7 de diciembre de 2013

¿Para quién ha llegado el Papa Francisco?

Entonces Aparecida plasmó a Bergoglio…
“Aparecida lo marcó porque piensa a las personas con una profunda experiencia de encuentro con Cristo y eso se traduce con una Iglesia que sale de sí misma, no una Iglesia que vive pensando en sus problemas sino que está inserta en la historia para transformarla. En Aparecida se ve una Iglesia que no teme al mundo. Otro rasgo en la personalidad del Papa es que no le teme a las cosas. No teme enfrentar los problemas, dialogar con la cultura, porque tiene la seguridad de la fe que le permite ir hacia afuera, lo hace con una soltura que impresiona”.
De la entrevista de Andrés Beltramo publicada en Vatican Insider a Cristián Roncagliolo Pacheco, vice gran canciller de la Pontificia Universidad Católica de Chile quien en el 2007 participó en la conferencia general del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) codo a codo, junto al entonces arzobispo de Buenos Aires como secretario de la Comisión de Redacción del documento final de esa cumbre.


Lo medular es que el papa Francisco no cree en una Iglesia que vive pensando en sus problemas lo que me abre completamente a la comprensión de sus actuaciones ya que, tampoco creo en una Iglesia cuyos Obispos se encierren dentro de la estructura de sus planes pastorales sin considerar que existe un pueblo de Dios y un presbiterio que podrían hallarse fuera. Lo que, por lo regular sucede.

Tampoco creo en una Iglesia cuyos movimientos eclesiales se conviertan en claustros para privilegiados de la gracia, mucho menos creo en una Iglesia atrincherada en el cumplimiento de normas morales o litúrgicas pero tampoco en una Iglesia que, por temor a lo que no comprende, se encierre a decir “no” a lo que el Espíritu Santo en la realidad eclesial le presenta ya que la fe es comprensión de la realidad y no instrumento para oponerse a ella.
Si miramos la conducta general de la Iglesia en nuestro tiempo en comparación con lo que le ha sucedido a muchas órdenes religiosas es que hemos sustituido la gracia del carisma de nuestro fundador por la “eficiencia y solidez de las estructuras” lo que ha redundado en que la gracia ha quedado circunscrita a “parámetros de funcionamiento".
El reto ahora es atrevernos a soltar las riendas para que actúe en libertad. 


Para quién, entonces, ha llegado el papa Francisco?

Para tantos obispos, presbíteros y fieles quienes encerrados en sus estructuras se han ido apartando del evangelio es que ha llegado el papa Francisco.
• Para Conferencias Episcopales, obispos y sacerdotes quienes, enfrascados en el cumplimiento de las metas de sus planes pastorales, no pueden o no saben cómo mirar a sus ovejas que claman su atención de padres.
• Para movimientos eclesiales aficionados a cumplir con aspectos secundarios del carisma del cual surgieron; para órdenes religiosas que han perdido también su norte.
• Para todos aquellos que, por tener ideas fijas sobre lo que es o debe ser la Iglesia, se han subido a estructuras de pensamiento de las que son incapaces de bajar sin ayuda de la gracia y un infinito esfuerzo de su parte. Pienso en los tradicionalistas cuando escribo pero bien podrían ser los progresistas.
Para cada uno de nosotros que, creyendo que defendemos a la Iglesia subidos cual guerreros sobre el corcel de las estructuras, merecemos -tal como san Pablo- ser tirados del caballo.


Para cada uno de nosotros es que ha llegado el papa Francisco.

Lo dijo el propio Secretario del documento de Aparecida:

“el Papa, en todas sus predicaciones, apunta al corazón de las personas. A la conversión. No vive pensando en las estructuras, incluso él mismo no vive en las estructuras, en la medida de lo posible. Las estructuras lo complican. Más bien él piensa en la conversión de las personas”

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