“…dad una nueva dirección a vuestra mente,
disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo,
cambiad vuestro modo de pensar,
considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros”
Benedicto XVI
El tiempo de Adviento, como la misma existencia, es tiempo de nostalgia y de soledad. Sería mejor que lo admitiéramos para lograr sacarle el mayor provecho pero también para apreciar el don que se nos ofrece.
A qué me refiero?
Me refiero a que encuentro relación entre el Adviento vivido en clave escatológica con aquella nostalgia y soledad inherentes a la propia existencia.
La primera referencia es la que nos ha entregado Benedicto XVI, cuando explicó que el “Adviento” no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada [ ] pero también tan sólo comenzada [ ] Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo”.
La segunda referencia es el testimonio de una chica, quien -observándose en acción- decía: “Me estuve observando todo el día, intentando entender qué es lo que me movía, por qué lo hacía todo: la comida con una amiga, el estudio de una cierta manera. En cada acción había un denominador común: una búsqueda constante de algo que colmase mi nostalgia”
De seguido añade: “Sólo tengo una certeza sobre mí y sobre mi vida: que mi corazón está lleno de nostalgia, está lleno de espera, de tensión, de la promesa de que la vida no está vacía, de que hay algo; si no, dejaría de buscar”
La nostalgia descrita aquí, así como la nostalgia que evidencia el Adviento, es lo que mueve a la búsqueda.
Dice la chica: “Mi corazón busca, por lo tanto, afirma con certeza constante a Otro [éste es el punto]”.
Ese Otro, es de quien habla el Santo Padre y del cual afirma es “presencia comenzada”.
Dice la chica: “Mi corazón busca, por lo tanto, afirma con certeza constante a Otro [éste es el punto]”.
Ese Otro, es de quien habla el Santo Padre y del cual afirma es “presencia comenzada”.
La chica ha verificado la presencia [del Otro] de quien, además, ha dicho: “ha irrumpido de tal forma que me ha superado, me ha invadido, me ha implicado, me ha abrazado. Estábamos este Tú y yo, y nada más”
Por tal motivo no es de extrañar que, habiéndose visto también arrancada de su soledad, la chica culmine su frase diciendo: “Y volví a respirar”
Por tal motivo no es de extrañar que, habiéndose visto también arrancada de su soledad, la chica culmine su frase diciendo: “Y volví a respirar”
Querido hermanos, pregunto: ¿Qué es el tiempo de Adviento sino la búsqueda de una “presencia comenzada de Dios mismo” que colme nuestra nostalgia y nos arranque de la soledad? ¿Qué es el tiempo de Adviento sino la misma existencia?
Tal es el don que se nos ofrece –particularmente- en éste, pero, también en todo tiempo.