30 de junio de 2013

Mi padre no vivió ni murió en vano

Salido papá de su primer ingreso del hospital me dijo un día: - “Ya solo me queda esperar la muerte ya que, enfermo como estoy, no soy de utilidad para nadie”. 

Yo, para animarlo dije: -“Papi, si no moriste en el hospital ahora que estuviste tan grave debe ser porque todavía te falta algo por hacer”. 

Así fue, efectivamente, en lo que a mí respecta.

El domingo de la Fiesta de la Divina Misericordia fue el último día que supo quién era yo pero también el último que imploramos juntos el auxilio del cielo y también el día que pude volver a llorar ya que tenía muchísimos años sin poder hacerlo. 

Ese día, me parece que –verdaderamente- el Señor fundió nuestros corazones al suyo y me devolvió mi corazón de carne. 

Desde entonces fácilmente lloro y no creo que sea solo porque estoy de duelo. Lloro porque, verdaderamente, me ha sido dado el corazón de carne que tanto necesitaba.

Es más, he llegado a pensar que si volviera a perder mi corazón de carne, preferiría volver a pasar por todo ese dolor con tal de recuperarlo.

A mi padre el Señor le concedió el tiempo que necesitaba para que su hija mayor recuperara lo perdido y de paso recibir otros regalos que jamás hubiese sospechado estaría en necesidad de recibir.

Uno de ellos es la capacidad de perdonar a mis tíos por su indiferencia.
La historia familiar de papá no es que haya sido atroz, lo que sucede es que don José Tasies rogó al cielo por una buena mujer y recibió la bendición de casarse con Cecilia Riba, mujer piadosa con quien aprendió lo necesario para acercarse a Dios en humildad cosa que jamás le perdonaron y, sin embargo, siempre utilizó palabras dulces para referirse a sus hermanos y nunca se midió en palabras para cuando, delante de nosotros, los alababa.

De ahí es que, los hijos de papá, aprendimos a querer a nuestros tíos y estamos ahora, habiéndolos conocido un poco mejor, aprendiendo a perdonarlos.

De ahí es que, este señor honorable, divertido, educado, gentil, delicado, pudo recibir del Señor tantas virtudes como demostró a lo largo de su vida por las que lo estiman y recuerdan con cariño y admiración tantas personas. 

Es por lo que me lleno la boca afirmando que mi padre no vivió ni murió en vano. 

Así se lo dije en el lecho de muerte y de lo que estoy segura, al día de hoy, se ha enterado.

¿Quién salvará la liturgia?

Es cierto, poquitos, muy poquitos van siendo los católicos quienes, habiendo descubierto la riqueza litúrgica milenaria de la Iglesia hemos manifestado deseos de conocerla a profundidad para vivirla plenamente. 

Somos muy poquitos en comparación con los miles y millones de católicos quienes, formados en el novus ordo, desconocen y –por tanto- no tienen necesidad ni interés por conocerla.

Sin embargo, un poco más son aquellos que habiéndola conocido se hacen llamar hoy en día “tradicionalistas” más por su afinidad con los lefebvristas que porque reconozcan que su afinidad no es con ellos sino con la propia Iglesia en su tradición litúrgica.

Estos tradicionalistas por largos años han puesto gran esperanza en la reconciliación de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X con la Iglesia debido a que valoran su esfuerzo por conservar la liturgia previa al misal de Pablo VI, sin embargo, están engañados cuando piensan que sin la FSSPX la liturgia de la Iglesia, morirá o desaparecerá.

Eso es rotundamente falso. 

No solo porque existen muchas otras agrupaciones sino también individuos, laicos y sacerdotes, que han conservado la forma extraordinaria del rito sino otros muchos, cuyo número va in crescendo, que la han venido descubriendo y están dispuestos a mover lo suyo para conservarla y promoverla. 

Vivir en un engaño tal no es bueno ni para los tradicionalistas, ya que la mayoría de ellos –divididos en su fuero interno- no se decide a tomar el bando lefebvrista pero tampoco el de la Iglesia, sino para el resto de nosotros quienes, siendo afines a la misa tridentina o no, comprendemos que la Iglesia es una y que tanto su pasado, como su presente y su futuro, transcurren en línea de continuidad. 

Los seguidores de Mons. Lefebvre, es claro al día de hoy, han provocado gran división en la Iglesia dejándonos a unos confundidos sin saber cuál bando tomar y, a otros, jugándonosla en medio de la refriega lo mejor que podemos. 

