17 de agosto de 2013

Una dulce imagen del Concilio

Me los he traído engañados por lo que espero me disculpen.
Aunque no tan engañados ya que la imagen de esta dulce criaturita que soy yo a mis tres o cuatro años fue tomada entre 1963 y 1964, es decir, en pleno Concilio Vaticano II.
Quise que vinieran para decirles algo.


Primero que todo, agradecer a los blogeros y consejo editorial de InfoCatólica, el que me hayan hecho llegar sus condolencias. Me parece que nunca se los agradecí por lo que espero sirva este momento para ello.
Otra cosa que es muy importante para mí mencionar es que necesito que me perdonen tanto los lectores y comentaristas como mis compañeros blogeros ya que no he venido siendo yo misma tras el duelo y todo lo que ha sobrevenido con la muerte de papá.
Es cierto que uno no debería pedir perdón por cometer errores que no ha elegido libremente, sin embargo, quizá con ellos he provocado enfado, desánimo, aburrimiento o lo que sea, cosas que nunca han estado en mi deseo provocar como blogera católica.
Mi situación ha mejorado en cuanto que tengo al Señor que me sostiene, sin embargo, voy transcurriendo por la vida como sobre un pantano en el que el único terreno firme son las huellas del Señor que voy pisando.
No sé cuánto más durara esto ni si mejorará; no obstante, me tomo cada día según viene y, dichosamente, lo sobrellevo con la Gracia del Señor con ánimo alegre y con esperanza.

De ahí que dijo que las cosas para mi han mejorado.

Quizá no vuelva a ser la misma de antes y tampoco tengo claro si mi blog continuará siendo lo que siempre fue.
En todo caso ya el Señor dirá.
Agradezco a cada uno su compañía durante estos años, su paciencia, su cariño, su fidelidad, su generosidad.
Agradezco a Dios incluso por aquellos que sin ser afines a mi forma de ser y de pensar me han sido puestos en el camino.
A mis tres años y pico, en pleno concilio, ni siquiera sospechaba que llegaría el día en que me sentiría tan frágil y vulnerable como ahora, pero tampoco que toda la fortaleza me vendría del Señor.
La dulce niña del Concilio tampoco habría podido sospechar que el doloroso camino sería de una dulce espera gracias a compañeros de ruta a quienes el Señor tan generosamente ha regalado.
Sean compensados su cariño, sus oraciones y buenos deseos.

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