29 de mayo de 2013

Al estilo de la Didajé o del RICA

Una vez, tras cinco años de ser la única catequista, me encontraba recibiendo a los adultos que harían el curso de seis semanas de preparación para el bautismo.

Uno de ellos, un señor de aproximadamente cuarenta años, se puso de pie con tono airado reclamándome diciendo que como padrino no le veía sentido asistir al curso aportando sus razones a las que, tras un breve intercambio de preguntas y respuestas, respondí diciendo que, conociendo la forma de vivir su fe, tampoco le veía sentido que lo hubiesen elegido como padrino ya que había dejado claro cuán poco interés en la formación de su ahijado llegaría a demostrar.

Dadas las opciones que ofrecen los recursos catequéticos en muchas ocasiones resultó beneficioso desafiar a los bautizados ya que, habiendo respondido no llevar vida cercana a los sacramentos y no poseyendo la ceremonia del bautismo más que mero significado social, es claro que el profundizar en la fe mediante el conocimiento tampoco posee mucho sentido.

Es por eso que, contando con la evidencia del estado de su vida sacramental, su escasa formación y también la situación en la que se encuentra la celebración de los sacramentos, no sería aquella la primera ni la última vez que les desafiaría en sus convicciones.
“Si solicitas el sacramento es porque crees en lo que Jesús por su medio realiza no por mero convencionalismo. Estamos de acuerdo?”
A lo que voy es a lo siguiente:

Tal como está estructurada la catequesis, muchos párrocos y catequistas se sirven de los libros y subsidios como se sirve de los suyos un profesor de matemática lo cual no facilita a los bautizados un encuentro con el Señor ya que la conversión no consiste en cumplir con contenidos ni con una agenda; sin embargo, así nos la tomamos y claro, luego nos extrañamos de que la fe de los bautizados sea la misma a sus cuarenta que a los siete años. 

Lo que se agrava debido a que a la ceremonia del Bautismo no se da el trato que merece a lo transcendental que la acción divina realiza mediante el Sacramento.

Por estas y otras razones fue que me resultó tan atractiva la vida parroquial de los padres de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro en México ya que, tras dejar claro con acciones concretas el que la vida de fe es vida sacramental en primera instancia, los mismos sacerdotes o laicos magníficamente formados, ofrecen la catequesis a niños y adultos. 

Será que las circunstancias nos están obligando a ofrecer primero la posibilidad de un encuentro con el Señor a través de una prolongada, profunda e intensa vida sacramental y solo hasta entonces pausadamente profundizar en nuestra relación mediante el conocimiento?

Al contrario de lo que hemos venido haciendo y muy al estilo de la Didajé o del Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), cierto?

La respuesta es de sentido común. Me parece.

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