8 de octubre de 2011

Se que moriré

“Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo –todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso –todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para que no sigan a su corazón” Steve Jobs

Recordar que moriré lo vengo haciendo desde el parto.

Algunos, al saber que casi muero al nacer, me han dicho que esta es la razón por la cual soy asmática, lo explican como una reacción psicosomática a la falta de oxígeno y con esta historia es que justifican también casi todos mis defectos. 

Es que no han visto ustedes con cuánta soltura le embejucan a uno sus conclusiones acerca de nuestras personas próximos y extraños?. Vaya que si, lo hacen de manera eficiente y efectiva. Vaya que si!.

Pero bien, no es para quejarme de la debilidad humana a lo que he venido. He venido a recordar que moriré. 

No se si en realidad será éste un tema edificante, pero igual lo traigo, no solo como homenaje a Steve Jobs a quien no conocí sino hasta el día de su muerte, sino que en su vida y en su muerte, en homenaje a la mía. 

Se que moriré y esto lo supe cuando venía en mi auto manejando por la autopista. Lo supe y fue como un guapirolazo, es decir, tal como un golpe fuerte que, por lo regular, se recibe inesperadamente.

Iba conduciendo y súbitamente supe que así sería. Ooops! Fue como si me quitaran el piso de repente. Me sobresalté y me dije: - “Mejor reduzco la velocidad”. Por supuesto, cuando lo pensé de seguido me escuché diciendo: - “Vaya!”, y reí, “como si con hacerlo pudiera evitar o atrasar el momento”. Y reí todavía más.

Claro, moriremos todos, pero supe -por lo que duró un instante- que mi muerte llegaría, no de forma inminente pero supe que es un hecho real e irreversible.

Mentiría si les dijera que no me preocupé al verme teniendo este tipo de pensamientos, también les mentiría si les dijera que no tuve miedo.

Al final, así como abruptamente llegaron estos inauditos pensamientos así se fueron y ahí fue cuando noté la deliciosa caricia del verano sobre mi rostro, el cielo azul, el silencio de la carretera.

Al virar más adelante me quedaron de frente uno al lado del otro dos hermosos y enormes árboles colmados de flores. “Llama del bosque” me parece que les llaman. Uno colmado de flores color rojo/naranja y el otro de flores moradas. 

Pasé a hacer una diligencia al supermercado y regresé a la autopista, luego de algunos minutos en silencio recordé que había tenido la certeza de mi muerte y fue cuando supe que, como los árboles floreados que inesperadamente aparecieron en mi camino, la certeza de mi muerte había sido un don.

Recordar que moriré lo vengo haciendo desde el parto. 

Por eso no se extrañen que viva sin los efectos que sufre quien sabe que tiene algo que perder, como –por ejemplo- de alguien que no se atrevería a poner un chiste al final de un tema tan serio como la muerte. 

Salud!


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