Así el panorama y, colocándose los lefebvristas cada vez más alejados de la comunión eclesial, los auto proclamados “tradicionalistas” se ven, inevitable y dramáticamente obligados a definir su posición que tendrá más que ver con reconocer su afinidad con la tradición litúrgica de la Iglesia de todos los tiempos que con, estrictamente, su pasado.

En resumen, yo –si fuera tradicionalista- tendría que estarles agradecida a los obispos lefebvristras el que me hayan hecho ver que mi amor por Cristo en la liturgia no se fundamenta en lo que haga la Fraternidad sino en lo que hace la propia Iglesia en fidelidad a Cristo. 

Tendría que estarles agradecida ya que, es obvio, no será la FSSPX quien salvará la liturgia sino Cristo en quienes y, aunque fueran pocos, se mantengan fieles esperando al esposo con su lámpara encendida. 

Tienen claro ahora, queridos tradicionalistas, quién –verdaderamente- salvará la liturgia?

Corazón inquieto

Les confieso que, de primera entrada, me resultan un shock algunas acciones de nuestro amado Papa como –por ejemplo- el que reporta Andrés Beltramo en su blog como ha sido su ausencia del concierto de música clásica promovido por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Sin embargo, reflexionando “tantito” y poniéndome en su lugar, no debería sorprenderme ya que, siguiendo aquél ejercicio que propuso Bruno Moreno en su blog haciéndonos la pregunta sobre qué haríamos cada uno si por un día nos nombraran Papa, tendría -en el supuesto caso- que seguir siendo fiel a mi misma y, como el Papa F, hacer o no hacer según me dicte la conciencia lo que, probablemente, redundaría en que –entre otras cosas- no me dejaría “encaramar” tanto “chuica”, utilizaría los zapatos que me permitieran llegar al final del día sin demasiado dolor ni cansancio pero tampoco me dejaría gobernar la vida por los cuerpos de seguridad o, sencillamente, el día que tenga algo más importante que hacer lo haría en lugar de asistir a cierto tipo de actividades.

Si quiero ser honrada, Maricruz de Papa –definitivamente- sería muchísimo más desconcertante que el Papa F. 

Ahora bien, por qué -aún así- con sus gestos me descoloca el Papa?

Lo hace porque, como todos (o muchos), tengo al papado como un punto de referencia el cual “necesito” que no cambie; puesto de otra manera: necesito un papado que evite acciones que inquieten mi corazón.
El caso es que el mismo Papa F nos hace la pregunta:
“¿Qué cosa tengo: un corazón cansado, que sólo quiere acomodarse [ ]? ¿O un corazón inquieto, que cada vez más busca las cosas que no puede tener, las cosas del Señor?”
Pues eso, si mi corazón es inquieto no puede ser a la vez un corazón cansado, es decir, uno que se acomode o tema ser descolocado.

Si quieren de mí una respuesta sincera les diré que el mío es –definitivamente- un corazón inquieto o al menos uno que sospecha cuán inquieto necesita ser.

Lo descolocados que nos deja el Papa F lo que finalmente deja en evidencia es lo “mal acomodados” que estamos pero también que la única parcela estable es aquél pedacito nuestro en que cada uno le ha permitido asentarse a Nuestro Señor, quien nunca cambia por lo que es el Único en quien un corazón inquieto podrá descansar. 

Eso, a diferencia de muchos, el Papa F lo sabe. 

Y, otros, lo vamos aprendiendo.

22 de junio de 2013

La vida continuará teniendo la última palabra

Lo más probable es que, por lo que voy a contar, más de uno me califique de irresponsable pero correré el riesgo ya que, quien pretenda defender el aborto a punta de ideas, se encontrará “en el campo” con una realidad muy diferente.

Con “realidad del campo” me refiero a los hechos que arrojan la actitud ante la vida de adolescentes y jóvenes de la periferia de la capital como serían tantos que conozco desde niños y tengo de vecinos. 

Es cierto, en mi comunidad da un poco de espanto la cantidad de chicos y chicas quienes saliendo de la pubertad se les ve al lado de sus padres y parientes haciéndole frente a un embarazo. 

Demasiados, quizá, pero –precisamente- porque son muchos es imposible ocultar el hecho de que, sin importar las dificultades que deberán enfrentar, acogen la vida sin poner excusas.

Ayer, precisamente, un joven a quien conozco desde niño me vino a pedir un árbol para “rajarlo” y sacarle parte de la madera que necesita para terminar la casita que está construyendo para la madre de su hijo. 

