Para la mayoría de los lectores de InfoCatólica la lucha a favor de
la vida será una lucha vieja pero para los costarricenses, quienes hasta
hace muy poco tiempo no contábamos con la sentencia de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos que obliga al país a ofrecer el
procedimiento de la Fertilización in vitro, ha sido más bien una lucha
que apenas empieza.
Así como en España y otros países de tradición cristiana, en nuestro
país estas cuestiones también han sacado a la luz la diferencia de
opinión incluso entre católicos.
Ya saben, católicos quienes desconociendo los fundamentos de su fe
opinan por mero sentimentalismo que tanto las parejas tienen “derecho a
ser felices” procreando mediante la FIV sino que las parejas
homosexuales lo tienen para casarse pero también las mujeres para
decidir sobre su cuerpo.
Sinceramente, todavía no se qué es de mayor espanto, si los católicos
que colocan sus opiniones sobre las enseñanzas de Cristo en su Iglesia o
la opinión de agnósticos o ateos quienes sin Dios pretenden explicarlo
todo.
Tampoco he conseguido determinar quiénes constituyen el grupo de
víctimas que requiere atención prioritaria, si los niños que no verán la
existencia por causa de estos procedimientos o todas esas personas,
particularmente mujeres, que han dado su adhesión a una legislación
intrínsecamente maligna.
El caso es que víctimas las hayamos por todos lados: unos, los
indefensos, por ver su vida en peligro o cesada sin contemplaciones; los
otros, por haber entregado el mandato de su conciencia a una ideología
que los deshumaniza ante la que –incluso- los argumentos científicos son
insuficientes ya que han optado por negar su derecho de persona al niño
no nacido al que eligen llamar de las mil formas en que se las ingenian
para evitar llamarlo “bebé”.
Sin embargo, eso tendrá que cambiar tarde o temprano, ya que la misma
ciencia les arroja la evidencia en la cara, como es el caso del
artículo publicado por Scientific American sobre el descubrimiento de Robert Martone
acerca del íntimo y profundo vínculo físico y emocional entre el hijo
que lleva en su vientre y la madre cuyo organismo almacena sus células.
Muy poco se habla de las consecuencias físicas y emocionales para la
madre y por ende para la pareja de los procedimientos de la FIV y del
aborto, pues –ni modo- ahí se las pone delante la ciencia: toda madre llevará por siempre en su organismo células de cada uno de los hijos que alguna vez cargó en su vientre.
Conociendo esta evidencia es posible ofrecer explicación a la tan
silenciada dificultad de la mujer para sobreponerse emocional y
físicamente al cese de la existencia de sus hijos pero también las
razones del apego de una vieja y querida amiga (quien –dicho sea de
paso- me ha autorizado a divulgar su confidencia) con un cuadro que
pintó en el que había un cielo azul bañado de luz y de preciosas nubes
sobre las que jugaban al menos una docena de niños encantadores de
diferentes edades, géneros y colores.
Ella, que -al igual que yo- es artista, soltera y no ha tenido hijos, tituló su cuadro “Mis niños jugando sobre las nubes”
NOTA: Felizmente y todo debido a la Gracia recibida por el arrepentimiento y el perdón de Dios mi querida amiga ha conseguido sobreponerse física y emocionalmente al uso prolongado de dispositivos intrauterinos así como a sus abortos. Aunque, como ella misma lo confiesa: no obstante la salud de su herida, la cicatriz pervive.
La noticia en español sobre el artículo de R. Martone fue tomada de Religión en Libertad.
NOTA: Felizmente y todo debido a la Gracia recibida por el arrepentimiento y el perdón de Dios mi querida amiga ha conseguido sobreponerse física y emocionalmente al uso prolongado de dispositivos intrauterinos así como a sus abortos. Aunque, como ella misma lo confiesa: no obstante la salud de su herida, la cicatriz pervive.
La noticia en español sobre el artículo de R. Martone fue tomada de Religión en Libertad.