20 de julio de 2010

Nuestra profunda y dolorosa necesidad de Cristo


La Buhardilla de Jerónimo colocó hace poco en una de sus entradas un texto del padre Leonardo Castellani de una lucidez casi profética de la cual llamó mi atención la frase que dice: “Paraíso en Tierra; Dios es el Hombre; el hombre es Dios”.

Hice esta lectura justo después de haber revisado las noticias que uno de mis contactos, un renombrado activista venezolano, coloca en facebook. Leía en uno de sus post los comentarios de algunos de sus compatriotas y, según dicen, parece ser que Chavez pretende desatar una guerra civil; razón que explicaría, al menos parcialmente, ese afán irracional de desafiar a todo el mundo y de toda forma imaginable. Los venezolanos afirman que Chavez está deseoso de "volar plomo y suspender las elecciones de setiembre".

Asumiendo que los venezolanos en sus apreciaciones no estén alejados de la verdad, quizá esa ha sido una de las razones por las que el Cardenal Urosa desistió de asistir a su comparecencia ante la Asamblea Nacional, previendo que el polvorín que se levantaría sería la excusa perfecta que Chavez con desesperación anda buscando.

No hace falta ser un genio para leer en las palabras del Cardenal las sospechas expresadas en facebook por los venezolanos: [he tomado la decisión debido a] "posibles alteraciones del orden público que se podrían suscitar en las inmediaciones de la sede del Parlamento, como ha sucedido en otras ocasiones, [que] no garantizan en este momento las condiciones de serenidad y respeto necesarias para la realización de un diálogo esclarecedor y provechoso para el país".

Ahora bien, aun cuando el texto de Castellani que los Buhardilleros titularon "Modernismo" no se refiere estrictamente a política, sin embargo, es aplicable este concepto al desafuero que observamos no solo en sacerdotes como el cura de la misa futbolera en Holanda o en el tan recién afamado padre Alessio en Argentina, sino también a políticos como Chavez y tantos otros (pienso en los Zapatero, Kirchner, Evo Morales, etc.)

Todas estas personas tienen como denominador común el haberse instaurado en defensores de un semi-dios hecho a su imagen y semejanza. Y no se, observándolos y observándose, llega uno preguntarse sobre cuál será el verdadero potencial de esos pequeños dioses aparentemente inofensivos que -quizá no defendemos- pero, si que preservamos cuidadosamente en el secreto de nuestra  intimidad.

¿Qué hacer con ellos? ¿Los metemos en cintura, los alejamos de nuestro recuerdo o los ignoramos?

Está visto lo que sucede si no los metemos en cintura, no sirve de nada ignorarlos u olvidarlos porque a la menor distracción entran en desafuero; sin embargo me pregunto: tienen a fuerza que constituir un obstáculo? Por qué no atreverse a mirarlos con mirada cristiana y considerarlos "la" oportunidad para reconocer en ellos nuestra humanidad herida?

Lo se, no muchos nos hemos atrevido a ofrecernos esa mirada, porque una mirada así -indudablemente- dejaría en evidencia nuestra profunda y dolorosa necesidad de Cristo.





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“Las obras del Señor son todas buenas, y a su debido tiempo, él provee a toda necesidad. No hay por qué decir: ‘Esto es peor que aquello’, porque a su tiempo todo será reconocido como bueno. Y ahora, de todo corazón y en alta voz, canten himnos y bendigan el nombre del Señor”.

Himno a la Sabiduría y a la obra de Dios
Eclesiático 39, 33-35

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¡Vaya! Ahora que lo pienso, ¡qué bien le caería a Chavez (y homólogos) mirarse con una auténtica mirada cristiana! (no con ese mamarracho de cristianismo que dice profesar)
Roguemos al cielo para que algún día -todos ellos- así como cada uno de nosotros, nos ofrezcamos esa oportunidad.

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