No fue hasta ayer que me enteré quien es la joven madre y me llamó la atención ya que es hija de padres “pudientes” quien, a pesar de lo mimada que ha sido, está siendo responsable.

De cada joven embarazada que conozco no puedo dar con una sola quien, teniendo o no apoyo económico, haya siquiera considerado abortar. 

Al contrario, es tan asombrosa la capacidad de respuesta de tantos padres y madres jóvenes, que resultan verdaderamente admirables. 

A una de esas madres, con apenas 15 años e hija de padres analfabetas, ofrecí llevarla a una institución de la Iglesia que en mi país atiende madres adolescentes y se negó. Las razones que ofreció, obviamente, para mi fueron inaceptables pero tras un año de observarla debo reconocer que ha sido y continuará siendo una buena niña-madre valiente y admirable. 

De lo último que hablé con ella fue sobre que desea terminar la escuela a lo que, por supuesto, le ofrecí continuar apoyándola. 

Basten un par de ejemplos para que quedemos claros en que la defensa del aborto ha sido y continuará siendo propiedad de un grupúsculo alejado de la realidad y que, por lo mismo, la vida continuará teniendo la última palabra.

10 de junio de 2013

El Señor no abandona la obra de sus manos

“Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré y tú me darás gloria”.
Salmo 49
Tengo a tan solo 12 minutos de mi casa a los Heraldos del Evangelio por lo que es una alegría trasladarme cada domingo a su sede para la misa.

Todavía no tienen una capilla propiamente dicha pero la amplia habitación que han adaptado posee un hermoso altar preparado dignamente y algo de lo mejor es que el recinto es lo suficientemente pequeño como para que, sentándome justo delante del coro, pueda escucharlos cantar polifonía o gregoriano de tal forma que las palabras parecen salir de mi propia cabeza lo que me sirve para rezar.

Porque, saben? Rezo los cantos de la misa. Todos ellos. Lo hacía cuando no conocía a los Heraldos pero ahora que los conozco, todavía mejor, ya que los suyos son cantos litúrgicos por lo que mi mente y corazón rezan conectados a la oración de Cristo en la Iglesia. 

Ayer, durante la misa, noté que -desde que asisto a misa con ellos- entro y salgo muy tranquila. Eso por un lado. Por otro lado, ese Evangelio de ayer fue algo especial: “No llores”, le dijo el Señor a la viuda. 

El padre Andy nos hizo notar cómo podría haber sido el tono con que el Señor pronunció esas palabras para que tanto la viuda como los presentes atendieran y guardaran silencio. 

Es cierto, dicho por el mismo Dios, esas palabras deben resonar con fuerza en lo más profundo.

Pues bien, reflexionando en ello, llegamos a la consagración y fue cuando volví a escuchar: “No llores”. Esta vez el Señor no se lo decía a la viuda sino a mí: -“No llores, Crucita. Ya ves? Estoy aquí!”. 

Les confieso que en ese momento la conciencia que tuve de mi fue como la de una niña en brazos de su padre.

Uno en misa recibe gracias de las que, con frecuencia, no es sino a largo plazo que se da cuenta pero otras de las que su resultado es inmediato. Ayer fue una de esas ocasiones. 

Porque, saben? He venido llorando. Ahora lloro por todo y esto viene así desde que papá y yo oramos juntos en la Fiesta de la Divina Misericordia. 

No lloro únicamente por su ausencia sino por lo que ésta ha provocado pero también porque parece no haber día en que haya malas noticias en la Iglesia y en el mundo; tantas y tan graves que, a veces, el dolor me desgarra ya que parece gritar en medio de estruendosas carcajadas que Dios se ha olvidado de nosotros.

Lo cual es una soberana mentira ya que el Señor no abandona la obra de sus manos

Eso lo sé -ya que a mí- para empezar, me tiene rezando misa con los Heraldos del Evangelio pero, sobre todo, llenando con Su Presencia mi alma de gran consuelo.

8 de junio de 2013

Diario de un cuidador

Pablo es un joven español y el autor de un blog titulado Diario de un Cuidador del que hallé su página en facebook unos días después de la muerte de mi padre. Pocas semanas más tarde su madre también fallecía.

Ayer publicó en facebook lo que fue su primera entrada al blog la cual les traigo ya que en ella se vislumbra el camino que deberá transitar todo aquél que se vea en situación semejante.

