26 de agosto de 2013

Qué pasaría si nos tomáramos al Papa Francisco literalmente?

A ver, analicemos lo que ha dicho:«¡Vayamos hacia los otros sin esperar que los otros vengan a buscarnos!»
Qué quiere decir con esto? Que debemos literalmente salir en busca de los demás? Pues, así parece.
Y qué implica para mi? En lo que a mí respecta implica, por ejemplo, que deberé ir en busca de unos parientes que me han ofendido para, sin reclamos, volver a establecer amistad. Cuidarlos y preocuparme de nuevo por ellos. ¡Uy! Hasta se me crispa el espinazo pero, decididamente, eso implicaría.
Qué implica para ti hacer lo que indica el Papa? Piénsalo por un instante.
Y es que, fíjense bien cómo sigue el Papa: «Imitemos en esto a nuestro divino Maestro, que dejó su cielo para hacerse hombre y estar cerca de cada uno de nosotros».
No cabe duda de que es cierto. Salir al encuentro de los demás es imitar a Cristo quien se expuso completamente al innegable peligro de ser rechazado.
Es tan de tanta gravedad este desafío y estamos tan acostumbrados a que se nos hable con figuras que no termina de caernos la peseta. Cierto?
Nos está diciendo el Papa que hemos venido estando muy acomodados y que salgamos fuera. Tal como nuestro padre quien viendo el día soleado nos exige que salgamos a jugar por nuestro propio bien.
Es nuestro bien lo que busca el Papa. No otra cosa. Nuestra santidad. Que pongamos en hechos lo que decimos creer.
Y fíjense bien, el Papa enumera los lugares a los que hemos de salir: «No solamente en las iglesias y las parroquias, pero en todos los ambientes llevemos el perfume del amor de Cristo. En las escuelas, en las universidades, en los lugares de trabajo, en los hospitales, en las cárceles. Pero también en las plazas, en los centros deportivos y en los locales en donde la gente se encuentra».
Calma, calma, Papa F, pero qué es lo que pretendes? Quieres que piensen que estamos locos? Porque eso es lo que pensará Vera, la de la pulpería, cuando mañana llegue a comprar el pan y le diga que recemos juntas un Avemaría. Y, así, mil cosas que se me ocurren.
Y es que, finalmente, me pregunto que, de no hacerlo tal como nos indica el Papa, cuándo se darán cuenta los demás de lo que hemos recibido?
« ¡No seamos avaros en donar lo que nosotros mismo hemos recibido sin ningún mérito! No tengamos miedo de anunciar a Cristo en las ocasiones oportunas como en las inoportunas, con respeto y con franqueza».

Qué pasaría, 
queridos cristianos, 
si nos tomáramos las palabras del Papa 
literalmente? 

Pueden imaginar el mundo 
regado con la presencia de quienes 
se las hayan tomado de esa forma?

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