con la situación litúrgica fuera de tal magnitud. 

Lo es, no solo en mi país sino a lo largo de Latinoamérica (Hispanoamérica para los que prefieren este término). 

Qué hacer? Yo, definitivamente no tengo la respuesta por lo que únicamente recomiendo que los laicos oremos pero que también hablemos con nuestros sacerdotes y Obispos con caridad y teniendo paciencia. 

Otra cosa sería que sacerdotes diocesanos y de movimientos eclesiales también oraran y hablaran con sus Obispos con caridad y paciencia. Eso, ayudaría mucho, ya que, dicho por ellos, celebrarían gustosos la misa tridentina en sus parroquias y movimientos. 

Del por qué no lo hacen más abiertamente, no lo sé y sospecho que, como la respuesta que necesita el joven, podría ser una que nos adentrara en territorio peligroso. 

Y yo, como si no aprendiera de la experiencia, continúo platicándoles de temas delicados como este. 

En fin… el caso es que la pregunta del joven sigue sin respuesta. 

Alguien autorizado que le responda?

15 de mayo de 2013

"Padres" vs. "animadores"

Fue grandiosa la misa ayer por la Fiesta de la Virgen de Fátima que celebraron en nuestro cantón, San Vicente de Moravia, los Heraldos del Evangelio. 

Ahí estuvo el padre Mauricio, el párroco, el padre Andy estrenándose en sus primeras misas como sacerdote y también Mons. Joseph, hombre joven encargado de negocios de la Nunciatura ya que el Mons. Nuncio se encuentra fuera del país. 

La liturgia, preciosa. Los cantos gregorianos y polifónicos, perfectos. El templo repleto al punto que era difícil movilizarse. 

Llegó gente de cantones circunvecinos: Guadalupe, San Antonio de Coronado, Tibás, etc. Muchos llegamos una hora antes para encontrar lugar y una inmensa mayoría no se fue hasta que terminamos de rezar el Rosario alrededor del parque con la Virgencita y nuestros faroles. Fue hermoso, verdaderamente, hermoso. 

Estando ahí pensé en tanta vida de comunidad que me he perdido por haber vivido en San Jerónimo durante treinta años en donde no ha habido forma que nos envíen a un párroco de “a de veras” o alguno que permaneciera suficiente tiempo como para que las cosas fueran muy diferentes tal como se que podrían ser.

Así es la Iglesia en mi país: una muestra a escala de lo que sucede en la Iglesia a nivel mundial. Ni más ni menos. 

Tan así es que resulta interesante que, desde el seminario, nos encontremos con seminaristas que comprenden que la teología es el sustento de lo pastoral y, otros, que piensan lo contrario.
Lo que redunda en dos tipos de sacerdotes: aquellos que conducen sus parroquias como “administradores/animadores” y aquellos otros que lo hacen como “padres”.

Para los primeros, la liturgia es un medio para alcanzar un fin, para los segundos, la liturgia es “fuente y culmen de donde mana la vida de la Iglesia”. Para los primeros la misa es “fiesta”, para los segundos “sacrificio” o, lo que es lo mismo: los primeros celebran para hacernos “sentir bien” y, los segundos, para que experimentemos de primera mano la vida verdadera que mana de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Yéndonos a los detalles, por ejemplo, existe un padre Sixto Varela quien no solo ofrece formación teológico-doctrinal a la comunidad sino que ha promovido la celebración de la misa tridentina en su parroquia; pero también existen sacerdotes como el padre José Diaz Cantero quien insiste en llevar gorra deportiva y la camisa de su equipo de futból debajo del alba durante misa y quien, junto a media docena de sacerdotes, viene organizando lo que llaman el Día Arquidiocesano de la Juventud del que cada año me llegan noticias. 

Del año pasado por fotografías me enteré, entre otras cosas, que hubo bailarines en misa los que este año fueron sustituidos por la novedad de “seminaristas danzantes” durante el Credo.

En fin, uno podría pensar, viendo las fotografías y el video del Día Arquidiocesano que la Iglesia en mi país está re-mal, pero no es cierto. 

En lo que flaquea, no lo hace porque las autoridades de la Curia sean inoperantes ya que me consta que hacen lo que deben (o pueden), ni tampoco porque tenemos la impresión de que en ciertos temas no tenemos Arzobispo, sino porque existen curas que, habiendo estudiado las mismas cosas, en libertad se colocan de una forma u otra ante las enseñanzas de la Iglesia.

