Vaya! Les he mantenido al tanto de los progresos de mi Trabajador Estrella pero ahora vengo a compartirles la noticia de que abandona lo que emprendió con tanto esfuerzo a nuestro lado.
Alex obtuvo trabajo en nuestro proyecto agrícola porque –por encima de todo- es un magnífico trabajador, consiguió salir de un rincón abandonado al lado de un río donde vivía y había empezado a adquirir lo necesario para ir mejorando poco a poco su calidad de vida.
Ahora lo abandona todo. Lo hace porque, debido a su personalidad alcohólica, ha llegado a comportarse de forma que no podemos admitir por lo que los “encontronazos” que hemos tenido le han llevado a tomar la decisión de irse. Lo ha regalado o vendido todo, se ha quedado con “una mano delante y otra atrás” tal como llegó y parte para Pérez Zeledón a vivir con su hermana.
Uno se la pasa llamando la atención a las personas sobre cuán poco se miran a si mismas porque ha hallado que esa es la única forma de llegar a mirar a los demás con la misma compasión con que la mirada del Señor se ha posado sobre uno pero, la mayor parte del tiempo es en vano; pocos tenemos –realmente- la valentía de mirarnos y si conseguimos hacerlo somos incapaces de hacer buen uso de nuestra libertad sencillamente porque rechazamos la Gracia de Su compañía.
Alexander, a pesar de que ha tenido coraje para mirarse, ya que se reconoce alcohólico, expresa sin reservas que prefiere el “guaro” a comer e incluso al bienestar de sus hijas y aunque reconoce que su vida está marcada por sucesos verdaderamente dolorosos elije vivir anclado a ellos.
Uno mira el caso de Alex y se lamenta que siendo como es escoja vivir esclavizado; uno se lamenta, sin embargo, uno también reconoce que la esclavitud de Alex no tiene mayores ni más graves consecuencias para él que para uno los diferentes tipos de esclavitud a los que voluntariamente se somete.
Tenga el Señor compasión de nosotros
y Su Gracia cada día nos permita hacer buen uso del don de la libertad.
Gracias, Señor, porque de la nada de mi Trabajador Estrella
he reconocido la vastedad y profundidad de mi propia nada…
Acompáñalo Señor, dondequiera que Alex vaya
y a mi -te imploro- tampoco me dejes nunca de tu mano.