17 de septiembre de 2009

Que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme el alma...

Un cielo de libertad al amanecer en mi patria
Poema 35
Permite, Padre, que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme el alma, y se lleva erguida la cabeza; donde el saber es libre; donde no está roto el mundo en pedazos por las paredes caseras; donde la palabra surte de las honduras de la verdad; donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección; donde la clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la yerta costumbre; donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales ascendentes... ¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad!
Rabindranath Tagore
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La patria no es en este caso el territorio nacional, la patria podría ser perfectamente la vida interior o también la vida interior que se refleja en la vida comunitaria, en el mundo, como en una patria global como un vastísimo espíritu humano.
Esta es una vida interior, una patria, que despierta -cada día- en un cielo donde nada teme y lleva -durante todo el día- erguida la cabeza porque es una patria libre que ha sabido elegir el conocimiento conveniente para echar a andar su dinámica interna.
Esta es una patria, una vida interior, sin fragmentos ni divisiones, cuyas palabras surgen de "las honduras de la verdad" con quien está familiarizada en razón de su libertad y su voluntad.
Es una vida interior, una patria, que está en lucha infatigable por echarse en "brazos de la perfección", su bien anhelado.
Es una patria, una vida interior, donde la razón ha sido rescatada de la costumbre, no en vano la cruenta lucha que impide el adormecimiento, el auto-engaño o la negación.
Es una patria, una vida interior, que asciende en alas de la razón hacia ideales cada vez más altos; ideales de perfección, razonados, por los que se ha luchado a brazo partido, que surgen del contacto con la verdad, por estar internamente cohesionada, en continua dinámica con la libertad y el conocimiento; por todo ello, es una patria, una vida interior, que lleva erguida la cabeza y nada teme, todos los días, durante todo el día.
El clamor del poeta: "¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad...¡" ha sido escuchado.
Y así es como el Padre responde a su clamor: entregando este "cielo de libertad" en un acto de intervención divina en la historia, en el interior de la patria, en la propia vida interior, mediante la persona de Cristo.

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