8 de marzo de 2014

Una vida nueva pediste?

Una persona a la que estimo mencionó hace unos meses algo sobre el valor de mantenerse fiel al estado de vida.
Lo que me ha estado dando vueltas en la cabeza ya que ha sido brutal el cambio en mi estado de vida al fallecer papá ya que, de un día para el otro, me vi con muchísimo tiempo libre, sin dinero ni expectativas de trabajo no solo por mi edad sino por mi salud.
Cielos! Qué estado de vida es ese? ¡Qué estado de vida es!
Hace unos días estuve viendo fotografías de nuestro hermoso y valioso pero fracasado proyecto del invernadero en hidroponía. Si que tenía, entonces, el control de todo. Cuánta plenitud y cuán diferente a mi estado de vida actual!
Ahora bien, por qué no obtengo plenitud de mi actual estado de vida?
No la obtengo porque no le encuentro sentido a depender del Señor para todo.
Y también porque, a veces, parece que me tiene olvidada lo cual no es cierto, ya que -simplemente- querría mantener el control, el cual no tengo en absoluto.

Mi estado de vida actual consiste en no tener el control de nada; tal como si me dijesen: - “A ver. Te retiramos el control por haber demostrado ineficiencia”.

Habrase visto mayor humillación? Pues no. Es la mayor humillación que jamás podría recibirse. Muchos, de hecho, viéndose así se quitan la vida, pero lejos estoy de pensar en esas cosas; no obstante, vivo con el sufrimiento de verme inútil y con el dolor de mi enfermedad.
Lo que me hace pensar que el hallar valor a mi estado de vida actual depende, precisamente, de hallar sentido al dolor y al sufrimiento lo cual, ya sabemos, se consigue unido a Jesús, el Hijo de Dios, quien se hizo uno de nosotros, padeció y murió por abrirnos la puerta a una Vida Nueva.
Uno, cuando tiene el control, se la pasa muy orondo diciendo: - “Señor, haz mi vida nueva. Te lo entrego todo. Soy barro en tus manos”.
Lo que ni siquiera sospecha es que el Señor responderá con creces.
Le hará uno con El en todo aspecto: en el Hijo dependerá para todo del Padre. Su voluntad no contará para nada sino la del Padre. Como con el Hijo, todo lo que reciba, vendrá del Padre.
Vivirá en la tensión de quien, por estar de puntillas a duras penas manteniendo el equilibrio sobre el suelo con la punta de sus dedos apenas consigue tocar el cielo.
Será la suya, definitivamente, una Vida Nueva.
En esa tensión vivirá y será una vida buena.
Por gracia, reconocerá el valor de mantenerse fiel a la tensión de su nuevo estado de vida.

¿Una Vida Nueva pediste?

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