Papá, (esto se lo dije a 5cm de su oído derecho) mañana llevaremos tu carro al mecánico porque está botando mucho diesel.
- Mucho qué?
- Diesel.
- Níquel?
- No, papá: diesel.
- Níquel?
- Diesel, diesel, papá.
- Ah! Diesel! Qué barbaridad! Qué mal pronuncia usted!
Verídico, tan verídico que a veces pienso que debería abrir un blog
solo para colocar las ocurrencias de papá quien, a sus 86 años, sigue
tan chistoso como el día que lo conocí.
Poquito después de esta conversación (si es que puede llamársele así)
vine a la computadora y a mi facebook para hallar el siguiente video
(el cual espero que vean, por supuesto)
Cierto, Santo Padre “hemos vivido una aventura juntos!” pensé al terminar de verlo mientras me secaba un par de lágrimas.
En seguida lo posteé en mi muro de facebook y planeaba continuar
revisando las noticias cuando, en eso, sonó el timbre con el que papá me
anuncia que me necesita.
Hablando de ese timbre vale la pena mencionar que lo utiliza desde que salió del hospital, hace unos nueve meses y que me ha tomado todo ese tiempo para acostumbrarme a escucharlo sin sufrir un sobresalto ya que su convalecencia fue difícil para todos.
En fin, el caso es que he venido superando de a poco el espanto que me produce escuchar ese timbre.
Hablando de ese timbre vale la pena mencionar que lo utiliza desde que salió del hospital, hace unos nueve meses y que me ha tomado todo ese tiempo para acostumbrarme a escucharlo sin sufrir un sobresalto ya que su convalecencia fue difícil para todos.
En fin, el caso es que he venido superando de a poco el espanto que me produce escuchar ese timbre.
Ahora
bien, papá llamó porque deseaba que le ayudara a ponerse el pijama. Nos
pusimos en eso y mientras en silencio le ayudaba a quitarse las
pantuflas me figuré que estaba ayudándole al Papa.
Esta imagen me hizo recordar de inmediato a las “Memore domini” de
Comunión y Liberación que asisten al Santo Padre en los asuntos
domésticos.
Recordé que cuando supe que son laicas consagradas pero además de
Comunión y Liberación sentí un poco de envidia tanto de sus personas
como del servicio para el que fueron llamadas.
Sentí verguenza de esos sentimientos, la verdad, por lo que me concentré en asistir a papá siempre en silencio.
Cabilando así y para cuando llegamos a la parte en que le ayudé a
quitarse el sueter caí en la cuenta de un pequeño pero importante
detalle: nunca he tenido nada que envidiar a las memore domini no solo
porque (como ellas) tengo una relación con Cristo y vivo (como ellas) en
entrega total al Señor en cuerpo y alma pero es que, además, tengo
(como ellas) un “papa” solo para mí.
Un papa al que, como ellas, sirvo ayudándole a ponerse su pijama.
Hasta en esto el Papa me ha enseñado algo!
Hasta en esto el Papa me ha enseñado algo!