25 de julio de 2010

Nuestro propio Compostela


Una simple convergencia de nombres, sucesos y fechas da como resultado una alegre día plagado de maravillosas certezas. Fíjense nada más en esta sencilla anécdota de fin de semana:

En Costa Rica estamos en las vísperas de la gran Peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de los Angeles en la ciudad de Cartago cuya fecha de aparición celebramos cada 2 de agosto. Desde mitad de la semana pasada se sabía de romeros que habían emprendido el camino.

Este domingo 25 de julio, desperté con ganas de salir a pasear e invité a mi padre y a mi sobrino Víctor a almorzar en la Posada de la Luna en un lugar llamado Cervantes en la provincia de Cartago. Comeríamos allí para luego pasar a Orosí, donde se encuentra uno de los mejor conservados templos coloniales; llegaríamos hasta allí bordeando el embalse de la represa de Cachí. Había escuchado de la ruta y deseaba conocerla.

Pues bien, salimos muy dispuestos y contentos, pero antes de salir Ignacio nos había recordado en facebook la festividad de Santiago el Mayor. No más leí el recordatorio suspiré profundamente porque si una cosa quiero hacer antes de morir es hacer el Camino de Santiago.

En Cervantes, almorzábamos en la Posada de la Luna cuando -de repente- mi sobrino me indica que mire hacia la puerta de local, de seguido dice: “Mire, llegó don Quijote”. “¡Qué feliz casualidad!", le dije y miré hacia donde me indicó. Efectivamente, en la puerta había un señor de unos 55 años, vestido de negro con ropas muy holgadas, alto, muy delgado, de cabello largo, barbas y bigotes y un sombrero un poco extraño que buscaba una mesa para almorzar con su Dulcinea. Nos quedamos mirando una fracción de segundo, nos miramos y sonreímos.

Al terminar de comer, pregunté al propietario del establecimiento sobre la ruta al Valle de Orosí y me dio las siguientes señas: tres kilómetros siguiendo el camino me encontraría un puente, antes del mismo un camino hacia el este y un lago a mano derecha. Ese cruce de caminos deberíamos tomar. Fue fácil hallarlo.

Los primeros kilómetros prometían una ruta hermosa e interesante, de tal manera que continuamos hasta que encontramos -luego de varios kilómetros- las primeras casas.

Un poco más adelante había unos jóvenes jugando a la pelota a la orilla del camino. Como papá insistía que habíamos llegado a Tucurrique, paré a preguntar a los “mejengueros” el nombre del lugar: “Se llama Santiago”, respondieron.

Hasta aquí, todavía no me había “caído la peseta".

Continuamos por un trecho más entre chayotales, arroyos, casas de agricultores y olores del campo a granel, dimos con un pequeño poblado con su templo, su salón y ¡vaya sorpresa!, había un pequeña fiesta: “¡Claro!” fue entonces que recordé: “Este es Santiago, hemos seguido nuestro propio Camino de Santiago en el día de Santiago el Mayor. Hemos llegado a nuestro propio Campo de las Estrellas".

Mi sobrino, que tiene 20 años y que desconocía la ruta tanto como yo, dentro de su sorpresa solo acató a decir: “Ni que hubiésemos recorrido en un solo día diez pueblos en Costa Rica habríamos dado en el día de Santiago el Apóstol con uno que llevara su nombre".

Cierto es, muy cierto. No muchos pueblos aquí llevan su nombre, de hecho, Santiago en Cervantes de Cartago es el segundo que conozco lo lleva.

¡Nuestro propio Compostela!

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Les dejo algunas fotografías del recorrido en cuestión.






¿Saben? Estas cosas tan bonitas que suceden le mueven a uno a dar gracias a Dios.

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