Es cierto, poquitos, muy poquitos van siendo los católicos quienes,
habiendo descubierto la riqueza litúrgica milenaria de la Iglesia hemos
manifestado deseos de conocerla a profundidad para vivirla plenamente.
Somos muy poquitos en comparación con los miles y millones de
católicos quienes, formados en el novus ordo, desconocen y –por tanto-
no tienen necesidad ni interés por conocerla.
Sin embargo, un poco más son aquellos que habiéndola conocido se
hacen llamar hoy en día “tradicionalistas” más por su afinidad con los
lefebvristas que porque reconozcan que su afinidad no es con ellos sino con la propia Iglesia en su tradición litúrgica.
Estos tradicionalistas por largos años han puesto gran esperanza en la reconciliación de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X con la Iglesia debido a que valoran su esfuerzo por conservar la liturgia previa al misal de Pablo VI, sin embargo, están engañados cuando piensan que sin la FSSPX la liturgia de la Iglesia, morirá o desaparecerá.
Eso es rotundamente falso.
Estos tradicionalistas por largos años han puesto gran esperanza en la reconciliación de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X con la Iglesia debido a que valoran su esfuerzo por conservar la liturgia previa al misal de Pablo VI, sin embargo, están engañados cuando piensan que sin la FSSPX la liturgia de la Iglesia, morirá o desaparecerá.
Eso es rotundamente falso.
No solo porque existen muchas otras agrupaciones sino también
individuos, laicos y sacerdotes, que han conservado la forma
extraordinaria del rito sino otros muchos, cuyo número va in crescendo,
que la han venido descubriendo y están dispuestos a mover lo suyo para
conservarla y promoverla.
Vivir en un engaño tal no es bueno ni para los tradicionalistas, ya
que la mayoría de ellos –divididos en su fuero interno- no se decide a
tomar el bando lefebvrista pero tampoco el de la Iglesia, sino para el
resto de nosotros quienes, siendo afines a la misa tridentina o no,
comprendemos que la Iglesia es una y que tanto su pasado, como su
presente y su futuro, transcurren en línea de continuidad.
Los seguidores de Mons. Lefebvre, es claro al día de hoy,
han provocado gran división en la Iglesia dejándonos a unos confundidos
sin saber cuál bando tomar y, a otros, jugándonosla en medio de la
refriega lo mejor que podemos.
Así el panorama y, colocándose los lefebvristas cada vez más alejados
de la comunión eclesial, los auto proclamados “tradicionalistas” se
ven, inevitable y dramáticamente obligados a definir su posición que
tendrá más que ver con reconocer su afinidad con la tradición litúrgica de la Iglesia de todos los tiempos que con, estrictamente, su pasado.
En resumen, yo –si fuera tradicionalista- tendría que estarles agradecida a los obispos lefebvristras el que me hayan hecho ver que mi amor por Cristo en la liturgia no se fundamenta en lo que haga la Fraternidad sino en lo que hace la propia Iglesia en fidelidad a Cristo.
En resumen, yo –si fuera tradicionalista- tendría que estarles agradecida a los obispos lefebvristras el que me hayan hecho ver que mi amor por Cristo en la liturgia no se fundamenta en lo que haga la Fraternidad sino en lo que hace la propia Iglesia en fidelidad a Cristo.
Tendría que estarles agradecida ya que, es obvio, no será la FSSPX
quien salvará la liturgia sino Cristo en quienes y, aunque fueran pocos,
se mantengan fieles esperando al esposo con su lámpara encendida.
Tienen claro ahora, queridos tradicionalistas, quién –verdaderamente- salvará la liturgia?