Deseo honrar la vida y muerte de su madre tanto como el amor que se profesaron publicándola en mi blog sobre todo porque me parece que es la mejor manera de contribuir con el en continuar ayudando a quienes han vivido o deberán vivir una experiencia como la suya.

Sin más, les dejo a Pablo.


‘Ayer me miraba al espejo y sólo veía mi reflejo. Hoy veo a mi madre, al mundo, al universo, y a mí formando parte de todo ello en perfecta armonía.’

Es fascinante, excitante, inquietante y aterrador, lo rápido que gira la rueda de la vida. A veces estamos arriba, y a veces, abajo. En ocasiones todo va bien, y en otras, todo se tuerce o parece ir mal. Pero por suerte, siempre rotamos en ciclos de cambios constantes que, en general, nos ayudan a crecer, aprender, evolucionar, y a ser mejores individuos.

‘A medida que superamos los grandes obstáculos del camino, nos sentimos capaces de afrontar pruebas mayores. Y cuánto más nos dejamos fluir para superarlos, más fuertes nos hacemos.’

Si hace dos años, alguien me hubiera dicho lo que estaba a punto de acontecer en mi destino, y lo mucho que iban a cambiar mis prioridades y objetivos, no me hubiera sorprendido, pero tampoco me lo hubiera creído o planteado. Acepto las cosas como vienen, porque para mí, todo tiene un sentido y una razón de ser. Pero no me anticipo en lo que pueda estar por venir en negativo. Actúo desde el presente.

A mediados de Abril de 2008, mi padre murió repentinamente tras una muy breve convalecencia, dejando a mi madre viuda, y a sus ocho hijos huérfanos.

Hoy en día, es raro encontrarse con parejas que hayan compartido más de cincuenta años de vida en común, y sigan vivas y juntas. Mis padres fueron una de ellas, hasta hace un año y medio. Él con veintiséis y ella con diecinueve cuando se conocieron, y con veintinueve y veintidós respectivamente cuando se casaron, se dedicaron cincuenta y cinco años de respeto, apoyo, y amor mutuo incondicional. Y fueron para mí, todo un ejemplo. Aunque fueran humanos y como todos, también se equivocaran.

‘Los padres no son perfectos. Los hijos tampoco.’

Cuando él se fue, mi madre entró en un completo -y muy comprensible- estado de shock, en el que omitió a su marido de su cabeza. Más tarde, se estancaría en la negación. Ella había acarreado a lo largo de toda su vida un historial de ciclotimia y angustia anticipada; por las que había sufrido tremendamente. Y el proceso del duelo devino tan duro, que su mente no pudo soportar tanto dolor, y de la noche a la mañana hizo implosión.

Con la muerte de mi padre lo dejé todo en pausa: mis sueños, mis ilusiones, mis metas, mi casa, mi trabajo,.., y me mudé a vivir con mi madre para que no estuviera sola. Ella no había vivido nunca por su cuenta. Era -y sigue siendo- una de esas personas que necesitaban tener a alguien a su lado constantemente.

La soledad le aterra.

Con la llegada del verano, su conducta y acciones se tornaron un tanto extrañas, y comenzaron a rozar paulatinamente la locura. Esos episodios neuróticos e irracionales, que iban acrecentándose con el tiempo, llegaron a tales extremos, que decidimos consultar con el psiquiatra que la había estado llevando en los últimos doce años, y que además era especialista en pérdidas, para que valorara esos estados.

Al principio todo parecía encajar como signos típicos de un duelo atrasado que, combinados con lo que mi madre tenía ya de por sí, acentuaban sus bajadas, incrementando sus picos inferiores, y llevándolos al límite de la esquizofrenia. Pero por si acaso, recomendó un estudio psico-neurológico y neurológico, con los que descartar cualquier otra afectación.

Los resultados determinaron una pérdida de la atención, de la memoria, y de los reflejos mentales; que fueron, de nuevo, atribuidos, al impacto emocional sufrido.

Con un ajuste en su medicación pudimos estabilizarla, y pensamos que habíamos pasado el bache, y que dejábamos lo peor atrás. Quizás era momento para poder mirar hacia adelante, sanar las heridas abiertas, y lograr una gran requerida tranquilidad.

Pero transcurridos unos meses, la falsa mejora de mi madre, lentamente trazó un marcado declive, y ésta empeoró. Volvimos a hacer estudios. Pedimos cuatro opiniones distintas. Y fue entonces cuando se lo detectaron. Mi madre tenía Alzheimer, y se encontraba en el número 5, de los 7 niveles existentes.