Los laicos tenemos mucho de responsabilidad en ello ya que, por pura sensiblería, tendemos a “glorificar” lo que nos hace “sentir bien” tal como aquello de que “somos el país más feliz del mundo”; sin embargo, cuando se trata de lo que sabemos “cruje”, como sería el que tenemos sacerdotes que van por su camino, tendemos a ocultar la evidencia ya que, de todas formas, el padrecito nos hace “sentir muy bien”.
Ayer, antes de la misa con los Heraldos, tuve una discusión fuerte con el padre José Diaz Cantero por facebook tal como, en público y privado, las he tenido en otras ocasiones. 

Le prometí que este año, a diferencia de los anteriores, no guardaría silencio a lo que respondió burlándose por lo que, además, le prometí que llevaría su caso a Roma, a lo –obviamente- le siguió otra burla. 

Está bien, no existen sacerdotes santos, pero si los que, siendo fieles a Cristo en el Magisterio, ponen su vida en serlo tal como los sacerdotes de los Heraldos, el padre Sixto, padre Carlos Humberto y padre Pablo así como tantos y tantos otros. 

Ellos, no siempre nos hacen “sentir bien” ya que nos corrigen y no todo en lo que nos piden obediencia es fácil o cómodo pero, si tuviésemos claro lo que nos conviene, tendríamos que preferir la firme y amorosa guía de nuestros “padres” antes que la sensiblería y el subsecuente estropicio teológico-doctrinal que, de seguro, provocan las misas celebradas por curas “animadores” tal como las del “Día Arquidiocesano”.

Devolvernos a Dios como padre

De las cosas más hermosas que ha hecho Dios por mí a través de mi padre fue devolverme a mi papá.

Joselito Tasies, como muchos papás, no tuvo un padre que le enseñara sobre paternidad por lo que, cuando se vio con tres hijos, se sumergió en el trabajo y no fue sino hasta hace unas décadas que retomó la paternidad. 

Tan heroicamente se la tomó que yo, ahora en duelo, me sorprendo de extrañarlo tantísimo ya que por muchos años pensé que para el día en que faltara no lo haría. 

Ahora bien, tomo de mi vida este ejemplo, para exponerles algo que he descubierto en este proceso. Es lo siguiente. 

Tanto la teología como la psicología hablan de la importancia para el desarrollo integral de la persona humana el que el niño cuente con el modelo de un padre y una madre (de diferentes sexos). A grandes rasgos, el niño necesita de uno y otro por las particularidades que cada uno, como hombre y mujer, le imprime y ayuda a estructurar y ordenar sus afectos. 

Tan cierto es que científicos han llegado a concluir que, por ejemplo, la homosexualidad es un desorden de las emociones y que quienes más presentan ese desorden son los hijos de madres que han tenido una o más relaciones homosexuales.

Se me hace curioso el dato porque, sin contar con un padre y si la madre no cumple ni el mínimo que como “padre” debería cumplir, los hijos sufrirán grave desorden de sus emociones. 

Y cuál sería ese mínimo a cumplir? Es solo mi opinión pero, me parece, que el mínimo sería el que sus hijos se sientan reconocidos como personas, dirigidos con cariño y firmeza, sabiéndose queridos pero también amados incondicionalmente tal como son. 

Muchos hijos e hijas desde hace décadas sufren de esa carencia por diversas razones de lo que resulta fácil comprender el desorden emocional generalizado pero también el grado de heroicidad de muchos progenitores y progenie quienes, por diversos métodos, han conseguido ver subsanadas en alguna medida sus carencias. 

Uno de esos métodos, para mí el único y mejor, fue el conocer a Dios como Padre. 

Ahora bien, nuestra Iglesia como Madre, tiene a su esposo en Cristo quien nos muestra al Padre el que nos acoge como hijos y cuya gracia consigue sanar en nosotros las heridas de nuestra orfandad biológica.
De hecho, cuando leo historias de conversos, algo que noto de inmediato es lo que quizá ni siquiera ellos advierten que es el bien que hace a sus almas y psique su relación con Dios como Padre. 

Todo esto no más que para llevarlos a observar una cuestión que espero sirva a los “padres” (sacerdotes) que me leyeran. 

Lo plantearé mediante preguntas. 

Queridos sacerdotes: por qué piensan que una vez se instalan confesionarios en los templos se hacen filas? Por qué piensan que son los “padres” que alimentan la liturgia con “lo antiguo” (que no es otra cosa que fidelidad a la liturgia) cuentan con tantos feligreses comprometidos? Por qué tanto cariño despiertan en los jóvenes? Por qué son esas misas celebradas dignamente las que atraen a los grupos familiares y como consecuencia a los niños? Por qué se transforma la vida parroquial cuando hay un “padre” cuyas celebraciones litúrgicas son antes que la “pachanga” a la que nos acompañan como “amigos” o “hermanos” el reconocimiento y adoración en el Hijo de Dios como Padre?

Pues, por eso, porque son sacerdotes con una profunda relación con Dios como Padre por lo que han comprendido su labor como “padres”.

