Les confieso que, de primera entrada, me resultan un shock algunas acciones de nuestro amado Papa como –por ejemplo- el que reporta Andrés Beltramo en su blog
como ha sido su ausencia del concierto de música clásica promovido por
el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Sin embargo, reflexionando “tantito” y poniéndome en su lugar, no debería sorprenderme ya que, siguiendo aquél ejercicio que propuso Bruno Moreno en su blog
haciéndonos la pregunta sobre qué haríamos cada uno si por un día nos
nombraran Papa, tendría -en el supuesto caso- que seguir siendo fiel a
mi misma y, como el Papa F, hacer o no hacer según me dicte la
conciencia lo que, probablemente, redundaría en que –entre otras cosas-
no me dejaría “encaramar” tanto “chuica”, utilizaría los zapatos que me
permitieran llegar al final del día sin demasiado dolor ni cansancio
pero tampoco me dejaría gobernar la vida por los cuerpos de seguridad o,
sencillamente, el día que tenga algo más importante que hacer lo haría
en lugar de asistir a cierto tipo de actividades.
Si quiero ser honrada, Maricruz de Papa –definitivamente- sería muchísimo más desconcertante que el Papa F.
Si quiero ser honrada, Maricruz de Papa –definitivamente- sería muchísimo más desconcertante que el Papa F.
Ahora bien, por qué -aún así- con sus gestos me descoloca el Papa?
Lo hace porque, como todos (o muchos), tengo al papado como un punto
de referencia el cual “necesito” que no cambie; puesto de otra manera:
necesito un papado que evite acciones que inquieten mi corazón.
El caso es que el mismo Papa F nos hace la pregunta:
“¿Qué cosa tengo: un corazón cansado, que sólo quiere acomodarse [ ]? ¿O un corazón inquieto, que cada vez más busca las cosas que no puede tener, las cosas del Señor?”
Pues eso, si mi corazón es inquieto no puede ser a la vez un corazón
cansado, es decir, uno que se acomode o tema ser descolocado.
Si quieren de mí una respuesta sincera les diré que el mío es
–definitivamente- un corazón inquieto o al menos uno que sospecha cuán
inquieto necesita ser.
Lo descolocados que nos deja el Papa F lo que finalmente deja en
evidencia es lo “mal acomodados” que estamos pero también que la única
parcela estable es aquél pedacito nuestro en que cada uno le ha
permitido asentarse a Nuestro Señor, quien nunca cambia por lo que es el
Único en quien un corazón inquieto podrá descansar.
Eso, a diferencia de muchos, el Papa F lo sabe.
Y, otros, lo vamos aprendiendo.