No entraré en polémicas sobre el hecho de que un médico se olvidara de decirme, durante un año, que las pruebas realizadas el verano anterior ya mostraban un nivel 4 de esa enfermedad. Eso ya no me parece importante. Mi madre, y su padecimiento, son lo verdaderamente prioritario y trascendente. No miro atrás pensando en el ‘y si lo hubiera sabido antes’, porque eso es pasado. Miro hacia adelante centrándome en su calidad de vida, y en la mía.

‘Tú deberías hacer lo mismo si sientes que los especialistas han errado o tardado demasiado en diagnosticárselo a tu ser querido. Es muy normal que eso pase. No cometas el error de quedarte estancado en eso.’

Historias como ésta ha habido, hay, y habrá, millones, si no cientos de millones, en la historia de la humanidad. De ahí, que mi nombre sea irrelevante. Tan sólo soy un cuidador más. Como tú, probablemente, o alguien que conozcas. Un cuidador sin preparación, ni titulación, que ha tenido que serlo empujado por las circunstancias. Como tantos y tantas, que cuidan de sus mayores afectados de un mal, que sigue siendo tabú y motivo de vergüenza en nuestra sociedad, pero que afectará en un futuro próximo al 50% de la población por encima de los setenta y cinco.

‘Yo, como tú, tengo un 50% de probabilidades de contraer algún tipo de demencia, en caso de que llegue a esa edad.’

Hace cuatro días regresé de un viaje relámpago a Londres con la semilla de este blog en mi cabeza, tras haber pasado el fin de semana con una buena amiga de mis años de universidad, que ahora vive en esa mágica ciudad. Han sido mis primeras vacaciones en 5 años, y, aunque cortas, las he disfrutado al máximo.
‘Sólo un cuidador sabe lo agotador que puede llegar a resultar, el cuidar de alguien 24 horas al día.’

Preguntándome mi amiga sobre mi vida, y después de hablarle de la situación de mi madre y del rol que yo desempeñaba ahora en su vida, me sugirió el crear un blog, en el que compartiera con todos aquellos primerizos que se dedican a cuidar de un familiar con Alzheimer, lo que he aprendido; y con el que facilitar, información que pueda serles de ayuda.

Me gustó su propuesta. La he meditado. Y aquí estoy. Aportando mi granito de arena y devolviendo algo al universo en positivo.

‘De lo negativo puede nacer lo positivo.’

Me he decidido a aventurarme en este mundo de los blogs para intentar crear un espacio en el que los cuidadores ‘no profesionales’ encuentren un caminito de información y consejos que les conduzca a rutas mayores; sin grandes pretensiones, y siempre desde la humildad y el constante proceso de aprendizaje.

‘Un cuidador nunca para de aprender.’

Bienvenidos.

Si alguno llegó hasta el final y si quisiera también leer la carta que escribió a su madre tras su muerte la hallará siguiendo este enlace 

La Gracia para mantenerse fiel

Conocí a un señor que además de tener un trabajo para cuidar de su familia es miembro del consejo pastoral y del consejo económico de la parroquia; por esta razón, tiene reunión una noche por semana con el consejo pastoral y otra con el consejo económico. 

Participa también de la misión continental por lo que con cierta regularidad debe asistir a formación los sábados de 8am a 4pm. Otros sábados los dedica a ir de misión.

No quisiera ni imaginar cómo será su vida cuando además de sus funciones como empleado, padre y esposo deba hacerle frente a las fiestas patronales, asistir a bautismos, confirmaciones y primeras comuniones de sus hijos, amigos y parientes. 

Uno se da cuenta que es un señor comprometido pero me pregunto si tanta actividad es razonable. 

He conocido varios jóvenes, señores y señoras como él; sacerdotes también. Yo misma fui así durante un período de mi vida pero mentiría si dijera que tanta actividad me hizo ser más caritativa o más piadosa o más fiel, etc.

De aquella experiencia lo único que recuerdo es que fue creciendo en mi el orgullo hasta llegar a confundir el servicio a la parroquia con mi vida de fe.

No existe mayor mentira.

El servicio por el servicio es solo trabajo y como tal debería realizarse en su justa medida no al punto de separarlo de la familia, de la diversión, del entretenimiento, de su vida intelectual y académica, de su propia buena salud. 

Lo que es determinante es el auxilio de la Gracia que hace de la vivencia de los sacramentos, la oración y la misa frecuente auténtico alimento para el servicio como vocación.

