16 de septiembre de 2009

La inmensa fortuna de haber sido hallado por Dios

Uno considera que -afortunadamente- ha reconocido a Dios en la creación y en sus criaturas, en el Magisterio de la Iglesia, en la Sagrada Tradición, en lo que la propia disposición o capacidad -en colaboración con la gracia divina- lo han permitido y que, habiendo sido regalado de esta manera, haber logrado formar la propia conciencia para que estuviera en condición para que en ella la voz de Dios resuene claramente -a pesar de las interferencias del ego- y con esto haber conseguido manejarse en el mundo con relativa calma y sensatez. Es una fortuna, una gracia enorme, infinita. Es a partir de esta estrecha -o no tan estrecha- relación con Dios (porque así es Dios de paciente y generoso) que es posible alcanzar orden, armonía y estabilidad emocional en la vida, siempre y cuando las circunstancias o la propia soberbia se lo permitan, y además, recibir con ello la oportunidad de -como criatura nueva- recomenzar una distinta relación consigo mismo y con el mundo, particularmente con Dios y con nuestros semejantes. De esta relación, que precaria o no, derivan los beneficios de la gracia divina que inmerecidamente se reciben y ante los cuales, aunque abrumadores, no se puede menos que estar profundamente agradecido y actuar de acuerdo a ello. Sin esta relación se hace imposible no solo discernir más o menos correctamente el bien del mal, ni conseguir -con la ayuda del Altísimo- entrar en el sentido del Misterio del sufrimiento y el dolor humanos, en el misterio del pecado y del mal en el mundo y muchísimo menos en el Misterio de Redención. Yo me digo entonces, si la única forma de conseguir orden, estabilidad emocional, armonía consigo mismo, con la naturaleza, con Dios y nuestros semejantes es mediante una completa adhesión de la voluntad a la voluntad divina, si solo así se consigue dar sentido al sufrimiento, hallar respuesta a la presencia del mal en el mundo y tantos otro temas que conciernen a nuestra condición de humanos... será porque -ciertamente- somos propiedad divina, fuimos creados en El, por El y para El. Solo en El nuestro ser y toda nuestra existencia como persona individual y como género, tiene la posibilidad de alcanzar su máxima expresión de humanidad. Ahora bien, me pregunto, cómo podrían comprender -los que están imposibilitados de creer en Dios por ignorancia insalvable o cualquier otro motivo- la presencia del mal y el sufrimiento en el mundo, cómo podrían explicar y diferenciar el bien del mal, cómo podrían discernir cuándo sus vidas son o no un desorden moral, cómo distinguirían cuándo la armonía consigo mismos y con sus semejantes está rota o corrompida, cómo podrían enterarse de que se están extralimitando en sus opiniones y leyes respecto a lo que conviene o no al ser humano, cómo podrían notar cuándo se convierten en agresores de sus semejantes, en viles y perversos tiranos y dictadores de las conciencias? Fuera de Dios es imposible que lleguen a hacerlo, que lleguen a comprenderse, explicarse, amarse, o que logren entender y comprender a sus semejantes, imposible que los expliquen y por tanto que los toleren, y mucho menos que los amen como a sí mismos. Es imposible. Desde esta perspectiva, qué opción tenemos los que estando abiertos a la gracia, quienes -por haber sido hallados por Dios- estamos en posibilidad de comprender, entender y explicar, tolerar y amar? Solo una: continuar haciéndolo. Continuar en ese camino de oposición, de dolor y de impotencia, porque ese es el camino que transitó Cristo, nuestro modelo de ser humano, el único camino que lleva a la única, auténtica e imperecedera victoria de nuestra humanidad sobre la animalidad. La fe es lucha -como decía Merton- lucha que trae la paz verdadera y a la que -irónicamente se resisten- los que quieren que los dejen vivir en paz. Este camino de Cristo es exigente, por eso algunos se retraen ante su perspectiva, por eso algunos ni siquiera hacen el intento y hasta llegan a negar -con muy buenas "razones"- su existencia. Pero los cristianos, que sabemos que este es el único camino cierto, tenemos que continuar por esta ruta so pena y riesgo de traicionar nuestra propia humanidad, por la que hubo y hay un Cristo que dio y da su vida todos los días en cada Eucaristía que se celebra en el mundo. Eucaristía -que como ofrenda de Su propia vida y en ella de la nuestra- se nos ofrece para que en ella tengamos vida, verdadera vida humana. No, si lo que yo digo, y de lo que no terminaré jamás de asombrarme, es de la magnitud de la gratuidad del amor de Dios por sus criaturas. Es su amor completa y absolutamente abrumador. Ojalá muchos lo quisieran o desearan, ojalá muchos consideraran necesitarlo y lo procuraran para si mismos, que se dejaran encontrar, porque -es cierto- nosotros somos la prueba, ese amor viene cada día a su encuentro, bastaría con que le dieran oportunidad para llegar a saberse tan afortunados como cada uno de nosotros por haber sido hallados por El.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...