Estos sacerdotes, por lo regular, llaman a las personas por su nombre, los invitan en privado a colaborar, los buscan para cuando se enteran de que alguno de sus “hijos” está pasando necesidad. Se interesan por ellos, por eso atienden consultas, abren espacios a la confesión (reconciliación), a la dirección espiritual, a la formación en la fe, a la adoración Eucarística. Tienen abiertos los templos. Prestan atención a los niños y atienden enfermitos y ancianos. Se les ve -como al Papa Francisco- separándose de lo que “es importante” para abrazar a alguno que nadie parece haber notado. 

Eso es algo de lo bueno que nos ha dado el Señor con el nuevo Papa, nos ha dado un sacerdote- padre quien no solo ha ganado cientos de seguidores en Twitter sino hasta la simpatía de los medios de comunicación laicistas. 

Eso, por qué? Por lo que he venido diciendo: nuestra sociedad ha carecido por décadas de lo que representa la figura paternal por lo que espero que nuestro amado Papa, con el auxilio de Dios, ayude a muchos a reconocer a Dios como Padre lo que implicará salud no solo para sus almas sino para sus emociones. 

Pido al Señor que tantos “padres” en sus parroquias se abran a seguir su ejemplo si es que no han olvidado el sentido de su vocación. Si es que, de corazón quisieran, devolvernos a Dios como Padre con su testimonio de vida. 

Tal como el Señor a través de papá hizo conmigo.

Hoy cumplo 40 semanas de amor*

Soy sincera, no he terminado de leer de Ana Catalina Emmerich el primer libro suyo que he tenido en mis manos titulado María Niña pero de lo que hasta hoy he leído puedo concluir lo siguiente:

María fue preparada delicadamente por el Señor para ser la Madre de su Hijo. Muy probablemente, por las atenciones de su familia y educación que recibió desde muy pequeña, podría haber esperado muchas cosas “grandes” a los ojos del mundo como podría haber sido casarse con un hombre distinguido, quedar embarazada de manera “normal”, dar a luz en su cama rodeada de sus seres queridos, tener un hijo que llegara a viejo para cuidarla ya que sabido es que en aquellos tiempos, las viudas sin hijos, estaban destinadas a mendigar. 

En fin, que María Niña, podría haber tejido en su mente sueños de una vida segura, estable, interesante, cómoda, etc.; sin embargo, no fue así y sabido es que fue todo lo contrario. 

Su vida transitó desde la Anunciación hasta la Asunción de sobresalto en sobresalto, mucha inestabilidad, pobreza, incertidumbre y sufrimientos de todo tipo.

Sin embargo, esa fue su vida, esa fue María, nuestra madre y Madre de Dios. 

Qué la hizo diferente? La hizo diferente la Gracia. “Llena eres de Gracia” le dijo el ángel. 

Solo por Gracia es posible para María cambiar sus expectativas por la inestabilidad, pobreza, incertidumbre y sufrimientos tantos como tuvo. Solo por Gracia pudo haberlo enfrentado todo.
Ahora bien, hoy apareció en mi muro de facebook la siguiente historia de la vida real y lo que allí esta madre joven narra me recordó a la “llena de Gracia” en su historia de amor.

Ese es el motivo por el que he venido hoy, el primer día de Mayo, a dejar en honor de Nuestra Señora este ramillete y en honor también a tantas mujeres quienes -tal como Ella con su “Fiat"- nos hacen conocer del Amor de Dios.
Mi nombre es Silvia Fernández tengo 24 años y soy madre de un hermoso bebe del Señor el cual fue diagnosticado de anencefalia a las 26 semanas de gestación. En este momento me encuentro en la última etapa de mi embarazo, hoy cumplo 40 semanas de amor.
El día el cual se me dio el diagnostico me indicaron muchas cosas, desde que no se sabía si terminaría mi embarazo a que en el momento en que naciera el promedio de vida era nulo. Fue un día terrible, ninguna madre desea escuchar eso, además que ya era mi segundo ultrasonido y en el primero no me informaron nada.
Sin embargo, ese mismo día tuve el valor de investigar sobre el tema y gracias a ello di con muchas madres que pasaron por lo mismo y según experiencias me dieron su apoyo.
Para mí, Gabriel mi bebe ha sido mi tesoro más preciado, junto con Dios ha sido mi fortaleza para superar grandes pruebas además que me ha enseñado el valor de la vida.
Exactamente, la vida! Porque realmente cada uno de nosotros que no tenemos ningún tipo de enfermedad o malformación estamos asegurados con la muerte. A cada uno le llega la hora de irnos de este mundo. Aún no se cual será la decisión final de Dios para mí y mi bebe, puedo asegurar que durante el tiempo que Gabriel ha estado conmigo tanto yo como mi familia y amigos le hemos dado el amor día a día y hemos aprendido a vivir como si fuera el último día de nuestras vidas.

