4 de octubre de 2011

Al igual que yo sin el salbutamol

En una de mis últimas citas con el médico (y conociendo ahí que es asmático como yo) le comenté sobre lo agradecida que estoy porque existan los inhaladores de salbutamol ya que sin ellos probablemente hubiera muerto joven. 

Aparentemente el médico jamás lo había considerado de esa forma ya que me miró con los ojos cuadrados confirmando con su respuesta mi afirmación.

Por lo regular, son cosas muy pequeñas las que nos sostienen, tan chiquitas que las damos por un hecho; tal es el caso del inhalador o como cuando un desconocido advierte que vas caminando por un barrio inseguro y te acompaña hasta que te pone a salvo u otro que se incomoda en la carretera para que puedas salir en reversa sin mayor contratiempo. 

De la vida de cada día podrías recoger cantidad de gestos que provocarían que llegaras a la noche reconociéndote entrañablemente amado, tanto como -si de la nada- un desconocido se hubiese puesto a correr la maratón contigo. 

Debido a que desde niña he venido observando estos detalles es por lo que me interesa que muchos y cada vez más los noten, para que puedan corresponder con la misma o mayor gratitud que ofrezco -por ejemplo- a tantos de mis amigos que me han llegado a querer sin poner reparo a lo insufrible de mi temperamento.

Porque es verdad, ninguno (solo por sentido común) merecería que nadie se fijara en nuestra persona, somos (en términos generales) unos verdaderos adefesios colmados de miserias, sin embargo, otros seres humanos llegan a amarnos hasta sin que nos enteremos. 

Esta es una de las razones por las que muchas veces siento que se me resquebraja el corazón cuando veo a tantos quienes, igual o más distraídos que yo, transcurren por su vida sin advertir los infinitos detalles dejados como evidencia a su alrededor.

Se me parte el corazón cuando descubro que no he llegado a advertirlos en su momento y es que esto (si te sucede seguido o te ha venido sucediendo de toda la vida) esto -por experiencia- se que endurece el corazón, lo pone duro, durísimo, como de piedra.

Y es que, date cuenta, tú no quieres un corazón impenetrable, lo que quieres (y siempre has anhelado) es sencillamente amar y ser amado.

Pues nada, que lo eres. 

Lo eres y bien se que por esa razón (al igual que yo sin el salbutamol) no hubieses sobrevivido hasta el día de hoy. 

Bien que lo se porque desde niña he notado que Alguien me sostiene y llevará hasta la meta ya que viene corriendo la maratón conmigo. 

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