Les diré algo.
Por promover la tradición litúrgica me han tachado de lefebvrista y/o
filo-lefebvrista, incluso, mientras estuve muy enfadada con ellos.
Pocas cosas podrían haberme producido más rabia y frustración, pocas
cosas, de hecho, me han hecho sentir más necesitada comprensión y
compasión. Sin embargo ahora, que no estoy enfadada pero que tampoco soy
su allegada caigo en la cuenta de cuan difícil será para los miembros
de la FSSPX lidiar con nuestras ideas preconcebidas.
Ayer salió esa publicación tras el Capítulo General y en seguida publicó la Santa Sede la suya para aclarar que el diálogo continúa o avanza.
Sin embargo, muchos dimos por un hecho que con esa declaración, una vez
más la FSSPX se cerraba con sus cabezonadas ante la Santa Sede. Lo cual
quedó, felízmente, desmentido por la propia Santa Sede.
Ahora bien, para mi, la declaración de la FSSPX expresa cuestiones
que todos sabemos como es que tenemos entre manos “una Iglesia en total
crisis [en] un mundo que se aleja cada día más de Dios y de su ley” lo
cual me confirma que, si estuvieran canónicamente regularizados, serían
unos espléndidos aliados.
Por otro lado, expresan cuestiones que, al menos yo, nunca se las
había escuchado decir de esa forma, como sería “…la Fraternidad sólo
puede continuar adhiriéndose a las afirmaciones y enseñanzas del Magisterio constante de la Iglesia; ella encuentra su guía en este Magisterio ininterrumpido que, por su acto de enseñanza, transmite el depósito revelado en perfecta armonía con todo lo que la Iglesia toda ha creído siempre y en todo lugar”.
Escuchar a la FSSPX hablar de “magisterio constante”, “magisterio ininterrupido” e, incluso, el que se refieran a éste como la transmisión perfectamente armónica de lo que la Iglesia siempre ha creido,
es –sin lugar a dudas- algo fuera de lo común en ellos. No es acaso que
hasta hace poco se referían al Concilio Vaticano II como una ruptura
con el pasado?
Hacia el final, en el párrafo penúltimo, cierran refiriéndose de
nuevo a la Tradición como el conjunto de “enseñanzas necesarias para
mantener la fe y para la salvación” dentro de “una Iglesia en total
crisis y de un mundo que se aleja cada día más de Dios y de su ley”
sobre lo cual ninguno de nosotros, me temo, osaría contradecirlos.
El caso es que para mí, como para la Santa Sede, el diálogo avanza;
sin embargo, me parece que en lo que no avanzamos es en tomarnos a la
FSSPX como a hermanos ante los cuales lo único que Cristo en la realidad
nos exige es ponernos en su corazón.
Yo se lo que es que nadie se ponga en tu corazón excepto Cristo, creo
que todos nosotros o casi todos, lo sabemos. Yo se que mi amada Iglesia
también se pone en mi corazón a través de su Vicario; por lo mismo me
pregunto:
Llegará el día en que, habiendo barrido nuestro corazón de ideas
preconcebidas sobre tantas cosas así como sobre la FSSPX, el nuestro sea
el corazón de Cristo donde ellos, o cualquiera, encuentren acogida? ¿Llegará ese día?
Por último, no les parece espectacular que dentro del Capítulo
General hayan encontrado la unidad perdida? Porque, no se para ustedes,
pero para mi no quisiera una regularización canónica de la FSSPX dentro
de la cual estén agarrados como perros y gatos. Tanto se han propuesto
la unidad y su regularización que han dejado fuera del Capítulo a Mons.
Williamson. No es acaso una magnífica señal?
En fin, mucho camino por andar nos queda, por lo mismo, va de nuevo: ¿Llegará ese día?