Días atrás, conversando y más que conversando desahogándome con Juan
el joven que me ayuda a atender a mi padre, le contaba mientras se me
salían las lágrimas que mi madre había muerto sola en el hospital.
Madre murió sola debido a que en la seguridad social por aquél
entonces no permitían que los parientes se quedaran junto a sus
enfermos. Gracias a Dios no tuvo una muerte prolongada ni dolorosa, pero
igual, si algo me ha pesado en el alma hasta el día de hoy fue que
murió sin que se me permitiera acompañarla.
Ahora, con la enfermedad de papá, por eso es que he invertido mucho
de mi tiempo en estar con el al punto de que me he obsesionado un poco;
cosa de la que, a la vez, he debido sacudirme porque tampoco se trata de
volverme loca.
Tomando en consideración tantas cosas como deben ser consideradas
cada día para tomar todo tipo de decisiones uno, a la vez que observa la
realidad externa, debería considerar la realidad interna, es decir, su
estado emocional y ver hasta donde éste se encuentra fuera de balance
para no tomar, bajo esa circunstancia, decisión alguna.
Y, es que a nuestras emociones es a lo que he observado, prestamos menos atención.
A nivel macro lo observé con el señor Vidal adelantándose casi podría
decirse emocionado ante el “No” de la noticia de la FSSPX pero lo
observé también en los allegados más radicales de la FSSPX cuando, bajo
la influencia de la noticia del señor Vidal se adelantaron afianzándose
victoriosos en sus convicciones. Todo un caos de reacciones nada
beneficiosas al bien común.
A nivel micro, lo observo en mi padre, quien –cuando debe ponerse de
pie- su temor a caerse de nuevo le impide reaccionar racionalmente por
lo que se pone de nuevo en peligro sin motivo alguno. Lo observo también
en mi misma, cuando abrumada por la frustración que me provocan sus
temores, llego a ser seca y fría con el.
El caso es que nuestras emociones controlan buena parte de las
decisiones que tomamos y eso no beneficia a nadie. Lo que me hace pensar
que, si somos tan poco capaces de controlarnos pero si a la vez
reconocemos que necesitamos ese balance para actuar como verdaderamente
humanos e hijos de Dios, nuestra motivación tendría que estar encauzada
en buscar esa salud tan necesaria pero además en pedir al cielo su
auxilio ya que, a sabiendas de que nuestras emociones están
descontroladas y si no hacemos nada al respecto, éstas se convierten en
un enorme obstáculo para nuestra salvación.
Mientras madre estuvo en el hospital y durante los pocos minutos que a
lo largo de esas horas me permitieron estar con ella la noté
extremadamente calmada. Recuerdo que en algún momento, mi hermano
emocionalmente alterado con los médicos les reclamó pero ella, tomándole
de su mano le dijo: “Pepito, tranquilo. Yo no tengo miedo de morirme”.
Ese gesto de consuelo de mi madre hacia mi hermano se me quedó
grabado hasta el día de hoy y lo destaco en relación a este asunto de
las emociones desbordadas para que noten en la reacción de mi madre el
extraordinario balance en sus emociones que es capaz de suscitar en un
moribundo la gracia de Dios.
Ese día, desahogándome con Juan de que madre había muerto sin mi
compañía, y si mis emociones no me hubiesen controlado tanto mientras se
lo decía como a lo largo de todos estos años, hubiese caído ahí mismo y
no hoy, en la cuenta de que madre no estuvo nunca sola en el hospital.
RECIBE SEÑOR
San Camilo de Lellis
San Camilo de Lellis
Recibe Señor, mis miedos
y transfórmalos en confianza.
Recibe Señor, mi sufrimiento
y trasfórmalo en crecimiento.
Recibe Señor, mi silencio
y transfórmalo en adoración.
Recibe Señor, mis crisis
y transfórmalas en madurez.
Recibe Señor, mis lágrimas
y transfórmalas en plegaria.
Recibe Señor, mi ira
y transfórmala en intimidad.
Recibe Señor, mi desánimo
y transfórmalo en Fe.
Recibe Señor mi soledad
y transfórmalo en contemplación.
Recibe Señor mis amarguras
y transfórmalas en paz del alma.
Recibe Señor, mi espera
y transfórmala en esperanza.
Recibe Señor mi muerte
y transfórmala en resurrección.
Amén
y transfórmalos en confianza.
Recibe Señor, mi sufrimiento
y trasfórmalo en crecimiento.
Recibe Señor, mi silencio
y transfórmalo en adoración.
Recibe Señor, mis crisis
y transfórmalas en madurez.
Recibe Señor, mis lágrimas
y transfórmalas en plegaria.
Recibe Señor, mi ira
y transfórmala en intimidad.
Recibe Señor, mi desánimo
y transfórmalo en Fe.
Recibe Señor mi soledad
y transfórmalo en contemplación.
Recibe Señor mis amarguras
y transfórmalas en paz del alma.
Recibe Señor, mi espera
y transfórmala en esperanza.
Recibe Señor mi muerte
y transfórmala en resurrección.
Amén