Es una experiencia diferente, en mi caso UNA ENTREGA DE AMOR INCONDICIONAL Y RECIPROCA.
Hasta el día de hoy mi embarazo ha sido 100% normal mi bebe patea incluso es más inquieto que muchos otros bebes. Responde a estímulos igual que todos los demás bebes.
Cada día desde el momento del diagnóstico puedo asegurar que he mantenido mi confianza y fe en Dios, que mi fortaleza y esperanza está en Dios. Y sin duda alguna puedo decir que he ganado esta batalla por mi Dios.
Probablemente hoy mismo conozca a mi bebe y llore de alegría de poder tenerlo en mis brazos, de vestirlo y darle todo el amor que una madre le entrega a su hijo.
Mi bebe no es un bebe con malformación o anencefalia ni nunca lo fue. Para mi es y siempre va ser mi bebe, el fruto de mi vientre, mi regalo de Dios, mi único y primer amor.

Existen peligros incluso en el duelo

Parece mentira que aún dentro de un proceso de duelo existan peligros para la unidad de cuerpo/alma que somos de los que debamos cuidarnos para salir airosos por mera gracia de Dios.

Porque es el Señor el que nos restituye, no hay que darle mucha vuelta para confirmar que es así ya que, para el ser humano lo que implique separación y abandono puede llegar a constituir profundas heridas difíciles de sanar. 

No hace falta más que mirar alrededor a tantos como, tras una pérdida o abandono, llegan a ser personas tristes, resentidas, amargadas de quienes parece que la alegría ha huido para siempre así como huyen de ellos los parientes, vecinos, amigos y hasta el tendero que con paciencia y resignación los atiende imposibilitado como está de huir. 

La cosa es esa, existen peligros dentro del duelo que se deben reconocer y aceptar para poder estar en posibilidad de retomar la vida, para que la gracia tenga la oportunidad de robustecer la alegría y la esperanza, para vivir en paz consigo mismo, con Dios y con el prójimo.

Qué clase de peligros? 

Claro, siendo la negación la primera etapa del duelo, podría caerse en un activismo desenfrenado o, por el contrario, en aislamiento que tampoco resulta de beneficio para nadie ya que de él es que se alimentan la ira, el resentimiento, la envidia los que tarde o temprano pasan la factura, regularmente, haciéndonos caer en la enfermedad de la depresión.

Por supuesto, no hace falta mencionar que para salir de un duelo se necesita un “trabajo” intenso que consiste en observarse, decirse la verdad y ponerse en manos de Dios. 

Situados ante el duelo de ese modo y una vez que reconoces que la vida te pesa como un elefante, notas síntomas físicos de angustia y te encuentras sin esperanza, debes primero aceptar que te sientes así pero también disponerte a saltar fuera de ese vacío infinito como si del mismísimo infierno se tratase. 

De qué manera? Orando. Si no se puede orar, pues sales de ahí rezando, visitando al Santísimo, pidiéndole al Señor que te salve ya que El escucha. Eso lo primero. Lo segundo sería buscar ayuda de un psicólogo católico, por lo menos, y si es necesario, también de un médico ya que bajo esas condiciones el cuerpo cambia su balance químico por lo que algún medicamento sencillo podría ayudar. 

El otro peligro es la auto-conmiseración. El tenerse lástima como si nadie en el mundo estuviera pasando por algo semejante. De ahí es que brota la envidia. El remedio para esto es abrir los ojos y mirar alrededor. Eso no más. 

Un peligro más sería el resentimiento hacia aquellos que juzgas no hicieron lo que debían o, al contrario, hicieron lo que no debían. Ponerse en un duelo a juzgar a los demás no sirve para nada más que para envenenar el alma y perder la poca paz que se conserva.

Del resentimiento se debe huir como de la peste. Cómo? Adhiriéndose completamente a la certeza de que no se mueve nada si no es por voluntad de Dios. Con esa convicción fortalecida por la gracia el perdón sobreabunda y se conserva la salud de las emociones y del alma.

Otro de los peligros es el de culparse. Puede ser que a algunos los abrumase la culpa por lo que convendría buscar la salud de tantas formas como se nos ofrece.

Muchos peligros existen durante el duelo que lo convierten en un desafío.

El mero hecho de tomárselo de ese modo es camino para la salud ya que abre la puerta a la esperanza al permitirle a la vida que se imponga con lo maravillosa que ella es; con lo fenomenal que es descubrir la calidad del material del que estamos hechos así como el infinito poder de la gracia pero también el sentido que creer en Cristo ofrece a la vida y a la muerte.

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