“Con el reconocimiento de esta presencia dramática, con esta presencia en la que habita corporalmente la divinidad, “empieza” algo nuevo*: hoy, a las once, a la una, a las seis[ ] En cualquier momento, empieza algo nuevo” Luigi Guissani
Lo que de Jesús debe de haber robado el corazón de aquellos sencillos pescadores y mujeres que se encontraron con el y que, dejándolo todo le siguieron, tuvo que haber sido no nada extraordinario sino algo más bien muy humano.
Muy humano en el sentido de que probablemente nunca antes alguien los
había mirado a los ojos y les había llamado por su nombre de esa
manera.
Humana la forma en que Jesús, siendo varón, cuidaba de su madre así
como de humano fue el respeto, cariño y caballerosidad con que trataba a
las demás mujeres.
Algo muy humano en el sentido de que nunca habían visto a alguien
enfrentarse con firmeza a escribas y fariseos pero a la vez ser capaz de
demostrarles compasión.
Tan humano como el simpático gesto que tuvo con Zaqueo, así como el
inesperado trato que ofreció a la samaritana, a la anciana enferma, al
endemoniado, al joven rico y a tantos como la Escritura nos narra se
cruzaron por su camino.
No es algo extraordinario lo que debe de haberles robado el corazón
sino lo humano, así como es lo humano lo que de otros nos roba el
corazón o nos conmueve.
Me refiero a la capacidad de amar de un padre, la de sacrificio de una madre o una hija, la de entrega de la enfermera o de un médico con vocación.
Y nos conmueve más cuanto más remoto parece podríamos obtener miradas
o gestos muy humanos de distintas personas; como es el caso de un señor
que conozco quien, a pesar de su escaso salario, se preocupó siempre
por comprar carne a sus hijos por lo que sus jóvenes cerebros recibieron
la proteína necesaria para desarrollarse y resultar siendo niños muy
inteligentes. O como vendría a ser la de un patrón que
se toma el día libre para cuidar a los hijos de uno de sus empleados
porque la madre está cuidando al padre enfermo en el hospital.
El padre Mauricio Viquez lo resaltó muy bien en su homilía de hoy:
nos hizo caer en la cuenta de la mirada tan humana que sobre los
acontecimientos alrededor del nacimiento de su Hijo habría de haber
tenido María Santísima.
Lo suyo fue una mirada atenta y reflexiva sobre cada sorpresa,
alegría y dificultad de aquella hora en la que el Misterio, Misterio de
sus entrañas, quien no más abrir sus pequeños ojos, fue novedad que le
robó el corazón.
Si han conseguido caer en la cuenta de la magnitud del estupor de
María y de la razón por la que guardaba en silencio todo aquello en su
corazón, podrán comprender que no fue nada extraordinario lo que de
Jesús robó el corazón de aquellos pescadores y de las mujeres, sino algo más bien muy humano.
¡Feliz "algo nuevo"!
¡Feliz "algo nuevo"!