Joselito Tasies, como muchos papás, no tuvo un padre que le enseñara sobre paternidad por lo que, cuando se vio con tres hijos, se sumergió en el trabajo y no fue sino hasta hace unas décadas que retomó la paternidad.
Tan heroicamente se la tomó que yo, ahora en duelo, me sorprendo de
extrañarlo tantísimo ya que por muchos años pensé que para el día en que
faltara no lo haría.
Ahora bien, tomo de mi vida este ejemplo, para exponerles algo que he descubierto en este proceso. Es lo siguiente.
Tanto la teología como la psicología hablan de la importancia para el
desarrollo integral de la persona humana el que el niño cuente con el
modelo de un padre y una madre (de diferentes sexos). A grandes rasgos,
el niño necesita de uno y otro por las particularidades que cada uno,
como hombre y mujer, le imprime y ayuda a estructurar y ordenar sus
afectos.
Tan cierto es que científicos han llegado a concluir que, por
ejemplo, la homosexualidad es un desorden de las emociones y que quienes
más presentan ese desorden son los hijos de madres que han tenido una o
más relaciones homosexuales.
Se me hace curioso el dato porque, sin contar con un padre y si la madre no cumple ni el mínimo que como “padre” debería cumplir, los hijos sufrirán grave desorden de sus emociones.
Se me hace curioso el dato porque, sin contar con un padre y si la madre no cumple ni el mínimo que como “padre” debería cumplir, los hijos sufrirán grave desorden de sus emociones.
Y cuál sería ese mínimo a cumplir? Es solo mi opinión pero, me
parece, que el mínimo sería el que sus hijos se sientan reconocidos como
personas, dirigidos con cariño y firmeza, sabiéndose queridos pero
también amados incondicionalmente tal como son.
Muchos hijos e hijas desde hace décadas sufren de esa carencia por
diversas razones de lo que resulta fácil comprender el desorden
emocional generalizado pero también el grado de heroicidad de muchos
progenitores y progenie quienes, por diversos métodos, han conseguido
ver subsanadas en alguna medida sus carencias.
Uno de esos métodos, para mí el único y mejor, fue el conocer a Dios como Padre.
Ahora bien, nuestra Iglesia como Madre, tiene a su esposo en Cristo
quien nos muestra al Padre el que nos acoge como hijos y cuya gracia
consigue sanar en nosotros las heridas de nuestra orfandad biológica.
De hecho, cuando leo historias de conversos, algo que noto de
inmediato es lo que quizá ni siquiera ellos advierten que es el bien que
hace a sus almas y psique su relación con Dios como Padre.
Todo esto no más que para llevarlos a observar una cuestión que espero sirva a los “padres” (sacerdotes) que me leyeran.
Lo plantearé mediante preguntas.
Queridos sacerdotes: por qué piensan que una vez se instalan
confesionarios en los templos se hacen filas? Por qué piensan que son
los “padres” que alimentan la liturgia con “lo antiguo” (que no es otra
cosa que fidelidad a la liturgia) cuentan con tantos feligreses
comprometidos? Por qué tanto cariño despiertan en los jóvenes? Por qué
son esas misas celebradas dignamente las que atraen a los grupos
familiares y como consecuencia a los niños? Por qué se transforma la
vida parroquial cuando hay un “padre” cuyas celebraciones litúrgicas son
antes que la “pachanga” a la que nos acompañan como “amigos” o
“hermanos” el reconocimiento y adoración en el Hijo de Dios como Padre?
Pues, por eso, porque son sacerdotes con una profunda relación con
Dios como Padre por lo que han comprendido su labor como “padres”.
Estos sacerdotes, por lo regular, llaman a las personas por su nombre, los invitan en privado a colaborar, los buscan para cuando se enteran de que alguno de sus “hijos” está pasando necesidad. Se interesan por ellos, por eso atienden consultas, abren espacios a la confesión (reconciliación), a la dirección espiritual, a la formación en la fe, a la adoración Eucarística. Tienen abiertos los templos. Prestan atención a los niños y atienden enfermitos y ancianos. Se les ve -como al Papa Francisco- separándose de lo que “es importante” para abrazar a alguno que nadie parece haber notado.
Estos sacerdotes, por lo regular, llaman a las personas por su nombre, los invitan en privado a colaborar, los buscan para cuando se enteran de que alguno de sus “hijos” está pasando necesidad. Se interesan por ellos, por eso atienden consultas, abren espacios a la confesión (reconciliación), a la dirección espiritual, a la formación en la fe, a la adoración Eucarística. Tienen abiertos los templos. Prestan atención a los niños y atienden enfermitos y ancianos. Se les ve -como al Papa Francisco- separándose de lo que “es importante” para abrazar a alguno que nadie parece haber notado.
Eso es algo de lo bueno que nos ha dado el Señor con el nuevo Papa,
nos ha dado un sacerdote- padre quien no solo ha ganado cientos de
seguidores en Twitter sino hasta la simpatía de los medios de
comunicación laicistas.
Eso, por qué? Por lo que he venido diciendo: nuestra sociedad ha
carecido por décadas de lo que representa la figura paternal por lo que
espero que nuestro amado Papa, con el auxilio de Dios, ayude a muchos a
reconocer a Dios como Padre lo que implicará salud no solo para sus
almas sino para sus emociones.
Pido al Señor que tantos “padres” en sus parroquias se abran a seguir
su ejemplo si es que no han olvidado el sentido de su vocación. Si es
que, de corazón quisieran, devolvernos a Dios como Padre con su
testimonio de vida.
Tal como el Señor a través de papá hizo conmigo.