El otro día fue tan gracioso lo que sucedió, el padre Iraburu me lo recordó con su post. Les cuento.
Por aquello de que estoy por esta época del año sin ayudante y al cuidado de papá, quise asistir a misa de Navidad a las 6:30 am del domingo pero los cuatro templos que la celebran regularmente estaban cerrados; luego, desesperada pasé al último y ahí estaban por empezar.
El sacerdote se dirigió al frente del altar para incensar al Niñito y cuál no fue su sorpresa que el pesebre estaba vacío.
Con el incensario en mano, nos miraba sonriendo y miraba el pesebre vacío, luego miraba al sacristán que no entendía nada. Nos volvía a mirar, de nuevo al pesebre y al sacristán y así, hasta que a la tercera el sacristán se dio por enterado, por lo que salió –literalmente- corriendo a la sacristía a traer el Niño para incensarlo.
Eso no fue todo, la anciana que estaba al órgano cantaba en otra dirección de la melodía y así en cada canto. Llegué a preguntarme sobre cómo habría desarrollado la destreza para insertar a las estrofas del Gloria una melodía diferente a la del estribillo.
Para terminar de hacerla, cuando la dulce anciana se puso de pie para leer las Preces le colgaba cual banderín de la parte trasera de sus enaguas el pañuelo que había colocado sobre su silla. Así fue a leer y así regresó a su órgano.
La Liturgia muchas veces se ve “adornada” con incidentes que no esperamos, muchas otras, casi preferiríamos salir de misa corriendo como el sacristán pero para nunca más regresar, pero eso, de ninguna forma le arrebata su carácter sagrado. En eso estamos clarísimos.
Tan claros estamos como que “a pesar” del Novus Ordo, de los despistes de sacristanes y los abusos en la Liturgia, ha sido éste el rito que ha conformado nuestra identidad católica, tan católica que es fiel al Magisterio y al Santo Padre, tan católica que comprende que ha de estar abierta a la realidad eclesial en su diversidad, motivo por el cual ofrece, dicho sea de paso y entre otras cosas, “preámbulos doctrinales”.
Tan clara, tan clara, como que esta Iglesia católica es el Cuerpo Místico de Cristo que prevalecerá sobre todo poder del mal.