La Gracia es lo único que ofrece ayuda para sostenernos de cara a la realidad en todos sus matices.

No sé si cada bautizado que inicia su camino de compromiso con Cristo en su Iglesia deberá pasar por un período de actividad frenética, quizá deba ser así; sin embargo, que el engaño no se prolongue ya que, para cuando las dificultades de la vida arrecien, nada de eso le servirá ya que ningún servicio ni actividad parroquial posee ni es capaz de regalar la Gracia para mantenerse fiel.

5 de junio de 2013

Por qué en Peralillo si y no en San José?

Peralillo queda a 534km al norte de Santiago de Chile, esto es a 10 horas de viaje por la carretera Panamericana Norte, Ruta 5. 

Desde allá me ha llegado un reportaje de la TVN Red Coquimbo sobre la celebración de la misa tradicional la que, según verán, estuvo bastante concurrida y según escucharán, fue muy bien recibida. 

 

Ahora bien, después de verlo, un par de preguntas que me hago: 

Peralillo es un pueblo alejado de la urbe. Sus pobladores son gente sencilla. Muy semejante a cualquier barrio o pueblito de la periferia de nuestra capital por lo que, cuáles legítimas razones pastorales podrían existir para que, a diferencia que la Conferencia Episcopal chilena, la nuestra no haya advertido el beneficio de ofrecerla a los fieles costarricenses en tantos lugares como han habido sacerdotes interesados en aprender a celebrarla y fieles que están dispuestos a asistir?

Por qué en mi país no he podido escuchar a un solo sacerdote que, aún conociendo su posición favorable a la misa tradicional, no se haya podido referir públicamente al Motu Propio Summorum Pontificum con la naturalidad del padre Carlos Bolelli?

Por qué, cada vez que Una Voce Costa Rica, consigue organizar alguna celebración estas son privadas y alejadas de la capital? Por qué, frecuentemente, deben cancelarlas debido a que los párrocos necesitan el templo para otras actividades?

Por qué, así como al rito maronita, no se le otorga a la misa tradicional una parroquia dentro de la Gran Área Metropolitana, sobre todo sabiendo que existen al menos -que conozca- tres sacerdotes preparados, algunos más que quieren aprender, una Asociación Una Voce dispuesta a colaborar para celebrarlas dignamente así como fieles dispuestos a conocerla pero también a asistir con regularidad?

Por qué en Peralillo si y no en San José?

Ahora, que todavía hay tiempo...

Bronnie Ware, una enfermera australiana dedicada a cuidados paliativos durante años ha recopilado los principales lamentos de sus pacientes.

Destaca como los cinco principales el haber deseado:
1. Ser más fiel a mí mismo.
2. No haberme dedicado tan duro al trabajo.
3. Haber expresado mis sentimientos.
4. Haber estado en contacto con mis amigos.
5. Haberme permitido ser más feliz. 

Qué indican estos lamentos? Indican que no hacemos suficiente introspección pero también el que vivimos atemorizados. 

Indican que, sin conocer quiénes somos, para qué nacemos y morimos, para qué estamos aquí es fácil desarrollar temor a vivir y por tanto crear un muro que nos separe de nosotros mismos y de nuestros semejantes.

Sin esas respuestas, la hora de la muerte es un verdadero drama al darnos cuenta de que la vida se ha ido sin haberla vivido.

Algo de lo que hemos de estar profunda e infinitamente agradecidos es que, del don de la fe y de nuestra relación con Cristo, deriva el que podamos ir hasta el fondo de nosotros mismos para aprender en El a ser libres y por tanto más auténticos, el dar sentido y el justo valor tanto el trabajo como al tiempo libre, a expresar nuestros sentimientos, a la amistad y, por supuesto, al verdadero sentido de la felicidad. 

Es decir, desde el punto de vista de los más frecuentes lamentos de los moribundos, un cristiano tendría muy poco qué lamentar llegada su hora y si tuviese algo, siempre estará a su disposición el sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía.

Ahora, que todavía hay tiempo, que nos quede clara la inmensa riqueza que se nos ha entregado: el que, del Hijo de Dios hecho uno de nosotros y de su Iglesia, hemos recibido la mejor plataforma que pudiera existir para conducirnos por la existencia con la mayor dignidad y, por supuesto, con alegría. 

Vivamos agradecidos por el don recibido pero también roguemos al Señor para que cada día nos rescate del peligro de huir de nosotros mismos así como de la desconfianza en su Misericordia y Divina Providencia.

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