Innumerables son los ejemplos de realismo cristiano.
Quienes primero se vienen a mi memoria son las mujeres de la Sagrada Escritura.
Desde la anciana que con el último puñado de harina elaboró pan para
el profeta, pasando por cada una de las mujeres del Antiguo Testamento,
llegando hasta María.
De ahí salto a lo que de las visiones de la beata Ana Catalina
Emmerich se nos narra sobre el realismo de quienes esperaban el
nacimiento de una Virgen y de ella al Mesías esperado.
Luego, vienen a mi mente tantos santos: san Bernardo, Teresa de
Ávila, el pobre de Asís, padre Pío, santa Teresa Benedicta de la Cruz,
etc. hasta llegar a Juan Pablo II para pasar de seguido a nuestro
Benedicto XVI.
Siendo el cristianismo de hombres libres sería natural que nuestro
discernimiento redundara en actos libres; sin embargo, estamos tan
acostumbrados a ser esclavos, que –cuando vemos a un hombre libre
actuando en libertad- nos desconcierta.
Tal como desconcertó Cristo, María y José en su silencio así como los
santos han desconcertado, tal como ha desconcertado la dimisión del
Santo Padre.
Los hombres libres son locura para el mundo: es la locura de la Cruz.
Cruz que se abraza no única ni necesariamente en lo particular del sufrimiento humano sino en un aspecto más general: en la “renuncia a toda seguridad humana” [1]
Cruz que se abraza no única ni necesariamente en lo particular del sufrimiento humano sino en un aspecto más general: en la “renuncia a toda seguridad humana” [1]
En ese sentido, para Joseph Ratzinger hubiese sido mucho más seguro
terminar sus días como Pontífice bajo los mejores cuidados, rodeado de
todo tipo de expertos colaboradores, atendiendo lo que para él –desde su
lúcido y brillante juicio como teólogo y pastor de la Iglesia
universal- fuese lo más urgente y necesario.
Pero no, nuestro querido Papa, renuncia a toda seguridad
ofreciéndonos el mejor ejemplo de realismo cristiano que pudo jamás
habernos dado para este Año de la Fe.
Cristo nos desafió en la comprensión del Misterio de Dios de ahí que
haya sido posible el que Juan Pablo II nos desafiara en la comprensión
del Misterio del Sufrimiento y que ahora Benedicto XVI nos desafíe en la
comprensión del Misterio de la Fe.
Una fe que, por razonable, es realismo puro y duro.
Del único realismo posible para el ser humano: el realismo cristiano.
[1] Palabras de don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en relación con el anuncio en que Benedicto XVI renuncia al ministerio petrino.