19 de diciembre de 2011

Es urgente me decida creer

He de admitir que la fe no me ha venido sirviendo para dar respuesta a la realidad. Así como lo oyen. 

Me refiero a que, de la forma en que la vivo, no veo diferencia entre mi fe y la fe de un católico no practicante y eso, que me la paso repitiendo esa frase de don Giuss que me gusta tanto: «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros»

Muchas de esas personas, con todo y todo, dicen con su vida más acerca de la estatura de su humanidad que la muy “buena de mi”. 

Claro, que para todo hay gente. 

Hace poco una querida amiga me decía que para ella son “ligas mayores” en el camino de santidad la manera en que me expongo ante ustedes en este blog. Si eso fuera cierto, lo habrían hecho muchos santos, lo malo es que no creo recordar ninguno que lo hiciera; por tanto, esto que hago no es virtud sino defecto tanto como lo es eso de andar distraída de lo que acontece por no despegar el ojo de lo que a corto, mediano o largo plazo podría acontecer.

Para ilustrar lo que quiero decir les traigo una cita de Peguy que hallé en el editorial de Páginas Digital del pasado 18 de diciembre: “navegamos constantemente entre dos curas: los curas laicos y los curas eclesiásticos: los curas laicos que niegan lo eterno de lo temporal; y los curas eclesiásticos que niegan lo temporal de lo eterno”
 
Obvio, el poeta francés ha hecho referencia a los curas pero, vamos, que para lo que quiero decir, curas o no, viene de perlas. 

Qué quiero decir? A ver, expliquémoslo en relación al Adviento. 

Quiero decir que le he venido dando una importancia desproporcionada a “las realidades últimas” (adviento escatológico) lo que me ha distraído de vivir con mayor plenitud, año tras año, las “realidades temporales” (adviento natalicio). Dicho de otra forma, he vivido distraída de “lo temporal” por concentrarme en “lo eterno” lo cual ha redundado en un profundo “resentimiento contra el mundo tal y como es donado” De ahí que haya pasado largo tiempo enfrentada a tantos que viven su fe de la misma forma. 

A quién me refiero? Pues, me refiero a todos aquellos que tienen algo que objetarle a la realidad, tal y como yo.

Muy en el fondo, esa la lucha ha sido contra mi misma, ya que la razón me decía una y otra vez, que aquella forma de conducirme no estaba siendo, precisamente, expresión de creer “que el hombre y la creación del hombre y el destino del hombre y la vocación del hombre y el pecado del hombre y la libertad del hombre y la salvación del hombre [tienen] cierta importancia”
 
Y, es que -nada más- preguntémonos: ¿de qué manera podrían haberse enterado de la veracidad y profundidad de mi fe si la forma en que los enfrento la desdice? 

Creo que coincidirán conmigo: el meollo de la cuestión es que mi vida ha venido diciendo más acerca del “conjunto de ideas que dan fundamento y consistencia a mi fe” pero no ha dicho nada o muy poco acerca de “quien es Cristo para mí”. 

Pues bien, con este hecho ante mis narices, he de reconocer que he sido conducida a través de este Adviento hacia la Navidad. 

Este trayecto ha constituido “la forma que [ha tenido] el Misterio de Dios para descubrir [me] y educar [me] en el principio [de que mi] razón -cuanto más es fiel a sí misma- más reconoce que no puede explicar exhaustivamente el origen último ni de las cosas ni de las personas y, menos aún, de los acontecimientos” 

Hasta el día de hoy no lo había comprendido de esta forma y, no creo que tampoco lo comprenda en un instante ni en su totalidad, pero viene al caso para explicar las implicaciones que tiene para la propia vida el que nos planteemos la siguiente pregunta: ¿Qué son “las vidas de “Benazhir Bhutto, ministro de las minorías en Pakistán asesinado [ ], o la de los monjes del Atlas protagonistas de la película De dioses y hombres”?

Se los responderé desde el trabajo que la realidad me ha exigido durante este Adviento: Sus vidas son algo más que la referencia a un conjunto de ideas, son el testimonio de vida de personas realistas; tal como la vida de tantos santos que acogieron la realidad tal cual les fue donada; tal como la vida de paciente realismo de Quien, siendo Dios, nació de mujer, en quien -por cierto- tal parece es urgente me decida creer; a ver si el don de la fe con que he sido regalada incide en la realidad, a ver si consigo llegar a decir con mi vida quien es Cristo para mí.

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